El Taller de libros periodísticos termina con una sesión particular. El trabajo de Lizeth León, que llegó desde Colombia, es un proyecto personalísimo. Su hermano murió en una extraña explosión en la primavera del 2016 acusado de ser miliciano y esto la empujó a una búsqueda para conocerlo.
Sobre la escritura, a diferencia de los otros proyectos, el de Lizeth tiene un camino azaroso. La misma búsqueda de la historia será la búsqueda de la escritura. “Aceptar que hay cosas que irán apareciendo. Hay cosas que sólo podrás saber en la medida que las vayas pensando y pensar en este caso es escribir”, dice Martín Caparrós.
Memoria, víctimas, ética, yo. Las palabras están puestas en la mesa alrededor de la cual se encuentran los nueve participantes, cada uno con el borrador de su libro. Esta es la última jornada del taller que tiene lugar en Oaxaca y que convocan la FNPI- Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, la Fundación Tomás Eloy Martínez y la Feria del Libro de Oaxaca.
Los cómplices comparten países donde la no verdad y la impunidad son constantes. Pero no solo eso, comparten –por el hecho de ser personas- una relación con el recuerdo, el olvido, el otro. A todos les inquieta la palabra memoria y todos tienen algo que decir.
Y esto es lo que se dice: lo más difícil no es la pérdida, sino el efecto de la criminalización, cómo se va chupando la memoria de alguien; el recuerdo se desvanece, hay que tratar de tomar esas cosas que se desvanecen; contar la historia de alguien a partir de su ausencia; un relato que no se base en la etiqueta de víctima porque ser víctima te pone cargas que no siempre quieres cargar; angelizar o criminalizar a las víctimas es anularlas de nueva cuenta, desaparecerlas por segunda vez; hablar sobre cómo se elabora la memoria, sobre cómo se intenta falsificar desde varias formas, la familia, la justicia, los medios. Uno mismo.
Este proyecto trae de nuevo a cuenta el tema del narrador. Los cómplices coinciden que debe ser en primera persona. “Este no es un libro del que puedas entrar y salir porque es tu hermano y siempre estás adentro”, dice el maestro. La honestidad no es contar “objetivamente” la historia, honestidad es decir “esta soy yo y estoy contando desde aquí”.
Varias y ninguna forma de resolver una estructura
A lo largo de la semana la inquietud por la estructura del libro estuvo presente. Cada libro es un mundo y debe ser pensado como tal. ¿Para definir la estructura de un libro haces un esqueleto que luego vas rellenando o más bien la escritura lo define? Le preguntan al maestro.
Caparrós sigue sin tener un modelo absolutamente claro de cómo encararlo, pero una certeza es la importancia de tener la pregunta que ese libro intentará responder (lee más sobre este tema aquí) porque se convertirá en el faro de esa travesía solitaria y difícil que es escribir un libro.
Como ejemplo, cuenta a la clase cómo trabajó la estructura del libro El Hambre. La primera idea fuerte fue hablar de las personas que la padecen, sin hace pornografía de la pobreza; para evitar ese riesgo fue importante comprender por qué se produce. “La comprensión hace que sea más difícil olvidar. Hacer análisis, datos, historias que refrenden esos análisis y datos y nuevos datos que expliquen esas historias. El trabajo era encontrar buen entramado entre historias y análisis”. La segunda idea fue encontrar los mecanismos que la producen. “Fue esa comprensión de qué necesitaba contar, los puntos que importaba poner en relación, acción, los que me hicieron entender la estructura”.
“Me armo un guion que voy modificando todo el tiempo. Un guion básico. Cada noche, después de trabajar, lo afino. Eso me permite saber un poco mejor qué es lo que falta”.
A su paso por el taller, cada proyecto encuentra una posible estructura. En un caso la que parece la mejor opción es que la historia de su propio país sea el eje, al que respondan historias de otros dos países; en otro, encontrar la estructura se trata de encontrar una buena excusa que permita ordenar capítulos, es decir, darle apariencia de necesidad al libro; otro proyecto puede contarse no de manera cronológica, sino empezando con dientes largos para darle dramatismo y hacerlo más universal; en otro más, se trata algo que parece simple: contar dos historias de manera paralela y cronológica, no pensar en el caos como la forma de una mejor escritura.
“Es muy difícil pensarse reglas sobre la estructura. El trabajo de un libro es un territorio sin mapa”, asegura el maestro.
A manera de epílogo
A continuación parafraseamos una invitación de Martín Caparrós para todos los que quieren, ya no hacer libros, sino escribir:
Nuevo Periodismo, esa corriente que tiene ya varios años de edad y que nos tiene hoy alrededor de esta mesa, nació con un objetivo: retomar formas narrativas de la literatura para contar la no ficción, formas como la novela negra, la novela social americana. Con el paso del tiempo, lo que asumimos como Nuevo Periodismo se redujo al resultado de esa búsqueda, no al mecanismo.
“Constato que no tenemos mucho esa voluntad de búsqueda. Lo que me interesa es la idea de búsqueda. Los espacios y las búsquedas son interminables. Encontrar, en el amplísimo campo de lo literario, formas de contar la no ficción”.
Así que la invitación de este taller es salir a buscar. Una forma puede salir mal, otra peor, alguna funciona. Pero salir, salir. Acercarse al cine, a la poesía, al ensayo, a los diarios, a la historieta, lo que aún no tiene nombre. Salir.
Buscar formas de contar.
Buscar la escritura propia.
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