Para los periodistas la palabra verdad significa fidelidad a los hechos sobre los que se informa. Otro es el sentido que le dan a la palabra verdad los filósofos, las religiones o los científicos. Las del periodista son las verdades humildes de los hechos de cada día. Por eso sus verdades son provisionales, esto es, penúltimas palabras porque los hechos evolucionan y sobre ellos siempre habrá algo que agregar. El periodista, en consecuencia, es alguien que siempre está en disposición de corregir, agregar o aclarar sus informaciones sobre los hechos. Heráclito proporciona la imagen más oportuna al respecto. La historia de cada día es como un río que fluye de modo que el agua que ves desde el puente pronto es reemplazada por otra. Los hechos dejan de ser los mismos y el periodista debe tener la versatilidad suficiente para reconocer esa calidad variable y de renovación permanente de los hechos que informa. Además, deben ser verdades útiles para la sociedad; deben responder a sus intereses y no solo a su curiosidad. Otro elemento de la verdad del periodista es que debe ser completa. No responde solamente a lo que sucede, también debe explorar el por qué, el para qué, el dónde, el quién, el cómo de los hechos. Es decir, debe ser completa para que constituya un sólido elemento de juicio en el momento de decidir. ¿Se puede alcanzar? Es obligación del periodista hacer cuanto esté a su alcance para obtener una visión exacta de los hechos. En esto consiste su compromiso con la verdad. Documentación. El código de Unesco es tajante: hay que informar de la manera más objetiva posible. Para ello el periodista tiene que adherirse formalmente a la realidad objetiva. "La tarea primordial del periodista es la de servir el derecho a una información verídica y auténtica por la adhesión honesta a la realidad objetiva, situando consciente los hechos en su contexto adecuado, manifestando sus relaciones esenciales sin que ello entrañe distorsiones, empleando toda la capacidad creativa del profesional, a fin de que el público reciba un material apropiado que le permita formarse una imagen precisa y coherente del mundo, donde el origen, naturaleza y esencia de los acontecimientos sean comprendidos de la manera más objetiva posible". La proclamación solemne de la realidad objetiva como supremo desiderátum del informador viene a confirmar la primacía que en los códigos de ética periodística se expresa con los términos verdad, objetividad, veracidad y exactitud. La negación de los que estos términos significan es la manipulación en todas sus formas de distorsionar la objetividad informativa. El código de Unesco no ha hecho más que recordar y confirmar lo que constituye el valor ético que da sentido siempre a la profesión informativa: ofrecer en la medida de lo posible al público, la verdad objetiva que por derecho le pertenece y que el informador sirve como un honroso e inexcusable deber. Niceto Blázquez: Ética y medios de comunicación. Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1994, página 200.