El cuerpo que pare, que nace; el cuerpo enfermo, que muere. En la mesa Marta Arias, de España, y Valentina Oropeza, de Venezuela, presentan sus proyectos al taller. Una se propone contar las historias de parteras y mujeres que quieren parir en casa alrededor del mundo; otra quiere contar cómo es vivir con cáncer.
Los proyectos de la tercera sesión del Taller de Libros Periodísticos que reúne a nueve periodistas bajo la guía de Martín Caparrós en Oaxaca sirven de pretexto para revisar varios procesos que suelen pasarse por alto al momento de escribir.
Nombrar. Escribimos un libro porque queremos decir cosas. Y para decirlas hay que nombrarlas. Parece obvio, pero no siempre lo hacemos. Se trabaja con ejemplos simples. ¿Por qué sólo decir música, si se puede decir cumbia o vals? ¿Por qué hablar de un remedio, si se puede explicar que es una mezcla de hierbas o bichos? La ricura del relato que se escucha en la mesa cuando las autoras cuentan su idea no está en el papel. Y en la mesa, los lectores del proyecto lo reclaman. Los compañeros ponen varios ejemplos en los que el texto puede ganar más entidad al nombrarlo y Caparrós redondea: hay palabras generales que nombran menos de lo que pueden decir y hay palabras particulares que dicen más de lo que nombraría una general.
Describir. A veces el autor está tan familiarizado con el texto que da por hecho cosas y le quita al lector la posibilidad de conocerlas. Se habla de cuerpos, pero no se ve la sangre, el sudor, el músculo, el esfuerzo. Se habla de acciones, pero no hay emociones. Se registra, pero no se describe.
Aquí vale traer algo que Martín Caparrós propuso al grupo una sesión anterior: como ejercicio, ir a cualquier rincón de cualquier lugar con una pluma y una libreta y contarlo. “Les propongo en serio hacer eso, describir espacios, personas”, porque describir cambia totalmente la relación con lo que uno está leyendo. Y lamentó un poco que la escritura contemporánea ha dejado de lado la descripción.
Los participantes piden a las autoras contar, describir, narrar en sus textos eso que vieron en el proceso de reporteo, los momentos en que sus protagonistas sufrieron, sintieron frustración, dolor, rabia. Abrir los textos, darles aire, espacio para que los personajes hagan lo que deben hacer.
Pero con matices. Cuidarse y estar alerta de la sobre interpretación de los hechos o la sensibilización y mejor apostar a lo sobrio, recomienda Caparrós. “Cuando uno cuenta cosas terribles lo mejor es contarlas con contención, austeridad. Hay que tener mucho cuidado con la expansión sentimental porque luego pueden ser contraproducentes, caes en la cursilería, en la sobreactuación”.
Decidir. Los dilemas éticos fueron explícitos apenas en esta sesión. ¿Hasta dónde me involucro en una historia? ¿Publico o no algo que puede dañar a una persona –se trata de alguien común, no de un político con poder-? ¿Debe el trabajo periodístico aportar algo más que una historia, es decir, dar soluciones? Los cómplices opinan: nuestro trabajo es registrar, mostrar, complejizar, no resolver el problema; sobre el personaje que puede resultar dañado por la salida del libro alguien propone publicarlo en el anonimato, otros opinan no exponerlo de manera pública, pero sí entre los actores de la historia. Que arreglen cuentas en la vida real, pues. Las ideas siguen y al final queda el consenso que cada uno de estos dilemas debe resolverse como único, no hay casos ni respuestas generales.
En la sesión anterior se habló de cómo en ocasiones la primera persona impuesta puede estorbar más que ayudar al lector. Esta tarde, por la condición de testigo de una de las autoras, los compañeros recomiendan usar la primera persona, describir las dificultades para acceder a cierta información son ya un reflejo del escenario en el que sucede la historia.
Una duda más: ¿Y si quiero que una escena la cuente uno de los protagonistas en primera persona? ¿sería raro? ¿le daría relieve al texto? Es importante, dice Caparrós, mantener la continuidad del narrador a lo largo del texto, entonces hay algunas opciones: o armas un mecanismo que con cierta regularidad entre una voz que no es la narradora o creas una escena donde la protagonista cuente esa anécdota.
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