Por: Hernán Restrepo
Comenzamos hoy la publicación de una serie de entrevistas con directores y editores de medios de comunicación con quienes conversamos respecto a cómo ven el panorama de la ética en el ejercicio del periodismo actualmente.
El debut le corresponde a Marta Ruiz, actualmente asesora editorial de la Revista Semana, donde también fue editora de seguridad y justicia. Es periodista de la Universidad de Antioquia con especialización en Televisión de la Universidad Javeriana. Fue coordinadora de la Especialización en Periodismo de la Universidad de los Andes y maestra de la FNPI. Es autora del libro de crónicas “Esta ciudad que no me quiere”, y de dos compilaciones sobre libertad de prensa en Colombia: “Bajo todos los fuegos” y “La verdad herida”
En la entrevista concedida a Hernán Restrepo, coordinador de la Red Ética de la FNPI, Ruiz reflexiona sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la labor ética de los periodistas, los retos éticos que enfrentan los reporteros encargados de cubrir la fuente de justicia, la vigencia del defensor del lector en los medios impresos, la relación entre ética y libertad de expresión, entre otros temas.
Hernán Restrepo (HR): ¿Para usted, cuáles son los temas relacionados con la ética periodística que más le preocupan actualmente?
Marta Ruiz (MR): Me preocupa que se borre la frontera entre publicidad e información. Creo que el público cada vez tiene menos claro qué se publica con fines de vender una imagen o producto y qué es periodismo independiente.
Me preocupa mucho también el tema de las filtraciones y el periodismo de una sola fuente.
En un país donde el clima del conflicto se ha trasladado a la política cualquiera puede usar al periodismo para decir cosas que no son necesariamente ciertas o que están fuera de contexto. Creo que las filtraciones se han normalizado y eso es grave, así como la publicación de expedientes, de manera interesada y sin contexto.
Creo que ante la crisis económica de los medios, el amarillismo viene ganando terreno. Se publican fotos e historias con más afán de impresionar que de informar.
HR: Usted tiene contacto frecuentemente con directores de los principales medios de comunicación del país. ¿Cuáles son las preocupaciones más frecuentes que ellos tienen respecto a la ética en el periodismo?
MR: Yo no les he escuchado preocupaciones éticas sino más bien periodísticas sobre la exactitud de la información y la capacidad de verificación de los periodistas. Creo que la calidad periodística se relaciona con la ética de manera directa, y también con la posibilidad de crecimiento del negocio de los medios.
HR: ¿De qué manera percibe usted que las nuevas tecnologías de la información están afectando la labor ética de los periodistas?
MR: Creo que las redes sociales han trastocado valores. La precisión se ha sacrificado en aras de la velocidad, por ejemplo, y asuntos como el equilibrio y la intimidad tienden a desaparecer. También es importante destacar que con las redes sociales los editores han perdido el control de la agenda informativa, ahora la agenda la impone el público en las redes, o los generadores de opinión más fuertes, que no son necesariamente los que mejor informan. Los temas mueren si no están en la redes, o permanecen en ellas aunque sean irrelevantes.
HR: ¿Qué opina ustede de un mecanismo de autorregulación para los medios colombianos. ¿Le parece que es necesario? ¿Por qué?
MR: Yo no tengo muy claro qué es exactamente autorregulación, particularmente si se trata de mecanismos previos a la publicación. Yo prefiero hablar de mecanismos de debate y de propuestas de trabajo, criterios o campañas que para mí no son exclusivas de la sociedad civil, sino que deben estar abiertas a miembros de la sociedad civil, y que en todo caso deben ser post-publicación.
HR: ¿Encuentra usted una relación entre la ética periodística y la libertad de expresión?
MR: Sí hay una relación. La ética solo es posible en un clima de libertad. Las restricciones conducen a la triquiñuela y a los mecanismos extremos para supervivir. La libertad implica pluralismo, y este a su vez, que se valoriza la credibilidad y la seriedad de las publicaciones. Si hay restricciones, existe la sospecha de que hay una agenda pública y otra oculta que nunca emerge. Ese juego de sombras ya de por sí es un gran dilema ético.
HR: Partiendo de la experiencia que usted tuvo hace unos años dedicada a los temas de seguridad y justicia, ¿cuáles son los dilemas éticos a los que se enfrenta un periodista que cubre esta fuente?
MR: Todos. El primero es que la guerra es el reino de la propaganda y no siempre tienes acceso a todas las partes para corroborar la información, y se publican historias que años después se sabe que no eran tan ciertas. Segundo, la valoración de las fuentes. En el proceso de Justicia y paz en Colombia, por ejemplo, la prensa le suele abrir los micrófonos a todos los victimarios para que señalen y acusen sin problema. Eso me produce escozor porque las versiones de estos personajes llevan revuelta el oro y la escoria y el periodista no pude siempre separar ambas cosas. Tercero, la prensa hace parte de un sentido común justiciero, que ya no repara en derechos como la presunción de inocencia. Mucha gente ha sido condenada en las páginas de la prensa sin estarlo ante la justicia. En ese sentido el periodismo muchas veces ha sido instrumento útil para abogados, partes del conflicto y hasta operadores de la justicia. Cuarto, el periodismo ha bajado la guardia en cuanto a dotarse de una visión independiente y crítica del conflicto. Cada vez más el lenguaje oficial y el de la prensa es igual. Quinto, el periodismo se ha dedicado más a promover la indignación moral, que la comprensión de la realidad.
HR: ¿Le parece que a los periodistas que trabajan en medios impresos, se les demandan mayores estándares éticos que a aquellos que lo hacen en medios que son exclusivamente on-line?
MR: No, para nada. Y no debe ser así. Uno tiene un estándar ético sea para transmitir en directo o para hacer un reportaje de gran aliento. La velocidad no es excusa. Incluso en muchas ocasiones el periodismo on-line es más ético porque como todavía no tiene el peso de la pauta, no tiene “dueño”, y como tampoco es tan influyente, no comete actos de arrogancia como en los que incurren los grandes medios.
HR: ¿Cree usted que la figura del ombudsman o defensor del lector sigue vigente en nuestros días? ¿O no es necesario, dado que existen nuevas formas de interactuar y responderle a la audiencia mediante las redes sociales?
Creo que el ombudsman sí es una figura vigente, pero no como la conocemos hasta ahora. Creo que el ombudsman debería ser no un vigilante que responde cartas, sino una especie de Alto Comisionado que tiene como propósito sacar adelante una agenda para que el público mantenga y afiance su confianza en el periodismo, para que el público sienta que no bastan las redes sociales y que hay una instancia seria que le hace ver al mismo público las fallas de la información. Las redes sociales solo serían un apoyo. Y eso.