Uno de los mandatos democráticos y bienpensantes de nuestro tiempo es la transparencia. La sociedad exige transparencia. ¿Pero es posible socialmente?, es más, ¿es deseable? En el periodismo es urgente.
Por ahora, se le exige transparencia total a los políticos y funcionarios públicos, y ellos juegan a “informes” que más que visibilizar, oscurecen (¡la transparencia es otra trampa política!). A los empresarios poco se les exige, ellos disfrazan sus pecados de “responsabilidad social” y “agregar valor”, cuando en la realidad hacen parte de un movimiento global de pagar menos impuestos y ganar más beneficios del Estado (¡la oscuridad es lo público!). Y a los ciudadanos del común tampoco nos gusta la transparencia. Es más, a quien se ufana de serlo, lo miramos con desconfianza porque algo escode (¡Excusatio non petita, accusatio manifesta!)
Este dilema en clave de alegato filosófico light lo expuso Byung-Chul Han (2012) en ‘La sociedad de la transparencia’, su argumento es que la obsesión por la transparencia expresa la desaparición de la confianza y la apuesta por la sociedad de la vigilancia y el control. Y concluye que la sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual y de la pérdida de la singularidad.
El periodismo es la lucha contra la oscuridad de los poderes públicos, privados, mafiosos y corruptos. Los periodistas no queremos una foto con el poder; pretendemos molestar, controlar y vigilar al poder donde esté. Y por esa razón nos piden “que no molestemos más”, que “hagamos periodismo positivo”, que seamos parte del poder. Y eso es un imposible ético para los periodistas: estamos aquí para luchar por la ciudadanía, la democracia, lo público… queremos develar oscuridades y exigir transparencia de todos los poderes.
La transparencia es un bien deseable del periodismo para ganar legitimidad pública y credibilidad informativa. Pero, ¿qué pasa si los medios y los periodistas que exigen transparencia no son medios y periodistas transparentes? Para los medios es gravísimo militar en favor de sus dueños o las empresas que los financia.
Cinco casos de oscuridades mediáticas
• La Silla Vacía en el texto ‘El Tiempo de Sarmiento Angulo’ expresa que El Tiempo no manifestaba “el más mínimo conflicto de intereses” al informar sobre su dueño.
• Mesa de Centro de La Silla Vacía documenta cómo la radio W y la periodista María Isabel Rueda son “la voz” del Fiscal Néstor Humberto Martínez en un video que se llama ’En tiempos de crisis, todos buscan un héroe’.
• La Silla Vacía informa que “RCN TV se pone la camiseta de Postobón” para mostrar cómo las noticias de RCN, más que defender el bien público, apuestan por el beneficio de su dueño.
• La Liga Contra El Silencio investigó y publicó que “la Alcaldía de Bogotá compra buenas noticias en medios nacionales”. E informa que “desde 2016, la administración de Enrique Peñalosa ha invertido más de 100.000 millones de pesos en publicidad oficial que el público consume como notas periodísticas. Junto a Caracol y RCN, el diario El Tiempo es uno de los medios más.
• En otro informe especial de La Liga Contra El Silencio se informa en ’Los fantasmas tras la pauta en Manizales’ que “la prensa de Manizales la pagan la publicidad de la Alcaldía y la Gobernación. Es con esta plata que muchos medios independientes logran sobrevivir, ¿pero pueden realmente fiscalizar a quienes los mantienen?”
La situación financiera de los medios es crítica, la concentración de medios en manos de los dueños del poder en Colombia es histórica, lo mismo la dependencia de los medios de la pauta oficial… Todas son realidades “naturalizadas” en el periodismo colombiano. La paradoja está en que ¿cómo podemos exigir transparencia, cuando medios y periodistas no somos transparentes?
La solución es muy simple y pragmática. Ante el hecho de que los medios y los periodistas “dependen” en exceso de sus dueños empresariales y políticos, que la pauta gubernamental es un chantaje/costumbre nacional… lo que sería de fina coquetería es que los medios “transparentaran” esos modos de informar. Y así, siempre decir: este contenido es financiado por este gobierno, esta información favorece a nuestro dueño, esta opinión defiende a mi amiga fuente… La actitud clave es la distancia, poner evidencia la distancia ante lo informado. La transparencia es un valor posible y necesario para la calidad de los medios y el periodismo.
Para seguir
• Transparencia de las fuentes. Es urgente transparentar las “relaciones” entre periodistas y medios con fuentes, como el caso del Fiscal colombiano, el señor Peñalosa en Bogotá, el mediático Uribe, el 99.4% popular Char en Barranquilla, el heroísmo mediático de Gutiérrez en Medellín.
• Transparencia en las violencias de género y sexualidad. Y es que se viene un acto de miedo para los medios y los periodistas, la transparencia frente a las violencias por motivos de género o sexualidad entre periodistas con poder y sus súbditos, eso del #MeToo o #NiUnaMenos.
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