Viaje de papel por todo el continente
6 de Octubre de 2016

Viaje de papel por todo el continente

Germán Rey escribió este relato sobre lo que se vivió en la entrega del Premio Nuevo Periodismo CEMEX-FNPI en 2002.

El 2 de abril de 2002 Gabriel García Márquez (Fundación Nuevo Periodismo) y Lorenzo Zambrano (CEMEX) les entregaron los respectivos galardones a quienes ganaron o fueron finalistas del Premio Nuevo Periodismo CEMEX-FNPI, en el patio central del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Nuevo León, México).

Con ellos estaban Alma Guillermoprieto, Susan Meiselas, Tomás Eloy Martínez, Sergio Ramírez, Carlos Monsivais, Joaquín Estefanía, solo por nombrar algunos de los periodistas que, a su vez, son maestros de la Fundación y miembros del Consejo Rector del Premio.

Con ellos: ganadores, finalistas y maestros, además de un puñado de periodistas de América Latina realizamos durante los días siguientes un seminario para analizar qué lecciones nos dejaba este Premio, al que llegaron cerca de 600 trabajos de todo el continente.

Germán Rey, también miembro del Consejo Rector del Premio, escribió este relato3 de lo que allí se habló durante tres días.

Suelo comenzar mis relatos con una suerte de exorcismo que haga transitable la desgraciada profesión de relator, un oficio que no es más sino la variación de otros trabajos aún más sombríos, como el de secretario de actas, el de amanuense o el de notario de pueblo.

Recuerdo que cuando era profesor en el Taller de Arte de la Universidad de los Andes, los jóvenes artistas de multimedia, de pintura o de textiles –algunos de ellos, años mas tarde, Premios Nacionales de Arte o figuras importantes de la nueva plástica latinoamericana como María Fernanda Cardozo- venían a las clases con sus vestidos estrafalarios y sus cabellos coloridos de after-punk. Sin embargo me gustaba observar la figura compuesta y elegante de un excelente pintor colombiano que llegaba a su clase, en las mañanas frías de Bogotá, con su vestido perfecto y su corbata de moda y que a mí me parecía el más excéntrico de todos, en ese taller tan diverso de jóvenes, ideas, proyectos y sueños. En alguna entrevista el pintor había descrito semejante paisaje, con una frase memorable: “ Yo prefiero vestir como notario y pintar como artista, que vestir como artista y pintar como notario”. Esa es la única definición que me consuela del notario, aunque mientras iba haciendo mi exposición oral en Monterrey, el escritor Sergio Ramírez deslizó entre mis papeles, la anotación de Flaubert en Madame Bovary: “En el alma de todo notario, hay un poeta en ruinas”.

Quizás lo interesante del relator sea esta sensación de decadencia, de ruina, que preside los bosquejos de sus síntesis, los fallidos intentos de su memoria.

Walter Benjamín escribió que la experiencia que se transmite de boca en boca es la fuente de la que han servido todos los narradores “y los grandes de entre los que registraron historias por escrito, son aquellos que menos se apartan en sus textos, del contar de los numerosos narradores anónimos”

Pero las palabras suelen tomar venganza de su uso en vano. En una ocasión Jaime Abello Banfi me invitó a hacer una tarea semejante en Cartagena de Indias, en el mismo hotel en que se estaba celebrando por esa época la Reunión Anual de Notarios, que desfilaban una y otra vez junto al salón donde yo estaba cumpliendo este oficio traidor. El relator, en efecto, es aquel que permanece mudo todo el tiempo, que escucha todas las exposiciones supuestamente con el mismo interés, que sale y le cuenta a los periodistas lo que está pasando adentro como una especie de fisgón impenitente y que al final, recoge sus apuntes cuando ya empiezan a apagarse las luces y el camarero, con una cierta conmiseración le recuerda que “Ya no hay nadie, señor, aquí, en este salón”. Algo semejante he leído en la “Gramáticas de la creación” de George Steiner, aunque mucho más impactante y angustioso. Su anuncio sobre la existencia de un cansancio esencial en el clima espiritual del fin del sigo XX. “Somos, o así nos sentimos a nosotros mismos, los que han llegado tarde; los platos ya se están retirando. “Señoras y caballeros, cerramos”; suena la despedida”.

Tengo la impresión, por mi experiencia en varias reuniones recientes, que estamos discutiendo sobre temas muy similares en sitios muy disímiles. En un encuentro sobre el libro y la edición con editores, libreros y gestores culturales de Iberoamérica, uno de los temas de debate era como las editoriales independientes pueden permanecer y desarrollarse en medio de las lógicas comerciales globales, entre las fusiones que han dado paso a grandes y poderosos grupos mediáticos, los criterios de selección de las obras y las oportunidades de circulación de temas o autores locales, frente a una cierta estandarización de la circulación cultural.

Acabo de llegar hace unas semanas de Vancouver, donde el Ministerio del Patrimonio Cultural Canadiense convocó una reunión hemisférica sobre diversidad cultural, en la que uno de los temas fue precisamente el sentido de las industrias culturales en la promoción de la diversidad, en un contexto en que el cine, la televisión o la multimedia que circulan por la mayoría de nuestros países, pertenece a los grandes conglomerados de la producción y de la comercialización estadounidense. Fue muy interesante y sobre todo tensionante observar la posición oficial de la delegación de los Estados Unidos, que se opuso a la utilización del propio concepto de industria cultural, mientras hablaban con el mayor desparpajo de la industria del entretenimiento. Con igual intensidad se resistieron a toda posibilidad de involucrar a los ministros de cultura americanos en la discusión de los tratados de libre comercio, como por ejemplo, en el ALCA. De esa manera se asimilan las manifestaciones de la creatividad con las actividades comerciales, tratando de evitar los malos tragos que ya vivió Estados Unidos en la negociación del GATT y que dio lugar, después de sesiones extenuantes, a la creación de la Organización Mundial de Comercio pero también a la famosa cláusula de “excepción cultural”.

Creo entonces que este relato se puede construir a partir de varias experiencias y de diferentes textos. Por una parte teniendo enfrente lo que vivimos en el proceso de preselección de los trabajos periodísticos de la primera versión del Premio del Nuevo Periodismo, las Actas de los Jurados, tanto en la modalidad de periodismo escrito como de fotografía, la Declaración del Consejo Rector en Monterrey y por supuesto, el itinerario de la conversación durante este seminario en que han participado los ganadores, algunos de los jurados y miembros del Consejo Rector del Premio y un grupo muy importante de periodistas y editores de medios de comunicación de América Latina.

El relato transcurre a través de varios temas: los mapas temáticos y la naturaleza interna del oficio periodístico que se perfila tanto en los trabajos como en las autobiografías enviadas por los periodistas, las narrativas periodísticas, es decir, las diferentes modalidades de expresión periodística (los rumbos del contar), algunos dilemas éticos que emergen y finalmente ciertas recomendaciones que aparecen con bastante claridad después de este recorrido.

LAS LÍNEAS DEL MAPA

RECORRIDO AL INTERIOR DE UN OFICIO

LAS NARRATIVAS DEL PERIODISMO

LOS DILEMAS ÉTICO O EL ZUMBIDO DEL MOSCARDÓN

EL ROBO DEL ALMA Y EL LICUADO DE BANANA CON LECHE

 

LAS LÍNEAS DEL MAPA

Hemos estudiado los trabajos periodísticos, escuchado con atención la conversación que se ha ido generando en el seminario y leído, casi andando en puntillas, las autobiografías que escribieron los autores. Nadie hasta el momento se ha referido a estos textos, a estas historias personales. Si uno lo hace, encuentra unos testimonios bellísimos, tan importantes o más que las propias piezas periodísticas. Son las historias que narran las motivaciones, las peripecias y las ilusiones de cerca de 450 periodistas de toda América Latina. Allí están los momentos iniciales que los acercaron definitivamente a la escritura, y las contingencias de un oficio cambiante.

Se pueden resaltar dos grandes aspectos de este mapa. El primero, la existencia de unos temas fuertes que atraviesan las crónicas, los relatos, las miradas que se extienden por todo este continente: las nuevas migraciones, la porosidad de las fronteras, los matices truculentos y enrevesados de la corrupción, las guerras y las violencias cotidianas. Como también la crisis económica y el crecimiento de nuevas formas de exclusión, la pobreza, los problemas sociales, las presiones de los retornos de la memoria, la depredación ecológica, las otras culturas o los intentos homogenizadores en tiempos de globalización.

Una semana después de mi estadía en Cartagena, como jurado de preselección de esta primera versión del Premio estuve invitado por la Fundación Rockefeller a una reunión en Buenos Aires, en la que participaron tres generaciones de investigadores sociales latinoamericanos. La convocatoria proponía una pregunta de partida: ¿Cómo serán las agendas críticas de los intelectuales en América Latina?

Cuando se empezaron a describir sus perfiles, comencé a observar las intersecciones, los puntos en común entre los relatos de los cronistas del continente, que había acabado de leer en la convocatoria de Cartagena y los estudios de los científicos sociales, que se estaban delineando en Buenos Aires. Temas semejantes con tratamientos diferentes componían el dibujo de nuestros problemas, el paisaje abigarrado de nuestras preguntas. Mientras periodistas mexicanos hablaban de los “bodies”, esa palabra terrible y obviamente despersonalizada con que se nombra la inmensa diáspora de empobrecidos que atraviesan por los “huecos” la frontera de los Estados Unidos y que son perseguidos por cazadores armados de metralletas y visores nocturnos ( las mismas masas de pobres a las que se refirió Günter Grass en su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura, para mostrar el flujo hambriento que viene del Sur y está dispuesto a romper las barreras que impone un Norte enriquecido), Alejandro Grimson, un joven investigador argentino, presentaba un trabajo magnífico sobre las fronteras, que se desplazan formando fenómenos como la presencia de los bolivianos en Buenos Aires.

Hay entonces unos temas fuertes contados por esos testigos y cronistas que son los periodistas y que permiten inclusive hacer converger las metodologías etnográficas o que utilizan las historias de vida con las variadas formas del relato periodístico, así como hace años Gregory Bateson sorprendió a su esposa Margaret Mead, mostrándole que la fotografía y las imágenes podían ser un poderoso instrumento para describir y descifrar los enigmas de las culturas. Su trabajo “Naven” abrió las puertas para otros modos de aproximación a esa red intrincada de significados que compone a toda cultura.

El segundo aspecto de los mapas es la gran diversidad de estructuras narrativas que se expresan a través de textos en serie, artefactos informativos integrales, seguimientos minuciosos, crónicas y reportajes, así como también de géneros híbridos, elaborados mediante mezclas sugerentes y provocadoras. Están también algunas ausencias evidentes y preocupantes, como por ejemplo, la notoria pobreza de las entrevistas. Entre ellas se destaca, sin par, el diálogo que logró Silvia Cherem con el pintor mexicano Julio Galán.

Este relieve del mapa lo definió claramente Sergio Ramírez tanto en el texto que escribió sobre su experiencia como jurado y que fue publicado por la revista Cambio en México, como en su discurso en la entrega de los Premios en Monterrey, cuando dijo que los trabajos presentados era “un recorrido acucioso y deslumbrante por el vasto paisaje de la realidad contemporánea de América Latina” e insistió en que además era, “un recorrido por la casa de espejos. América Latina copia aquí su imagen en cada uno de sus aposentos”.

Es muy interesante observar la coincidencia entre Scherer y Ramírez. El primero recordó, mencionando a Malraux, que había que irse hasta el fondo de la propia desesperación para hallar, allí, la esperanza, una reflexión que recrea el mito griego de la Caja de Pandora. Sergio Ramírez, por su parte, dice que los espejos reflejan “el tráfico de corrupción, los delitos electorales, la destrucción del medio ambiente, el drama de los emigrantes clandestinos, la crisis que crea nuevas capas de pobreza, el poder del narcotráfico, las guerras que aún quedan.... los mismos espejos multiplican también, pese a todo, la esperanza. Ya el hecho de no callarse –anota- y que el periodismo sirva para desafiar la realidad y contarla como es, sin miedo, es ya una esperanza”.

El mapa no conduce simplemente a un cuadro de desastres, sino a un mosaico de esperanzas.

 

RECORRIDO AL INTERIOR DE UN OFICIO

Creo que con el Premio estamos participando en un apasionante recorrido al interior del oficio periodístico. De un oficio que permanece y cambia, que se afirma y se modifica. Me llamó la atención el hecho sorprendente de que muchos de los trabajos premiados llevaran el calificativo uniforme de “viaje”. El trabajo ganador es precisamente un viaje por dentro de un país y a través de un río; y en Colombia, de los siete trabajos finalistas, por lo menos cinco llevan en su título la referencia explícita al viaje, que suele ser una especie de descenso a los infiernos.

En sus “Apuntes Nómades”, Ryszard Kapuscinski, dice que viajar descubriendo, la lectura y la reflexión conforman sus textos. Como también la poesía y la fotografía. “La primera raíz es el viaje como descubrimiento, como exploración, como esfuerzo: viajar en busca de la verdad, no de distensión. Viajar significa para mí atención, paciencia para informarme, deseo de saber, de ver, de comprender y de acumular todo el conocimiento. Viajar así supone entrega y un trabajo duro”.

Aquí, durante este seminario, creo que también hemos vivido, a su manera, un viaje, que puede ser descrito mediante varios puntos que componen su bitácora.

El primero es la relación entre identidades –sentido de pertenencia, afiliaciones primarias, habitación de los lugares de la que habló Cerri- , memoria y periodismo. Una relación marcada por los vínculos entre periodismo y melancolía. La melancolía es un peligro, dice Cerri, porque lo que tenemos que hacer es recuperar pedazos de la historia que ha sido reprimida, que ha sido prohibida.

El segundo es la distinción entre verosimilitud y verdad. Julio Scherer insistió en que la verosimilitud, como propósito del periodismo, significa mas que la verdad. La verosimilitud es un largo camino para tratar de entender la vida. Mientras que la verdad muchas veces no pasa de ser una pretensión retórica, la verosimilitud es un mecanismo para transmitir la realidad. Se trata de una idea muy sugestiva, que además cuestiona la visión religiosa y teológica de la verdad como misión. Una idea que además de engañar con la aprehensión de la totalidad, termina por generar culpas cuando no iglesias, cismas y proscritos.

El tercero es entender al periodismo como la tarea persistente de hacer buenas preguntas, que inclusive sin ser bien formuladas sean inquietantes. A esto se agrega un cuarto tema: el periodismo busca siempre contar buenas historias y a la vez ofrecer historias bien contadas. Contar de manera transversal, tener perspectiva, utilizar todos los recursos de la narración, además de desplegar lo que Sergio Ramírez ha llamado la “entrada en el laberinto”. Se trata, en sus palabras, de entrar en él, desentrañar la trama y salir airoso.

Ya sea que se ingrese por el fluir de un río, como en el trabajo de Cerri y De Souza, o por la trama compleja y truculenta de la corrupción como en el texto de Daniel Santoro sobre la venta de armas durante el gobierno de Menem, o por la ruta de la idea megalómana y delirante de esa fábrica de firmas que montó el régimen de Montesinos y Fujimori (el trabajo de Julia María Urrunuaga de El Comercio de Lima). Pero al laberinto y sus recodos se puede entrar de la mano de las fotografías de la delincuencia urbana y su represión, tomadas por Diego Levy (cómo olvidar el perro parado sobre el croquis que dibuja los linderos de las balas en un cuerpo ausente), o a través de los niños de los orfanatos (José Augusto Varella), o de los ciegos que hace ver Marco A. Cruz. Como escribió Marcelo Brodsky, jurado del premio de fotografía, “si la fotografía ancla su capacidad de interpretar el mundo en la realidad, los fotógrafos latinoamericanos tienen ante sí un abanico infinito de posibilidades que van de lo mágico a lo trágico sin escalas, que ofrecen una paleta infinita de color y de dolor, de alegría y de violencia conviviendo en compleja armonía bajo una luz de asombro”.

Entre las virtudes del oficio periodístico están la investigación exhaustiva, la documentación, el rigor informativo, la solidez de los testimonios, la experimentación en que se renuevan los lenguajes. También está la transformación de hechos que parecen aburridos, el hacer hablar los documentos a partir de la interpretación, del uso de apoyos como la infografía, el material de contexto; la persistencia del trabajo en el tiempo, de que habló Carlos Monsivaís para referirse a la obra de Scherer, las agendas de largo plazo como propuesta de calidad de la información, el respeto a la inteligencia del lector que destacó el mismo Monsivais de la obra periodística del fundador de Proceso.

La ética como instrumento de trabajo, el trabajo en equipo y la discusión sobre como enfrentar problemas comunes, forman parte también de este conjunto de cualidades del buen periodismo Todo ello, muchas veces, entre la falta de medios, los tiempos escasos, los problemas de seguridad personal y las presiones políticas sutiles o dolorosamente brutales.

La fotografía, por su parte, va mucho más allá del ornamento o de la mera ilustración, hace síntesis que permite que los textos avancen. Así, la fotografía es un conjunto de imágenes integradas en un trabajo elaborado de investigación, y en ella se combina el tiempo para desarrollar la propuesta visual con la edición fotográfica imaginativa, exigente y profesional.

Es muy interesante, la relación entre el redactor y el fotógrafo, de la cual es un ejemplo cercano el trabajo premiado de Claudio Cerri y Ernesto de Souza; una relación que es interacción de lenguajes, de perspectivas, de sensibilidades.

La fotografía es objeto de conocimiento (“el alma está reflejada en las fotografías”) y, como lo señaló Cruz, hay una proximidad entre ella y la gente y por eso tiene enormes posibilidades antropológicas y sociales. La fotografía, inscrita en una agenda de largo plazo, permite investigar temas y experimentar sus posibilidades técnico-visuales.

 

LAS NARRATIVAS DEL PERIODISMO

El periodismo le cuenta historias a otros. “Lo que buscan las narraciones –escribe Tomás Eloy Martínez- es que el lector identifique los destinos ajenos con su propio destino. Que se diga: a mí también puede pasarme esto”9 Este contar tiene a la vez elementos que persisten en el tiempo, desde los primeros cronistas, pero también aspectos que cambian de acuerdo a las transformaciones de los sentimientos, de lo social.

La historia, la sociología o el psicoanálisis han aportado a los modos de narrar, a los cambios de la narración. Como lo han hecho los propios medios, la literatura y las nuevas tecnologías. Hay narrativas dominantes que destruyen, como lo han señalado algunos participantes en el seminario, la cuestión pública, que restringen el debate público.

El efecto de narrar produce la identificación con algo que nos es ajeno; la narración es algo que es traducible, que se opone a la instantaneidad. Hay una relación, como lo señaló Tomás Eloy Martínez, entre narración, eficacia, comunicabilidad y belleza.

La narración, como lo expresó Walter Benjamín tiene que ver con la experiencia, con la memoria.

Las lealtades del periodista a los lectores, a la verosimilitud/verdad y a sí mismo, aparecen sin duda en los ejercicios narrativos. La aceptación de que no toda realidad puede ser narrada y que la narración en la novela, la historia o el periodismo está unida en América Latina a nuestra historia pública, son dos ideas centrales. Existen posibilidades del periodismo narrativo en la medida en que persisten las anormalidades del poder (Sergio Ramírez) y una necesidad de reconstruir narraciones que se introduzcan en los significados de los intereses públicos.

Por eso es muy importante el estudio del predominio de las lógicas comerciales y su presencia muy fuerte en las redacciones de los medios, condicionando prácticas periodísticas, resaltando o por el contrario, tornando invisibles determinados temas, generando cambios en las rutinas periodísticas, en la elaboración de la agenda o en el perfil de los periodistas. Pero también es decisivo entrar en la intimidad de esas lógicas y sobre todo dentro de ciertas realidades del entorno como la aparición de las nuevas tecnologías, la pérdida de lectores, la salida de medios del mercado, los periódicos sensacionalistas que sostienen periódicos serios, la industrialización de la televisión, la convergencia entre medios, las modificaciones de los perfiles de las audiencias.

Más que una actitud defensiva se debería tener una actitud analítica frente a todos estos fenómenos, así como ante las conexiones entre lógicas comerciales y dinámicas culturales. Los estudios, por ejemplo, del melodrama (el producto cultural masivo más importante en América Latina) han mostrado la riqueza de estas relaciones, así como sus evidentes límites.

En un estudio reciente sobre la lectura en Colombia, que por primera vez tomó como base la encuesta nacional de hogares, hice un análisis no sólo de quiénes son los lectores, cual su nivel educativo, sus influencias más directas, los procedimientos de su selección de libros o de materiales de lectura, sino quienes son los no lectores y cuales son las características de una población por ahora pequeña, pero seguramente con grandes posibilidades de crecimiento:aquellos que únicamente leen por internet. Conocerlos es indispensable para pensar y diseñar el periodismo del futuro.

 

LOS DILEMAS ÉTICOS O EL ZUMBIDO DEL MOSCARDÓN

Gabriel García Márquez escribió que “ La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”

Habitante del mundo de los dilemas, la ética existe en medio de los conflictos, camina por los filos de la cognición y las emociones, de los sentimientos y los juicios. Para estudiarla en los niños, Piaget escogió las prácticas de las reglas y el contexto de los juegos; un poco más tarde, Lawrence Kohlberg insistió en demostrar la existencia de estadios morales que pueden ser descritos a partir de la forma como resolvemos a diario una gran cantidad de dilemas.

Aunque no era el tema específico del seminario, el zumbido del moscardón se escuchó una y otra vez. Cuando se insinuaron las relaciones entre información e intimidad y los vínculos de los periodistas con los testigos o sus fuentes. En la discusión sobre las grabaciones con micrófonos ocultos, la autorregulación o la presunción de inocencia.

Si a lo largo de todo el continente se despliega una gran diversidad de formas de narrar, también se constatan conflictos de naturaleza muy diversa aunque con un hilo común: todos tienen que ver con las estratagemas del poder. Amenazas y asesinatos de periodistas en Colombia, controversias entre los medios y el gobierno en México, tensiones profundas y militancias cuestionadas en Venezuela, revelación pública de un sistema autoritario que hizo que muchos medios sucumbieran a las prebendas de la Seguridad en el Perú, son algunos ejemplos de las tribulaciones que vive la libertad de expresión en varios países y que hacen que el oficio periodístico se haya convertido en una tarea de riesgos y de presiones, donde la ética ya no es sólo un problema personal sino un requerimiento de toda la sociedad.

Y en medio de la conversación fueron apareciendo recomendaciones prácticas, pistas para la acción. Desde el fortalecimiento de la presencia de la FNP en el continente (por ejemplo, en países donde es aún muy débil su identificación como Chile) hasta el apoyo a procesos formativos, especialmente en Centroamérica. También la circulación de materiales básicos sobre y de periodismo, el análisis riguroso de las demandas que le abren al periodismo los cambios en el entorno (como las nuevas tecnologías, las transformaciones de los hábitos de consumo), el énfasis en el periodismo local, la necesidad de esforzarse en la recuperación de la memoria del periodismo latinoamericano, la profundización del significado de la fotografía y sus relaciones con el periodismo escrito, la importancia del trabajo de edición y de la formación de editores.

 

EL ROBO DEL ALMA Y EL LICUADO DE BANANA CON LECHE

Esta relatoría termina con dos metáforas. El primer día, Claudio Cerri inició su exposición contando las vicisitudes simbólicas que rodean a lo que los indígenas en Brasil llaman “el robo del alma”. Cuando alguien está postrado puede ser que los espíritus malignos le hayan robado el alma; sin embargo, los sabios de la aldea tienen el don de recuperarla a través de los secretos de la tribu, de las danzas, de la música, de los lazos de la memoria.

En una de esas bellas novelas psicológicas que componen los Historiales Clínicos de Freud, junto al caso del Hombre de las Ratas están los delirios del Magistrado Schreber. Recuerdo el análisis de Maud Mannoni, que explora la Carta al Padre de Kafka y la historia personal de Schreber, buscando la trama que explica sus pesadumbres y que cree encontrar en figuras que imponen su poder, que como dice el propio Magistrado “asesinan el alma”.

Lo que hacen los sabios de la tribu es precisamente lo contrario. Devolver al alma, sacar de la postración a partir de la historia colectiva, de las tradiciones. El periodismo, tendría, una misión similar.

La segunda metáfora la extraje de una de las autobiografías enviadas al premio. Pablo Rosendo González cuenta la emoción que significaba ir de la mano de su padre a tomar un licuado, acercarse a la barra de estaño y observar a un hombre que lo preparaba con la perfección de quien hace las cosas con amor y conocimientos, de quien pertenece a esa clase “de tipos que comprenden todo aunque su único cometido sea preparar un licuado de banana con leche”.

Alguien que alcanzaba la perfección en el minuto 1,781226.

“Muchas veces –dice-, al comenzar a escribir una crónica, pienso que puede haber un chico observándome con la punta de los pies apoyados en el estribo del estaño. Siempre y cuando consiga llegar y mantenerme en el 1,781226, no hay ninguna diferencia entre escribir una buena crónica y preparar un buen licuado”.

Como lo hemos confirmado en esta conversación entre amigos, el periodismo tiene mucho que ver con la recuperación de alma a través de la memoria de la tribu y con la sencilla pero exigente perfección que se necesita para preparar un excelente batido de banana con leche.

Monterrey

Abril 5 de 2002

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