Director de fotografía: Gonzalo Martínez
Barranquilla, Colombia, del 11 al 16 de febrero de 2009
Instituciones Organizadoras
Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y Colombia es Pasión
Relator:Juan Miguel Álvarez
Editor:Jairo Echeverri García
Maestro:
Cristian Alarcón Chile (La Unión, 1970)
Es licenciado en Comunicación Social por la Universidad de La Plata (UNLP), de la cual también fue docente. En 1996 ganó la beca Clarín Fundación Noble. Desde ese año y hasta 2002 fue redactor del diario Página/12. Actualmente es reportero del diario Crítica de Argentina. Ha sido tallerista de la FNPI y este fue su primer taller como maestro.
Director de fotografía:
Gonzalo Martínez Argentina (Buenos Aires, 1959)
Se inició como fotoperiodista en 1989 en el diario El Nacional de Caracas,
Venezuela. Desde 1999 es reportero y editor gráfico en el diario Página/12 en Buenos Aires. Es coordinador del taller de fotografía “Los ojos de la isla”, al que asisten niños y adolescentes que conviven con la violencia. Ha sido becario de la FNPI.
INTRODUCCIÓN
Durante 6 días, 14 reporteros de América Latina se reunieron con el periodista chileno-argentino Cristian Alarcón en la semana previa al Carnaval de Barranquilla para organizar la cobertura informativa, a manera de taller de crónica, de una de las fiestas populares más importantes del Caribe y, quizás, la más representativa de la Costa Atlántica colombiana.
El taller siempre trató de ajustarse a las condiciones de una sala de redacción y el maestro procuró dar amplitud al enfoque y a la redacción preliminar y final de los textos. Cuidó del equilibrio requerido entre el tiempo de discusión de los temas en la sala y el tiempo mínimo para la escritura. La reportería gráfica estuvo dirigida por el argentino Gonzalo Martínez y contó con el apoyo de los colombianos William Martínez y Edwin Padilla.
Para acelerar el proceso de conocimiento y apropiación de la cultura caribeña y de sus prácticas y costumbres desde las raices, en pleno Carnaval, los reporteros fueron aleccionados por los investigadores sociales Mirtha Buelvas y Rafael Bassi, expertos en la fenomenología de la cultura barranquillera.
MARCO DE ACCIÓN
El taller comenzó antes del primer día. Cristian Alarcón en compañía de Mirtha Buelvas hizo un recorrido básico por los barrios más representativos del Carnaval, visitó familias dedicadas durante décadas a la participación y organización de las fiestas, danzas y comparsas. Además, obtuvo una completa base de datos de las decenas de líderes y gestores del Carnaval que se convirtió en una valiosa lista de fuentes para los 14 reporteros.
Al otro día, tras la presentación inaugural del taller por parte del director de la FNPI, Jaime Abello Banfi, la antropóloga Mirtha Buelvas dio una explicación detallada de la historia, el presente y los retos en el futuro del Carnaval. En resumen, la exposición hizo énfasis en dos ejes temáticos circunscritos en la discusión sobre la postmodernidad: el primero consistió en delimitar los cambios en las formas de la celebración con la aparición de las industrias culturales. “No ha habido cambios radicales”, dijo Buelvas. “El Carnaval va absorbiendo la nueva cultura. Los medios se han adecuado al Carnaval. La música popular se ha involucrado en el Carnaval, la radio propaga estos ritmos, el cine ha filmado historias dentro del Carnaval; además, los efectos en la sociedad de Barranquilla duran todo el año. La preocupación actual es idear políticas que ayuden a preservar tradiciones”.
El segundo fue la explicación del actual balance entre el Carnaval tradicional, que es una fiesta casi exclusiva para el barranquillero, y el Carnaval estandarizado que se ofrece al turismo masivo: “Con la declaratoria de la UNESCO del Carnaval de Barranquilla como patrimonio intangible de la humanidad han llegado muchas personas de diversos países. Hay que tratar de que esta fiesta no se vuelva un espectáculo sólo para los que puedan pagarlo. La estandarización del Carnaval no se ha resuelto. Si se ordena más y se atiene a las normas del mercado global, puede perderse la tradición; pero si no se ordena, el turismo de masa que es el que deja mejores dividendos puede no ser tan numeroso”, aclaró la antropóloga.
El paso siguiente, también para introducir a los reporteros en el conocimiento del Carnaval, fue la participación de siete protagonistas de los desfiles, comparsas y danzas. Cada uno explicó en qué consistía su obra y qué significaba el Carnaval en su vida.
Primero expuso Sebastián Guzmán, organizador del Carnaval del suroccidente y mano derecha del Rey Momo. Dijo que el Carnaval del suroccidente —un núcleo de barrios populares ubicado en la periferia de Barranquilla— no era una fiesta distinta, era un aporte a la celebración central. Existe hace 15 años y, según el expositor, no usa las vallas de seguridad ni la cantidad de policías que regularmente vigilan el Carnaval tradicional. “Ser parte del Carnaval es lo más hermoso que hay en la vida”, dijo Guzmán. “Es necesario porque cuando llegan los cuatro días de Carnaval, todos los problemas desaparecen. El miércoles de ceniza uno se siente nuevo, recargado de energía para todo el año”.
Siguió Álvaro Jesús Gómez, organizador del desfile gay. Dejó claro que el elemento gay no es un complemento de la fiesta. “Ha sido parte esencial de la fiesta. Nuestro Carnaval tiene más encanto que profundidad”, dijo Gómez. “Los gay somos parte directa e insustituible. El día que no haya un hombre vestido de mujer se pierde la esencia del Carnaval”.
Continuó Carlos Maestre, habitante de Rebolo, quizás el barrio que más historia guarda del Carnaval de Barranquilla. Maestre, folclorista desde pequeño, es uno de los congos más tradicionales. Ha hecho parte de las danzas desde 1960. En 2002 armó su grupo llamado Danza del Toro Cimarrón de Rebolo. “En mi casa en diciembre no nos preocupamos por vestir nuevo”, dice, “pero en febrero toda mi familia se preocupa por lucir trajes nuevos. Cuando voy en la danza en la vía 40, me siento como un pavo real. La coreografía del Congo es igual, existe hace años.
El que diga o quiera inventar algo se está saliendo de la tradición”.
El turno fue para Matilde Herrera, una de las más representativas folcloristas del Mapalé. “Vengo del primer pueblo libre de América: Palenque”, dijo Herrera. “Estamos mostrando la cultura palenquera en Barranquilla. Por eso nos sacrificamos. Los palenqueros sentimos que le estamos aportando mucho al Carnaval por todo el componente negro. Las tamboras, por ejemplo, son herencia de los negros cimarrones, así como la forma de bailar. En la Batalla de Flores yo siento que todos me llaman, que la gente está pendiente de nuestro baile”.
El quinto en exponer fue Moisés Pineda, presidente de la Danza del Torito, una de las más tradicionales del Carnaval. “La Danza del Torito es una danza de Congo y tiene 136 años de creada. Soy presidente de ella hace 30 años”. Sus padres que eran carnavaleros, lo involucraron desde que tenía 4 años. “El Carnaval viene evolucionando conforme a la época y mi trabajo es decirle al barranquillero cómo está cambiando. Está fiesta es un frenesí, un agite… es un vicio. No hay control. La gente se desdobla completamente”.
Prosiguió Edaida Orozco que habló sobre el Paloteo Bolivariano, una danza guerrera, con orígenes en Europa y que tiene dos versiones en Colombia: una traída por monjes y otra por alemanes. “Empecé por mi madre. Ella salía en el paloteo mixto. Cuando tuve la edad adecuada inicié como capitana de la danza. Todo el dinero que consigo en diciembre va para la danza. El auxilio que nos da la organización –Fundación Carnaval S.A.- no nos alcanza. Vivo en un barrio de estrato dos pero los niños que tengo en la danza son de estrato uno, es decir, que no tienen dinero. Es una danza infantil, los niños de a pocos van creciendo y van pasando a la danza adulta”.
Finalizó esta sesión introductoria Vilma Gutiérrez de Piñeres, directora de la comparsa “Disfrázate como quieras”, que comenzó hace 28 años. “Un grupo de amigos nos metimos espontáneamente. Éramos los que cabíamos en el apartamento de los Bassi. Ahora somos 350 personas. La única norma es que no hay normas. Le aportamos al Carnaval los mejores disfraces y muy buena música; además contratamos una banda que hace el recorrido con toda la comparsa. Llevo más de dos años diciendo que no salgo más, que me canso mucho, pero siempre vuelvo a salir, se me olvida todo y salgo. Lo más interesante es el precarnaval porque se ven los detalles en las esquinas, la ciudad va transformándose, la fiesta va brotando en todas partes”.
DE LA IDEA A LA REPORTERÍA
El maestro propuso su esquema de trabajo y orientó a los reporteros para que de sus expectativas iniciales y posibles historias comenzaran la investigación. En el tablero propuso un cuadro-guía para que cada reportero no perdiera el norte de su historia.
PERSONAJE: Carlos Maestre
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TERRITORIO: Barrio Rebolo |
CONFLICTO: Tradición familiar vs pobreza y violencia |
TEMA: Carnaval de Barranquilla
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De esta manera, el reportero tendría seguro cuáles eran los límites de su historia y de su tema y cuáles eran los hechos centrales de la crónica.Lo que siguió a continuación fue un tira y afloje entre el periodista y el maestro sobre posibles propuestas. Para algunos culminó con la convicción de que valía la pena desarrollar su historia; otros quedaron con las manos vacías.
Tras la discusión con los 14 talleristas, Alarcón determinó algunos de los parámetros de la investigación y escritura de las crónicas:
-Evitar los temas cliché o los que suelen ser más evidentes: un perfil de la reina del Carnaval o un perfil del Rey Momo, por ejemplo. Sólo sería válido hacerlo en caso de que el personaje fuera extraordinario o que se dieran una suma de hechos que extendieran el relato a otros ámbitos.
-Es clave entender que el territorio en el que los personajes se van a mover no es su casa ni su lugar de trabajo, es la ciudad completa. Por eso cada periodista debe generar empatía con su personaje y lograr una hoja de ruta concertada, una planificación o guión que muestre en qué parte va a ser seguro hallarlos, verlos, conversar con ellos. Hay que tener en cuenta que están en plena organización del Carnaval y que su agenda es muy limitada.
-No hay que atemorizarse con una invitación a bailar música de Carnaval. Hay que tratar de soltar la cadera porque sino cada reportero será mirado como bicho raro. En conclusión, hay que tratar de hacer parte de la fiesta.
-Los grandes temas representan un problema para el cronista; por lo general, ante un gran tema, el periodista se enreda. Por ejemplo: el tema es la integración social y el conflicto es la diferencia de clases. Ahora, partir de allí para llegar al territorio y al personaje no es fácil. Cuando se inicia de esta forma hay que identificar los subtemas. En este caso el subtema puede ser la danza Paloteo Bolivariano en la que se da el conflicto de diferencia de clases, todo dentro del tema integración social.
-Hay que identificar los prejuicios sobre Colombia y sobre el Carnaval con que se llega a trabajar en el taller. Esto determina, en principio, el interés por temas como la pobreza, la exclusión o la violencia. Lo importante es ser flexible para cambiar de rumbo en caso necesario.
-Los temas que tienen que ver con la comunidad LGTB, así como los de la violencia, son recurrentes. Hay cierta crisis temática en la crónica latinoamericana. Es como si estuviéramos encerrados en estos temas que parecen —y a veces son— fáciles de reportear. Pero hay que entender que para trabajar el tema de la homofobia no hace falta venir al Carnaval de Barranquilla, eso puede hacerse en otra época del año. Igual con la violencia. Debemos tener claro que no venimos a escribir una crónica sobre violencia sino sobre la fiesta.
-Hay discursos globales de la corrección política que son grandes enemigos del relato de una crónica. Los periodistas tenemos deberes sociales y políticos pero, como cronistas, nuestro deber está por encima de la denuncia. Ya hay otros tipos de periodismo que trabajan la denuncia. No es que la crónica no sirva para hacer denuncia; puede servir y muy bien porque el relato puede ser más efectivo, pero no debemos dejar a un lado la oportunidad literaria que da este género. -Este taller hace énfasis en los sujetos y territorios del Carnaval. Tenemos, entonces, que panear sobre un panorama amplio para saber en dónde nos detenemos. Debemos apuntar, también, a escenas de la vida privada, de la vida doméstica. El Carnaval es un territorio político y debemos hallar personajes que estén definiéndose como sujetos políticos en medio de la fiesta. Es decir, aquellos que se reafirmen como ciudadanos en pleno Carnaval. Esto implica que no se llega a la vida de un personaje entrando por la puerta de su casa sino por la ventana de su habitación —que siempre está cerrada y hay que lograr que nos la abra—. -La crónica permite trabajar en el detalle. Por ejemplo, si nos preocupamos por entender cómo es el componente gay en el Carnaval, esto podría llevarnos a las peluquerías y, parados allí, podemos narrar cómo se alisa el pelo un afrocolombiano.
Los detalles proveen a la crónica de dimensiones diversas sobre el tema. -El Carnaval está lleno de personajes curiosos pero no todo lo que nos resulta curioso merece que escribamos una crónica; hay que encontrar al personaje óptimo y hay que saber que muchos de estos personajes tienen un discurso preparado para cuando sean entrevistados. Por eso hay que ser muy cuidadosos en la elección de un personaje.
-Cuando en un grupo de personas sobresale un líder hay que escucharlo pero con duda. Con un oído atendemos qué dice y con el otro escuchamos lo que nos rodea. Hay que identificar los indicios: la mirada, la forma de hablar, los tonos de la voz, la ropa.
-En las facultades de periodismo o de comunicación enseñan a trabajar periodismo investigativo, pero cuando entran en el tema de la crónica no enseñan que hay que ser igual de exhaustivo en la investigación. Como si la investigación fuera exclusiva de la academia o del reportaje. Para una crónica podemos encarrilar el trabajo construyendo una hipótesis: sospechamos que tal o cual personaje actúa de tal o cual forma, y tratamos de corroborarlo o desestimarlo.
-En la medida de lo posible, pensando en que estas crónicas serán publicadas en sus respectivos medios de comunicación, no nos enfrentemos a los editores que son nuestros jefes en el trabajo. Debemos ser capaces de encontrar el equilibrio entre lo que podemos publicar en nuestros medios y lo que es menos evidente para un público latinoamericano.
-Cuidado con la teoría. Hay que estudiar teoría para saber argumentar pero sumergirse mucho en ella puede conllevar a un enfriamiento en el relato. Podemos perder la fuerza de lo que narramos. Es necesaria pero riesgosa.
-El tono de la crónica se busca en el trabajo de campo. El tono no es algo que aparece súbitamente cuando nos sentamos frente a la pantalla en blanco. Puede ocurrir. A veces un buen cronista halla el tono cuando se sienta a escribir pero esto sucede pocas veces. El tono se busca de la misma forma en que se investiga. Casi siempre sucede que las primeras impresiones del primer día del trabajo de campo son las más fuertes, sobre todo si se está pensando en el comienzo y en el final del texto. Cuando se lleva tiempo en la inmersión ya se ha perdido una parte de la sensibilidad. En ese primer momento del trabajo de campo hay que buscar por dónde voy a comenzar: por un diálogo, por la descripción de un detalle, por una escena.
-El cronista es un coleccionista de escenas, de imágenes y de diálogos. No de ideas. Las ideas se necesitan pero una crónica no reúne muchas ideas. Una crónica cuenta hechos.
DE LA REPORTERÍA A LA SALA DE REDACCIÓN
Con los parámetros anteriores, los 14 reporteros emprendieron la búsqueda de su historia en una ciudad que no conocían y que se preparaba para su Carnaval. Durante horas rastrearon sus ideas iniciales en los barrios, en las calles, en los parques, en los ensayos de las comparsas y en las casas de los protagonistas. Luego, retornaron a la sala de redacción donde Cristian Alarcón se encargó, nuevamente, de hacer tambalear las certezas de cada periodista como riguroso método para llegar a una gran crónica. Las conclusiones fueron las siguientes: -Cuando se tiene elegido al personaje e identificado el territorio, el problema consiste en definir qué es lo que voy a registrar. No hay que olvidar que el territorio de un personaje no es una cuadrícula ni tiene límites precisos. Es más difuso que eso. Además de ser el suelo que pisa y habita, es su campo de acción, su ámbito de trabajo.
-Hay casos en los que el tiempo de investigación y de redacción es muy poco, que es lo que generalmente ocurre en nuestro trabajo diario. Con lo poco que se puede recoger, captar y entender de esa historia, el esquema de construcción de la crónica se reduce a la regla clásica del relato: principio, nudo y final. No hay que complicarse la vida. Si hay tiempo, entonces vale la pena complicarse la vida.
-Hay que poner a carburar el final de la historia desde el comienzo de todo el proceso. No hay que estar a la espera de una revelación; más bien, hay que hacer de la crónica una revelación completa. Nunca va a llegar una epifanía que se convierta en el final de la estructura narrativa.
-Lo que hacemos es periodismo, por eso, todo puede pasar. Mañana
inesperadamente puede suceder algo que nos obligue a irnos de Barranquilla, y con lo poco que se ha podido conocer hay que escribir la crónica, igual. No todas las crónicas requieren de un larguísimo trabajo de meses. Hay unas que se hacen en un día, pero para esas el cronista necesita atrevimiento, habilidad y conocimiento. -En el primer párrafo se necesitan tres verbos. No deben ser raros. Los más comunes sirven: ser, estar, hacer. Hay que pensar el primer párrafo en función de: presentar al personaje, esbozar el tema y convencer al lector de que lo que le voy a contar es interesante. Por eso hay que idear el primer párrafo pensando en los verbos, no en los adjetivos.
-Hay que aprenderse los nombres de personajes, calles y sitios tan rápido como sea posible… así como los sociólogos. Precisamente en el nombre de la calle o en el de la abuela está el tono de la crónica.
-Lo ideal es no volver a los apuntes cuando se escribe, sino tener la historia completa en la cabeza, con los tiempos, los movimientos y los nombres. Allí está la fluidez de la narración. Sólo debemos volver a la libreta de apuntes para corroborar dudas de precisión, no para entender por dónde se desenvuelve la historia. - Los nacimientos y las muertes son dos puntos básicos para entender el tiempo de los hechos, son dos referencias que ayudan a saber cuándo ocurrió lo que nos cuentan. Hay otras como efemérides o fechas de fiestas y eventos que son importantes para la vida de los personajes. Luego, si el entrevistado no recuerda cuando sucedió lo que nos dice, podemos ubicarlo antes o después del nacimiento de la muerte de algún suceso específico.
-Hay que llevar una especie de bitácora en la que guardemos datos que quizás no usemos pero que puedan necesitarse. Color del vestido de la reina del Carnaval, detalles del sombrero del Rey Momo, olores de la comida, de la ciudad, diálogos… en fin, todo esto se convierte en material para una crónica.
-El diálogo no es lo mismo que la entrevista. Un diálogo es espontáneo. Algunos autores lo usan como separación en lugar de subtítulos. Sirve para airear la lectura y la narración.
-Los detalles que hallemos en la vida de las personas son definitivos para dar una imagen del personaje y nos mantienen en una narración vital; también, evitan que caigamos en una narración formalista, tipo historia.
-Hay que saber mimetizarse en la escena. Compartir con los personajes, comer con ellos, verlos, y esto se hace sin grabadora. La grabadora en esos momentos intimida. Hay que encontrar el momento para grabar conversaciones y entrevistas. -No hay nada más lastimero que un cronista perdido en un barrio desconocido. Es una situación embarazosa que a nadie le gusta pasar. Si por alguna razón su personaje no llega a una cita acordada, no es el fin de ese día de trabajo. No puede serlo pues no tenemos mucho tiempo. Hay que buscar otro personaje, mirar, reconocer y preguntar. Seguro encontraremos a alguien más.
Al final de los días de reportería llegó la noche de La Guacherna, que para casi todos los periodistas fue el punto de quiebre del trabajo de campo. Fue el momento en que conocieron y vivieron la intensidad del Carnaval; el ritmo, el frenesí, el valor de la amistad y de la confianza, el calor de la danza y el ánimo de la ciudad que se volcó a la calle para ver el desfile de más de 70 comparsas. La FNPI se encargó de que el tallerista que quisiera participara en el desfile y anduviera las más de 40 cuadras en medio de los grupos folclóricos. Muchos recorrieron el trayecto mientras trataban de seguir la música bailando y haciendo parte de la fiesta. “Si no vivimos esta fiesta es imposible transmitir lo que significa para la gente”, aclaró Alarcón.
Durante los dos días —con sus noches— siguientes, el maestro trabajó en turnos de más de 40 minutos con cada tallerista, desde la mañana hasta el final de la tarde. Concertó los comienzos de cada texto, ayudó a pulir los diálogos, señaló oraciones que se salían del tono natural de la crónica, enfatizó en la construcción de un ritmo de narración que no le tuviera miedo a los párrafos largos ni a las oraciones ordinadas. Explicó el uso de los subtítulos o de las separaciones intermedias dentro del texto. Y lo más importante para algunos de los talleristas: no dejó caer la motivación del grupo en la escritura de una crónica que se liberara de las prácticas del trabajo diario en la prensa.
LECTURA FINAL
El último día del taller cada reportero leyó su crónica.y cada uno recibió críticas y loas. Además los fotógrafos presentaron la reportería gráfica. Al acto de cierre asistieron el alcalde de Barranquilla, Alenjandro Char, la directora de la Fundación Carnaval S.A., Mireya Caballero, el director de Colombia es pasión, Julio César Gálvis, y Ludwig Landazábal, presidente del Hotel Country International que fue el escenario del taller.
Además del saludo que cada funcionario dio al taller, el acto sirvió como una rueda de prensa en la que los periodistas tuvieron la oportunidad de preguntar sobre hechos puntuales, políticas de la actual administración, datos estadísticos sobre el Carnaval y la proyección a futuro.
Pero este sólo fue el final del encuentro en Barranquilla. Tras un periodo de un mes en el que cada cronista pudo trabajar cada texto con más detenimiento y cuidado y aplicando las instrucciones finales, enviaron sus crónicas a Cristian Alarcón quien, después de leerlas seleccionó las seis mejores para que hagan parte de un libro que la FNPI publicará a finales de 2009, en el que también se podrán leer crónicas de otras celebraciones colombianas como el Festival de la Leyenda Vallenata, en Valledupar, y la Feria de las Flores, en Medellín.