El reporte de los efectos secundarios producidos por las vacunas contra el covid-19 ha sido, sin duda, uno de los mayores retos del periodismo en el cubrimiento de la pandemia de COVID–19. Y de acuerdo con Jorge Galindo, analista de datos de la edición americana del diario El País de España y maestro del taller virtual ‘Claves para cubrir la vacunación contra el COVID–19 en América Latina’, no siempre ha salido bien.
Para la muestra está que en las semanas posteriores al comienzo de la administración de dosis de AstraZeneca y Janssen en Estados Unidos y Europa se redujo el uso de estos biológicos por los reportes en medios de comunicación de efectos secundarios que al final, tal como se demostró, no estaban relacionados con el uso de las vacunas y, en todo caso, su aparición se daba en frecuencias mucho menores que las que podían tener los pacientes de COVID–19, por poner un ejemplo.
En el taller desarrollado por la Fundación Gabo y en el que participaron en cinco sesiones 18 periodistas que cubren la fuente de salud en toda Latinoamérica, Galindo plasmó una hoja de ruta sugerida a la hora de cubrir historias relacionadas con los eventos adversos de las vacunas y cómo contarlas en el marco del rigor.
“¿Las vacunas destinadas a combatir virus suelen producir efectos leves tipo fiebre y debilidad, así que en el caso del COVID–19 estos se daban por asumidos desde el principio? Entonces, ¿qué pasa cuando aparece un evento grave asociado?”, planteó Galindo.
1. Comprobar la frecuencia
Los periodistas que deben hablar sobre eventos adversos de las vacunas, sean leves o severos, deben tener en cuenta en sus contenidos cuál es la proporción de personas afectadas sobre total de vacunados.
Es decir, no solo se deben mencionar los efectos detectados sino comunicarlos en sus justas proporciones, y esto es indicando qué peso tuvieron entre toda la población vacunada. En el caso del Guillain-Barré reportado luego de la vacunación con Janssen la frecuencia era de 1,3 por cada 100.000 vacunados, lo que podría transmitirse como que se reportó en menos del 99,99% de las personas que recibieron dosis.
“Salvo fallo, omisión u ocultación grave en la fase 3 de la vacuna, no se puede esperar que un evento grave se dé en más de 1 persona entre 15.000 y 25.000 vacunados”, acotó Galindo, con base en la evidencia disponible.
De acuerdo con datos de farmacovigilancia colombianos, con base en 50’537.341 dosis aplicadas se han notificado 27.182 reportes de eventos adversos y el 96%de ellos fueron leves. En otras palabras, el 99,95% de las vacunas administradas no han generado reportes de efectos de consideración.
2. Compara la frecuencia con la habitual
Una vez identificada la frecuencia de aparición de estos eventos adversos la pregunta que debe hacerse el periodista es ¿en qué proporción suele darse ese mismo evento (o lo más parecido posible) entre el conjunto de la sociedad?
Siguiendo con el Guillain-Barré esta enfermedad se presenta en menos de una persona (0,4 a 1) por cada 100.000, lo que indica que, si bien aumenta la frecuencia al reportarse tras la vacunación, esta sigue siendo extremadamente baja, afirma Galindo.
Este mismo ejercicio puede replicarse con todos los eventos adversos que se presentan con las vacunas pues, como debe recordarse, al tratarse de un fármaco es una situación esperada.
3. Redefinir y recalcular
Para ser mucho más precisos en la comunicación de los efectos secundarios de las vacunas contra el COVID–19 los periodistas pueden profundizar y confirmar, con base en los datos proporcionados, si estos eventos se presentan con mayor frecuencia en ciertas poblaciones (mujeres jóvenes o adultos mayores, por poner dos ejemplos). Y entonces, con ese nuevo cálculo, se puede comparar su frecuencia de aparición con la población general y sin el contexto de la vacunación.
Galindo expone, en ese sentido, que el Guillain-Barré aumenta su frecuencia de aparición a 8 casos por cada 100.000 personas cuando se trata de población de más de 70 años.
4. Comparar con no vacunados
Un último paso que se puede seguir en la senda de comunicar correctamente los efectos adversos busca comparar la frecuencia de aparición de estos episodios entre vacunados y los no vacunados que se infectan con COVID–19. En ese caso, tal como han establecido diversos estudios científicos, los no vacunados que contraen el virus están expuestos a los mismos desenlaces con una frecuencia mucho mayor.
Y aterriza con un ejemplo. Mientras que la aparición de coágulos reportados en los vacunados se da a una frecuencia de 2 casos por cada 100.000 personas con dosis, en los pacientes en UCI por COVID–19 esta situación ocurre en 150 por cada 100.000 en personas de 20 a 29 años, es decir, cientos de veces más.
Sobre el maestro
Jorge Galindo es doctor en sociología (Universidad de Ginebra) y máster en política pública (Erasmus University Rotterdam). Actualmente se desempeña como analista de datos de la edición americana del diario EL PAÍS y como director adjunto del think tank EsadeEcPol. En ambos frentes ha estado cubriendo la pandemia desde dos ángulos específicos: la traducción de la evidencia científica disponible a luces sobre cómo navegar la situación actual y futura; y los dilemas de decisión (tanto personales como colectivos) que implican esta navegación. Como consecuencia de ambos ángulos, su foco actual está en el proceso de vacunación.
Sobre el taller
El taller virtual ‘Claves para cubrir la vacunación contra el COVID–19 en América Latina’ tiene lugar en cinco sesiones del 8 al 17 de noviembre de 2021 y busca contribuir a combatir la desinformación en el contexto de la pandemia y en particular lo relativo al proceso de vacunación contra este virus en la región, mediante la formación de periodistas latinoamericanos. Participan 18 periodistas de América Latina, encargados de cubrir la fuente de salud en medios escritos, radiales, audiovisuales y digitales.