La fuerza del periodismo de investigación está en develar asuntos que permanecen ocultos y con ello generar cambios. A veces se le recubre de un halo algo romántico, probablemente reforzado por el recuerdo de Woodward y Bernstein en el cinematográfico caso Watergate y la voz de “Garganta profunda” en el subterráneo de un edificio susurrando “Follow the money”. Seguir la huella del dinero, un gran consejo, por cierto, pero que tiende a simplificar una labor que implica desentrañar asuntos muy complejos para exponerlos ante la opinión pública.
El poder del periodismo de investigación está en los datos duros. Datos que pueden derrocar gobiernos, cambiar vidas, iluminar realidades… y es ese poder el que es necesario aprender a manejar.
La primera responsabilidad está en la elección de los temas a investigar. Es necesario priorizar aquellos asuntos que son relevantes para la sociedad y en los cuales un reportaje de investigación puede gatillar un cambio que apunta al bien común. Suena sencillo, pero en un mar de temas susceptibles de ser investigados, es necesario evaluar en cuáles vale la pena invertir los recursos periodísticos, que son siempre escasos. Desperdiciar energía en pautas efectistas o irrelevantes es perder de vista los objetivos del periodismo de investigación.
También lo es dejarse arrastrar por fuentes interesadas que buscan posicionar temas en que esperan sacar réditos personales y no necesariamente apuntan al interés público. Esa es una trampa que hay que evitar pisar a lo largo de todo el reporteo, tratando siempre de entender las motivaciones de quienes están dispuestos a entregar información.
Si el poder del periodismo de investigación está en los datos, hay que procurar que todos ellos estén blindados. Eso sólo se logra con reporteo en profundidad, que transforma al periodista en un especialista en el tema que está tratando y le permite ser capaz de confrontar informaciones. Para ello la investigación debe ser exhaustiva, apoyarse en la mayor cantidad de fuentes disponibles y, en lo posible, tener acceso a documentos que respalden todo lo que se está relatando.
La denuncia suele ser uno de los productos de una investigación, pero no puede quedarse sólo en eso. Es necesario entender procesos y sobre todo explicarlos a los lectores, entregarles la mayor cantidad de detalles y contexto para que puedan evaluar y juzgar lo que se les está contando. El periodismo de investigación no puede quedarse en una simple denuncia, debe indagar a fondo y seguir los temas en el tiempo.
La búsqueda de impacto y la generación de cambios debe ser una prioridad en el periodismo de investigación, pero si es efectivo muchas veces producirá daños colaterales que no necesariamente son los que se buscan. Por eso es importante evaluar antes de publicar si se está exponiendo innecesariamente a personas inocentes o si se está haciendo todo lo posible por resguardar a fuentes que pueden sufrir las consecuencias de un reportaje. ¿Puede a veces ser mejor no publicar? Claro que sí, pero es excepcional. Hay que evaluar caso a caso, partiendo de la base de que nunca hay que poner en riesgo la vida de una persona.
El periodismo de investigación está guiado por la convicción de que lo que se expondrá tendrá a la larga un efecto positivo, de que entregar la información es necesario o incluso imprescindible. Teniendo eso en cuenta, es imposible para un periodista ser cien por ciento objetivo. Sin embargo, se requiere enfrentarse al reporteo con la mayor honestidad posible, intentando liberarse de prejuicios y tratando ser justos a la hora de evaluar los hechos que se van a relatar. Ese debe ser el compromiso, un pacto no escrito que permite que el público confíe en la investigación.
Más sobre Francisca Skoknic
Editora en CIPER, Chile. Es periodista y Bachiller en Ciencias Sociales y Humanidades de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudió un Master en Administración Pública en la Universidad de Columbia, donde se especializó en Desarrollo Político y Económico, y en Medios. Fue editora de Ciper y antes trabajó cubriendo política, economía y negocios en la revistas Qué Pasa, Siete+7, en el diario electrónico El Mostrador y en El Mercurio. Premio Periodismo de Excelencia al mejor reportaje de 2008 que entrega la Universidad Alberto Hurtado y mención honrosa en el Premio a la Mejor Investigación Periodística de un Caso de Corrupción en América Latina y el Caribe 2008, por la serie de reportajes sobre las irregularidades en el Registro Civil, del que es coautora junto a Cristóbal Peña y Mónica González. Participó en talleres de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano con Ryzsard Kapuscinski, Jon Lee Anderson, Francisco Goldman y Alma Guillermoprieto. Es parte de la red del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.
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