“No hay retribución económica que se equipare a la satisfacción que siento cuando pienso en que podemos coexistir”
22 de Abril de 2021

“No hay retribución económica que se equipare a la satisfacción que siento cuando pienso en que podemos coexistir”

Marcy Alejandra Rangel

Este artículo es producto del proyecto 'Entre panas y parceros, ¿Cómo comunicar la inmigración en Colombia?', una iniciativa de la Fundación Gabo, con el apoyo del Programa de Alianzas para la Reconciliación (PAR) de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y ACDI/VOCA. Si te interesa profundizar y reflexionar alrededor de este tema, puedes participar en las distintas convocatorias para talleres en distintas regiones de Colombia.

 

Dejusticia, Volcánicas y El Libro Viajero son tres de los innumerables proyectos en los que Adriana Abramovits ha trabajado en favor de los derechos humanos desde que llegó a Colombia en diciembre de 2015. Pero más allá de los cargos que pone en su currículo, la periodista venezolana es un alma sensible a la que mueve la población vulnerable desde que, en sus últimos años en su país, fuera productora y presentadora de un programa de televisión dedicado a las comunidades.

“En Colombia creía que iba a desenvolverme como periodista y trabajé en medios como Cartel Urbano, Vice, Pacifista, y terminé en agencias de publicidad. En la última agencia en la que estuve, conocí a Tulio Hernández, en la época en la que los caminantes todavía no eran un tema en los medios de comunicación”, cuenta Adriana, quien para entonces escribía en El Espectador sobre migración venezolana a destajo. “En ese momento pensé que sería chévere no hacer más periodismo de escritorio. Me planteé un viaje a la frontera con Cúcuta e invité a mi grupo de amigas, que son personas con las que yo había trabajado antes: Diseñadoras gráficas, camarógrafas talentosas, y por eso no quería que fuera un viaje meramente periodístico. Nos fuimos en autobús, caminamos hasta el Páramo de Berlín e hicimos un formato muy innovador con fotos en movimiento que se llama cinemagraph”. Durante ese viaje, que realizaron en julio de 2018, Abramovits y sus amigas lograron llevar un camión lleno de donaciones, gracias a los aportes de la comunidad judía colombiana y de personas que se acercaron por un anuncio que publicaron en Wikimujeres.

Pero lo que más sorprendió a Adriana y a sus amigas fueron las peticiones de los caminantes. “Ellos lo que nos pedían eran los celulares para mandar mensajes a sus familiares. Logramos recolectar 400 notas de voz de caminantes, y cuando vimos que teníamos ese tesoro de historias, les pedimos permiso para poder usarlas y dar testimonio de lo que estaba pasando”. Desde ese momento, Adriana se ha convertido en una portavoz de las historias de la población migrante venezolana en diferentes medios de comunicación. Con su reportaje de ese viaje, logró que El Espectador escogiera a los migrantes venezolanos como Personaje del Año en 2018; contactó a la mayor cantidad de activistas que pudo para difundir las imágenes, entre ellas a Pan American Development Foundation y a Dejusticia, a quienes les contó del proyecto y, sin pensarlo, inició un nuevo capítulo en su vida: el del litigio estratégico sobre migración.

En 2021 Abramovits cumple tres años como comunicadora en Dejusticia, una ONG sobre comunicaciones de derechos humanos; un centro de pensamiento que hace investigaciones y experimentos sociales donde se mezcla el conocimiento de humanidades con acciones juridícas para demandas, derechos de petición, tutelas para cambiar políticas públicas y hacer más incluyente a la sociedad. “Ahí he aprendido que muchas veces las comunicaciones son un brazo para la incidencia nacional. No están separadas del activismo”, dice. 

En paralelo, la periodista ha sido productora de #UnChallengePorVenezuela, una iniciativa de Daniel Samper Ospina para Youtube que se ha vuelto viral por sus capítulos con Reymar Perdomo y Caminando con Panas Venezolanos; y también es reportera de la Revista Volcánicas, un medio feminista regional fundado por Catalina Ruiz Navarro, periodista colombiana migrante, residenciada en México, quien destapó el caso de violencia de género que protagoniza Ciro Guerra en conjunto con Matilde de los Milagros, quien también forma parte de la revista.

Sin embargo, El libro viajero es quizá el proyecto actual de Abramovits que está más vinculado con la población migrante vulnerable y que la devuelve al origen de su sensibilidad. Se trata de una herramienta literaria conformada por dibujos e historias escritas a mano por migrantes venezolanos y colombianos de acogida, que durante 2020 publicó su primera edición en PDF. Para la edición de 2021, se está convirtiendo en una herramienta pedagógica que cuenta con su propia web: www.ellibroviajero.com, que busca invitar a más personas a escribir la historia en conjunto. “Me llamaron de El derecho a no obedecer, una ONG de activismo ciudadano que inició en Medellín, y que han creado instrumentos como el Barómetro de la Xenofobia, para liderar el proyecto con un equipo de diseñadores y gente en frontera. Hice una alianza con una organización para ir a Soacha –un sector popular a las afueras de Bogotá– para hacer historias de mujeres migrantes víctimas de la violencia de género, y esas fueron las historias que completaron el libro”, cuenta Adriana.

Todas las historias han sido publicadas en redes sociales con un destinatario. “Son migrantes que escriben su historia sin filtro, sobre cómo atravesaron un río con su niño a cuestas, cómo es caminar con un violín, o con su perro. Son historias sin límite de espacios, con sus ambiciones, qué quieren. Sirven para sensibilizar a quienes lo vayan a acoger. Hicimos 20 podcasts, que en realidad son paisajes sonoros: las notas de voz de los migrantes, con efectos de audios, usando recursos que tratamos de hacer con ellos mismos, para enseñarles a producir su contenido. Este segundo libro es mucho más robusto, con ilustraciones, cartas de ida y vuelta”. 

Este año se imprimirá el libro a través de la Fundación para la Niñez, y la idea es llevarlo a los colegios para que sirva como una herramienta para la integración. “Queremos impactar a la niñez migrante en Colombia y empezar en Villa del Rosario, donde el 80% de los niños que estudian son venezolanos migrantes”.

 

¿Qué sigue? 

La vida de Adriana Abramovits se ha convertido en activismo puro. Al preguntarle cuál desearía que fuese el resultado de todos sus esfuerzos, responde: “El día a día se vuelve trabajo, uno no distingue lo que es el trabajo y un proyecto personal. No hay retribución económica que se equipare a la satisfacción que yo siento cuando pienso en que en Colombia podamos coexistir, habitar, estar sin esas líneas divisorias que no son reales pero que sí nos dividen. Ojalá podamos irlas borrando a partir de la dignidad humana. No en la ley sino que, en efecto, podamos tratarnos como seres humanos independientemente del lugar de origen”.

Para llegar a ese anhelo pareciera que falta mucho. “La sensibilización tiene que venir desde los tomadores de decisiones. Yo me sorprendo cada vez que escucho a la alcaldesa de Bogotá, o al de Yopal, o a Migración Colombia aprovechando las coyunturas para resaltar los odios internos. Gente que debería ser más responsable con el cargo y lo que hacen es segregarnos, criminalizarnos. Desde el poder tiene que haber sensibilización, porque los medios de comunicación toman las declaraciones oficiales, las propagan y generan matrices de opinión erróneas sobre nosotros”. También cree que una vía para lograr desdibujar las fronteras es no generalizar. “Pasa mucho con la delincuencia, y lo que hay que hacer es tratar de ver un fenómeno migratorio con todas sus posibilidades: viene mucha gente, vienen huyendo de un país y eso representa un reto migratorio complejo”.

En pro de esto, Adriana continúa trabajando para que más organizaciones puedan vincularse a sus distintos proyectos, para que continúen agarrando impulso y tengan su propio vuelo. “Me gusta mucho lo que estoy haciendo y está teniendo un efecto multiplicador. Siempre termino transformada yo, con muchos retos y con un pensamiento mucho más amplio. Ese deconstruirme a diario y reflexionar a diario sobre cómo estoy relacionándome con todo esto es mi victoria personal”.

 

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