Temporada de caza y recolección de frutos

Temporada de caza y recolección de frutos

 
Durante el viernes, dos nuevos textos -un autor de El Salvador, otro de Colombia- pasaron por el tamiz de Caparrós y los autores participantes. Una  historia intenta narrar la historia violenta de Colombia de las últimas décadas a partir de la vida de un grupo de pandilleros de un barrio en los extramuros de Bogotá. La segunda emplea el perfil de un marero de San Salvador para contar la violencia creciente -recurrente, permanente, prepotente- de una nación hecha cuña en Centroamérica.
 
En el fondo, toda la discusión giró alrededor una figura simple y efectiva: el autor debe salir a la calle como un cazador. 
 
Caparrós: 
 
"En el principio de los tiempos, debíamos estar atentos a todo, pues en cualquier lado podría saltar la liebre. Perderla era quedarse sin comida. Cuando uno entra en situación de reportero, uno entra en actitud de cazador: atento a todo. En la vida cotidiana puede obviar eso, pero no para escribir. La pieza más deseada de esa caza es el principio: esa frase, situación, ese personaje que permite empezar de una manera que provoque las ganas de seguir adelante".
 
Algunas ideas de la temporada de caza y recolección de frutos, día dos, entonces:
 
1. Cuidado con dejar de contar detalles-y cuidado con contarlos todos. El autor los conoce y maneja, es su dios, pero excluir detalles -o la exposición de un proceso- deja al lector sin información que puede ser vital para comprender la historia. La incógnita insatisfecha puede alejar al lector. Por igual, el exceso extravía.
 
2. Simple: deben quedar claros los motivos que mueven a los personajes a actuar de tal o cual modo. ¿Van a contar escenas de pobreza, por ejemplo? "La pobreza sin explicar sus motivaciones, los procesos", dice Caparrós, "es pornografía de la miseria".
 
3. Hay cierta tendencia a híper mezclar los tiempos de una narración. Como si hacerlo del modo tradicional fuera asumir que no somos suficientemente sofisticados. No teman a la narración cronológica: ir de uno a diez no es renunciar a nada. Es escribir de manera ordenada.
 
4. Escribir no es TV: exige que veamos las descripciones de personas, lugares, objetos. Precisamos ver. La crónica muestra.
 
 
5. Construyan un gran crudo desde el cual luego editar. "Yo suelo escribir mucho sobre la marcha", dice Caparrós. "Escribir es recuperar mucho: algo que ocurrió en otro momento y lugar. Pero yo escribo mucho in situ. Anoto las frases que, luego, con pocas modificaciones, quedarán en el texto". 
 
6. Almas nobles: sépanlo de una vez, incluso una historia que empieza por el final, lo hace por el principio. Una primera escena potente suele ser puramente narrativa: no importan tantos los datos en detalle y la información técnica, para lo que luego tienes trescientas paginas. Acción directa. "He dicho varias veces que el cronista es un cazador de principios", dice Caparrós. "En el principio está el principio. Suelo creer que el principio es decisivo para cualquier texto. Todo el trabajo que se pueda poner en esa primera frase es poca: de ella depende el texto. Es casi trabajo publicitario, con perdón: concentrar en ella el texto. Una crónica será muy buena pero no lo será si no logramos convencerlos en el principio. Cuando trabajo, mi atención más activa está puesta en encontrar ese principio. Si lo tengo, me tranquilizo. Si encuentro dos o cinco, mucho mejor: los pongo a competir para ver qué es mejor, tengo más para usar. Un buen principio pone en marcha la historia. El principio ayuda a definir como será el tono de un texto. Llama la atención. Dice "acá estoy yo, dame bola". 
 
7. El involucramiento del autor. ¿Es complicado, malo, ser participante de la investigación, parte en la modificación de la realidad de una historia? Un autor que participa de la historia, porque es protagonista, tal vez consiga un mejor efecto narrativo blanqueando el contrato con su lectores: este soy yo haciendo esto.
 
8. ¿Y qué con la primera persona? No teman ser ustedes. "Se suele decir que decir yo es la base del nuevo periodismo, condición de la crónica", dice Caparrós. "Frente a la ideología de los medios que tratan de presentar el discurso como neutro e irrefutable, la crónica tiene a un sujeto que cuenta y dice 'créanme si quieren, pero eso no es la verdad sino una versión'. La objetividad es imposible. Es estructuralmente imposible. Todo relato es el relato de alguien, un recorte de quien escribe. No porque ese autor sea malvado sino porque no se puede contar todo: se cuenta lo que se puede según su educación, entrenamiento personal, las ideas de lo que le importa o no. Siempre que se elige qué contar se pone en juego una versión del mundo. Todo texto está en primera persona aunque esté escrito en tercera persona. Escribir en primera persona es una cuestión de decencia: no hay una verdad sino versiones.
 
9. ¿Y los finales? "Nunca fui bueno para los finales", dice Caparrós. "Me molestan los finales demasiado redondos, que retoman la escena inicial, los teatrales, las moralejas de fábula. Me encuentro esos finales y me producen una cierta comodidad, desconfianza. En el trabajo de campo no me encuentro los finales; se me esconden en los matorrales. El final es la consecuencia del proceso de escritura, el texto debiera dictarlo en voz baja. No creo en un final abierto, sino abridor. Ese sería casi mi ideal. Lo uso en mis novelas y menos en mis crónicas. Me gusta la idea de que el lector se quede con la idea de que las cosas, tal vez, no sean como se cree".
 
 

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