"Fiscalía confirma muerte de Taylor Hawkins por sobredosis”. Titulares como este se propagaron rápidamente el pasado 26 de marzo cuando se conoció que el baterista de la banda de rock estadounidense Foo Fighters había muerto en Bogotá, pocas horas antes de una presentación. Varios medios de comunicación abordaron la noticia haciendo énfasis en las diez sustancias que se encontraron en el cuerpo de Hawkins; algunos de ellos enfocaron la noticia únicamente en enumerarlas.
¿Les correspondía a los medios de comunicación difundir tal información? ¿Era su deber ubicar la conversación sobre la muerte del artista estadounidense en las sustancias (legales o ilegales) que consumía?
Uno de los primeros pronunciamientos de Foo Fighters pedía expresamente que se respetara la privacidad de Taylor Hawkins: “La familia Foo Fighters está devastada por la trágica y prematura pérdida de nuestro querido Taylor Hawkins. Su espíritu musical y su risa contagiosa vivirán con todos nosotros para siempre. Nuestro corazones están con su esposa, hijos y familia, y pedimos que su privacidad sea tratada con el mayor respeto en este momento inimaginablemente difícil”.
Sin embargo, como afirma Matilde de los Milagros Londoño, editora general y cofundadora de Volcánicas, la reacción de la prensa colombiana a la muerte del baterista “puso por encima el amarillismo, oportunismo y la irresponsabilidad antes que la dignidad de una persona”.
Es válido preguntarse si en este caso las razones de la muerte de Taylor Hawkins, por ser una figura reconocida a nivel mundial, eran de interés público. No obstante, Londoño enfatiza: “creemos que debemos poner a la persona antes que a la noticia y creemos que el centro del periodismo deben ser las personas y no las noticias”.
Con frecuencia, se publica información sobre la muerte de una persona cuando hace parte de una investigación en la que pudo haberse cometido un crimen. Aunque, aclara Londoño, incluso en esos casos la difusión de la información debería ser consultada con las familias. Y, en el caso puntual de la muerte de Hawkins, la periodista colombiana sostiene que la información no era de interés público; por el contrario, haber difundido los detalles de las sustancias que ingirió el músico “responde al morbo de una audiencia que además parte de estereotipos muy típicos de la escena musical y de Colombia como un país que tradicionalmente ha sido relacionado con la guerra”.
El periodista debe propender a ser veedor del derecho a la privacidad, aunque este derecho no siempre es absoluto. En una de las respuestas del Consultorio Ético de la Fundación Gabo, el maestro Javier Darío Restrepo señalaba que en el caso de un personaje público, parte de su intimidad (en este caso, su estado de salud) puede hacerse pública cuando afecta el interés público, como el caso de un presidente. En el caso del baterista de Foo Fighters, ¿afectaba a la opinión pública desconocer cuántas habían encontrado en su cuerpo? Como ha afirmado Londoño, no, esta información hacía parte de la privacidad del artista.
¿Un comunicado inconstitucional?
Fueron las autoridades colombianas las que difundieron la información sobre las causas de la muerte de Taylor Hawkins. Pero, por el hecho de ser la Fiscalía General y Medicina Legal las entidades competentes para estudiar y dar información del caso, ¿les correspondía a los periodistas difundir textualmente sus comunicados?
Matilde de los Milagros Londoño sostuvo que una de las primeras cosas que debió hacer el periodismo fue preguntarse sobre la constitucionalidad y la ética de dichos comunicados.
“Lo que debió ser noticia es que la Fiscalía estaba actuando de manera inconstitucional, violando la intimidad y privacidad de una familia y la intimidad de una persona que perdió su vida. Los cuestionamientos [de los periodistas] debieron ser sobre la validez de esos comunicados y no sobre las conclusiones que se podían hacer a partir de estos”, indicó la editora de Volcánicas.
Como premisas éticas, Londoño sugirió que los medios de comunicación debieron preguntarse si al replicar tal comunicado estaban respetando la dignidad de una persona que acaba de fallecer, y si estaban respetando la privacidad y dignidad de los familiares y personas cercanas. Así mismo, invitó a la prensa colombiana a preguntarse cómo pueden construir propositivamente sobre la vida una persona que acaba de perderse y no a hacer de un evento trágico algo que genere clic.
Para ello compartió seis enfoques que se le pudieron dar a una cobertura responsable de la muerte de Taylor Hawkins:
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Basarse en la trayectoria profesional del músico.
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Maneras en que la muerte de alguien cercano puede afectar de forma profesional, psiquiátrica y emocional a sus colegas (de banda, en este caso).
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Implicaciones en la comunidad que ha luchado en contra de la adicción
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Respeto de la dignidad de las personas, incluso después de morir.
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¿Cómo cubrir la adicción sin caer en la revictimización de las personas que ya son víctimas de una enfermedad?
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Veeduría de entidades oficiales que estaban dando información que no les correspondía dar.
Del morbo al conocimiento
Catalina Gil Pinzón, oficial del Programa de Política de Drogas de la Open Society Foundations, calificó como “simplista y un poco irresponsable” que medios de comunicación publicaran la noticia sin mayor contexto de las diez sustancias encontradas en el cuerpo del baterista. “Hay mucho morbo y ganas de clic en esos titulares que proyectan la imagen de una persona sin ningún control y una persona perdida, que es lo que nos han vendido sobre los usuarios de drogas, mezclando en un vaso diez sustancias para hacerse daño”, expresó.
Gil sostuvo que tales titulares conllevan a la estigmatización de las personas usuarias de drogas. Fue enfática en decir que, en ocasiones, se reduce a la persona consumidora a su droga cuando esta es mucho más que la droga que usa. “Pasa que a través de estas narrativas tradicionales que siempre han estado en nuestras sociedades y que se refuerzan con estos titulares y noticias, se termina produciendo más miedo y desprecio contra las personas que usan drogas, algo que no pasa con otras conductas en las que también hay riesgos y daños asociados”, explicó.
La opinión de Gil va más allá del caso de Taylor Hawkins e invita a los medios a reflexionar en torno a los debates que se dan relacionados con el cubrimiento de temas sobre drogas, para que estos vayan más allá de si está bien o mal usarlas. “Llevamos más de 50 años tratando de parar o disminuir el consumo y no se ha logrado. El centro del debate debería ser qué podemos hacer diferente para que haya menos consumos problemáticos y menos muertes por sobredosis. E, incluso, debatir por qué si la mayoría de los consumos en el mundo son funcionales estamos poniendo la lupa en las excepciones, lo que no es la regla general”.
Así mismo, tras considerar el hecho de la privacidad y dignidad con la que se debió tratar la noticia de la muerte de Taylor Hawkins, Gil propone que en casos en los que se publique información sobre personas usuarias de drogas y se refieran a ello, los periodistas deberían hacerse al menos estas seis preguntas:
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¿Qué tipo de consumo tenía la persona?
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¿Qué tan problemático es el consumo de la persona?
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¿Qué sustancias usaba?
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¿Estoy confundiendo el término droga con el de otras sustancias?
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¿La persona consumidora está bajo algún tratamiento?
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¿Algunas de las sustancias encontradas en el cuerpo de una persona son parte de algún tratamiento?
Más allá del morbo que seduce a las audiencias en torno al tema de drogas, la oficial del Programa de Políticas de Drogas de la Open Society Foundations destacó que el conocimiento debe estar en el centro del debate y consideró que los medios de comunicación deberían hablar de los daños que se generan cuando la ciudadanía no tiene acceso a información veraz sobre las drogas. “Ojalá que los medios comiencen a cambiar el enfoque del debate sobre el consumo de las drogas”, manifestó.