Los políticos se han vuelto cada vez más hábiles para decir mentiras que suenan como verdades. Adornadas de estadísticas que las hacen sonar todavía más creíbles y dirigidas a alimentar los temores populares, estas mentiras pueden calar hondo en el sentir de los votantes e influir poderosamente en ellos a la hora de decidir. De ahí la necesidad de que existan más periodistas dedicados al fact-checking, la verificación de información y la confrontación de datos pronunciados en el discurso público.
¿Qué fue lo que sucedió en Reino Unido con el triunfo del Brexit? ¿Quiénes fallaron? ¿Es posible culpar a la prensa por no informar adecuadamente sobre las consecuencias que el triunfo del leave tendría para la economía británica? Si se revisa la cobertura realizada por grandes diarios como The Guardian o The Independent, páginas enteras fueron dedicadas a explicar los efectos que una u otra decisión tendrían para el país. ¿Pero qué tanto espacio se dedicó a confrontar si los argumentos expuestos por Boris Johnson y su equipo estaban fundamentados en la realidad? El análisis llegó un poco tarde, cuando tras la victoria las mentiras fueron desenmascaradas.
En contraste, Estados Unidos está lleno de fact-checkers, proyectos periodísticos independientes o respaldados por grandes medios de comunicación, que se dedican a verificar datos. Uno de los más antiguos es Politifact, ganador del Premio Pulitzer en 2009, portal que le ha permitido al humilde diario local Tampa Bay Times tener relevancia nacional al confrontar no solo las declaraciones públicas de los políticos y personajes públicos, sino también hacerle seguimiento a las promesas que hace el Presidente de la nación, con su popular Obameter.
A pesar de la existencia de los fact-checkers, Donald Trump se perfila como posible presidente de los Estados Unidos en una campaña construida principalmente sobre declaraciones llenas de odio y con una alta dosis de falsedad. Basta con revisar su discurso de aceptación a la candidatura republicana pronunciado durante la Convención de Cleveland, para encontrar que dijo al menos 9 mentiras sin siquiera sonrojarse.
La buena noticia es que fenómenos como el de Trump y plagas como las noticias falsas que se viralizan a través de las redes sociales están incentivando a varios medios de comunicación a crear equipos de fact-checking en sus redacciones, pues han detectado que los lectores no solo necesitan que se les diga la verdad, sino que se les explique por qué es verdad. ¿Quién más puede hacer esta tarea sino los periodistas? Univisión creó recientemente su propio Detector de Mentiras, el Washington Post ha fortalecido su equipo de fact-checkers con la llegada de Jeff Bezos, y el New York Times está realizando interesantes experimentos para hacer verificación en vivo durante los principales momentos de la campaña presidencial 2016.
En América Latina el movimiento de los verificadores de información es todavía incipiente, pero ya hay ejemplos destacables. La semana pasada la FNPI y Promigas realizaron en Barranquilla un taller con Laura Zommer, directora del portal argentino Chequeado, ganadores del Premio Gabriel García Márquez de periodismo de 2015 en la categoría de Innovación, sobre la estrategia periodística del “fact-checking” del discurso público.
En Colombia lleva ya un par de años funcionando el Detector de Mentiras de la Silla Vacía y este año fue lanzado ColombiaCheck, un proyecto de Consejo de Redacción apoyado por Open Society Foundations que busca verificar las declaraciones de los personajes públicos sobre asuntos que son relevantes para la sociedad por el protagonismo de quien las emite, por el tema referido o por su impacto mediático.
La existencia de estos verificadores de datos es crucial en el momento que vive Colombia, donde el proceso de paz que se lleva a cabo con la guerrilla de las FARC ha sido duramente atacado por la oposición, basándose frecuentemente en argumentos que al ser revisados terminan siendo mentira. Que las FARC no pagarán cárcel, que las fuerzas armadas están desmotivadas, que los guerrilleros desmovilizados recibirán un salario de 1,8 millones de pesos mensuales durante cinco años, son solo algunas de las medias verdades o mentiras completas que han logrado una amplia difusión entre los colombianos.
De ahí que sean válidas las iniciativas que buscan promover la “fiebre por la verificación”, como la denominaron en el más reciente encuentro de Hangouts de Periodismo, pues aunque el fact checking no es algo nuevo, los tiempos en los que vivimos sí hacen imperiosa la necesidad de que sea una práctica más y más común en las salas de redacción.
“Si los periodistas dejamos de contextualizar y sólo publicamos declaraciones, no estamos haciendo bien nuestro trabajo”, dijo Laura Zommer en el taller auspiciado por la FNPI en Barranquilla. Sus palabras nos deben servir como advertencia. Puede que los chequeos no vendan tantos diarios o atraigan tantos visitantes a nuestros sitios web como las declaraciones polémicas, cuidadosamente pensadas por los políticos para hacer titulares. Pero la verificación del discurso público es un ejercicio necesario para nuestros lectores hoy, cuando es posible convertirse en presidente de un país a partir de mentiras matemáticamente diseñadas.
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