El taller de periodismo en Nelson Mandela comienza en el autobús. Antes de llegar al barrio, a una hora en carro hacia en interior de la ciudad de Cartagena, el maestro Jon Lee Anderson da pequeñas pistas sobre la estructura de su texto a uno de los talleristas "Los textos son un ser vivo que se amplia, cambia, genera matices y añade personajes a medida que avanza" dice Jon Lee Anderson, y explica que se necesita tener todo el material antes de empezar a trabajar. Y esa es, finalmente, la dinámica que adoptan los talleristas. Antes de salir a reportear; Jon Lee charla con los alumnos y pronuncia frases como tweets, que sirven para incorporar a la estructura de cualquier crónica o reportaje. "Puedo estar un día entero con un párrafo. Lo peor son las primeras mil palabras" esas que, según ironiza Martín Caparrós, son las que se necesitan para empezar a aclararse la voz. "A veces no sé cuál es mi idea inicial y sigo con instinto mi primer impulso. Luego el texto se va revelando a medida que profundizo con las fuentes. Sin una idea clara solo repites y vomitas lo que vas escribiendo en la libreta de apuntes" explica. Jon Lee muestra a los talleristas su último cuaderno de notas, una vieja Moleskine llena de anotaciones subrayadas en amarillo recién llegada de Libia. Los talleristas se sumergen durante todo el día en historias conmovedoras sobre los pobladores del barrio Nelson Mandela. "Con historias tan impactantes como ,éstas el riesgo es construir un texto que se limite a contar lo que dicen los entrevistados", alerta. Así que "intenten sacar a la gente de su casa de forma natural, que vayan al mercado o al colegio a buscar a sus hijos", propone el maestro. "Eso te permite ver a esta persona interactuar fuera de tu contexto y bucear mejor en lo que hasta ahora sólo es dicho por ellos". Jon Lee pone el ejemplo de Gaza como el lugar donde se enfrentó a un reto parecido; el de no convertir un reportaje en un mero altavoz de lo que dicen los entrevistados. Los 14 talleristas comentan en voz alta cómo van sus historias y los problemas que van encontrando. A todos ellos les sugiere buscar el conflicto, el nudo de la historia; el amor, la avaricia, la traición, la violencia o las ganas de superación que alberga Nelson Mandela. El dramatismo de lo que se escucha en el aula contrasta con los ensayos de tambor de los alumnos de la escuela 'Hermana Elfride' donde se celebran las clases. "Suelo hacer un guión para saber lo que tengo, lo que creo que narrativamente funciona, que personajes aportan algo y los que no lo hacen", explica Jon Lee antes de salir a recorrer las polvorientas calles. "Hasta tres semanas después de volver de una cobertura, da igual que sea Cuba, Libia, Venezuela o Palestina, puedo escribir a pleno rendimiento", explica el maestro. "A partir de esas tres semanas pierde frescura y matices. Otras veces es en caliente, en el terreno, donde más y mejor escribo", añade. La clase viene salpicada de anécdotas. Unas exitosas sobre la forma de resolver una estructura y otras frustradas como aquella en la que pasó varias semanas en Afganistán sin obtener resultados aparentes. En aquella ocasión el propio Jon Lee pidió a sus editores no publicar un texto ya escrito que había quedado "frío y sin conflicto", entendiendo como conflicto el nudo de la historia. Y en un caso así, ¿no has pensado en mutar ese texto hacia el ensayo o la columna de opinión?, pregunta uno de los talleristas. "Yo no sirvo para eso - explica Jon Lee- para ser columnista hay que ser arrogante" , remata.