¿A qué se contribuye si no se publican las fotos de ahogados en la costa de Turquía? ¿Cuáles son los criterios éticos para publicar imágenes tan dolorosas? Un medio divulgó aquí la imagen del alcalde de Santo Domingo, asesinado, y es frecuente la publicación de imágenes así pero de personas de origen humilde. ¿Dónde termina el derecho y la necesidad de informar y dónde comienza el morbo?
Pregunta de Edwin Ruiz, Editor de economía, Diario Libre, Santo Domingo, República Dominicana. En el Consultorio Ético de la FNPI.
R.-Este es un tema que tratan los códigos y los manuales de estilo y en el que se dan significativas coincidencias.
Rechazan en nombre del buen gusto y por consideración a las personas cercanas a la víctima, la reiterada publicación de esta clase de imágenes. Ven en el despliegue exagerado que le dan los medios a estas imágenes, una espectacularización de la noticia y una clara voluntad de explotar comercialmente los hechos dolorosos. Señalan que el dolor de las víctimas es parte de su intimidad; por tanto, previenen contra el uso de imágenes de personas que lloran o que manifiestan su dolor. Descartan el uso de primeros planos de cadáveres y de personas heridas; o los que muestran el dolor de los afectados. Recomiendan la petición de autorización para transmitir funerales y para usar imágenes de dolor. Cuando se informa sobre nombres de las víctimas de alguna catástrofe, estos debe ser cuidadosamente verificados antes de su emisión o publicación.
Ante la excusa de emitir porque así se sensibiliza a la opinión, señalan:
Esas imágenes no aportan nada que no den las informaciones sin ese recurso Pueden hacer mucho daño a víctimas y familiares. Pueden crear el acostumbramiento a lo macabro y generar insensibilidad frente al sufrimiento ajeno. En casos excepcionales pueden contribuir a una toma de conciencia. Cada caso debería ser discutido por un consejo de redacción. En cualquier caso se desaconsejan las transmisiones en directo y se encarecen la actitud serena y profesional del reportero y de los presentadores.
Las razones de estas precauciones son claras:
La consideración debida a las personas afectadas. El respeto debido al derecho a la intimidad. El carácter de servicio de la información. El peligro siempre latente de que la información sobre el dolor ajeno se maneje como una mercancía.
Documentación
Le Monde relata así una historia ocurrida en Sarajevo: “Que un muchacho de quince años haya sido alcanzado en pleno corazón por un francotirador en una calle de Sarajevo, forma parte de una triste rutina en aquella parte del mundo. Que al muchacho le hayan disparado (y filmado su muerte) mientras era protagonista de un documental televisivo francés, es un hecho singular e imposible de olvidar. El muchacho, que hacía de intermediario entre grupos diferentes de la ciudad con el permiso de sus padres, fue filmado sin interferir ni sugerir, simplemente siguiéndolo.
Cuando vemos la escena en televisión, ¿podremos fingir que no sabemos que la presencia del equipo de televisión pudo haber cambiado los hechos y contribuido a crear el peligro? Al igual que la imagen de la niña colombiana engullida viva por el fango y filmada por una telecámara en una escena famosa que ha dado la vuelta al mundo, se trata de la televisión “vampiro”.
El caso del soldado israelita linchado en diciembre de 1994, ha parecido aún más escandaloso porque todo un equipo televisivo, pese a la furia de la multitud, filmó del principio hasta el final, un linchamiento que solo por causalidad no terminó en muerte. El equipo de televisión filmó un acontecimiento evitable, como el de Sarajevo o el de Colombia, aunque en cualquier momento el acontecimiento podía ser interrumpido o, al menos, cabría intentarlo.
Furio Colombo: Últimas noticias sobre el periodismo. Anagrama, Barcelona 1998, páginas 218, 219.
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