Para la final del Mundial de Rusia una cuenta en Twitter publicó un video que mostraba cómo se vivía en Croacia la previa al partido decisivo. La euforia de las imágenes le dio al tweet una inmediata viralización. De nada sirvió que poco a poco se sumaran las cuentas que afirmaban que el post no era real, que lo que ahí se veía era la apertura de San Fermín y que nada tenía que ver con el partido. El post siguió reproduciéndose sin control, expandiendo su mentira. Al final del día, el video lucía 11,3 millones de views, 103 mil RT y 289 likes.
Croatia right now... pic.twitter.com/WpbozbgRR6
— Mosleh (@baddiemakhet) 15 de julio de 2018
Este ejemplo es parte de un fenómeno que recién empezamos a dimensionar y que será unos de los mayores desafíos para el periodismo en la era de Internet. "Históricamente el hecho de que hayamos podido confiar en los vídeos como prueba de que algo ha sucedido de verdad, no ha sido más que un golpe de suerte", afirma Ian Goodfellow, investigador de Google Brain. Si las noticias falsas han sido un problema global que golpeó la médula misma del sistema democrático, los videos pueden convertirse en un problema aún mayor.
Dos factores hacen que el futuro sea tan complejo: el video es el contenido estrella de hoy en la web y su poder manipulador es muy fácil de utilizar. Se suben 300 horas de video a YouTube por minuto, mil millones de personas ven al menos un video en Facebook al día; el promedio diario de consumo es de 47,4 minutos, 20% más que el año pasado. Y el 2021, el 80% del consumo de internet en el mundo será en este formato. A esta explosión, hay que sumar que el riesgo del video está precisamente en sus virtudes: alta capacidad de viralizarse, la complejidad de detectar la veracidad de su contenido (no tiene contexto) y un alto efecto emocional que puede lograr sobre las audiencias. Además, las herramientas de edición son cada vez más precisas. Una bomba de tiempo para los medios, en especial de aquellos que viven del tráfico y han desmontado los filtros.
Para Goodfellow hay un aspecto aún más preocupante, la Inteligencia Artificial. Es su opinión, a veces somos ignorantes de cuán potente es la IA para crear audios y videos falsos, muy difíciles de distinguir de la realidad. “El advenimiento del Photoshop nos hizo dudar de nuestros ojos, pero ¿qué sucede cuando no podemos confiar en nuestros otros sentidos?”, se pregunta el investigador de Google.
A mediados del 2017, la Universidad de Washington sorprendió al mundo con una nueva herramienta que tomaba archivos de audio, los convertía en movimientos de boca y luego los insertaba en los rostros previamente seleccionados en un video. El resultado son imágenes “reales” con diálogos que una persona nunca dijo. Para hacer más espectacular la prueba, los investigadores usaron videos del ex presidente Barack Obama. El resultado fue sorprendente.
Hacer una lista con los riesgos que esto puede traer es fácil y la imaginación se queda corta. Pero es evidente que el rol de los medios y los periodistas está obligado a mutar de simples amplificadores de noticias de último minuto a curadores y consolidadores de información. La batalla por el breaking news no sólo no da de comer, sino que además será un terreno minado para la credibilidad de los medios.
El peligro es que el video es tan atractivo para los medios como para las personas. Ahí está hoy el dinero. Esto los hace muy vulnerables a recogerlos y viralizarlos sin cuidado. Si Facebook se vio obligado a generar uno de sus mayores cambios en su algoritmo por el efecto de la noticias falsas, la proliferación de los videos falsos -o manipulados- obligará a los medios a modificar o reinventar su flujo de trabajo.
Los expertos dicen que la Inteligencia Artificial ayudará a los medios a reconocer los videos intervenidos de los reales. Sin embargo, los expertos no son tan optimistas. Menos si se toma en cuenta que este fenómeno recién está comenzando: los próximos mil millones de usuarios que se conecten a internet lo harán por voz y video.
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