Con las ciudades pasa algo extraño. Hay unas en que lo caótico no les resta su atractivo. Siguen inspirando y lo hacen por sus historias. Cuando se tienen los ojos en la ciudad, como dice Salman Rushdie “no hay persona invisible”, ni, como agregaría Ernesto Cortés, “historia irrelevante”.
Las calles de las ciudades siempre serán el principal insumo del periodista para contar historias, detener el tiempo y abrir espacio a la emoción de las cosas desapercibidas escondidas en el relieve caótico de la urbe. Pero el caos no es una condena; también hay caminos para darle la vuelta.
Cortés, editor general de El Tiempo y codirigió junto Ginna Morelo, editora de la unidad de datos del mismo diario, el taller ‘Datos para contar la ciudad’, organizado por Findeter y la FNPI - Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, en el que participaron más de 30 periodistas de Medellín y los municipios del Eje Cafetero. Inscríbete al próximo taller 'Datos para contar ciudades', a realizarse el 18 de abril en Bogotá.
En este diálogo, Cortés desarrolla su idea de un periodista cercano, amable y útil para que el ciudadano tome buenas decisiones.
¿Cuál debe ser la mirada periodística en la gran urbe?
Debe ser una mirada distinta a la de los demás habitantes de la ciudad, debe ser una mirada que ausculte. La ciudad es habitada por un conglomerado de personas disímiles, cada una con sus preocupaciones y sus angustias, pero el periodista debe ir un paso más adelante y ver la ciudad que está ofreciéndose para que sea contada, pero que los demás no ven.
¿Los periodistas estamos mirando para otro lado?
La ciudad es un laboratorio de historias por descubrir. El problema es que tanta tecnología nos está abrumando, está expulsando a los periodistas de la calle. Cuando ellos se alejan de la calle, se distancian de las historias que la gente está reclamando.
¿Cuáles son esas historias que más le importan al ciudadano?
Las grandes historias se pierden porque los periodistas no se hacen las preguntas de rigor. Y cuando no se tienen esas respuestas, hay que ir a buscarlas. Hay que acudir a lo que yo llamo el metro cuadrado de las personas; es decir, lo que realmente afecta su vida: que el parque donde van sus hijos sea seguro, que al lado de su casa no construyan un burdel, que los servicios públicos funcionen adecuadamente.
Para la gente es más importante saber si su hijo va a jugar a un parque seguro, que las mismas noticias de las Farc. Para la gente todo es secundario, siempre y cuando no se afecte su metro cuadrado.
¿Cómo mover esas fibras en el lector?
Cuando uno busca esas historias, se tienen que meter entre la piel de la gente. En las historias hiperlocales usted tiene que apelar al sentimiento de las personas —como dicen las abuelas “el tonito”—, para poderlas contar y transmitir. Cuando se humanizan las historias, se genera una identidad entre el personaje y el lector.
¿En la capacidad de asombro está la clave?
Ese es el principal desafío periodístico. En ocasiones se da por descontado que la gente no se sorprende con nada y uno lo escucha en la calle: “a mí eso no me asombra. Acá puede pasar cualquier cosa”. Esa es una historia generalizada, no porque sea cierta, sino por la falta de historias.
¿Y cómo no dar el brazo a torcer para encontrar el asombro?
La capacidad de asombro la dan dos cosas: el encontrar la historia y el conmover. El periodista tiene que conmoverse con lo que está tratando de transmitir y eso muchas veces no pasa, y cuando eso no pasa, es porque no hay historia.
El periodismo urbano no se trata únicamente de contar lo que sucede, también es de explicar fenómenos. ¿Cómo ir más allá?
Observando, pensando la ciudad, apasionándose por ella. El temas de las mascotas, por ejemplo, es un fenómeno que va creciendo exponencialmente. ¿Por qué la gente está tan obsesionada con las mascotas? ¿Por qué ahora se tienen menos hijos pero se prefieren una mascota? ¿Se debe a que las relaciones entre personas se deterioraron, entonces se prefiere una mascotas? Ahí hay unas preguntas de fondo que no nos hemos hecho. Hay que entender ese mundo con sus complicaciones.
4 lecciones de Ernesto Cortés para entender las ciudades y contarlas.
Hay problemas locales que también tienen una mirada global.
“Buena parte de los grandes males de las ciudades no son culpa de las ciudades, ni de los gobernantes. Son culpa de los ciudadanos. El día que un vecino le llame la atención a otro por sacar la basura a la hora que no es, va a sentir más vergüenza que pagando una multa. Esas pequeñas guerras en lo local, trascienden a lo global. El tráfico es otro ejemplo. La responsabilidad exclusiva por el caos de la movilidad, la tienen quienes no usan racionalmente el vehículo. Las ciudades no son de caucho. Así las estires y construyas vías, igual se van a saturar de vehículos y colapsar”.
Un asunto problemático es la relación del gobierno nacional con el local.
“Joan Clos, director de ONU-Hábitat, habla de que esa ruptura entre lo nacional y lo local está generando una ecuación perversa, en la que quienes deciden el futuro de las ciudades son los constructores privados: deciden dónde hacer edificios de estrato 1 y dónde de 5 y 6. Es un absurdo porque quien debe trazar esas políticas públicas para que las ciudades crezcan más o menos bien es el gobierno nacional de la mano de las entidades locales.
En Colombia se debe a que lo urbano no es un tema prioritario, hay demasiados problemas: droga, violencia, proceso de paz. Claro que hay esfuerzos aislados como el de Findeter, pero el gobierno nacional nunca se ha detenido a pensar qué tipo de ciudades quiere que se construya en su país y ahora en campaña electoral nadie habla del tema urbano, es el gran ausente de ese debate”.
Es casi inevitable hablar de lo urbano sin hablar de desarrollo.
“Es una labor esencial de los periodistas hoy. Hay que manejar e incluir en la agenda el tema de ciudades sostenibles. El desarrollo tiene que ir de la mano de lo ambiental y lo social, pero se requiere voluntad política, recursos y capacidad de planeación. Sin esas condiciones, nunca se construirán ciudades sostenibles. Cuando eso se vuelva una obsesión podremos ver una luz al final de túnel. Hoy, por ejemplo, la calidad de vida en una ciudad se mide por el espacio público que brinda a la ciudadanía, porque ese es el espacio del encuentro, donde todo el mundo es igual; sólo eso hace reconciliarnos con las ciudades".
Aportar datos y contar hechos conlleva a tomar decisiones inteligentes
“Tenemos que entender la ciudad para humanizarla. Y una forma de hacerlo es brindarle a la gente alternativas para disfrutar a la ciudad. Yo no sé porqué la gente sigue saliendo a la calle en una ciudad con ese negativismo que se gastan los medios. Ves las noticias y siempre hablan de la congestión del tráfico, la inseguridad, las basuras, los problemas. Muy raras veces hay una buena historia para que la gente salga a disfrutar las ciudades, excepto que haya un mega evento. Nunca recomiendan por ejemplo un recorrido por la ciudad. Los periodistas parecen negados a hablar bien de la ciudad, porque creen que es un absurdo”.