Los oyentes de las transmisiones deportivas de la cadena colombiana Caracol Radio se sorprendieron el domingo cuando escucharon a Luis Arturo Henao, uno de sus más tradicionales comentaristas, renunciar al aire.
“Me cansé del maltrato del señor Hugo Illera”, dijo el periodista conocido como ‘el coleccionista de datos’ en medio de la transmisión del programa Carrusel Caracol.
Sin embargo, al día siguiente Henao revirtió su decisión pidiendo excusas por haber ventilado al aire los problemas internos de su equipo de trabajo.
“Esa no era la forma de anunciar una decisión de ese tipo, uno debe entender que es un programa de opinión y si se tiene una diferencia no hay que llegar al extremo de decir me voy, esa es la lección sobre todo por el respeto de los oyentes”, dijo Henao al portal de internet Kien&Ke.
A su turno, César Augusto Londoño, director del espacio radial, pidió a sus colegas evitar repetir ese tipo de situaciones procurando arreglar todo problema personal por fuera de los micrófonos.
“Los trapitos sucios se deben lavar en casa, es mejor así, para evitar comentarios y opiniones que no corresponden a los hechos”, afirmó Londoño.
El caso de Henao recuerda al de Laura Gil, analista internacional que hacía parte de la mesa de trabajo del noticiero Mañanas Blu en la cadena Blu Radio, quien también anunció su renuncia al aire, generando un debate sobre la inconveniencia de hacer públicos los conflictos en la sala de redacción.
Sobre el tema de la confidencialidad de los asuntos tratados en los consejos de redacción, el Consultorio Ético de la FNPI ha recibido varias preguntas por parte de periodistas de toda Iberoamérica.
En una de sus respuestas, Javier Darío Restrepo afirma “el periodista no podrá ventilar en las páginas del diario, reyertas o conflictos de carácter personal ni podrá utilizarlas para crearle vacío a un personaje por motivos de simple antipatía o para vengar determinado acto que dicho personaje pudo haber cometido contra él”, citando el Manual del Redactor de El Tiempo.
En otra respuesta publicada recientemente, Restrepo añade que “hacer pública una conversación privada es una forma de deslealtad, una traición a la confianza y un golpe destructor para la unidad de un grupo de trabajo. Al periodista se le juzga por sus informaciones públicas, no por sus conversaciones privadas”.
Sobre el caso específico de Laura Gil en Blu Radio, el Consultorio Ético publicó una respuesta analizando el caso, donde se concluye que “un equipo periodístico se debe al público y por esa razón, conflictos como el que motivó esta renuncia tienen que ser conocidos. En cambio, hay otra clase de diferencias que no ocurren en público: relaciones afectivas, asuntos de negocios o de problemas personales, que no tienen porqué discutirse públicamente”.