12 recomendaciones sobre el cubrimiento periodístico del conflicto armado
3 de Mayo de 2013

12 recomendaciones sobre el cubrimiento periodístico del conflicto armado

Presentación de un documento que incluye 12 aprendizajes que señalan los factores derivados y las lecciones aprendidas que dejan los estudios 89 estudios revisados para los medios de comunicación, el periodismo y la academia.
Red Ética FNPI

En el marco del XI Encuentro de Directores y Editores de Medios de Comunicación Colombianos, Jorge Iván Bonilla, investigador de la Universidad EAFIT, presentó los resultados del proyecto “Medios, periodismo y conflicto armado: La agenda investigativa sobre la cobertura informativadel Conflicto Armado en Colombia, 2002-2012”.

El documento incluye 12 aprendizajes que señalan los factores derivados y las lecciones aprendidas que dejan los estudios 89 estudios revisados para los medios de comunicación, el periodismo y la academia.

1. La constitución de un campo de estudios. El primer aprendizaje que deja esta revisión documental es la constatación de que existe un campo de investigación preocupado por analizar –y también intervenir– en las garantías, los derechos, los contenidos, las rutinas, las prácticas y las responsabilidades que enfrentan los periodistas nacionales, regionales y locales en el reto de informar con calidad sobre el conflicto armado en Colombia. En este campo no solo confluyen sus directos implicados (las empresas informativas o los periodistas), sino que se ha abierto a la presencia de otros actores sociales (academia, centros de investigación, organizaciones de periodistas, entre otros) que también suelen intervenir en el debate público sobre el rol que tienen los medios de comunicación en la configuración de agendas informativas sobre la guerra y la paz.

2. El conflicto armado no paralizó la búsqueda por generar acuerdos de calidad informativa sobre el tema del conflicto armado en momentos particulares, la promoción de la libertad de expresión y prensa en sus posiciones editoriales, la participación en espacios de discusión sobre su labor, y la adherencia a pactos internacionales de transparencia y ética profesional, entre otros, ofrece como resultado un aprendizaje muy importante: la intención por parte de algunos medios de comunicación pero, sobre todo, del grueso de las organizaciones que propenden por la protección y formación de los periodistas por reflexionar sobre su rol informativo en medio del conflicto, de mejorar sus prácticas periodísticas y contribuir a una información de calidad.

Pese a todo, durante estos años, el conflicto armado no paralizó ni la reflexión, ni el debate, ni la investigación.

3. Formarse para mejorar las prácticas periodísticas. ¿Qué tanto ha incidido este campo de investigación e intervención arriba señalado en las prácticas profesionales y en las rutinas de producción de la información sobre los asuntos del conflicto armado en el país? Si bien es difícil responder esta pregunta por el tipo de revisión documental adelantada, aquí el aprendizaje apunta a la manera en que la capacitación no formal se ha convertido en un escenario fundamental para perder miedos, aprender lenguajes, construir alianzas, adquirir conocimientos, renovarlos y multiplicarlos. En la agenda investigativa de la última década hay una presencia de procesos de formación en los que han jugado un papel importante organizaciones sociales y de periodistas de carácter regional, nacional e internacional que ofrecen acompañamientos y abren miradas; hablamos de esos procesos de formación en los que los periodistas han encontrado el valor de aprender juntos, de aprender haciendo y de hacer aprendiendo, fortaleciendo la noción de que las buenas prácticas no solo nacen, también se hacen. Se trata de un aprendizaje que, por lo demás, ha entrado a formar parte de las discusiones sobre los valores de calidad periodística que deben guiar el ejercicio informativo en Colombia.

4. Cuando académicos y periodistas se encuentran. Si se revisan algunos de los trabajos analizados – que no son pocos– se puede constatar un novedoso aprendizaje que involucra tanto a académicos como a periodistas. Si bien algunos de estos estudios fueron realizados por académicos, la suya fue una investigación en estrecha relación con las organizaciones de periodistas. Esto, por supuesto, desplaza la mirada del profesor con ambos pies en la universidad, al consultor y/o asesor con un píe en la universidad y el otro en una relación estrecha con organizaciones orientadas a la protección y formación de periodistas. Nos referimos al académico que realiza investigaciones en tiempos cortos, que participa en procesos de formación, fuera de las aulas universitarias, con los periodistas y que suele terminar sus productos investigativos traduciéndolos a manuales y recomendaciones prácticas. Pero también esto alude al periodista: aquel que tiene un pie en la sala de redacción y el otro en un terreno más académico, más pedagógico. Nos referimos al periodista que participa en talleres de formación, que escribe manuales y guías prácticas para sus colegas y que reflexiona sobre el ejercicio profesional con la autoridad que le confiere ser referente de otros por la calidad, creatividad y responsabilidad con la que ha asumido su labor.

5. Sobre la continuidad de las alianzas. Cuando se han unido los medios de comunicación, las organizaciones sociales-periodistas y las universidades los estudios y propuestas de actuación de allí surgidas han tenido un mayor radio de acción. Aquí el aprendizaje radica en que estas alianzas no solo han posibilitado metodologías más participativas y comparativas de las dinámicas de la información en el país (nos referimos a los monitoreos, los diplomados, los manuales y los talleres de formación), sino procesos de socialización, discusión y apropiación más amplios e incluyentes por parte de los periodistas. El problema está en la falta de continuidad de este tipo de alianzas, lo que repercute tanto en la desactualización de los resultados obtenidos, que quedan restringidos a una coyuntura específica, como en la ausencia de seguimiento para determinar la incidencia de estos procesos en la renovación de las prácticas informativas de los periodistas.

6. Modelos informativos en juego. Un aprendizaje fundamental que arrojan estos estudios es la consolidación de cinco tipos de agendas informativas construidas por los medios de comunicación colombianos sobre el tema del conflicto armado a lo largo de este periodo de tiempo. En primer lugar es posible encontrar una agenda informativa de corte oficial que promueve los intereses de los gobiernos de turno y que busca consolidar las motivaciones particulares de este actor en la opinión pública; en segundo lugar aparece una agenda informativa de corte intermedio que busca presentar diversos enfoques sobre el conflicto armado, pero que al final termina privilegiando la posición de ciertos actores sociales (con frecuencia sectores oficiales) de acuerdo a la coyuntura en la que se enmarca el asunto de interés informativo; en tercer lugar hallamos una agenda informativa de corte civilista que busca abordar los asuntos de preocupación de la sociedad civil, las organizaciones sociales, las víctimas o “los otros” del conflicto (campesinos, negritudes, desplazados, mujeres, niños, adolescentes, entre otros), revalidando sus representaciones e intereses en la agenda informativa; en cuarto lugar encontramos una agenda informativa de carácter ponderado que persigue una información más contrastada y equilibrada, buscando con ello generar mayores puntos de vista sobre la realidad del conflicto armado interno. Finalmente, se puede localizar una agenda informativa de baja cobertura, que se disuelve por momentos en alguna de las cuatro agendas descritas anteriormente, que va con el vaivén de la coyuntura y que no logra definir una posición permanentemente definida en el tiempo.

7. Ser cajas de resonancia. Las relaciones que han establecido en la última década los medios de comunicación con las fuentes oficiales con poder político y militar en Colombia puede ser descrita como de una simbiosis competitiva (Gadi Wolfsfeld), pues cada uno depende en cierta medida del otro para lograr cumplir sus objetivos comunicativos. Las fuentes oficiales de carácter gubernamental dependen de los medios y los periodistas para hacer pública una información estratégica sobre la paz o la guerra y, de igual manera, los medios dependen de las fuentes oficiales del gobierno para confirmar, convalidar u obtener información necesaria para sus relatos periodísticos. Un aprendizaje que se desprende de esto –y lo confirman los estudios– es que hay casos en que los periodistas han cedido espacios de independencia informativa con el fin de garantizar su acceso a información privilegiada por parte del gobierno, provocando con esta situación una cierta instrumentalización de los medios como “cajas de resonancia” de los intereses gubernamentales, en contravía del interés público de recibir información con contraste o con mayores puntos de vista.

8. Informar no es “cerrar filas”. Otro aprendizaje que se desprende de este corpus de trabajos es observar cómo la dinámica del conflicto armado genera en los medios de comunicación (en momentos particulares) un proceso de promoción de un alto nivel de consenso social en sus agendas informativas sobre asuntos coyunturales que afectan especialmente a la sociedad civil. Cuando hay discusiones públicas sobre temas muy sensibles relativos al conflicto armado (reclutamiento de menores, secuestros, respeto a los derechos humanos, la representación mediática de la infancia, entre otros) generalmente los medios de comunicación concentran sus agendas informativas en crear divisiones acerca de estos asuntos con la intención de sensibilizar y producir un consentimiento social sobre estos tópicos. Este “cierre de filas” informativo en procura de generar consensos sociales puede ir en contravía del rol critico o independiente que deben tener los medios de comunicación, como quiera que los periodistas ni son agentes del estado, ni los medios son ONG’s.

9. Los periodistas no son los únicos que informan. En contextos de confrontación armada los actores involucrados desarrollan estrategias informativas que les permite realizar un doble ejercicio: por una parte, crear un ambiente político positivo hacia las acciones que desarrollan en medio de la confrontación armada y, por la otra, tomar el control sobre los eventos y el flujo de información asociado a la paz y la guerra. En este punto, uno de los aprendizajes que se puede obtener es que los periodistas no son los únicos agentes con capacidad informativa. Los periodistas y los medios están involucrados en complejas relaciones de desigualdad, consenso, censura, control, oposición, autonomía, independencia o subordinación con otros agentes con capacidad comunicativa —individuos, grupos e instituciones— quienes a su vez luchan no solo por acceder, hacerse visibles o invisibles en la esfera pública sino también por controlar, callar y administrar la información en tanto recurso escaso y estratégico para la gestión político-militar del conflicto armado. De ahí que no haya sido gratuito el número de trabajos dedicados al estudio de la desinformación y la propaganda.

10. Tecnologías para ayudar a comprender. Otro aprendizaje que se puede dilucidar a partir de esta agenda investigativa es la oportunidad con la que cuentan ahora los periodistas colombianos para informar más eficazmente sobre el conflicto armado usando los recursos que brindan las redes sociales (en especial sitios de microblogging como Twitter), los cuales permiten explorar otros caminos de visibilidad publica, mediática y de participación ciudadana para construir los relatos periodísticos. De la misma manera el uso de plataformas tecnológicas de mapeo virtual para identificar o visualizar información de interés público (como Ushahidi o Crowdmap) pueden ayudar al acceso de la información desde el punto de vista de la sociedad civil en momentos de “cierres informativos” por parte de las tradicionales fuentes de información. En suma, este aprendizaje se deriva de las contemporáneas formas a las cuales está acudiendo el periodismo actual para construir información, en las cuales las nuevas tecnologías (en especial Internet) son cruciales para generar mayores relaciones e interconexiones entre las esferas públicas, las esferas virtuales y las agendas políticas e informativas. Los estudios por venir deberían ocuparse más de estos escenarios emergentes.

11. Democratizar la mirada. Otro de los aprendizajes que de aquí se desprenden apunta a una doble dimensión. Por un lado, es importante no renunciar a la generación de una oferta informativa más amplia, diversa y pluralista de modo que logre representar los distintos puntos de vista involucrados en las dinámicas del conflicto armado y en las posibilidades de su resolución, pues esto puede ayudar a generar condiciones favorables en la opinión pública sobre la inutilidad de la guerra. Y por la otra, es fundamental que la academia también amplíe la mirada de su objeto de estudio yendo más allá del análisis de lo que conforma la corriente principal de los medios –el mainstream mediático– para explorar ese otro universo de “nuevos/viejos” medios de carácter comunitario, ciudadano, alternativo, algunos de ellos ahora en plataformas digitales, pues por allí están pasando otras narrativas, otros actores, otras miradas del conflicto armado y de las posibilidades de la paz en el país.

12. Trascender el conflicto, dignificar a las víctimas. El último aprendizaje pasa por el terreno de los futuros escenarios que se deslumbran para Colombia en los próximos años y cómo es imperante empezar desde ahora a construir historias y relatos mediáticos desde el punto de vista de las víctimas para dignificarlas simbólicamente. Ahora, ¿es posible “desconflictivizar” paulatinamente la agenda investigativa sobre los medios y el periodismo, no para que el conflicto armado quede atrás, sino para enfrentarlo desde una condición ciudadana, creativa y comprensiva? En este sentido, algunos de los estudios revisados apuntan a una lectura del conflicto conjugando problemáticas como la memoria, la justicia, el relato y la participación ciudadana, entre otros factores, que se asumen como derechos y garantías de no repetición y construcción deseable de futuros.

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