Gay Talese acaba de publicar El motel de voyeurista, un reportaje donde cuenta la historia de un hombre que compró un motel, y lo remodeló para espiar las actividades sexuales de sus huéspedes.
Talese supo de esto hace 36 años y esperó para que los crímenes que se le pudieran imputar al voyeurista prescribieran y poder así publicar su historia. ¿Faltó a la ética Talese al hacerse, así, cómplice del voyeurista?
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Pregunta formulada en el Consultorio Ético por Galo Vallejos, profesor de periodismo en Quito, Ecuador.
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R.- En el estudio de este caso aparecen dos dimensiones de la responsabilidad del periodista que, tenidas en cuenta, revelan:
a. La relación del periodista con las autoridades cuando hay un delito de por medio, en este caso la violación de la intimidad por parte del hotelero. El periodista no puede reemplazar a las autoridades: ni tomar su lugar, ni suplir sus funciones. Tampoco es un colaborador incondicional de las autoridades. Su colaboración como ciudadano está sujeta a las condiciones que le impone su ejercicio profesional. Su visión del caso del voyeurista trasciende el caso concreto y llama la atención sobre un abuso que puede prevenirse con normas y disposiciones técnicas en el futuro. No hay razón suficientemente válida para asegurar que calló por complicidad.
b. La validez ética de una información se puede inferir de su relación con el bien común. El relato de un hecho real como este tiene la contundencia de una denuncia en la medida en que la historia es rigurosamente exacta y sin sospecha de obediencia a intereses personales o institucionales. ¿Hay otros moteles que le hacen competencia a este, interesados en desacreditarlo? ¿Alguno de ellos se aprovecharía de la publicación periodística? Son preguntas que pierden su valor en una historia de hace 36 años.
c. Es un deber ético escoger los mejores medios y formas que mientras más eficaces, mejor sirven al bien común. El autor de la crónica sobre este motel pudo escoger esta opción como el medio más eficaz de llegar a la conciencia de los lectores y de las autoridades.
Como se ve hay razones en pro y en contra que solo conoce el autor del libro y que se convierten en alternativas que, llevadas a la práctica, pueden configurar una conducta ética o antiética. Por eso ha sido importante iniciar esta reflexión recordando principios generales de una conducta ética.
Documentación.
A la hora de fortalecer éticamente el periodismo de denuncia es necesario fijar algunas reglas inspiradas en un doble objetivo: atenerse a la verdadera naturaleza del periodismo de denuncia y distinguirlo de fenómenos marginales. Las principales reglas, a mi juicio, son las siguientes:
El periodismo de denuncia solo tiene sentido si se refiere a la vida pública. Los que actúan en la vida pública si no quieren que salga a relucir su propia vida deben cambiar de profesión. Todo lo público ha de tratarse públicamente. Especialmente lo que se quiere ocultar, distorsionar o escamotear al conocimiento público. El periodismo de denuncia ha de partir de la base de que las responsabilidades por la actuación pública no se agotan solo en las responsabilidades penales, civiles o administrativas eventualmente probadas. Es precisamente en esa zona no penal, ni civil ni administrativa sino ética y política donde se sitúa con la máxima legitimidad la función informativa y el periodismo de denuncia. La conexión entre el derecho a la información y el derecho de los ciudadanos a participar en los asuntos públicos se hace más rotunda cuando entra en juego el periodismo de denuncia. La verdad de los hechos difundidos al ejercitar el periodismo de denuncia es la clave, aquí y ahora. De su real eticidad, de su concreta legitimidad.
Carlos Soria en La ética de las palabras modestas. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín 1997. P 118-119.
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Si usted tiene preguntas para nuestro Consultorio Ético, puede formularlas aquí para que sean respondidas a la mayor brevedad por el maestro Javier Darío Restrepo.