(Texto original em português abaixo).
***
Uno de los grandes miedos que acomete a nosotros periodistas es el de que las fuentes nos manipulen. Cuando se trata del periodismo económico, la manipulación no se da apenas en el campo de las ideas, sino que también en un tema mucho más prosaico: el dinero. Sin tomar los debidos cuidados, el periodista puede ser usado para que especuladores obtengan ganancias fabulosas y, al mismo tiempo, puede contribuir para que empresas, productores rurales y, en última instancia, incluso países sean muy perjudicados por estos movimientos.
Una noticia falsa o deturpada acerca de las cuentas públicas, o del resultado financiero de una empresa, o de la producción mineral o agrícola, tiene el poder de hacer daño a un negocio y convertir en un infierno la vida de las personas. La manipulación puede ocurrir en el día a día del mercado financiero, cuando fuentes bancarias o del mercado de acciones usan al reportero con la expectativa de garantizar ganancias a través de especulaciones sobre las debilidades de las cuentas gubernamentales o de alguna compañía en específico. También, por otro lado, los manipuladores pueden dar informaciones que inflen el desempeño de una empresa de la cuál ellos tengan interés en especular. Es decir, cuando quieren estimular una compra o venta de determinada acción. Cuando tales informaciones son presentadas por instituciones financieras con la deliberada intención de garantizar ganancias para su negocio, los más perjudicados en general son los pequeños inversores, que no poseen la agilidad de movimiento los grandes en la bolsa de valores.
Más grave aún es cuando la manipulación del reportero pasa en situaciones en las que, aunque graves, son aumentadas por el mercado para que atiendan a los intereses de los especuladores. Durante las crisis de México, Asia y Rusia en los finales de los 1990, cuando las economías de esos países se encontraban más fragilizadas, solía ser común que aparecieran noticias que alertaran para el riesgo de la quiebra de las cuentas públicas de esos países. En esos momentos, la tensión aumentaba y, de manera clara, era posible distinguir los que ganaban y los que perdían en este juego. Si la especulación afectara apenas a los inversionistas, la situación era menos grave. Peor era cuando, con su credibilidad golpeada, un gobierno se veía forzado a actuar.
El caso brasileño
Un ataque especulativo en el precio del dólar, como muchas veces ocurrió en Brasil, por ejemplo, obligaba al Banco Central brasileño a quemar reservas para contener un alza o una caída excesiva en el valor de la moneda nacional justamente porque un grupo de especuladores explotaba una situación que podría ser fácilmente manejada. Todo eso porque a los reporteros los especuladores vendían la noticia como si tuviera dimensiones de un desastre. El periodista, en el afán de ganarse los titulares de los periódicos o de los sitios web, publicaba la historia sin antes tratar de entender lo que estaba detrás de ella.
Uno de los casos más escandalosos de la historia recién de Brasil fue el del empresario Eike Batista. Nombrado por el mercado y por la prensa como el Midas del mundo de los negocios, su derrocada terminó siendo tan espectacular como su ascensión. Luego de ganar mucha plata con negocios inexistentes y esquemas de corrupción, su imperio vino abajo cuando finalmente se descubrió que la gran parte de sus negocios eran todos agrandados artificialmente, con la ayuda de bancos y empresas del mercado financiero.
Veamos otra situación donde la manipulación también es un riesgo. Recientemente, una agencia de noticias brasileña ha detectado que periódicos de departamentos americanos productores de soya estaban publicando materias condenando la producción del grano en el cerrado brasileño, en el centro del país, una de las regiones más productivas del mundo en este tipo de cultivo. Los reportajes decían que los brasileños estaban destruyendo al cerrado y alertaban para los riesgos al medio ambiente. Coincidentemente, esas informaciones empezaron a ser divulgadas cuando los Estados Unidos entraron en conflicto económico con China y, esta, a su vez, pasó a importar toda la soja de Brasil en vez de comprar de los productores de Estados Unidos como antes hacían. ¿Serían entonces los productores brasileños más irresponsables con el medio ambiente que los americanos? ¿Esos reportajes buscaron al menos escuchar a los expertos brasileños en el tema? ¿Los reporteros fueron al cerrado para confirmar si la destrucción estaba realmente ocurriendo? ¿O simplemente reprodujeron las opiniones de quienes tenían el interés en perjudicar el comercio al sur del Ecuador? No estoy afirmando que dichas noticias tienen o no fundamentos, una vez que no he investigado el tema. Apenas estoy levantando una hipótesis que debe ser tomada en consideración, sobre todo por los reporteros extranjeros que escriben sobre Suramérica, antes de atacar a los negocios hechos en el continente y que incomodan a competidores en Europa y Estados Unidos.
Gobiernos especuladores
Pero no es solamente el mercado el que genera confusiones. Hay veces en que son los propios gobiernos los que tratan de especular. Y lo hacen a través de una fuente en off, que pasa la información para el reportero apenas para testear cómo tal medida va a ser recibida por la sociedad. Si ella genera una repercusión negativa, el desmentido viene en seguida, y la culpa sobre el engaño recae en el periodista que sostuvo la información dada de manera sigilosa.
Esos ejemplos ilustran el cuanto, en el periodismo económico, el reportero tiene que estar atento a los juegos de interés que existen detrás de la noticia. Tenemos que poner un ojo en ellos para evitar que mercados, gobiernos, políticos, empresarios y otros interminables grupos sociales utilicen a nosotros como piezas claves en sus estrategias.
¿Es posible escaparse de la manipulación? Reconozco que a veces es difícil, sobre todo porque los sitios de noticias exigen mucha agilidad del reportero que, a veces, presionado por el tiempo, no logra hacer el debido chequeo de la información. Sin embargo, creo que es nuestra función protegernos a nosotros y a nuestros lectores de este juego. Ello solo será posible con un minucioso chequeo.
Consultar a otras fuentes antes de publicar una información, hacer el reportaje en el local y no transferir a terceros el trabajo de investigación, que es intrínseco a nuestra profesión, es la única manera de se hacer buen periodismo. El resto es declaración oficial.
***
Las opiniones expresadas en nuestra sección de blogs reflejan el punto de vista de los autores invitados, y no representan la posición de la FNPI y los patrocinadores de este proyecto respecto a los temas aquí abordados.
***
O risco da manipulação
Um dos grandes medos de todos nós, jornalistas, é sermos manipulados pelas fontes. Em se tratando de jornalismo econômico, a manipulação não se dá apenas no campo das ideias, mas em torno de um tema muito mais prosaico: dinheiro. Sem tomar os devidos cuidados, o jornalista pode ser usado para ajudar especuladores a obter ganhos fabulosos e, ao mesmo tempo, contribuir para que empresas, produtores rurais e, em última instância, até países sejam muito prejudicados por estes movimentos.
Uma notícia falsa ou deturpada sobre contas públicas, sobre o resultado de uma empresa, ou produção mineral ou uma safra agrícola, tem o poder atrapalhar negócios e infernizar a vida das pessoas. A manipulação pode se dar no dia a dia do mercado financeiro, quando fontes bancárias ou do mercado acionário usam o repórter na tentativa de garantir ganhos econômicos, através de especulações sobre fragilidades nas contas governamentais ou de alguma companhia específica, ou também, por outro lado, passar informações inflando o desempenho de outra, dependendo dos interesses do especulador: se quer estimular a compra o venda de uma determinada ação. Quando essas informações são passadas por instituições financeiras com intenção deliberada de garantir ganhos para o seu negócio, quem tende a sair mais prejudicados são os pequenos investidores, que não têm agilidade para se movimentar nesse mercado.
Mais grave é quando a manipulação do repórter se dá em torno de situações que, embora graves, são às vezes exageradas pelo mercado para atender a interesses de especuladores. Durante as crises do México, da Ásia e da Rússia, no final dos anos 90, quando as economias dos países estavam mais frágeis, era comum surgirem notícias divulgadas por alguma fonte do mercado alertando para risco de quebra das contas públicas. Nesses momentos, a tensão aumentava e, claramente, era possível ver quem ganhava ou perdia nesse jogo. Se a especulação afetasse apenas os investidores, a situação era menos grave. O pior era quando, com a credibilidade atingida, um governo era forçado a reagir.
Um ataque especulativo com o dólar, por exemplo, como muitas vezes ocorreu no Brasil, obrigava o Banco Central a queimar reservas para conter uma alta ou queda excessiva da moeda justamente porque um grupo de especuladores explorava uma situação que poderia ser facilmente contornada, dando dimensões de quase desastre ao repassá-la para o repórter. Este, no afã de ganhar manchetes de jornais ou de sites jornalísticos, publicava sem, antes, tentar entender o que estava por trás da notícia.
Um dos casos mais escandalosos na história recente do Brasil foi o do empresário Eike Batista. Tratado pelo mercado e pela imprensa como o Midas do mundo de negócios, sua derrocada acabou sendo tão espetacular quanto a sua meteórica ascensão. Após ganhar muito dinheiro com negócios inexistentes e esquemas de corrupção, seu império veio abaixo quando finalmente se descobriu que a maior parte dos seus negócios eram todos inflados artificialmente, como ajuda de bancos e empresas do mercado financeiro.
Outra situação onde a manipulação também é um risco. Recentemente, uma agência de notícia brasileira detectou que jornais de estados americanos produtores de soja estavam publicando matérias condenando a produção de soja no cerrado brasileiro, no centro do país, uma das regiões mais produtivas do mundo nesse tipo de cultivo. Diziam que os brasileiros estavam destruindo o cerrado e alertavam para os riscos ao meio ambiente. Coincidentemente, essas informações começaram a ser divulgadas quando os Estados Unidos entraram em conflito econômico com a China e esta, por sua vez, passou a importar toda a soja do Brasil e não mais dos Estados Unidos. Seriam os produtores brasileiros mais irresponsáveis com o meio ambiente do que os produtores americanos? Essas reportagens procuraram ouvir especialistas brasileiros? Os repórteres foram até o cerrado confirmar se esta destruição está realmente acontecendo? Ou simplesmente reproduziram opiniões de quem tem interesse em prejudicar o comércio ao sul do equador? Não estou dizendo que as notícias têm ou não fundamento, dado que eu não investiguei este assunto, apenas levanto uma hipótese que deve ser levada em consideração, principalmente pelos repórteres estrangeiros que escrevem sobre a América Sul, antes de atacarem negócios do continente que incomodam competidores da Europa e Estados Unidos.
Mas não é apenas o mercado o gerador de confusão. Outras vezes, são os próprios governos que tratam de especular, através de uma fonte em off, que passa a informação para o repórter apenas para testar como tal medida será aceita pela sociedade. Se der errado, o desmentido vem logo em seguida, recaindo a culpa sobre o jornalista que bancou a informação.
Uso esses exemplos para ilustrar o quanto, no jornalismo econômico, o repórter tem que estar atento aos jogos de interesse por trás da notícia. Temos que ficar de olho para evitar que mercados, governos, políticos, empresários e outros infindáveis grupos sociais façam de nós peças chaves de suas estratégias.
É possível escapar da manipulação? Reconheço que às vezes é difícil, principalmente porque os sites de notícia exigem muita rapidez do repórter que, às vezes, pela pressão do tempo, não consegue fazer a devida checagem. No entanto, acho que é nossa função nos proteger, e aos nossos leitores, desse jogo que não nos diz respeito. Isso só será possível com uma checagem minuciosa. Checar com outras fontes antes de publicar uma informação, fazer a reportagem no local e não transferir para terceiros o trabalho de investigação, que é intrínseco à nossa profissão, é a única maneira de se fazer bom jornalismo. O resto é declaração.