La reivindicación viene de lejos: si cada vez son más las mujeres que practican deporte y que lo siguen como espectadoras, ¿por qué el periodismo deportivo las sigue dejando fuera de juego? El crecimiento del deporte femenino en los últimos años no se corresponde con su presencia en la gran mayoría de los medios, muy insuficiente de acuerdo a los logros obtenidos por ellas, que son muchos y relevantes en muchos países, y muy en disonancia con lo que debería ser una cobertura periodística plural que hiciera honor a la etiqueta de “deportivo”, basada además en la mera aplicación del principio ético de justicia y de un criterio noticioso: es de interés general y, por tanto, publicable cualquier título o actuación sobresaliente de un atleta o equipo local o nacional en una gran competición, independientemente del sexo de sus protagonistas. Excluir de la agenda temas de interés es contribuir a la desinformación del público al que el medio se dirige y, en este caso, ahondar en la evidente brecha de género que padece el periodismo deportivo.
El deporte practicado por mujeres apenas alcanza entre el 3% y el 8% de las noticias deportivas de la televisión y en los periódicos, según investigaciones académicas y estudios e informes promovidos por administraciones públicas y asociaciones profesionales en los últimos años en varios países. Punto porcentual arriba punto porcentual abajo, los datos corroboran una tendencia manifiesta y acusada de siempre, que parece no paliarse en este tipo de periodismo: el ámbito de la información deportiva sigue siendo excluyente con la mujer profesional del deporte y sigue construyendo un discurso desde un prisma androcéntrico, como si solo fueran hombres quienes practican deporte, lo consumen y escriben o hablan sobre él.
Como señala la profesora Susana Guerrero, "el problema es que se sigue presentando el deporte femenino como una situación excepcional". Esto es, la lógica masculina del deporte y del periodismo deportivo en general (el “deporte” a secas se concibe como masculino, solo se le pone el adjetivo para advertir cuando las practicantes son féminas) impide que se normalicen socialmente las situaciones de las mujeres en el ámbito más o menos profesionalizado del deporte, tanto las deportistas, que apenas se visibilizan y a menudo se cosifican al presentarse como reclamo físico; como las propias periodistas deportivas, que siguen siendo una minoría en la mayor parte de las redacciones especializadas pese a ganar por goleada en las escuelas de Periodismo y que, cuando están, en muchos casos, sobre todo en televisión, desempeñan tareas de apoyo más anecdóticas u ornamentales. En muchos países las presentadoras, comentaristas o redactoras todavía deben demostrar que ‘saben’ de deportes para poder estar ahí, a diferencia de sus homólogos masculinos, a quienes, por el hecho de ser hombres, se les presupone un conocimiento adquirido sobre la materia.
Fuentes femeninas
Efectivamente, la gran asignatura pendiente del periodismo deportivo en el siglo XXI es el reconocimiento del papel de las mujeres no solo como protagonistas y emisoras de la información, sino también como fuentes. Si los referentes de la actividad deportiva son masculinos, al igual que los periodistas de referencia en su mayor parte y dirigentes del deporte, en un elevado porcentaje hombres; se debe también a que los medios no diversifican su agenda temática abriendo su abanico de fuentes habituales a más articulistas y firmas de mujeres relevantes (entrenadoras, directivas, médicas, abogadas o psicólogas), que, por supuesto, las hay y podrían enriquecer los contenidos de este campo informativo y dotarlo de una mayor amplitud de miras.
La tendencia hacia el entretenimiento y la espectacularización de ciertos espacios y programas deportivos en todo tipo de plataformas, especialmente las audiovisuales y digitales, tampoco ayuda a corregir esta desigualdad. La -en muchos casos- progresiva trivialización de los contenidos, que dan habitualmente cabida a chismes de redes sociales sobre la vida íntima de los protagonistas del deporte (casi siempre fútbol) y allegados o anécdotas ajenas a la competición y que, por consiguiente, tienen más de farándula que de deporte, arrinconan aún más los logros profesionales de las mujeres deportistas y transmiten la sensación de que los medios no están interesados en llegar a la aficionada. Es muy significativo que, por ejemplo, en las páginas y programas de deportes aparezcan más mujeres que no compiten, que son novias o mujeres de futbolistas, que las propias deportistas. La presencia de la mujer en los medios deportivos no solo es residual, sino que además resulta poco deportiva.
Muchos de los estudios sobre el sesgo de género en el periodismo deportivo se centran en el uso sexista del lenguaje, como los realizados en 2016 por las universidades de Cornell sobre el lenguaje periodístico del tenis y de Cambridge sobre los Juegos Olímpicos de Río. Aquí se subraya cómo el tratamiento informativo que suelen recibir las mujeres deportistas respecto a los atletas hombres es desigual porque el discurso periodístico tiende a valorar sus actuaciones comparándolo con el deporte masculino y, sobre todo, porque se plaga de una adjetivación superflua, referida a atributos que nada tienen que ver con la profesionalidad o el desarrollo de la actividad deportiva, como sí hacen con los sujetos masculinos, sino más bien a la belleza y a la apariencia física, o bien a su vida personal o familiar, lo que acaba reforzando la construcción del estereotipo femenino más tradicional.
Qué dicen los códigos éticos
La realidad choca con las reflexiones de expertos, como Javier Darío Restrepo, para quien está claro que “en la esencia del trabajo periodístico no se encuentran elementos que indiquen la necesidad de una discriminación de género”. A su juicio, “la idea de que hay temas periodísticos para mujeres: moda, familia, espectáculos; y temas para hombres: ciencia, deportes o política, ha desaparecido en la práctica en la medida que se han superado los prejuicios machistas y que se ha fortalecido el conocimiento del potencial de la mujer y de la esencia del trabajo periodístico".
Y también con las recomendaciones de algunas códigos deontológicos fundamentales de la profesión, como la Declaration of Principles on the Conduct of Journalists de la IFJ, que indica que el periodista hará lo posible para evitar cualquier tipo de discriminación informativa relativa también a cuestiones de género; la Charte d'Étique et Déontologie du Sport Français, donde se explicita que desde todas las instancias deportivas, incluidas los medios, se favorecerá la difusión del deporte practicado por mujeres; o Code of Sports Ethics del Instituto Portugués de Juventud y Deporte, que incluye recomendaciones a los medios, como la de preservar una cobertura apropiada de los eventos y modalidades deportivas existentes basada en un tratamiento igualitario de sus protagonistas.
Para paliar la brecha de género existente en el periodismo deportivo será preciso avanzar en el desarrollo de iniciativas mancomunadas de formación, investigación y sensibilización donde participen tanto académicos como profesionales, bajo los auspicios de administraciones públicas o patrocinadores privados, con el objetivo esencial de que la cobertura periodística refleje de forma más justa e igualitaria la realidad deportiva, sin minusvalorar logros ni proyectar estereotipos de género. Un periodismo deportivo que aspire a ser de calidad debe ser plural y en ningún caso excluyente.
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José Luis Rojas Torrijos es doctor en Periodismo por la Universidad de Sevilla y especialista en periodismo deportivo. Rojas es autor de La información y el deporte (Aconcagua Libros, 2005); Periodismo deportivo de calidad (Fragua, 2011) y Alto y Claro. Guía de pronunciación para la cobertura de grandes eventos deportivos internacionales (Visión Libros, 2013). Asimismo, es el autor del blog Periodismo Deportivo de Calidad.
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