El último cine porno de Cartagena

El último cine porno de Cartagena

Texto de Andrés Gaitán participante del taller de "Cómo se escribe un periódico" que dirigió Miguel Ángel Bastenier Embutido entre dos edificios residenciales del centro histórico sobrevive el Capitol, el único cinema pornográfico de Cartagena, inaugurado en 1963 como cine comercial y cuatro años más tarde convertido en sala X a raíz de los bajos ingresos en taquilla. Desde su transformación se ha mantenido como un negocio rentable, a pesar de las revistas y la pornografía en DVD, su competencia más fuerte.    
 
El cinema tiene 300 metros cuadrados y 400 sillas, funciona todos los días de 11:00 de la mañana a 7:00 de la noche. Proyecta películas rotativas como Big black coks o Ana: la emperatriz anal, que atraen a 150 espectadores diarios. Los martes, jueves y viernes la boleta cuesta la mitad y los clientes se duplican, "esos días el ticket cuesta 3 mil pesos, menos de 2 dólares, muy barato", afirma su administrador Robinson Pérez, de 56 años.   
 
Los sábados son los días más rentables; desde las 6:00 P.M únicamente se proyecta cine gay y la sala cierra a las 9P.M, dos horas más tarde de lo normal. La boleta cuesta 5 mil pesos "Ese día facturamos aproximadamente 5 millones de pesos, 10 por ciento más que los cinemas comerciales en un buen día", sostiene Marleny Jaramillo, una paisa de 54 años, que lleva 20 años trabajando como taquillera de Royal Films, la empresa que maneja el Capitol.
La prosperidad se refleja en un local limpio y perfumado con ambientador barato. En la puerta principal hay un vigilante armado y en el segundo piso una cafetería bien surtida con 'snacks' y cerveza en lata a 1.800 pesos. En la sala está prohibido fumar y tener sexo; ninguna de las dos reglas se cumple. "Es muy raro que entren mujeres. "Vienen esporádicamente con su pareja a cumplir fantasías o aberraciones", cuenta Jaramillo.    
 
Juan Martínez, administrador de empresas de 47 años, casado y con tres hijos, siempre  aprovecha sus idas al centro para internarse en el 'Capitol'. "Es mi válvula de escape, vengo dos veces por semana, si no ya me hubiera vuelto loco de tanto reprimir mi lado loca (homosexual) en está sociedad tan machista", confiesa.  
 
En las primeras butacas de la sala se sientan los jubilados, hombres de más de 60 años que fijan los ojos en la pantalla y de vez en cuando se masturban. "Esos viejitos vienen es a dormir porque ya ni con horqueta se les para", dice Martínez con desparpajo.
 
En las bancas intermedias y en las últimas se practica el sexo sin tapujos y sin protección, la felación es lo más común, pero algunos tienen relaciones completas. "Es muy raro que alguien use condón, al menos para el sexo oral, porque no se siente lo mismo ni para él que lo da, ni para el que lo recibe", dice Martínez con una naturalidad escalofriante.
La dinámica dentro del teatro es simple: un hombre llega y se sienta, al rato llega una 'polilla' -término costeño para los gays que hacen felaciones- y en un susurro le ofrece 'hacer lo mismo que en la película'.
 
Martínez bromea y dice que él más bien es un colibrí que 'vuela de silla en silla buscando un tallo para sacarle el néctar'. Añade que en cuatro años de frecuentar el sitio jamás ha tenido problemas porque sabe respetar cuando le dicen no. Ni su familia, ni sus amigos, conocen su doble vida, pero teme que algún día se tope con alguien conocido dentro de la sala X. 
 
La taquillera, Marleny Jaramillo, asegura que el Capitol también es el refugio de muchos españoles, franceses y gringos que entran a buscar 'marido' o 'puyón' -como les dicen a los homosexuales activos en la costa-. "Cuando llegan los cruceros la sala se inunda de 'pelaos' de los barrios pobres que vienen a rebuscarse unos dólares o euros para salir un ratico de la miseria", complementa Martínez.   
 
Para el administrador, Robinson Pérez, su cinema sigue siendo rentable porque les brinda a los clientes la posibilidad de establecer contactos reales, a diferencia de las revistas o el internet que se quedan en la virtualidad. "Hace dos meses estamos proyectando películas caseras filmadas con una cámara subjetiva, eso le da al cliente la ilusión de que ser el protagonista de la película y ha sido un éxito enorme", dice el hombre frotándose las manos. Texto de Andrés Gaitán participante del taller de "Cómo se escribe un periódico" que dirigió Miguel Ángel Bastenier

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