En el primer día del Taller de periodismo de investigación sobre narcotráfico en las fronteras de Colombia, Venezuela y Ecuador, el maestro Álvaro Sierra, abrió la sesión con una mirada amplia, general y conceptual sobre el fenómeno del tráfico y consumo de drogas ilícitas a partir del desarrollo de tres temas que, desde su perspectiva, son los asuntos críticos desde los cuales la prensa da cuenta de esta problemática. El primero de esos temas es el del lenguaje y la manera como los periodistas, y en general la prensa, crean y estructuran los relatos. En ese sentido, resulta algo más que llamativo la manera como desde la prensa se han apropiado los discursos, expresiones, giros y hasta prefijos con la que las fuentes oficiales suelen referirse a los personajes y acciones propias de este fenómeno. Es así como, entre otros ejemplos, la expresión "narcótico" se ha convertido en el genérico para llamar al conjunto de sustancias que incluyen entre otros a los hipnóticos, los estimulantes, los embriagantes y los alucinógenos. Un segundo asunto, expuesto por el maestro, es el que hace referencia al carácter clandestino que comporta el negocio del tráfico de drogas ilícitas. Ese sentido clandestino del fenómeno ha permeado abiertamente desde el lenguaje hasta el tratamiento del tema por razones como la influencia en la prensa de una sola fuente (la oficial) desde la que se cuenta y relata el asunto. Con esa mirada, desde sólo uno de los ángulos del problema, el lenguaje se convirtió en un préstamo para la prensa, en una forma que ha facilitado la mitificación (desde los individuos hasta de las expresiones) y se ha privilegiado un único discurso: el oficial. El tercer problema del fenómeno es el de las cifras y sus usos. Acudiendo a un ejemplo bastante ilustrativo, Sierra asemejó el cubrimiento periodístico del problema con una pelea de perros debajo de un tapete. Más allá de las apuestas y los supuestos de cuál de los perros va ganando la pelea es muy poco lo que realmente se puede decir de lo que está ocurriendo bajo el tapete. Algo similar, nos dice el maestro, suele ocurrir con la manera como los periodistas enfrentan el fenómeno del tráfico de drogas, pues deben trabajar con cifras oficiales, de parte de unas pocas instituciones creadas para dar cuenta de la problemática. Bastaría, nos llama la atención Sierra, con comparar la cantidad de incautaciones anuales en Colombia con la cifra de producción de droga del país para descubrir lo disparatadas que pueden resultar esos guarismos. A manera de consejo, el conductor del taller sugiere hacer visible a los lectores, oyentes o televidentes ese tipo de incongruencias o contradicciones en las cifras y acompañarlas de versiones de fuentes especializadas que cuestionen con argumentos ese tipo de informaciones. Vale destacar que buena parte de estas circunstancias son el reflejo del universo clandestino que domina el fenómeno y que lleva a que temas como el lenguaje o las mediciones terminen siendo elementos a ser cuestionados para el cubrimiento del fenómeno. Un elemento más para la discusión, introducido por el maestro conductor del taller, es en gran medida el desconocimiento generalizado de los periodistas dedicados al cubrimiento del tráfico de drogas ilícitas del origen e historia del fenómeno, de sus protagonistas, de la influencia que ha tenido la prohibición y la llamada guerra de las drogas en la cultura occidental y por ende en el manejo y acercamiento al problema y la suma de elementos que pueden tejerse para explicar el por qué este fenómeno puede resultar ser una gran paradoja desde lo político, social, cultural y económico. Además de los aportes iniciales de Sierra al tema, en este primer día, los periodistas participantes e invitados al taller escucharon a la académica colombiana Socorro Ramírez, doctora en ciencia política y experta en temas de vecindad colombo-venezolana, quien introdujo otras miradas al asunto para ampliar el debate, contribuir a la discusión y ampliar la mirada hacia el fenómeno, siempre desde una perspectiva crítica y con aportes a la manera como podría relatarse desde la prensa el problema de las drogas ilícitas. En esa perspectiva, la profesora Ramírez se refirió a cinco características para abordar el tema de las fronteras de Colombia con Venezuela y Ecuador y los fenómenos asociados al tráfico de drogas, la criminalidad y los flujos de gentes en esas zonas. La primera de esas particularidades, siempre según la académica, es la de entender que las fronteras no son un continuo homogéneo, ni que lo que ocurre en los extremos de esa misma línea divisoria es igual. Para ello, Ramírez explica que los límites de Colombia con estos dos vecinos se dividen en ámbitos de orden geográfico. Para el caso de la frontera con Venezuela las áreas visibles y divisibles son el Caribe en el extremo norte, la zona Andina que resulta ser la más conurbana, seguida del Piedemonte y que concluye en la Orinoquía, estas dos últimas sometidas a la presencia de actores armados ilegales. En cuanto a la frontera colombo-venezolana la división es en tres áreas: la Pacífica dominadas por orígenes comunes, nexos culturales y parentescos; luego el ámbito Andino que es la zona más poblada, con mayores intercambios comerciales y de mejor infraestructura; y finalmente el área amazónica la menor poblada, con grupos indígenas comunes. La segunda particularidad expuesta está relacionada con los flujos de contrabando de algunas zonas de esas fronteras que crea entramados en los que participan redes delictivas internaciones que no sólo se dedican al tráfico de drogas ilícitas sino que también incluyen en esos intercambios ilegales otros productos como las armas, los combustibles y los minerales dando pie a una criminalidad trasnacional y en casos específicos a la consecución, por parte de esas organizaciones, de mayores recursos que los que produce el tráfico de drogas como la cocaína. Un tercer elemento, conexo con el anterior, es que tanto los flujos de contrabando como los individuos y organizaciones que los operan generan altos niveles de corrupción en sectores de fuerzas de seguridad en esas fronteras lo que fortalece y facilita la presencia y accionar de esos sujetos y grupos en esas áreas. El cuarto elemento es la capacidad que en áreas de frontera que desarrollan los traficantes y cultivadores de drogas para movilizarse y adaptarse ante la lucha de los organismos de seguridad de uno u otro lado de las líneas fronterizas. Pero no sólo se ponen en juego esas variables sino que esos grupos también despliegan formas de adaptación que incluye la división del trabajo y la subcontratación para la ejecución de ciertos delitos por parte de distintas organizaciones o individuos. El quinto elemento es la manera como las redes dedicadas a este tipo de delitos aprovechan las zonas grises en todos los ámbitos por parte de los Estados en las áreas de frontera, así como sus debilidades y presencia en aquellos lugares, incluso la capacidad para sacar provecho de las tensiones políticas entre los países o sus fallas de comunicación y de trabajo conjunta en esos territorios. A manera de conclusión, Ramírez deslizó las siguientes sugerencias a los periodistas encargados de cubrir los fenómenos que se experimentan en zonas de frontera:
- Ir más allá de la coyuntura noticiosa y tratar de explicar el contexto que dio origen a los hechos.
- Desligarse tanto de la mirada gubernamental que suele ver las fronteras como lugares propicios para la informalidad y el crimen, así como también de la manera como los habitantes de esas zonas percibe los límites entre naciones como zonas porosas que permiten mejorar su situación económica. En últimas, superar ese desfase de miradas o dar cuenta justamente de esos desacuerdos para aterrizar las exageraciones que los gobiernos centrales tienen sobre esas zonas así como para ser crítico frente al rechazo al control estatal que es común en estos territorios.
- El periodismo no puede seguir viendo las fronteras como un borde, sino que tiene que dar cuenta de las interacciones sociales, el estado de la vecindad y las tensiones propias de esos lugares. En ese sentido, las fronteras resultan ser una buena excusa para mostrar el fracaso de las políticas antidrogas y sus costos.
- La prensa, sugiere la experta, podría jugar un papel fundamental para ambientar la discusión gubernamental sobre el mejoramiento, construcción y desarrollo en las fronteras.
- Los periodistas, propone Ramírez, podrían también contribuir a mejorar la capacidad de vecindad e integración, más allá de las ideas falsas de raya divisoria entre países, incluso acabando con ideas sesgadas o estereotipos que suelen hacerle daños sectores de la población.
- Ante la dificultad y los riesgos para acceder a información confiable sobre los fenómenos criminales y de tráfico de drogas, la prensa tiene la posibilidad de ampliar sus fuentes a expertos y académicos que han trabajado o están trabajando los fenómenos que surgen estas zonas.
El Taller de periodismo de investigación sobre narcotráfico en las fronteras de Colombia, Venezuela y Ecuador, se realiza en el Centro Cultural Gabriel García Márquez en Bogotá, del 10 al 14 de noviembre. La actividad es convocada por la FNPI, el Programa Internacional para el Desarrollo de la Comunicación UNESCO y el International Media Support -IMS-, con el apoyo de Consejo de Redacción, Cosecha Roja y la colaboración del Fondo de Cultura Económica.