¿Qué tienen en común el cambio climático, la crisis del capitalismo y las batallas por la asignación de presupuestos? Son temas muy importantes que resultan aburridos para la mayoría de los lectores. Es triste pero cierto: muchos de los asuntos más trascendentes de nuestro tiempo son poco atractivos. Los editores los rechazan; los lectores no se fijan en ellos.
Parece haber una relación inversa entre la importancia de un tema y su capacidad de atracción. Más que una fatalidad es un reto. No podemos resignarnos a que los textos más leídos y comentados serán siempre los que tienen como protagonista a una cantante, un actor, un futbolista o un narcotraficante. Tampoco podemos aceptar que lo aburrido de los grandes temas es una enfermedad incurable que no tiene remedio.
Estamos parados en un triangulo donde hay cuestiones éticas, estéticas y técnicas. No da lo mismo hablar de la última creación de un chef o de los zapatitos del niño de Shakira que de las dificultades de los jóvenes para integrarse al mercado laboral. Más aún: no da lo mismo la manera en que investigamos la historia y la contamos.
El cambio climático, la crisis del capitalismo y las batallas por la asignación de presupuestos son aburridos porque a nadie le interesa una historia donde el protagonista es un sistema complejo que está fallando. La importancia no garantiza el interés, aunque estén en juego el destino de millones de personas o la humanidad entera. Es absurdo esperar que un lector no especializado se interese por un tema complicado que está descrito en términos abstractos. Se necesita un talento narrativo excepcional para convertir en personaje al planeta, el modelo económico o el presupuesto.
El reto es injertar humanidad a temas abstractos. No hay recetas para vincular a una persona con una historia o La Historia. Hay veces que basta con entrevistar a la gente de la calle y hacer un collage que incorpore sus opiniones y vivencias. Casi siempre hay que ir mucho más allá: Los detalles cuentan, lo que dijo, la forma en que lo dijo, el lugar donde estaba, los muebles y el decorado de la habitación. Los números pueden ayudar si se escogen bien: “la bala que mató a Serena costó 25 centavos de dólar… puso en marcha un imperio post mortem que está valuado en decenas de millones de dólares”, explicaba un artículo de People.
Somos animales a los que les gusta escuchar cuentos. No cualquier tipo de cuento, sino aquellos donde hay personas que sufren y gozan; detalles que expliquen la diferencia entre el triunfo y la derrota; descripción apasionada de la caída y la recuperación; viajes que atraviesan la frontera que separa el amor del odio. No hay historias aburridas, hay formas de contarlas que nos aburren.