Cuando el plagio no se cubre ni con cruz ni con sotana
15 de Agosto de 2015

Cuando el plagio no se cubre ni con cruz ni con sotana

Juan Luiz Cipriani, arzobispo de Lima, que normalmente es noticia por arremeter contra las familias ‘no naturales’, ahora lo es por un plagio perpetrado por su manitas.
Fotografía: Jo Kristian Aarvaaag en Flickr / Usada bajo licencia Creative Commons
Esther Vargas

Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima, es uno de los hombres más influyentes del país, aunque cueste admitirlo. Su voz en los sectores políticos se escucha. Y si en el Perú somos de los últimos en la fila en cuanto a derechos civiles para las minorías, las ‘gracias’ son para Cipriani. Este señor que normalmente es noticia por arremeter contra las familias ‘no naturales’, ahora lo es por un plagio perpetrado por su manitas.

La sotana y la cruz. La sonrisa diplomática, el poder en los medios, el coqueteo con el poder. Nada le sirvió para tapar este desliz. El polémico cardenal de Lima Juan Luis Cipriani, quien ha hecho del púlpito un balcón para arrebatar al Perú su condición de país laico, es protagonista de un papelón que cruza fronteras. Esta vez, lejos de los fieles, el escándalo le rebotó justamente en espacios que dice deplorar como Internet, blogs, redes sociales… (Y no olvidemos que dijo que WhatsApp era casi un hijo del infierno, fabricante de infidelidades).

Útero.pe, el blog político más importante del Perú, puso al descubierto el ‘pecadillo’ de nuestro cardenal. El domingo 9 de agosto, la columna publicada en el dominical de El Comercio, titulada “Sentido primaveral de nuestra historia” fue copiada del libro  “Communio” de Joseph Ratzinger del papa Benedicto XVI.

Como dice Víctor Caballero, el autor del destape, “no solo tomó prestados varios fragmentos, sino que hasta los modificó apenitas para que no puedan ser encontrados por Google para expresar mejor sus ideas”.

Después de horas de silencio, el miércoles 12, Cipriani respondió a El Comercio:

Reproducimos la carta:

Señor Director:

Le escribo con relación a mi artículo publicado el domingo pasado titulado “Sentido primaveral de nuestra historia”, lo que le agradezco. He visto la reacción que ha suscitado en algunos blogs de redes sociales y siento la necesidad de responder a ellos.

Las tesis que expongo, en este artículo y en otros anteriores, son parte del patrimonio de las enseñanzas de la Iglesia Católica. Por ejemplo, la relación de dependencia  de la criatura con su Creador; la necesidad actual de humanizar la humanidad; la defensa de la ley natural, especialmente en relación a la vida, matrimonio y familia; la presencia de los principios morales de la Iglesia en la configuración de la identidad de nuestra patria, la necesidad del diálogo, entre otros.

Toda mi labor pastoral, también este artículo periodístico, tiene como base y sustento las enseñanzas del mismo Cristo, de los Papas y de la Doctrina social de la Iglesia. Siempre sigo fielmente sus enseñanzas y cito las fuentes según el tipo de publicación que se trate. Este patrimonio común de nuestra fe no tiene, por decirlo así, una propiedad intelectual, pero es habitual y correcto citarlos para una mejor comprensión y, en ocasiones, para reforzar la autoridad de la doctrina que se expone.

Lamento que la brevedad del espacio me llevó a omitir las fuentes y reconozco este error. Deseo así dejar clara mi intención, puntualizando que siempre me nutro  del brillante pensamiento de los Sumos Pontífices que han iluminado mi vida sacerdotal, episcopal y cardenalicia:  el Beato Pablo VI, el Santo Juan Pablo II, el Papa Emérito Benedicto XVI y, ahora, el Papa Francisco.

Con mi saludo y agradecimiento lo saluda cordialmente

+Juan Luis Cardenal Cipriani

Arzobispo de Lima y Primado del Perú

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Los profesores universitarios sabemos bien que cuando un alumno nos sale con el argumento que ante la brevedad del espacio “bla, bla, bla”, alguien no está diciendo la verdad: EL ALUMNO. ¿Cuánto espacio ocupan unas comillas? ¿Cuántos adjetivos se pueden eliminar por un pie de página? Todo se puede, excelentísimo Primado del Perú.

El Comercio responde con un dato grave: “Luego se ha encontrado la misma práctica en un artículo anterior, “Tú tienes la palabra”, publicado el 23 de mayo del 2015, esta vez respecto de una encíclica de Pablo VI, “Ecclesiam Suam”. Más allá de las que puedan ser las consideraciones internas de la Iglesia Católica a este respecto, la política de El Comercio sobre el uso de frases o párrafos de terceros en sus páginas es clara: se deben hacer las menciones correspondientes para no dar una idea equivocada al lector sobre su autoría. El Diario lamenta profundamente lo ocurrido con estos artículos del cardenal Cipriani”.

ADIÓS, CARDENAL

Y ayer, finalmente, el decano de la prensa nacional peruana toma una decisión acertada en mi modesta opinión:

“La detección de los plagios cometidos por el cardenal Juan Luis Cipriani en diversas colaboraciones con El Comercio, el diario, después de dar a conocer su posición sobre lo explicado por el cardenal, procedió a retirar los dos artículos suyos que figuraban en su web. La medida ha despertado la suspicacia de algunas personas que han sostenido en redes que fue tomada con la intención de ocultar los referidos textos. Esto no es así: los textos fueron retirados porque el diario no publica artículos en donde aparecen como de quien los firma textos que en realidad son de terceros. Las pruebas de lo realizado por Monseñor Cipriani están claras y figuran detalladamente en el blog que lo detectó.

El diario aprovecha para precisar que el Cardenal Cipriani no tiene un lugar periódico (ni tampoco frecuente) en sus páginas, por lo que, a diferencia de lo sucedido en otras situaciones, no hay espacio alguno que El Comercio pueda cancelar. Está claro que el diario no publicará más artículos del cardenal”.

Aquí no hay fuerzas oscuras. Aquí no hay manos negras contra el cardenal. Aquí hay hechos concretos Si un estudiante universitario paga caro un plagio, si un profesional lo hace, si un docente debe asumir su culpa; el curita más querido y criticado del país también tiene que responder. ¿Acaso no se predica con el ejemplo, cardenal? ¿Acaso no lo dice cada vez que puede en su misa, programa radial, o tribuna que encuentra disponible? Toca pues. Toca asumir que uno se equivoca.

Para algunos defensores del cardenal, las enseñanzas de la iglesia no tienen derecho de autor.

 

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