“Me mataron, doña Catalina. Me mataron”. “¡Inés, una valeriana o algo!”. “Yo me quiero morir, Huguito. Yo me quiero morir”. Luego de que se conociera que este 10 de julio será la última vez que Netflix transmita Yo soy Betty, la fea, usuarios en redes sociales han reaccionado con diferentes memes que citan frases de la exitosa telenovela colombiana. No en vano, hasta su salida de esta plataforma de streaming siguió siendo uno de los productos más consumidos en Latinoamérica, tanto que lleva varios meses posicionándose en su top 10, ocupando el segundo lugar de las series más vistas en Colombia, después de Stranger Things.
Yo soy Betty, la fea fue creada por RCN Televisión y escrita por Fernando Gaitán, se estrenó en 1999 y durante su emisión –y en incontables retransmisiones– rompió todos los récords de sintonía. Fue emitida en más de 180 países, se dobló a más de 25 idiomas y contó con al menos unas 28 adaptaciones alrededor del mundo. Netflix la incluyó en su catálogo en 2019 y aunque no se sabe con claridad el porqué de su salida de la plataforma, un reporte de Infobae plantea dos posibilidades: que Netflix se haya cansado de darle tantos millones a RCN por un solo producto o que otra plataforma haya ofrecido otra cifra todavía mayor por los derechos de transmisión.
¿Qué hace que tantos espectadores alrededor del mundo, y específicamente tantos colombianos aún sigan viendo esta novela, pese a sus numerosas retransmisiones televisión abierta? Ante el gran número de reacciones que ha tenido la noticia, desde la Red Ética de la Fundación Gabo hablamos con tres expertos en cultura popular para indagar qué ha hecho el periodismo para contar este fenómeno de la televisión y cuál es – o debería ser– el papel del periodismo frente a los íconos culturales como Betty, la Fea.
Las tareas del periodismo frente a sus íconos culturales
Omar Rincón, profesor de la Universidad de los Andes y “ensayista cooltural”, citó al menos tres cosas que debe hacer el buen periodismo con los íconos culturales de una sociedad.
Contar: en el caso de Betty, la fea, dice Rincón, “uno tendría que informar por qué triunfó en más de 200 países, por qué se hicieron 40 versiones internacionales y fueron exitosas todas, adaptadas a culturas locales y por qué, puesta en Netflix, siempre estuvo dentro de los 10 primeros lugares, siendo algo que ya todo el mundo ha visto. Hasta en RCN, que la dieron 4 veces y todas las veces marcó bien”.
“¿Qué es lo que hace que Betty sea tan buena como telenovela y como producto cultural? ¿Qué es lo que la hace ser significativa, que haga que la gocemos en esa estética de la repetición que es la televidencia”, añade el académico.
Explicar: Rincón propone buscar criterios explicativos, logrando que el periodismo no solo sea crítico sino también prescriptivo. Betty, la fea, dice el profesor, “es una gran telenovela por el humor, la construcción de los personajes, el Cuartel de las Feas, la manera cómo se representa la mujer. Es una gran telenovela porque pone de presente las grandes dinámicas de la sociedad contemporánea que es la belleza, que es el papel de la mujer, que es la forma cómo la mujer se inscribe en la sociedad laboral”.
Algunas reflexiones que propone Rincón para explicar Betty, la fea son: “La belleza del mundo contemporáneo, la constitución de la mujer como representante de ese ícono de la belleza del mundo contemporáneo, la moda como manera de significar la sociedad, la autonomía de la mujer para decidir su futuro, el Cuartel de las Feas como un campo de liberación femenina y como un lugar de funcionamiento autocrítico de humor de la mujer”.
Interpretar: en este punto, Rincón invita a preguntarse si realmente Betty, la fea es una novela muy colombiana o no lo es, si refleja una ética capitalista del mundo contemporáneo, en la cual “la plata lo es todo, la belleza lo es todo y la apariencia lo es todo”. Él considera que una de las preguntas que tendría que hacerse el periodismo es si la telenovela es una celebración o un cuestionamiento de ese modo capitalista.
La profesora de la Universidad de los Andes y asesora de la FLIP María Paula Martínez añade un cuarto punto:
Significar: el periodismo debe dar sentido a la realidad, que incluye la cultura, los relatos de nación e identitarios y los íconos culturales. “La pregunta que hay que hacerse es qué tipo de periodismo cultural se hace sobre el significado de esos íconos y la construcción de identidad de los mismos”, indica.
El periodismo cultural del siglo XXI: transiciones y cambios
Omar Rincón pone de presente que el periodismo cultural de la actualidad tiene un problema: sigue anclado al siglo XX. Su discurso, plantea Rincón, es añejo y con “exceso de ensayo y retórica”, y la agenda cultural, en algunos casos, es precaria y muy pequeña. La sociedad, en cambio, se mueve en otras tendencias, que el profesor ha denominado coolture (la cultura de lo cool y popular).
“Creo que el periodismo cultural hoy debe dedicarse a describir la experiencia cultural que habitamos en las redes, en la moda, en Betty, la fea, en las películas, en los libros y dejar ese mundo jurásico de adoración a los autores, a las obras, a eso que parece no cambiar. El periodismo cultural parece que fuese hecho todavía para el siglo XX. Y estamos en el siglo XXI”, explica Rincón.
Lo importante, añade Rincón, “es describir qué es lo que produce sentido, qué es lo que produce goce y qué es lo produce saber, qué es lo que produce diferencias, qué es lo que nos distrae y por qué nos distrae”.
Una opinión similar tiene María Paula Martínez, quien sostiene que el periodismo debe hacer con Betty, la fea lo que hace con otros temas: hacerse preguntas para entender cuál es el sentido que tiene y cuáles son los significados de este ícono de la cultura popular.
“Fernando Gaitán fue muy bueno dialogando sobre los significados y sentidos de esta telenovela en su momento, y ahora, y por qué se convirtió en un Récord Guinness. Hizo una producción que atravesó fronteras y que siendo un relato muy local logró ser también muy global y compartir esas realidades en Alemania, México y demás versiones en todos los países que se hizo, porque logró enganchar asuntos familiares, de clase, laborales, de belleza, asuntos que estaban latiendo en la sociedad contemporánea”, indica la profesora de la Uniandes.
Martínez agrega que el periodismo debería explicar esa reacción que tienen las audiencias con ese objeto cultural que es la telenovela y poner en contexto a Betty, la fea como el fenómeno transmedia que es.
¿Cabe la censura?
Pese al éxito de la telenovela, esta no ha estado exenta de críticas. Un comentario negativo recurrente, que señala Martínez, es cómo “después de toda esa apuesta que se hace para que el galán termine enamorado de esta mujer inteligente pero que no es bella”, al final Betty transforma su apariencia y “se convierte en una mujer linda”.
“Habían construido una idea que llevaba hacia adelante su manera de ser. Ahí rompe esa propuesta con ese final que, para mí, es un poco lamentable después de atreverse a cambiar ese paradigma”, agrega Martínez.
No obstante, rescata que Betty, la fea fue y sigue siendo una novela disruptiva. La profesora de la Universidad de los Andes hizo referencia a otras novelas en las que la mujer también tiene un papel protagónico como Café con aroma de mujer y Caballo viejo, y anota que mientras estas se ubican en un contexto rural y reflejan una mujer empoderada, continúan con una narrativa de amor en la que la mujer protagonista es guapa o atractiva.
“Anclada en Bogotá y en las relaciones laborales, esta producción arranca rompiendo con la primera enmienda de esas historias”, dice Martínez. “Desde el principio, desde su canción (“Se dice que soy fea/ Que camino a lo malevo/ Que soy chueca y que me muevo…Yo soy así”) hacen otra propuesta. Y lleva esta idea de la belleza, del amor, del machismo con Don Armando y su colega –que están llenos de estos lugares comunes discriminatorios– que me parece que todo el tiempo plantearon situaciones interesantes”.
También destaca otras construcciones narrativas como “el Cuartel de las Feas, el diseñador de modas homosexual con toda la pomposidad de ese gremio de la moda y también la inteligencia versus la belleza: esta falsa relación inversa que hay ahí”.
Otros de los cuestionamientos, más actuales, tiene que ver con los patrones de misoginia, discriminación, machismo y violencia laborales que representa la telenovela. Ante esto, una de las preguntas periodísticas que cabe es si corresponde a los medios señalar estas acciones, cuestionarlas, refutarlas e incluso promover una censura de las mismas.
Para Rincón, las historias representadas en las plataformas no deberían ser censuradas por más que algunos discursos ya no casen en la sociedad actual. “Yo creo que la gran virtud de Betty, la fea es que es un producto que pertenece a su época y en su época fue muy interesante. No creo que haya que censurar ningún contenido y esa es la ventaja de las plataformas: no tienen que ser políticamente correctas. Tienen que representar un poco”.
Agrega Rincón que los productos en plataformas como Netflix, Amazon, HBO, en su mayoría muestran a “violadores, acosadores, capitalistas sin alma, racistas, clasistas, xenófobos, criminales. Toda esa bazofia social se sigue representado ahí y con esconderla de la pantalla pública no desaparece”.
“Ojalá fuese tan fácil: ‘quitemos el narco de las pantallas y automáticamente el narco desaparece’. El negacionismo no sirve para absolutamente nada”, señala el también periodista y crítico cultural.
La censura no es la salida ante lo que podría considerarse incorrecto, manifiesta Rincón. Por el contrario, considera que en el caso de Betty, la fea el humor juega un papel importante, porque incomoda y conlleva a una reflexión. De hecho, anota: “El humor es lo que define la cultura popular” y agrega que “el problema no es ser políticamente correcto sino el respeto por el otro, generar conciencia crítica, establecer patrones de mirar”.
En este mismo sentido, Martínez señala que mostrar ese clasismo y esos parámetros de belleza sirven para cuestionarlos. “No lo pondría en términos de incorrección. La producción e historia que cuenta está muy anclada en un contexto en el momento en el que salió. Y no sólo eso, aunque hoy podemos decir que hay unos debates sobre la mesa que en ese momento no estaban, creo que sigue retratando el machismo, el clasismo, todavía tan presente en la sociedad. Sí hay nuevas discusiones públicas que son muy interesantes, pero no quiere decir que sea un tema transformado”.
“Es cierto que hoy una novela como Betty, y algunas de sus puestas en escena, serían muy cuestionadas por lo que muestra. Pero precisamente lo que muestra sigue sucediendo. Y creo que sobre todas las cosas, la televisión es una pantalla para mirarnos al espejo. La televisión es un lugar para vernos cómo somos, así no nos guste lo que vemos”, agrega la experta.
¿Cuál es el papel de las audiencias?
Otro objeto de análisis por parte del mundo periodístico y de la comunicación es el papel de las audiencias, que hoy son más críticas y, sobre todo, tienen más canales para expresar lo que sienten frente a las producciones.
“El cambio más significativo que pasó en la comunicación contemporánea es que ya los emisores (Caracol y RCN, en este caso) no deciden las horas en las que la gente ve ni los tiempos”, opina Rincón. “Eso lo demuestra Betty, la fea que fue vista por una cantidad de gente joven en maratones, en teléfonos celulares, a la hora que quisieron. Es decir, hubo un disfrute diferente del producto. Las repeticiones de Netflix lo que tienen de buenísimo es que cada cual decide cómo la ve, en dónde la ve y para qué la ve. Es un cambio fundamental que pasamos: que hoy las audiencias son las programadoras, las censuradoras y las decisoras del tipo de entretenimiento que quieren”.
Según Rincón, las audiencias son “activistas, en el sentido de que consumen lo que les gusta, critican lo que no les gusta, critican también lo que consumen y está bien, porque de alguna forma hay una posibilidad de expresión ciudadana que establecen las redes digitales, que no es que sea lo más significativo pero es fundamental”. Sin embargo, la audiencia no debe reemplazar el rol del periodista, que más allá de la crítica y la expresión del gusto y el goce, debe propender a la explicación e interpretación de los íconos culturales.
Por su parte, el periodista Jorge Carrión explica que lo que ocurre hoy con las audiencias es que han pasado de ser activas a activistas. “Esta nueva inteligencia colectiva ha mutado en una especie de censura colectiva, sobre todo, en redes sociales con capacidad de organización, no solo de expresión; sino también de gestión en red que puede llevar a que plataformas y productoras tomen decisiones respecto a la series que están emitiendo”, indica.
Carrión agrega que lo anterior conlleva a expresiones que tienen que ver con el amor y el fenómeno fan y, al movilizarse, logran conseguir que un producto no se cancele o se cree otro similar. Así como también ocurre lo contrario: “Otras veces tiene que ver con el odio, la ofensa y la defensa de valores religiosos atacando el producto cultural”, anota.
En cualquiera de los casos, el periodista cultural recomienda que el periodismo debe informar de un modo complejo y con datos, intentando explicar lo que ha ocurrido con el producto cultural.