Todas las infografías son iguales
10 de Julio de 2018

Todas las infografías son iguales

El infografista español Jaime Serra advierte que si erramos en la estética adecuada, estamos frente a un problema comunicativo importante.
Jaime Serra en 'Un diagrama familiar', Big Bang Data. Espacio Fundación Telefónica Lima (Perú), 2016. Tomada de jaimeserra-archivos.blogspot.com
Jaime Serra

Es la infografía una herramienta de comunicación esencialmente visual. Esto la sitúa, junto con la fotografía, la ilustración y el diseño, en el primer nivel de lectura de un medio periodístico. Pero es la infografía, además, el primer inductor a la lectura. Esta singularidad se debe a la sencilla lógica de que al ser portadora de información concreta y palabra escrita, demanda del lector un nivel de concentración mayor que sus pares visuales. Así pues: nos introducimos en la lectura de un medio periodístico escrito de la mano de un canal en el que la estética es esencial.

De forma transversal, sin distinción geográfica, cultural, económica o política de los lectores del medio que las publica, todas las infografías son tratadas formalmente del mismo modo. Del New York Times al Gulf News; del Sud China Morning Post a La Nación de Argentina, son los códigos estéticos de las infografías prácticamente idénticos. Las representaciones usadas, realistas o abstractas, no transmiten nada. Hay una voluntad consciente y lograda de que la estética de las infografías sea emocionalmente estéril. Es en vano, pues toda estética comunica, la estéril también: asepsia, inhumanidad.

La estética de la infografía periodística debería tener en cuenta dos factores: la ética periodística y simultáneamente el propio tema tratado en cada caso. La estética globalmente utilizada tiene en cuenta el primer factor, pero hace dejación de funciones con el segundo: renuncia al potencial comunicativo que una estética adecuada ofrece de anticipación y contextualización sobre el tema tratado. La fotografía, el diseño, la ilustración y la palabra tienen en cuenta este aspecto y tratan –o deberían- de un modo singular cada tema. El diseño de las páginas sociales no es el mismo que el de las páginas de opinión, o las de economía suelen ser muy distintas a las de un suplemento de moda. Una ilustración sobre la pobreza en las grandes urbes tendrá, para que funcione, una estética muy diferente a, por ejemplo, las relaciones emocionales entre adolescentes. Los mismos criterios comunicativos sigue el editor de fotografía. En la palabra, la estética del tema tratado se encuentra implícita en el tono, que nos sitúa –la palabra, que no es visual, no anticipa- en un ambiente acorde a la temática. Todas estas consideraciones enriquecen comunicativamente el resultado informativo.

Si queremos extraer el máximo potencial a las posibilidades comunicativas que la infografía nos ofrece, no podemos tratar formalmente igual una infografía sobre un embarazo múltiple, que otra sobre un accidente de Formula 1. No es la estética de ‘Metallica’ la misma que la de la Navidad. Cada infografía debe estar dotada de una estética propia, acorde al tema, por supuesto siempre supeditada a la ética de la profesión.

Una estética que potencie el contenido sin traicionar la función no solo nos anticipa temáticamente, también es más completa informativamente. La estética es información. Una narración construida con los colores y las formas del antiguo Egipto, además de transmitir una atmosfera que nos anticipa a la lectura, nos explica una forma determinada de comprender el mundo.

Forma y fondo

Salvo juegos irónicos la forma debe ser siempre coherente con el fondo. Su contradicción resulta llamativa y desconcertante. Factor de sorpresa a veces enriquecedor, debe ser siempre voluntario, controlado, puntual y, de alguna manera, aclarado.

El infografista, último llegado a los medios, punta de lanza de la modernidad en su momento, es el único actor periodístico que parece no tener en consideración la estética temática. ¿A que se debe? Probablemente a cierto complejo. A cierto ‘tener que demostrar’. En sus inicios –y todavía hoy en determinadas latitudes- la infografía ha sido vista en las redacciones como un ejercicio creativo cercano a las artes más que al periodismo. Siendo el infografista deudor de una ética distinta a la de sus colegas de la palabra. Puede que sea la ortodoxia del convertido o del recién llegado. Es justo reconocer, también, que es más difícil tratar cada infografía de forma singular que tirar del manual de estilo. Más difícil y arriesgado, pues si erramos en la estética adecuada estamos frente a un problema comunicativo importante.

En cualquier caso, merece la pena, siempre, asumir riesgos: mediante el tratamiento plástico apropiado podemos poner en marcha otro aspecto comunicativo probablemente más importante, incluso, que la contextualización o la anticipación: la seducción. No es un elemento menor en las relaciones humanas. Los comunicadores, los medios, los periodistas deben seducir a su lector. El periodista debe desear a su lector y este debe percibir su deseo. Una exhaustiva investigación periodística está probablemente condenada al fracaso sin una prosa sensual. De hecho tiene más posibilidad de éxito una narrativa seductora con una investigación de fondo anoréxico. Seducir mediante la emoción, la sonrisa cómplice, las lagrimas contenidas. Trasladar el dolor del conflicto bélico, la rabia de la injusticia, la alegría de una solución para el dolor… Sin duda la inteligencia seduce, pero primero percibimos lo corpóreo.

Asumamos que es imposible no implicarse cuando se practica el juego de la seducción. Asumamos, pues, que para lograr palabras e imágenes que seduzcan debemos estar presentes, debemos exponernos. Asumamos, en definitiva, que nuestra subjetividad debe convivir con el ejercicio de la información objetivable. Otro riesgo que merece la pena asumir si queremos un periodismo vivo. Pues solo con emoción y riesgo hay vida.

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