El periodismo mundial se ha sorprendido hoy con la renuncia de Martin Baron a su cargo como editor general de The Washington Post. El legendario editor de 66 años de edad, quien fue invitado especial del Premio Gabo en 2016, anunció en una emotiva carta que dejará su cargo a partir del 28 de febrero.
“Desde el momento en que llegué al Post, he tratado de realizar una contribución duradera a la vez que devolver algo a la profesión que ha significado tanto para mí y que sirve para salvaguardar la democracia”, dice Baron en su carta dirigida a toda la redacción. “Ha sido un honor para mí trabajar junto con cientos de periodistas que convierten al Post en una institución indispensable”, añade.
Antes de ser editor del diario hoy propiedad del magnate Jeff Bezos, Baron se había convertido en una celebridad tras liderar al equipo del Boston Globe que destapó el escándalo de sacerdotes católicos pedófilos, el cual que dio pie para la película Spotlight, ganadora del Oscar a Mejor Película en 2016.
Baron pronunció en un perfecto español su extenso discurso en el marco del Premio Gabo en 2016, debido a todos los años que pasó trabajando en el Miami Herald, diario en el que comenzó su carrera profesional como reportero en 1976, tras graduarse de Lehigh University. En 1979 pasó a trabajar en Los Angeles Times, para luego continuar su carrera en The New York Times desde 1996. En el año 2000 regresó a Miami para ser editor ejecutivo del Herald por un breve periodo, pues a mediados de 2001 sería llamado para el cargo en el que se consagró como profesional: editor del Boston Globe.
“Crean en la libertad de expresión no solo para ustedes sino para todos. Respeten la verdad sabiendo que habrá momentos en los que pondrá a prueba sus propias creencias. Racionalidad, incluso, en los momentos de mayor desacuerdo”, recomendó Baron a los centenares de periodistas que escucharon con atención su generoso discurso en el Jardín Botánico de la ciudad de Medellín cuando fue invitado especial del Premio Gabo hace cinco años.
Volviendo a su carta de despedida de la redacción de The Washington Post, encontramos en ella varios aspectos para destacar, desde el punto de vista de la ética periodística, pues vale la pena tener en cuenta que su renuncia llega luego de cuatro años de arduo trabajo informando sobre la conflictiva presidencia de Donald Trump. Destacamos algunas de sus reflexiones aquí, antes de comapartir el texto completo de su misiva.
• Sobre el periodismo como servicio público: “Servir al público con el mejor periodismo pasa por trabajar en estrecha colaboración. Ese espíritu de colaboración y buena voluntad es necesario para el éxito. También lo es una ética compartida: empezamos con más preguntas que respuestas, inclinados más a la curiosidad y la investigación que a la certeza”.
• Sobre la necesidad de escuchar a la audiencia: “Siempre tenemos más que aprender. Debemos escuchar generosamente a todos. Le debemos al público una información rigurosa, exhaustiva y honorable, y luego un relato honesto e inquebrantable de lo que descubrimos”.
• Sobre la sostenibilidad de la prensa: “La práctica del periodismo de calidad requiere un negocio sostenible. Y lo contrario es igualmente cierto: no puede haber negocio sin un periodismo del más alto calibre que el público valore y apoye”.
• Sobre la necesidad de diversidad en la redacción: “Aspiramos a una mayor amplitud, profundidad y distinción en nuestro trabajo. Podemos mejorar la forma de practicar nuestro oficio. Podemos hacer más y mejor en la búsqueda de nuestro destino digital. Debemos abarcar todas las comunidades con una comprensión más profunda. Necesitamos una mayor diversidad de experiencias vitales y orígenes representados en nuestra redacción y reflejados en nuestra cobertura”.
La carta de Martin Baron
A todos:
Hace casi dos años, les dije a los jefes de departamento que me comprometía a permanecer en el Post hasta las elecciones presidenciales. Dejé abierto lo que podría suceder más allá de eso. Hoy les comunico que me jubilaré el 28 de febrero.
He trabajado en el periodismo sin parar durante casi 45 años, dirigiendo magníficas plantillas de noticias en Miami, luego en Boston y ahora en Washington, D.C. Las historias de esos años fueron épicas: la contienda entre Bush y Gore en 2000 y el fallo del Tribunal Supremo que bloqueó el recuento de votos en Florida; la elección del primer presidente negro del país; las tensas elecciones presidenciales del año pasado, que rompieron barreras, seguidas de un horrible atentado en el Capitolio y en la propia democracia estadounidense; la destitución, en dos ocasiones, de un presidente, con un juicio pendiente hasta ahora; la saga de Elián González en Miami; el mortal terrorismo del 11-S; casi dos décadas de guerra en Afganistán e Irak; el encubrimiento por parte de la Iglesia Católica de los abusos sexuales cometidos por el clero; las filtraciones de Snowden y la vigilancia de la NSA; una pandemia mundial; la Gran Recesión y el colapso económico del año pasado; las mayores protestas por la justicia social desde el movimiento por los derechos civiles; desastres naturales devastadores; un sombrío tiroteo masivo tras otro; la creciente amenaza del cambio climático; y, en el lado positivo, la primera victoria de los Red Sox en las Series Mundiales en 86 años. Esa es la lista corta.
La experiencia ha sido profundamente significativa, enriquecida por colegas que me hicieron mejor profesional y mejor persona. A los 66 años, me siento preparado para seguir adelante.
Trabajar en The Washington Post nos permite a cada uno de nosotros servir a un propósito más grande que nosotros mismos. Tal es el honor de ser periodista, quizás, en ningún lugar más que en una redacción como la nuestra. Llegué aquí hace ocho años con una reverencia por la herencia de coraje e independencia de The Post y sintiendo la obligación inviolable de mantener sus valores. Con toda la energía que poseo, he tratado de garantizar que sigamos siendo fieles a todo lo que esta institución ha representado durante mucho tiempo, haciendo hincapié en nuestro deber de buscar la verdad y contarla.
Esta redacción ha hecho el mejor periodismo, arrojando luz donde era muy necesaria y pidiendo cuentas a los poderosos, especialmente a los encargados de gobernar este país. Me siento orgulloso de haberme unido a ustedes en un trabajo ambicioso y de gran impacto que es esencial para una democracia. Nos levantamos una y otra vez contra el vilipendio y las viles amenazas. Nos mantuvimos firmes frente a los cínicos e interminables asaltos a los hechos objetivos.
Los últimos 12 meses han puesto de manifiesto la profundidad de su dedicación a nuestros lectores. Las cargas profesionales y personales se han sumado bajo la tensión de la pandemia, la crisis económica, la injusticia racial, unas tensas elecciones presidenciales y la violenta insurrección de una turba sin ley el 6 de enero de este año. Sin embargo, nuestra determinación para cumplir con nuestras responsabilidades no ha hecho más que fortalecerse. Este año tan difícil ha sido también el más inspirador.
Estoy agradecido por tantas cosas: las queridas amistades, su talento y compromiso, su buen humor y seco ingenio incluso en los momentos de máxima tensión, el consejo de los altos cargos de la redacción y de muchos otros, la ayuda constante y la paciencia de una maravillosa asistente ejecutiva, una inestimable colaboración con nuestros colegas de negocios e ingeniería, muchos millones de astutos lectores que nos exigen un alto nivel de calidad, los ciudadanos que nos permiten contar sus historias, mi selección para este puesto por parte de los miembros de la familia que construyó The Washington Post y su apoyo continuo, y el apoyo constante del actual editor y propietario a la misión de esta redacción y a su gente, que han conducido a The Post a un maravilloso cambio de rumbo. De nuevo, esa es la lista corta.
El Post está bien posicionado para el futuro. Hemos creado una organización de noticias verdaderamente nacional e internacional. Somos líderes en la cobertura de la política y de la política nacional. Tenemos un equipo de política más grande, más periodistas de investigación y más corresponsales extranjeros que nunca. Hemos aumentado significativamente nuestra presencia informativa en todo el país. Hemos ampliado nuestra cobertura en áreas como la tecnología, la política económica, el cambio climático, el género y la raza, las artes, los viajes, los medios de comunicación, la comida e incluso los deportes electrónicos. Hemos sido pioneros en las técnicas de narración, recurriendo a impresionantes habilidades en el análisis de datos, audio, vídeo, gráficos, diseño, fotografía y participación de la audiencia. Estamos a punto de convertirnos en una empresa que opera las 24 horas del día, con periodistas siempre de guardia para ofrecer historias de forma rápida e inteligente. Se ha impuesto una cultura de innovación perpetua, en sintonía con la forma en que la gente recibe la información y el despliegue de la tecnología para servirla mejor. En estos ocho años han ganado ustedes 10 Pulitzer, además de otros muchos altos honores.
El número de lectores del Post es mucho mayor que cuando yo empecé a trabajar aquí, con un alcance digital que nos sitúa en el primer nivel de las organizaciones de noticias estadounidenses. El número de suscriptores sólo digitales es ahora de unos 3 millones, habiendo aumentado en casi un millón sólo el año pasado. Nuestra plantilla, que antes sufría insoportables recortes anuales, se ha catapultado de 580 periodistas a los 1.010 presupuestados este año, ofreciendo oportunidades profesionales cuando éstas escaseaban en otros lugares. La redacción de 2021 será la mayor de la historia, una inversión que indica una confianza abrumadora en nuestras perspectivas. En resumen, The Post ha recorrido un largo camino en poco tiempo.
Servir al público con el mejor periodismo pasa por trabajar en estrecha colaboración. Ese espíritu de colaboración y buena voluntad es necesario para el éxito. También lo es una ética compartida: empezamos con más preguntas que respuestas, inclinados más a la curiosidad y la investigación que a la certeza. Siempre tenemos más que aprender. Debemos escuchar generosamente a todos. Le debemos al público una información rigurosa, exhaustiva y honorable, y luego un relato honesto e inquebrantable de lo que descubrimos.
Por favor, no perdamos de vista lo difícil que ha sido conseguir nuestros logros como empresa comercial. Sería fácil perderlos. En 2013, cuando nuestras perspectivas eran nefastas, se nos dio una segunda oportunidad. La aprovechamos, diseñando un cambio de rumbo con enfoque y creatividad. Seguimos en ello. Las terceras oportunidades son escasas, sobre todo en un campo que castiga salvajemente la complacencia y la arrogancia. La práctica del periodismo de calidad requiere un negocio sostenible. Y lo contrario es igualmente cierto: no puede haber negocio sin un periodismo del más alto calibre que el público valore y apoye.
Me recuerdan habitualmente que queda mucho por hacer. Tienen razón. Aspiramos a una mayor amplitud, profundidad y distinción en nuestro trabajo. Podemos mejorar la forma de practicar nuestro oficio. Podemos hacer más y mejor en la búsqueda de nuestro destino digital. Debemos abarcar todas las comunidades con una comprensión más profunda. Necesitamos una mayor diversidad de experiencias vitales y orígenes representados en nuestra redacción y reflejados en nuestra cobertura. En todos estos frentes hemos progresado, pero se necesita más.
Desde el momento en que llegué a The Post, he tratado de hacer una contribución duradera al tiempo que retribuyo a una profesión que ha significado tanto para mí y que sirve para salvaguardar la democracia. Ha sido un honor para mí trabajar junto a cientos de periodistas que hacen de The Post una institución indispensable.
Espero que el futuro de The Post sea un periodismo magnífico y que sigamos en contacto.
Marty