Es para mi bastante incómodo escribir esta entrada de mi blog, ya que no quiero estar en la posición de ser el fiscal del trabajo de otro colega. Pero decidí investigar y escribir sobre este tema porque ganó varios premios sin que los jurados se dieran cuenta de que representa de forma parcial y estigmatizante a sus protagonistas, a tal punto que podría incluso poner en peligro sus vidas.
Javier Arcenillas es un fotógrafo reconocido que ha enfocado gran parte de su carrera en mirar la violencia en América Latina. Este año se ganó un premio del prestigioso concurso POYi (basado en al Universidad de Missouri, EEUU), por una serie de retratos llamado Assassins of the Maras 18 and Salvatrucha. (Asesinos de las Maras 18 y Salvatrucha). El título no solamente sugiere que estos hombres han matado personas en el pasado (sin que él ofrezca pruebas de esta afirmación) sino que también los retrata como pandilleros activos, con todo lo que eso implica en cuanto a su disposición de matar.
Tomadas muy de cerca, las fotos detallan caras y cuerpos marcados con los símbolos y códigos intimidantes de las pandillas. El rango tonal y la luz les da un aire pictórico. Estas imágenes pueden producir una sensación inquietante de estar frente a frente a unos hombres catalogados como asesinos, aunque para mí, la emoción que emana de ellos es más de tristeza que de agresión.
El problema ético reside en que a varios de los sujetos fotografiados por Arcenillas no se les puede llamar pandilleros ya que han dejado esas estructuras criminales (o por lo menos afirman haberlas dejados) por participar activamente en iglesias evangélicas. El epicentro de este fenómeno de conversión es la cárcel San Francisco Gotera, donde el programa de rehabilitación del Estado Yo Cambio trabaja en colaboración con pastores cristianos. Según lo que me confirmaron distintas fuentes en El Salvador, muchas veces las mismas pandillas ven a la iglesia como la única forma permitida de retirarse, aceptando que sus integrantes dejen ‘la vida loca’ por ese camino. Sin duda, muchos recaen en la vida pandillera cuando vuelven a las calles, pero no todos.
Este notable fenómeno social y religioso ha sido documentado por distintos medios, tales como: El País, The Economist , The Guardian o el trabajo de El Faro, finalista del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo 2018
Un reportaje fotográfico amplio sobre el tema es Expandilleros en El Salvador de Nadège Mazars, en el cual se ve el peligro que pueden correr estos convertidos fuera de la cárcel donde, al ver sus tatuajes, la gente todavía los considera como peligrosos pandilleros activos.
SAN FRANCISCO GOTERA, EL SALVADOR - 19 de abril, 2018: Prisioneros de los patios 4, 5 y 6 de la penal San Francisco Gotera rezan durante el servicio de la iglesia La Última Trompeta. Creada en el 2010 dentro de la penal, la congregación se ha tomado progresivamente el poder en esta parte del centro de reclusión. En el 2016, el director organizó un patio completamente integrado por expandilleros. Crédito: Nadège Mazars.
SAN SALVADOR, EL SALVADOR - 17 de abril, 2018: Ricardo participa de las plegarias en la iglesia Eben Ezer. Él fue liberado recientemente del penal San Francisco Gotera. Crédito: Nadège Mazars.
SAN FRANCISCO GOTERA, EL SALVADOR - 19 de abril, 2018: Un grupo de prisioneros escuchan a su compañero dictando una clase de peluquería. Un verso de la Biblia está escrito en el tablero. En cada patio los presos participan de clases donde adquieren entrenamiento práctico (panadería, serigrafía, carpintería, etc), educación religiosa, o son alfabetizados. Desde hace dos años, el Gobierno de El Salvador inició un programa de reinserción dentro de las prisiones llamado “Yo Cambio”. En la penal San Francisco Gotera, el director mezcló este programa con indicaciones religiosas. Crédito: Nadège Mazars.
EL SALVADOR – 19 de abril, 2018: Carlos es liberado después de cumplir 14 meses de condena. Él ha pasado 20 de sus 43 años de edad encarcelado. Un grupo de 12 mujeres que llevaron paquetes a sus familiares en la cárcel le ofrecieron un puesto de su auto para llevarlo de nuevo a San Salvador, un viaje de 5 horas. Tras un incidente, el auto falla en el camino y tiene que parar. Carlos, por tener su rostro tatuado, está en riesgo si es visto por un miembro de la pandilla opuesta. Por ello, las mujeres tapan al auto con una manta para esconder a Carlos. Crédito: Nadège Mazars.
SAN SALVADOR, EL SALVADOR - 16 de abril, 2017: Expandilleros duermen en la misma habitación donde hornean pan. La iglesia Eben Ezer tiene recursos limitados. Saúl Antonio duerme con su Biblia sobre su abdomen. Él fue liberado hace unos días. Crédito: Nadège Mazars.
AGUILARES, EL SALVADOR - 8 de octubre, 2017: En un pueblo al norte de San Salvador, Martín, un pastor de la iglesia New Creation Church, le predica a un pandillero. Junto a sus tres hermanos, todos expandilleros, él llega a la villa para realizar una campaña de conversión para pandilleros. Durante el día, lograron que 10 pandilleros se les acercaran. Crédito: Nadège Mazars.
SAN FRANCISCO GOTERA, EL SALVADOR - 19 de abril, 2018: El asistente del pastor general viste una camiseta que tiene escrito “Warrior of God”, que significa “Guerrero de Dios”. Los prisioneros y expandilleros se consideran a sí mismos como un ejército de Dios. Crédito: Nadège Mazars.
Como Arcenillas ganó acceso a las penales a través de Yo Cambio, él tuvo que haber sido consciente de que sus sujetos retratados ya se dedicaban a la iglesia, no obstante decidió omitir ese contexto como si no fuera relevante.
El premio otorgado a Arcenillas desató inconformidad entre reporteros gráficos y otros periodistas en El Salvador, quienes comunicaron sus dudas en una carta al premio POYi (sin respuesta hasta la fecha). Escribieron que “presentar expandilleros como activos… demuestra una falta de rigor periodístico básico. Adicionalmente, fortifica el obstáculo principal que enfrentan las personas que tratan de dejar las pandillas y transitar exitosamente a una nueva vida: la sociedad en general no quiere cambiar la forma de verlos”.
Uno de los autores de la carta, el fotógrafo Patrick Tombola, fue a la penal San Francisco Gotera y grabó a varios hombres que habían posado para Arcenillas. Como se pueden apreciar en el siguiente video, testifican su renuncia a la pandilla.
Ernesto López Hernández (centro) dice: “Yo soy un expandillero de la 18 Revolución. Un día conocimos a Cristo y él nos ha cambiado de una gran manera. Usted me puede ver así, con mi fisionomía tatuada, y usted me puede decir ‘este hombre no tiene un cambio. Este hombre no puede cambiar’. Pero para lo que el hombre es imposible, para Dios no lo será”. En el ejercicio, Tómbola también descubrió que Arcenillas se había equivocado enteramente con los nombres de dos personajes en sus pies de foto (derecha e izquierda).
Neil Brandvold, un videografo quien ha trabajado extensamente el tema de las pandillas, le escribió a Arcenillas por Facebook que él había conocido personalmente a varios de los hombres fotografiados y afirmó que ellos habían salido de la pandilla años atrás. Arcenillas respondió que no podría ser porque “Los ex pandilleros son reconocidos y reconocibles cuando han marcado sus tatuajes con una X”.
Cuando hablé con Arcenillas por Skype, me intentó dar el mismo argumento, mostrándome el detalle de una foto que él había incluido en otra versión que mandó al concurso POY LATAM (donde también fue premiada), esta vez con el título Pandilleros de las Maras 18 y Salvatrucha. Me decía que solo el hombre con la X en su pecho es un verdadero expandillero.
—Pero—, le pregunté a Arcenillas, —si bajo tu concepto él sí es un expandillero entonces ¿por qué le incluyes en una serie titulada Pandilleros? —.
Como me confirmó Wilfredo Gómez, expandillero y pastor de la iglesia Eben Ezer en El Salvador, es falso que los que ponen una X sobre sus tatuajes son los verdaderos expandilleros. “Lo que convierte a una persona en un expandillero es la decisión de cambiar su vida, no ponerse una X encima. Muchos de los expandilleros quisieron borrar sus tatuajes con láser pero no tienen los recursos, así que quedan tatuados sin ninguna X”.
Durante una conversación larga y cordial, Arcenillas repitió muchas veces que está “del lado de las víctimas”. Decía que había visto tanta violencia perpetuada por los pandilleros y que por ello no les cree nada. Me dijo que “hablan como niños, dicen una cosa un día y otro cosa el otro”. Me preguntó, “si alguien viola y mata a tu mujer ¿para ti no es un asesino para siempre?”. Le contesté que en el contexto del proceso de paz en Colombia, me asombra la capacidad de perdón de muchas víctimas de actos horrendos. Pero que ese no es el punto, que de todas formas ni él ni yo somos víctimas, sino que somos periodistas cuyo trabajo es de documentar realidades complejas aunque reten a nuestros preconceptos y afectos.
La entrevista terminó con Arcenillas, visiblemente conmocionado, diciendo “he visto demasiada violencia y por eso he perdido la imparcialidad, lo peor que le puede pasar a un periodista”.
Lo correcto, diría yo, es que Arcenillas se rectifique por haber calificado a estos hombres como miembros y asesinos activos de las pandillas 18 y Salvatrucha. De lo contrario solo contribuye a un prejuicio social que no acepta nunca que un criminal de estrato social marginal pueda arrepentirse y reincorporarse a la vida civil. Traficar con estereotipos de esta forma es un abuso no solo hacia estos personajes, sino también hacia nuestros países tan necesitados de ejemplos de esperanza y rehabilitación.
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