A los pocos días de la muerte del semiólogo italiano Umberto Eco publicábamos una nota resaltando que su partida era un buen pretexto para que los periodistas leyéramos Número Cero, su última novela, dedicada por completo a hacer una parodia respecto a la forma en que funcionan los medios de comunicación hoy en día.
En la recolección de información para la elaboración de esa nota, nos enteramos de que el momento más emotivo durante el funeral laico del profesor italiano había sido cuando su nieto tomó el micrófono y leyó la carta que Eco le había escrito hace apenas dos años. No encontramos en ese momento una buena traducción al español de la carta. Por internet circulan traducciones a nuestro idioma, que no son más que textos pasados rápidamente por Google Translate. Varios medios tradujeron apenas fragmentos debido a la larga extensión de la misiva.
Afortunadamente nos encontramos con Luisa Yepes Sevilla, quien la tradujo del italiano y nos autorizó para publicar su trabajo aquí.
Consideramos que la última carta de Eco a su nieto tiene valor para los periodistas, pues es un fuerte llamado de atención para mantener el hábito de la lectura, y ejercitar la memoria a pesar de la constante tentación de acudir a los motores de búsqueda para encontrar las respuestas a todas las preguntas.
“¿Por qué es importante saber qué ocurrió antes de nosotros?”, se pregunta Eco en la carta a su nieto. “Porque muchas veces lo que sucedió te ayuda a explicar por qué algunas cosas son así hoy en día, y de todas formas, es un modo de enriquecer nuestra memoria”, responde.
Si aplicamos el consejo de Eco, un periodista que ejercita su memoria será un periodista que estará mejor preparado para darle contexto a la información que transmite, enriqueciendo así la noticia, y dándole a su audiencia algo más que el simple registro de los hechos de última hora.
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“Querido nietecito mio,
No quisiera que esta carta navideña sonara demasiado Deamicisiana, dándote consejos sobre el amor a nuestros semejantes, a la patria, al mundo, y cosas de ese tipo. No las escucharías, y al momento de ponerlas en práctica (tú adulto, y yo fallecido), el sistema de valores sería tan distinto que seguramente mis recomendaciones resultarían caducadas.
Por lo tanto quisiera detenerme en una sola recomendación, que estarás en grado de poner en práctica incluso ahora, mientras navegas en tu iPad. No cometeré el error de desaconsejártelo, no solo porque parecería un abuelo barbón, sino porque yo también lo hago. Al máximo puedo recomendarte que si por casualidad llegaras a uno de los centenares de sitios porno que muestran relaciones entre dos seres humanos, o entre un ser humano y un animal, en miles de formas diversas, trata de no creer que el sexo sea eso, por demás bastante monótono, ya que se trata de una puesta en escena para forzarte a no salir de casa ni ver a las verdaderas mujeres. Parto del principio de que seas heterosexual, de otro modo, adapta mis recomendaciones a tu caso: mira a las chicas en tu colegio o en el parque, porque son mejores las reales que las de la televisión, y llegará el día en el que te darán mayores satisfacciones que aquellas on-line. Créele a quien tiene más experiencia que tú (si me hubiera quedado con el sexo que se ve en el computador, tu padre nunca habría nacido, y mucho menos tú).
Pero no es de esto que quiero hablarte, sino de una enfermedad que golpeó a tu generación y a la de los chicos mayores que tú que tal vez ya vayan a la universidad: la pérdida de la memoria.
Es verdad que si tienes ganas de saber quien fue Carlo Magno o dónde está ubicada Kuala Lumpur no debes hacer más que oprimir cualquier tecla, e internet te lo dirá de inmediato. Hazlo cuando te sea útil, pero una vez que lo hayas hecho, trata de recordar lo que leíste para no verte obligado a buscarlo por segunda vez cuando tengas una necesidad imperiosa, como alguna investigación de la escuela. El riesgo es que como crees que el computador te lo puede decir instantáneamente, tú pierdas el deseo de grabarlo en tu cabeza. Sería un poco como si, habiendo aprendido que para ir de la calle Tal a calle Talotra, hay buses que te permiten desplazarte sin dificultad (lo cual es comodísimo y debes hacerlo cada vez que tengas prisa), y tú por ello pienses que no tienes la necesidad de caminar. Pero si no caminas lo suficiente, te convertirás en una persona discapacitada, como se dice hoy en día para referirse a quienes deben usar una silla de ruedas. Está bien, sé que haces deporte y sabes mover tu cuerpo, pero regresemos a tu cerebro.
La memoria es un musculo igual que los de las piernas. Si no lo ejercitas se atrofia, y tú te conviertes en un (desde el punto de vista mental) discapacitado. Es decir (hablemos claro) un idiota. Y además, ya que todos corremos el riesgo de tener Alzheimer al envejecer, una forma de evitarlo es ejercitar siempre la memoria.
Así que esta es mi dieta: Cada mañana aprende algún verso, una poesía corta, o como nos exigieron a nosotros ‘La Cavallina Storta’ o ‘il Sabato del Villaggio’. Y haz competencias con tus amigos para saber quién tiene mejor memoria. Si no les gusta la poesía, háganlo con la formación de los futbolistas, pero atentos a memorizar no solo los jugadores de la Roma, sino también los de los demás equipos, y aquellos de antaño (imagina, yo recuerdo la formación del Torino cuando su avión se estrelló en Superga con todos los jugadores a bordo: Bacigalupo, Ballarin, Maroso, etc). Haz juegos de memoria, ojalá sobre los libros que hayas leído (¿Quién estaba a bordo de la Hispaniola en la búsqueda de la Isla del Tesoro? ¿Lord Trelawney, el capitán Smollet, el doctor Livesey, Long John Silver, Jim…?). Averigua si tus amigos recuerdan quiénes eran los criados de los Tres Mosqueteros y de D’Artagnan (Grimaud, Bazin, Mousqueton y Planchet)… Y si no quieres leer “los Tres Mosqueteros” (y no imaginas de lo que te estás perdiendo) hazlo, yo que sé, con una de las historias que has leído.
Parecerá un juego (y es un juego) pero verás cómo tu cabeza se puebla de personajes, historias y recuerdos de todo tipo. Te preguntarás por qué los computadores eran llamados en una época ‘Cerebros electrónicos’: y por qué fueron concebidos basándose en el modelo de tu (de nuestro) cerebro. Pero nuestro cerebro tiene más conexiones que un computador, es una especie de computador que llevas dentro y que crece y se enriquece con el ejercicio, mientras el aparato que tienes sobre el escritorio pierde velocidad entre más lo usas, y un tiempo después debes reemplazarlo. En cambio tu cerebro puede durar noventa años, y a los noventa años (si lo ejercitaste) recordarás más cosas que aquellas que recuerdas ahora. Y gratis.
Existe además la memoria histórica, aquella que no guarda hechos de tu vida o de lo que leíste, sino de aquello que ocurrió antes de que tú nacieras.
Si vas al cine hoy en día, debes entrar a una hora fija, al inicio de la película. Y si llegas tarde, le pides a alguuien que te cuente lo que ha sucedido. En mi tiempo se podía entrar al cine rotativo en cualquier momento, por ejemplo, a la mitad del espectáculo, y se trataba de entender qué había sucedido antes (después, cuando la película empezaba de nuevo, se veía si se había entendido todo bien (además, si la película te había gustado podías permanecer adentro y volver a verla). Eso, mira, la vida es como una película de mis tiempos. Nosotros entramos en la vida cuando han pasado muchas cosas durante cientos de miles de años, y es importante aprender qué ocurrió antes de que naciéramos, pues sirve para entender mejor por qué suceden muchas cosas nuevas.
Hoy en día la escuela (además de tus lecturas personales) debería enseñarte a memorizar aquello que ocurrió antes de tu nacimiento, pero se ve que no lo hace bien porque varias investigaciones nos dicen que los jóvenes de hoy, incluso los que ya van a la universidad, si nacieron digamos que en 1990, no saben (y de pronto, no quieren saber) qué ocurrió en 1980 (y ni hablar de lo que ocurrió 50 años atrás). Las estadísticas nos dicen que si preguntas a algunos de ellos quién fue Aldo Moro responderán que era el jefe de las Brigadas Rojas, cuando en realidad fue asesinado por estas.
No hablemos de las Brigadas Rojas, aun son un misterio para muchos, aunque hayan sido el presente hace un poco más de 30 años. Yo nací en 1932, diez años después del ascenso del fascismo al poder, pero sin embargo sabía quién era el Primer Ministro en los tiempos de la ‘Marcha sobre Roma’. Tal vez la Escuela Fascista me lo enseñó para explicar lo idiota y malvado que era aquel ministro (el Cobarde Facta) que los fascistas habían reemplazado. Está bien, por lo menos lo sabía. Y además, dejando de lado la escuela, un joven de hoy no sabe quiénes eran las actrices del cine de hace 20 años, mientras que yo sabía quién era Francesca Bertini, que actuaba en el cine mudo 20 años antes de mi nacimiento. Tal vez porque leía viejas revistas usadas guardadas en el trastero de nuestra casa; te invito a ojear también viejas revistas, ya que es una forma de aprender que ocurría antes de que nacieras.
¿Pero por qué es importante saber qué ocurrió antes de nosotros? Porque muchas veces lo que sucedió te ayuda a explicar por qué algunas cosas son así hoy en día, y de todas formas, al igual que la formación de los futbolistas, es un modo de enriquecer nuestra memoria.
Es verdad que esto lo puedes hacer no únicamente con los libros y las revistas, también se puede hacer perfectamente en internet, el cual se debe usar no solo para chatear con tus amigos, sino también para chatear (por así decirlo) con la historia del mundo. ¿Quiénes eran los hititas? ¿Y los Camisards? ¿Y cómo se llamaban las tres carabelas de Colón? ¿Cuándo desaparecieron los dinosaurios? ¿Era posible que el arca de Noé pudiera tener un timón? ¿Como se llamaba el antecesor del buey? ¿Existían más tigres hace cien años que hoy en día? ¿Qué era el Imperio de Malí? ¿Y en cambio, quien hablaba sobre el Imperio del Mal? ¿Cuándo apareció Mickey Mouse?… Podría continuar infinitamente, y serían todas hermosas aventuras de investigación. Y todo para recordar.
Llegará el día en el que serás viejo y sentirás que has vivido mil vidas, porque será como si hubieras estado presente en la batalla de Waterloo, como si hubieras asistido al asesinato de Julio Cesar o como si hubieras estado a pocos metros del lugar donde Barthel el Negro, mezclando sustancias para encontrar el modo de fabricar oro, descubrió por equivocación la pólvora y voló por los aires (bien que se lo merecía). Otros amigos tuyos, que no habrán cultivado su memoria, habrán vivido por el contrario una sola vida, la de ellos, que seguramente habrá sido melancólica y pobre de grandes emociones.
Cultiva por lo tanto la memoria, y desde mañana aprende ‘la Vispa Teresa’.”