La sesión de los poderosos en el Taller de libros periodísticos

La sesión de los poderosos en el Taller de libros periodísticos

En la cuarta sesión del Taller de libros periodísticos se diseccionaron los borradores de tres participantes que cuentan las historias detrás de Rafael Correa y Daniel Ortega.
Foto: Jorge Luis Plata.
Daniela Rea

Esta es la sesión de los poderosos. Se bautiza así porque Ana Karina López y Mónica Almeida, de Ecuador, y Fabián Medina, de Nicaragua, traen a diseccionar las historias de Rafael Correa y Daniel Ortega.

Así fue el cuarto día del Taller de libros periodísticos que dirige Martín Caparrós y que organizan la FNPI- Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y la Fundación Tomás Eloy Martínez como parte de la Feria del Libro de Oaxaca. 

Martín Caparrós abre la mesa. 

La crónica muestra lo que muchas veces se esconde, dice. La idea de definir qué es noticia tiene alguna cuota de poder, pues define también una forma de ver el mundo. Lo que importa es lo que les pasa a ciertas personas, ciertas personas es lo que importa. Legitima esa forma de concepción de la sociedad.

La mirada es política. Importa mirar a las víctimas de ese uso del poder, por ejemplo, que ha sido la constante de los proyectos presentados hasta ahora: víctimas del despojo, víctimas de asesinatos, víctimas de la impunidad, de la corrupción, víctimas de la violencia en sus múltiples formas.

Pero, también es cierto, esa decisión de mirar a las víctimas del poder nos ha hecho olvidar contar a quienes tienen poder. Y también porque suele ser más complicado, a veces es más fácil correr detrás de las historias de periodistas asesinados, que del asesino; detrás de personas enfermas, que de un ministro de salud. Por eso es que la sesión de hoy es particular.

¿Cómo la historia de un poderoso nos dice algo del país que gobierna? ¿Cómo hacer que esa historia tan local le importe al resto de América Latina? ¿Cómo retratar al hombre más fuerte de una nación? ¿Cómo dejar un registro histórico de un país a través de un protagonista?

No hay una respuesta única, pero los cómplices lanzan sobre la mesa algunas propuestas para los autores: el hombre transformado por el poder, la democracia que se come a la democracia, un sistema político es el producto del recorrido de una persona. Vida y obra.

Algunos apuntes sobre la escritura y el ritmo

Lo último que debe ser un texto es parecer laborioso. La primera meta de cualquier esfuerzo, dice Caparrós, es que no se vea. En el caso del texto, se trata de que fluya, que sea simple, claro. No queremos complicar lo simple. Para hacer que un texto fluya, tenga fuerza y, sobre todo, se lea, van algunos apuntes:

  • Ojo con los adjetivos antepuestos (el emblemático colegio, la sinuosa calle). “La belleza no sirve si es para complicar”, dice Martín Caparrós y toma como ejemplo el jarrón “nacokitsch” en mexicano, el adjetivo antepuesto es un signo de la supuesta belleza. Y ojo, los adjetivos son como cocaína, un pase te pone en órbita, pero si no paras, necesitarás más y más para dar algún efecto. Todo lo que se pueda poner en escena, lo que se pueda mostrar, hacerlo, recomienda Caparrós. Ese es uno de los sentidos de la crónica, poner en escena cosas que en un texto clásico solo se refieren, o se adjetivan.
  • Ojo con el libertinaje. Cuando uno empieza a escribir en un tiempo, debe sostenerlo a lo largo del tiempo. El pasado suele ser el más creíble, sostenible, confiable. Antes de enviar al editor, hay que planchar los tiempos, por ejemplo, una frase: me dijo que piensa en mí, me dijo que pensaba en mí.
  • Ojo con las comas. No hay nada más letal para esa relación entre el sujeto y el verbo que intercalarles una coma. “Son la segunda causa de muerte de accidente laboral periodístico”, bromea Caparrós. Las comas, nos recuerda, no sirven para respirar, sino para dar a una frase su estructura. Es un signo que organiza el sentido de una oración.
  • Ojo con las frases que usamos para empezar a escribir: mientras tanto, así las cosas.

(Consulta esta columna de Caparrós para conocer otros apuntes sobre el tema)

El ritmo

Escribir también es encontrar el ritmo de un texto. Tomen nota. Martín Caparrós habla de dos niveles de ritmo: el de la prosa y el del relato.

Iniciamos con el segundo. Para explicarlo, usa la figura cinematográfica del plano. “El ritmo está dado por el cambio de planos”, dice. Un primer plano, de pronto un plano general para contar el contexto o el pasado, luego volver al primer plano y detallar al personaje.

Sobre el ritmo de la prosa, Caparrós explica que las palabras son unidades de sentido y su sucesión son unidades de sonido. “Nada es más triste que un texto bien estructurado, sustentado, que suena mal, que no encontró su música”.

Caparrós recita de memoria el primer párrafo de Cien años de soledad. El grupo se detiene en las frases de endecasílabos. Se pronuncian en voz alta. Se escucha la música. Se juega con algunas frases. Hay momentos en que hay que acelerar el ritmo y usar frases más cortas, otros en los que debemos abrir la narración con frases largas.

“Tenemos la música en la cabeza, muchas veces no le prestamos atención y escribir es también encontrar esa música. Hay que leer en voz alta, escuchar cómo suena”, dice el maestro.

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