Eran las 11:00 de la noche del martes 7 de febrero cuando un trino emitido por la cuenta oficial del periódico barranquillero El Heraldo llamó la atención de toda Colombia. “Exclusiva: Bill Gates está en Colombia”.
El trino estaba acompañado por un enlace que conducía a la página web del diario donde había un desarrollo adicional de la noticia.
“El multimillonario Bill Gates, cofundador del gigante de software Microsoft, se encuentra de incógnito en Medellín, donde anoche fue visto con Jaime López, hijo de Augusto López Valencia”, decía el lead del artículo.
Inmediatamente, centenares de usuarios comenzaron a cuestionar a través de Twitter la noticia y la falta de parecido físico del hombre que figuraba en la foto con el filántropo norteamericano.
A la mañana siguiente estaba confirmado que el hombre de la foto no era Bill Gates y fue necesario que el más tradicional de los diarios barranquilleros rectificara.
“El personaje que se encontraba anoche en un restaurante de esa ciudad, de gran parecido físico con el billonario Bill Gates, es en realidad un empresario canadiense”, explicó El Heraldo añadiendo “mucha gente se nos acercó en el restaurante y nosotros dijimos que era Bill Gates y seguimos adelante con la broma”, dijo citando a uno de los comensales que se encontraban esa noche en el restaurante.
Ernesto McCausland, editor general de El Heraldo, dedicó toda la mañana a explicar lo sucedido a través de su cuenta personal de Twitter usando la etiqueta #BillGates, que se convirtió en el principal tema de conversación nacional durante unas horas a través de la red social.
De acuerdo al relato de McCausland, un grupo de empresarios decidieron jugarle una broma a la propietaria del restaurante donde se encontraban departiendo. Una estudiante universitaria le tomó una foto y el empresario canadiense aceptó ser Bill Gates al posar. Al enterarse de lo sucedido, periodistas del diario atlanticense llamaron a una funcionaria de Microsoft en Estados Unidos que vio la foto y dijo que efectivamente era Gates.
“No obstante todo lo anterior, y magnitud de broma, no justifico haberlo publicado y presento a lectores respectivas disculpas”, concluyó McCausland.
Al día siguiente, en la versión impresa del diario apareció publicada una extensa explicación de lo sucedido que se puede leer aquí.
Para debatir:
¿Qué políticas de confirmación de fuentes debería implementar ahora El Heraldo para evitar que una situación así se repita?