De la incertidumbre a la ilusión y el apoyo
Para la periodista y editora Ginna Morelo, las palabras importan, puesto que construyen discursos. Por eso, una de las principales cuestiones que planteó durante el taller giró en torno a la importancia de un periodismo de la esperanza, o periodismo constructivo, para cubrir la migración.
En ello, destacó la necesidad de cambiar la narrativa de culpa y desesperanza por una que busque soluciones y fomente la participación ciudadana, pues, a su modo de ver, se está haciendo un periodismo catastrófico, demasiado negativo: «Muchas cosas pueden ocurrir en este espacio tan transformador del periodismo. […] Necesitamos esperanza para levantarnos por la mañana».
La primera reflexión de la maestra fue: «Estamos aquí para que trabajemos y conversemos sobre uno de los tres temas más importantes en las agendas periodísticas mundiales: la migración. Los otros dos son el cambio climático y su influencia sobre los ecosistemas biodiversos, así como la perspectiva de género y cómo esta debería ser vinculante en todas las líneas investigativas del ejercicio periodístico».
Miguel Montes Camacho, director de Programas de la Fundación Gabo, planteaba la premisa de que el espíritu del taller era, justamente, la conversación; un intercambio de conocimientos y experiencias en el que «buscamos indagar y explorar más allá de la xenofobia en temas de migración, para generar diálogos propositivos y desintoxicar las narrativas, encontrando las oportunidades de cobertura constructiva a través del periodismo de soluciones».
Por ese motivo, y para entrar en materia, la pregunta de apertura que formuló Morelo a los participantes en el taller fue: «¿Alguno de los aquí presentes tiene una historia de migración con relación a su nombre o su familia? Y si sí, ¿puede contarla?».
Una de las crónicas escuchadas fue la de la periodista Yasmina Hera, quien compartió su experiencia como migrante venezolana en Ecuador, remarcando los desafíos de la xenofobia y la discriminación, así como la conformación de la Asociación de Periodistas Venezolanos en Ecuador, la cual preside, para apoyar a sus colegas de la diáspora:
«Yo viví la discriminación en carne propia. […] Hoy en día entiendo mucho eso. Que alguien entre a tu hogar y de repente quiera darte órdenes o decir: “Esto tienes que moverlo de acá”. ¿Por qué? Si eso tiene veinte años puesto ahí. O, ¿por qué tengo que venir yo desde afuera a darte instrucciones de lo que debes hacer? No. Lo que sí podemos hacer es trabajar en común, con la integración, sin dañar a nadie en ningún momento. Tenemos que aprender a convivir. Entonces, vamos a trabajar en conjunto».
A propósito de articulación, Monserrat Hernández, jefa de operaciones de la OIM Ecuador, definió la apertura de estos espacios de encuentro —el presente taller— como «una de las mejores maneras en las que consideramos que se puede aumentar la concientización de los retos y las oportunidades de la migración para, a la vez, salvaguardar la dignidad y el bienestar de las personas migrantes».
Asimismo, afirmó que uno de los ejes del trabajo de la OIM, como agencia de las Naciones Unidas para la Migración, es precisamente abogar por un desplazamiento migratorio ordenado, seguro, regular y, sobre todo, en condiciones humanas; uno que beneficie tanto a las personas migrantes como a las sociedades que las acoge, en este caso, el Ecuador.
«Sabemos que el periodismo es una de las plataformas en que las y los periodistas le dan voz a quienes no la tienen. Es por eso que vemos pertinente respaldar estas iniciativas, en las que es posible deconstruir miradas hacia los procesos migratorios, aprender a reconocerlos y abordarlos desde toda su complejidad, su multidimensionalidad y multicausalidad», aseguró Hernández.
De acuerdo con el informe relacionado por Paula Rossiasco, especialista sénior de desarrollo social del Banco Mundial, América Latina es una de las regiones con mayores flujos migratorios en el mundo: «Tenemos 41 millones de personas latinoamericanas que residen en un lugar diferente al de su nacimiento, un número muy importante si lo comparamos con nuestra población [ecuatoriana]. Y aunque estos flujos no son nuevos en el continente, sí están cambiando y estamos empezando a ver fenómenos que antes, como región, nunca habíamos experimentado».
Frente a estas realidades, y para contrarrestar en la conversación pública las narrativas desobligantes en torno a las personas venezolanas que migran, Xiomara Montañez, periodista y editora en el diario Vanguardia de Bucaramanga, llamó la atención sobre la diversidad de historias que existen en el fenómeno de la movilidad humana, invitando a cubrir no solo las tragedias, sino también las múltiples facetas que conforman la vida de los grupos expatriados, incluyendo sus luchas, sus éxitos y sus contribuciones a las sociedades receptoras.
Ejemplo de esto es la experiencia compartida por la periodista Nicole Torres, quien destacó cómo su trabajo con migrantes venezolanos que jugaban sóftbol en Ecuador, en el barrio donde ella vive, ayudó a hilar nuevas conexiones en su comunidad:
«Mi experiencia fue muy diferente, porque me permitió, incluso, recuperar el tejido social alrededor mío. Meterme a la casa de las vecinas, que me abrieron las puertas para dejarme hacer tomas desde ahí […] La solidaridad de las personas al explicarme cada jugada para que entienda […] fue una experiencia increíble».
Claves del periodismo constructivo de la esperanza
Ginna Morelo expuso que el periodismo constructivo o de soluciones, además de ser realista y riguroso en el abordaje de los problemas sociales, está orientado hacia el futuro y ayuda a tender puentes en medio de la polarización. Se trata de un tipo de periodismo que se complementa entre la denuncia, la esperanza y la llamada a la acción.
Lejos de solo indicar lo que está mal desde los países receptores de migrantes, «el periodismo constructivo busca espacios de encuentro entre toda esa radicalización, que no parece dar cabida a una conversación social edificante»; pues, de acuerdo con la investigadora, si solo se cuenta que los otros son distintos y que llegan con una carga social enorme al país, por supuesto que no se está construyendo esperanza en esos receptores, ni siquiera una posibilidad de integración.
Para la maestra, es un error creer que desde las herramientas que ofrece el periodismo es posible abarcarlo todo. «Muchas veces el periodismo no es suficiente. Necesitamos articular metodologías de otras áreas para dar alcance a esas explicaciones y lograr, quizás, una aproximación a la incidencia, que es lo que deberíamos estar procurando con nuestros hallazgos y ejercicios».
En tal sentido, el periodismo de soluciones no es ligero, ni hace parte de las secciones de entretenimiento. Al contrario, declaró Morelo: «Estamos hablando de investigar iniciativas que ayuden a considerar espacios de salida a grandes desafíos o conflictividades sociales. Y, créanme, para eso se exige demasiado rigor». Pasar de un periodismo tradicional hacia los nuevos espacios de construcción periodística potencializa los valores del oficio y expande las posibilidades creativas en tanto a la construcción de futuro.
Ante tal planteamiento, Hellen Quiñónez, periodista ecuatoriana en Estados Unidos, ofreció una reflexión sobre el desarraigo y la influencia de los términos que se utilizan para hacer la cobertura de ciertos hechos noticiosos, resaltando la importancia de tratar a las personas migrantes con sensibilidad y respeto.
En particular, habló de replantear la necesidad de aludir la nacionalidad de quienes cometen delitos por fuera de su país, inclusive, la mera referencia a su condición de extranjería, «porque con eso estamos generando toda esta situación de odio hacia las personas de determinada nacionalidad» o simplemente las consideradas de afuera: lo impersonal, lo impropio, lo reprobable.
Alejandro Bolaños, comunicador ecuatoriano, añadió a este razonamiento el hecho de que mencionar no solo la nacionalidad de las personas que cometen delitos, sino también características de su autoidentificación étnica —por ejemplo, decir que una persona afroecuatoriana cometió tal infracción—, es algo que pone al descubierto que, aunque se esté apelando por cierta corrección política, en los medios tradicionales latinoamericanos todavía hay mucho trabajo por hacer, «porque, efectivamente, como periodistas, no sabemos todo», concluyó.
Las afables historias del desarraigo
¿Cómo explicar el desarraigo desde un escenario diferente, más amable, de lo que normalmente representa desconexión, divorcio y ruptura con lo propio, con lo que nos define?
El solo hecho de moverse del lugar de origen, por cualesquiera sean las razones de esa movilidad humana, consecuentemente genera la ruptura, explicó Ginna Morelo. Es allí cuando comienzan a anidarse aquellas preguntas trascendentales sobre el nuevo lugar que se habita, las cuales, de acuerdo con la escritora, ofrecen texturas narrativas interesantes.
Citando al maestro Kapuściński, Morelo aconsejó volverse a los cinco sentidos del periodista, así como echar mano de esa caja de herramientas del narrador de la que habla Germán Castro Caycedo: lo que nos produce colores, sonidos, sabores. Como la comida, que «podría ser una vía para explicar algo tan doloroso como el desarraigo, pues se empieza a abordar desde aquellos sabores que ya no se tienen. Vamos a hablar de lo que sabe rico».
No se trata de disfrazar la realidad, aclaró la maestra, sino de intentar hacerla más amena, amigable, cercana. «En últimas, lo que queremos es que nuestras historias se consuman, que sean apropiadas y entendidas, que tracen otro diálogo constructivo en el espacio periodístico y en el de las audiencias», declaró.
En relación con las gastronomías, la comunicadora quiteña Julieta González dio cuenta de un hallazgo ante el cual es crítica. Relató que, al trabajar con infancia y adolescencia migrante insertas en el sistema educativo ecuatoriano, algunos menores revelaban que en público no reconocían ser de Venezuela por miedo al rechazo, pero que en el entorno privado, familiar, la comida materna era algo que no se negaban, pues les recordaba a su país.
Destacó también que, en conversación con colegas venezolanos, algunos señalaron que se suele hablar sobre los migrantes de esa nación, mas no se refieren directamente a ellos. «Es decir, hacen el periodismo para las audiencias nacionales, pero nunca un periodismo dirigido a los migrantes. ¿Qué está pasando? ¿Por qué nos utilizan como objeto para transmisión de noticias y no nos dan voz? También somos parte de esa sociedad, integrados o no», parafraseó la ecuatoriana.
Según cifras del Banco Mundial, el 66 % de quienes migran desde Venezuela están en edades productivas —entre 18 y 44 años—, de tal manera que pueden trabajar, sumar, construir y estudiar también. «Vemos que es importante recordarnos a los ecuatorianos que somos un país de migrantes y que, como queremos que traten a nuestros migrantes afuera, deberíamos también tratar a los que han llegado a reiniciar sus vidas en el país», sopesó Carla Martínez, consultora de esta organización multinacional.
Para Ginna Morelo, se trata, precisamente, de ampliar la mirada y de situarnos en otro lugar de las preguntas para ser capaces de observar e identificar los ejercicios que pueden estar funcionando y generarnos nuevos cuestionamientos o distintas aproximaciones a la fuente y al fenómeno migratorio en sí.
Pues «no se puede entender a América Latina sin migración», una idea respaldada por el sociólogo y periodista invitado Tulio Hernández, experto en diáspora y movilidad de personas: «El fenómeno migratorio es una constante del devenir humano. No habría lo que hoy conocemos como humanidad, en el sentido global del término, si no hubiese habido siempre migraciones», siendo estas fundamentales para entender el desarrollo cultural y económico de los países.
Si bien por lo general el tema de la migración supone un complejo entramado cualitativo, Morelo celebra que se piense en términos metodológicos para ordenar la cantidad de información que se recibe permanentemente; el propósito es que pueda convertirse en material de consulta para los próximos pasos a dar hacia una cobertura migratoria siempre más humana.
¿Dónde están los datos y qué representan?
Uno de los rasgos que destacó Ginna Morelo de estos ejercicios tipo taller es que, de la conversación sostenida, lo mejor que puede resultar es que se disponga al servicio común las fuentes y herramientas de consulta que cada quien maneja.
Y extendió la pregunta: «¿Cómo podemos con los datos, los estudios y con las otras fuentes juntar orillas investigativas y seguir anclando el tema migratorio, aun en los espacios que parecieran no ser los que podrían convocar?».
En aras de ampliar la mirada y entender que la movilidad humana supone diferentes estadios en su configuración, Morelo puso gran foco en una cibergrafía pormenorizada que compila recursos digitales esenciales para la cobertura periodística de la migración, a la que dio acceso a los asistentes.
Esta incluye bases de datos de entidades, estadísticas actualizadas, reportajes y documentales destacados, artículos académicos y estudios de caso, así como herramientas digitales para la visualización de datos y la creación de narrativas interactivas. También invitó a la revisión de glosarios de términos como el del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Entre las bases de datos destacan la Matriz de Seguimiento del Desplazamiento de la OIM, que cuenta con análisis a partir de encuestas y de monitoreo de flujos migratorios; y la plataforma R4V, enfocada en la migración venezolana y la movilidad por América Latina.
La tallerista también llamó la atención sobre los datos que ofrece con constante actualización el Banco Mundial. A saber, la consultora Carla Martínez trazó un contexto de la migración venezolana de 7.7 millones de nacionales que han salido de su país y 6 millones que todavía están moviéndose por Latinoamérica y el Caribe. Solo por el Ecuador, da cuenta, han transitado aproximadamente 1.9 millones de personas venezolanas desde 2017, y se han quedado unas 444.778, citando en este último dato la fuente del Grupo de Trabajo para Refugiadas y Migrantes (GTRM) de R4V.
Otras entidades, medios y organizaciones no gubernamentales recomendadas fueron el Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, el Servicio Jesuita a Refugiados, presente en distintos puntos de América Latina con casas de acogida; el Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos, que lleva el estado del arte de la desnutrición infantil en Venezuela, y La Vida de Nos, un producto editorial especializado en hacer seguimiento al fenómeno migratorio en clave de población vulnerable.
Entre las herramientas digitales enlistadas para la búsqueda de información, descuellan Google Trends, Google Académico y el formulario de búsqueda avanzada de Google, instrumentos que logran especializar las búsquedas generales sobre un tema. Otras plataformas relacionadas por la tallerista fueron KnightLab, Flourish y Ushahidi, poderosos espacios interactivos para hacer líneas históricas y de tiempo, graficar, mapear información, y albergar y gestionar grandes cantidades de datos.
Otros recursos fueron Tor, un software para encriptar información, útil para los periodistas que manejan temas sensibles y de sumo cuidado en tanto a la seguridad de la información; también Oodrive, una plataforma mucho más avanzada que clasifica y ordena documentos en función del contenido.
Agustina Bordigoni, periodista y analista internacional invitada, también llamó la atención sobre otro tipo de fuentes que cumplen un rol muy importante en la integración de las personas migrantes: las ONG, las iglesias y los centros de investigación, pues estos cuentan con sus propios datos y estudios.
En todo esto, más allá de entregar las solas estadísticas, para Tulio Hernández es esencial humanizar los datos, darles rostro: «Los migrantes no son solo cifras: son personas. Hay que generar empatía», lo que, a la larga, impacta en el debilitamiento de prejuicios como la xenofobia, la aporofobia y otras formas de discriminación, incluso, en positivo.
Bajo el entendimiento de que el tema de la movilidad humana no es estático, más allá de las herramientas que ya existen para la consulta de datos y fuentes, se identificó la necesidad de crear y robustecer bases colaborativas de lo que está ocurriendo, pues «a veces pensamos que el periodismo solo tiene utilidad en tiempo presente y da cuenta del ahora, pero si se investiga en clave de memoria, puede ser muy importante de cara al futuro», especialmente, para la toma de decisiones, analizó Morelo.
Políticas públicas para los desaparecidos: el agenciamiento de lo que funciona
«El diablo está en los detalles», afirmó Ginna Morelo en recuerdo familiar, pero en directa referencia a las políticas de recepción o migratorias de los países.
Ante el cuestionamiento propuesto sobre el uso político —proselitista— de los fenómenos migratorios, la maestra considera que se trata, justamente, de empezar a mirar cómo se prepara el escenario latinoamericano para lo que puede ser una política migratoria de Estados Unidos mucho más ruda que hasta ahora, sin desmentir que esta ha sido de brazos abiertos en muchos momentos históricos.
«Creo que hay que comenzar por revisar las líneas históricas de tiempo y hacer preguntas poderosas para poner al político frente al uso del espacio migratorio como una herramienta negativa, incluso, nefasta», expresó. Esto resulta determinante en el empoderamiento de las audiencias y de las ciudadanías, para que adopten una actitud consciente y crítica ante «esas puertas que se abren para unos y se cierran para otros», las cuales generan profundos desequilibrios que derivan en conflictividades sociales de difícil manejo.
De hecho, manifestó Morelo, «el tema que menos reportamos los periodistas desde la migración es el de la normatividad y las políticas públicas. Nos da pereza, porque quizás pensamos en cuál es la historia humana que hay ahí». Así, poniendo el ejemplo de lo que ocurre en «nuestra cinturita latinoamericana, en el Darién», invitó a pensar en cuáles son esas políticas públicas que hacen o no que este tramo siga siendo un espacio migratorio de peligro.
Pero, ¿dónde están las historias de los desaparecidos del Darién? En redes sociales. Particularmente en Tik Tok, indica la investigadora, donde se muestran perfiles de migrantes que atraviesan la selva, pero cuyos relatos se ven truncados de pronto. De allí es posible reflotar información que desemboque en preguntas sobre qué pasa con estas personas; también intentando reconectar el camino con los guías que continúan atravesando gente.
Xiomara Montañez abordaba la idea de las «narrativas del silencio», explorando cómo lo que no se dice puede ser tan revelador como lo que se expresa abiertamente. Tal enfoque implica una lectura cuidadosa de las ausencias y de los silencios en las crónicas de los migrantes: «Lo que no se dice no es ausencia de palabras, por el contrario, es una presencia ruidosa de ellas», recalcó.
¿Y dónde está lo constructivo de contar esas historias del camino? Pues bien, ahí se presenta el agenciamiento del tema, que es formular las preguntas oportunas a los Estados sobre esta realidad que no merece seguir siendo invisibilizada, pues, de acuerdo con Ginna Morelo, la mención de los desaparecidos del Darién suele hacerse por encima, quedándose apenas con los rostros de dolor.
Entonces, es posible rescatar aquellas voces para hacer de ellas historias que pueden contar una realidad silenciada por el Estado y ayudar a transformarla. Para esto, «creo en el periodismo que vuelve al territorio. Hay historias que demandan otras temporalidades. Un cubrimiento profundo ante el inmigrante requiere del tiempo suficiente para escuchar lo importante y no lo urgente», dispuso Morelo.
Montañez subrayaba la importancia de establecer lazos de confianza con las personas que migran para poder acercarse a un cubrimiento ético y respetuoso de sus relatos, evitando a toda máquina la revictimización. Para esto, de acuerdo con la editora, es también obligatorio que los periodistas empleen los recursos que la ley concede, procurando un ejercicio mucho más responsable.
Un enfoque oportuno para el cubrimiento de historias migratorias de largo aliento es el introducido por Ginna Morelo como «periodismo de las hormigas», una metáfora que ilustra la paciencia, la meticulosidad, la atención al detalle y el trabajo colaborativo. Esta perspectiva valora la reportería profunda y el seguimiento continuo de las historias.
Para la investigadora, no siempre funciona lo que salga ya: «La inmediatez no puede ser la regla. Debemos dedicar tiempo y esfuerzo a construir piezas periodísticas que realmente reflejen la complejidad de las situaciones que cubrimos. Y no es solo cuestión de paciencia, sino también de ética y responsabilidad, asegurándonos de que nuestras historias sean fieles a la realidad y respetuosas con los protagonistas».
Perfil de la maestra
Ginna Morelo es magíster en Comunicación, presidenta de la asociación de periodistas Consejo de Redacción. Es una de las editoras de Venezuela a la fuga, trabajo finalista del Premio Gabo 2018, categoría Cobertura. Es autora de los libros La voz de los lápices (2023), Córdoba. Una tierra que suena (2011) y Tierra de sangre (2009). Es coautora de tres libros de crónicas y dos manuales de periodismo. Ha sido ganadora del Premio de Periodismo Simón Bolívar y el Premio Iberoamericano de Periodismo Sociedad para Todos. Fue finalista y mención de honor del Premio de Periodismo de Investigación del Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) y becaria de la Fundación Gabo y de IPYS. Es directora de la Maestría en Periodismo Científico de la Pontificia Universidad Javeriana.
Expertos invitados
Agustina Bordigoni:
Periodista en sección economía del diario Perfil. Analista internacional en radio y televisión con experiencia en la cobertura de migración y refugio. Autora del documental La salud de las que cuidan. Historias de mujeres migrantes (2022) y del libro Refugio (2023).
Tulio Hernández:
Sociólogo y columnista venezolano en el diario El Nacional, con una extensa carrera en la escritura sobre la diáspora y la migración. Sus escritos han sido publicados en El País, The New York Times en Español y la revista Arcadia. Es autor del libro Una nación a la deriva (2017).
Xiomara Montañez:
Comunicadora social, periodista, especialista en narrativas migrantes. Magíster en Ciencias Políticas y especialista en Educación para las Nuevas Tecnologías de la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Es editora de contenidos en el diario Vanguardia y tallerista en Consejo de Redacción sobre el uso de herramientas de Google News para periodistas.