En la segunda edición del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo –Festival organizado por la FNPI– se realizó el taller Fotografía de no ficción con el maestro Stephen Ferry.
La actividad consistió en la composición de Un retrato colectivo de Medellín, exposición fotográfica que se instalaría en el Museo de la Calle sobre la carrera Junín, en el centro de la ciudad.
Participaron 16 reporteros gráficos de América Latina de países como Costa Rica, México, Perú, Venezuela y Colombia. Durante tres días asistieron a charlas magistrales y realizaron un trabajo de campo para obtener un ensayo visual que tenía como propósito documentar la cotidianidad de un lugar.
En el transcurso del taller y con la obtención de material surgieron discusiones en torno a la estructura, el color, el plano adecuado y, sobre todo, frente a la intención de ser fiel a lo observado, asunto que para Ferry es preciso tratar desde la ética en el fotoperiodismo.
Él cree que una situación no puede ser manipulada por el fotógrafo previamente a ser capturada, y que no se debe intervenir la conducta de los personajes para lograr contar una historia con la fotografía, pues la transparencia misma de la imagen consiste en que la historia se cuente por sí sola.
Ferry invitó al fotógrafo antioqueño y director del periódico Universo Centro, Juan Fernando Ospina, de quien admira su estética con respecto a la forma de relatar la cotidianidad desde lo popular y convertirla en una representación icónica.
Éste enseñó parte de lo que ha sido su trabajo y advirtió que al no ser periodista, no teme mentir con las imágenes. Con base en esto fue posible poner sobre la mesa diferentes reflexiones en relación con la premisa de que lo que hace es arte visual partiendo de la intención de reflejar las calles y quienes las habitan, y no fotografía documental, ya que muchas de las piezas están construidas.
Sin embargo, otras consideraciones tuvieron lugar como la relación que establece el fotógrafo con los personajes que retrata, principio que permite obtener resultados más intimistas aunque no sea éste un requisito para lograr una buena imagen.
Algunos de los temas sobre los cuales los participantes determinaron que podrían buscar historias fueron prostitución, arquitectura, inquilinatos, brujos, delincuencia, indigencia, vendedores informales, músicos, entre otros, todos en el centro de la ciudad.
En el transcurso del taller surgieron otros escenarios y entre todos descubrieron qué tanto hacía falta detener la mirada en el espacio público sin perder de vista la privacidad que está sujeta a éste.
Ferry advirtió que cada uno de ellos debía ser tratado evitando caer en la victimización, en la mirada crítica o en el juicio moral. Sugirió que sería interesante preguntarse sobre los elementos de discordancia o afinidad entre las fotografías y el discurso institucional que tiene una ciudad sobre sí misma.
Mientras el registro avanzaba, algunos regresaron a los mismos espacios a los que ya habían acudido por recomendación del maestro, quien mencionó que cuantas más veces se explote una toma, es mejor. Sin embargo, no defendió la redundancia, puesto que a su juicio una fotografía puede dar cuenta de un hecho concreto de mejor manera que tres sobre la misma situación.
Mencionó igualmente cada detalle que para él funciona como propósito argumental dentro de una fotografía y compartió ejemplos de diferentes reporteros documentales alrededor del mundo, muchos de estos jóvenes, como el canadiense Christopher Anderson, el ecuatoriano César Morejón y la peruana Gihan Tubbeh, entre otros.
En diferentes ocasiones hizo la analogía entre la imagen y la poesía, aludiendo a que en ambas es igual de difícil obtener el resultado esperado y que aunque a veces sirva como pretexto el golpe de suerte, es necesario tener en cuenta fundamentos estéticos y teóricos, además de la experiencia.
Ética en el fotoperiodismo
En 1995 Stephen Ferry estuvo por primera vez en Colombia. Participó en un curso impartido por Gabriel García Márquez para fotoperiodistas en El Universal de Cartagena. El hombre de Aracataca tomó un periódico y leyó un titular: "El cura secuestró a la virgen", y les dijo a todos los talleristas que irían al lugar en el que había ocurrido el hecho, pues era un pueblo cercano, con el propósito de entender qué había sucedido y cómo.
Comprendió, desde entonces, que los acontecimientos debían ser juzgados desde otra lógica y que era siempre necesario ir más allá de la ingenuidad o de las especulaciones con relación a un tema sobre el cual se desee hacer un cubrimiento.
Un ejemplo de esto fue el estudio realizado con el interés puesto en las complejidades que golpeaban a la sociedad colombiana, con el que descubrió que el narcotráfico era tan solo un rostro visible y decidió que su investigación Violentología, un manual del conflicto colombiano (2012)[1], debía dar cuenta de diferentes puntos de quiebre.
A la pregunta sobre la tesis que tuvo en cuenta para realizar esta documentación fotográfica, de uno de los 16 fotoperiodistas que asistieron al taller Fotografía de no ficción, Ferry respondió: “La resistencia de los colombianos a la violencia”.
De esta forma, Ferry introdujo a los participantes en un propósito claro: construir un retrato colectivo de Medellín. Sugirió que cada uno debía pensar en la forma en la que un lugar se representa a sí mismo, sin embargo, antes de poner sobre la mesa un derrotero de temáticas posibles a abordar, dejó claro algunos aspectos con base en sus proposiciones acerca de la ética en el fotoperiodismo.
En primera instancia destacó la importancia de no engañar al espectador haciendo referencia a algunos aspectos como la luz, el color y los medios de información proporcionados en una imagen. Advirtió que estos deben dar cuenta de una realidad ineludible pero poco perceptiva para los ojos que no la buscan.
No está de acuerdo con la manipulación de las situaciones. “Si el fotógrafo llega tarde para hacer su trabajo, lo adecuado no es que vuelva a armar lo sucedido, ni que intervenga en la autonomía de los personajes para que quede justo la escena que él esperaba ver y nunca vio”.
Del mismo modo no cree prudente operar la imagen proveyéndole atributos en el proceso de edición que no son coincidentes con los que se tuvo en cuenta en el momento de capturar. Lo que quiere decir que, para él, no habla bien de alguien el hecho de que maniobre la iluminación o nitidez en una fotografía por incapacidad de haberla hecho bien en el instante oportuno.
Igualmente habló de que el fotógrafo solo ofrece una vista de una circunstancia en un lugar específico, y debe procurar que en ésta esté inmerso el contexto en la que acontece. La invitación aludía a que cada uno de los participantes debía descubrir cuál era la mejor perspectiva para ofrecer un relato de un hecho concreto, pero no debía imaginarlo para luego disponer el espacio y recrearlo a su antojo.
Como ejemplo enseñó una fotografía de su trabajo documental sobre los vestigios de la Revolución Nacional de Bolivia de 1952, y resaltó el valor de sacar la cámara, no como un elemento intruso en medio de la naturalidad del suceso, sino como un testigo que presiente que algo interesante sucede o está próximo a suceder.
De otro lado, con relación a su trabajo como reportero de guerra, mencionó que el fotoperiodista debe tener cuidado con que una víctima quede aún más victimizada en los retratos. El fotoperiodista debe tener una posición ecuánime sobre los actos que comúnmente llevan el peso de un juicio moral en particular.
Ferry enfatizó en el estilo propio que debe prevalecer en cada reportero y que no es necesario sacrificar el carácter de autoría aun con la intención, en este caso, de construir un retrato conjunto. No obstante, hizo la pregunta: ¿Cuál es nuestro gran ensayo colectivo?
Fotografía de no ficción / Arte visual
Para el Retrato colectivo de Medellín, Stephen Ferry planteó a los participantes recorrer el centro de la ciudad, foco que para él sigue estando estigmatizado. El maestro partió de la pregunta: “¿Qué tan real es que Medellín ha dejado su pasado violento atrás?”, y con base en ésta cuestión refirieron posibles escenarios para el trabajo de campo.
Transporte, movilidad, espacio público, vendedores informales, gastronomía popular, parques, cantinas al aire libre, barberías, billares, industria de la belleza, prostitución, salas de cine porno, iglesias, grupos poblacionales, brujos, culebreros, industria textil, arquitectura, teatros antiguos, indigencia, ollas de vicio, hospitales, músicos, transeúntes, entre otros temas, fueron los que se tuvieron como indicio para recorrer las calles.
Dado que algunos de los reporteros gráficos que hicieron parte del taller venían de otros países y ciudades, y a propósito del tema, Ferry invitó al fotógrafo Juan Fernando Ospina (1966, Medellín, Antioquia) para que les enseñara parte de su trabajo, pues durante años se ha dedicado a transitar la ciudad y a dar un ejemplo del arte popular con una estética propia.
Ospina, quien además es director del periódico Universo Centro, manifestó a manera de preámbulo que como no es periodista; le encanta mentir con las imágenes. Las suyas son por lo general intimistas y según dijo, le gusta entablar una relación con cada uno de los personajes que retrata. Ferry intervino y puso como ejemplo de contraste a los reporteros gráficos, sobre todo de diarios, que solo toman una foto y se marchan.
Sin embargo, el quehacer de este fotógrafo antioqueño, de acuerdo con su exposición, consiste muchas veces en observar cuidadosamente el ambiente a su alrededor y la cotidianidad en sí misma, fijar un hecho concreto en la memoria y luego construirlo con la misma o más información. Esto con el objetivo de narrar una historia o simplemente resaltarla a través de la imagen.
Ferry destacó que en el trabajo de Ospina hay una peculiaridad que consiste en convertir lo popular en una representación icónica, cometido que obtiene a partir de plasmar singularidades que no todos advierten con una fuerza única.
No obstante, hizo la salvedad de que lo anterior puede entenderse como arte visual más que fotografía de no ficción, ya que hasta cierto punto interviene los elementos, los colores y la atmósfera para lograr lo que desea.
Igualmente señaló que las fotografías de Ospina dan cuenta de una narración y tienen tanto significado que en ellas la realidad sobresale. “Son conceptos interesantes pero a la vez son muy sutiles, no es fácil llegar a algo mejor que lo evidente”, señaló.
Uno de los componentes que Ferry considera genuinos en Ospina es la serie de colores que obtiene, ya que le permite producir dentro del campo de visión efectos de contundencia además de una sugestión emocional.
Los participantes del taller regresaron a las calles con la misma o más expectación para traer consigo cientos de fotografías, de las cuales solo 24 serían escogidas para la exposición.
Un retrato colectivo de Medellín
A raíz de las diferentes descripciones, sugerencias en torno a la estética y asignaciones de espacios para tener en cuenta en el trabajo de campo, los fotoperiodistas regresaron con material para extraer la muestra final que sería expuesta en el Museo de la Calle sobre la carrera Junín (Centro de Medellín).
Durante la selección de imágenes que tuvo en cuenta criterios de cada uno de los participantes, Ferry hizo diferentes menciones aludiendo a las cualidades y desaciertos que encontraba en las fotografías.
En referencia a las tonalidades que aparecían en una imagen, cree el maestro que hay varios aspectos de los cuales es posible sacar provecho. Él se interesa constantemente por el color como práctica de secuencia, piensa que éste permite hacer distintas relaciones e interpretaciones de una imagen, crear texturas ilusorias o reforzar las que ya existen y proporcionar una importancia emocional.
Defiende del mismo modo la idea de que los fotógrafos recurran a los matices como guías visuales o hilos conductores, aun cuando no se trate de una serie específica.
Cuando a Ferry le hicieron la pregunta de si le parecía prudente saturar la imagen para obtener un balance en el color, dijo: “Es como la poesía; la consistencia desde el punto de vista experimental podría funcionar, pero si se intenta escribir un solo poema con versos alejandrinos y con otros libres, habría que hacerlo muy bien para que funcione, si es que funciona”.
Para Ferry hay detalles con los que el fotógrafo tiene que ser obsesivo. Por ejemplo, aseguró que en la decisión de quien captura algo que ocurre al aire libre, debe estar la pregunta de si es estrictamente necesario dar la señal de que se está a la intemperie: “Sabemos que hay un cielo arriba de la gente; a veces no vale la pena recordarlo por quitarle espacio a las escenas. Es generar una distracción que sobra”.
De forma similar invitó a que fueran cuidados con los contornos o las siluetas, advirtió que si éstas, sobre todo las que corresponden a personajes, iban a ser obstruidas o cruzadas por un objeto, éste debe ser indispensable o tener una intención y funcionalidad puntual, de lo contrario es un elemento nocivo.
En este orden de ideas también recurrió a diferentes ejemplos donde la mirada de quien no es necesariamente protagonista del retrato, señala un punto al que el fotógrafo no tiene la intención que el espectador observe, lo que quiere decir que, la misma fotografía puede desviar el curso del foco de atención.
“Tenemos la impresión de que todos estamos mirando al otro y viceversa”, dijo Ferry frente a una imagen en la que la presencia de la cámara estaba bastante manifiesta, algo semejante a que quien la capturó lo hizo desdeun lugar común. Por esto recomendó arriesgarse y buscar el punto de vista menos inusual, incluso en caso de bastarse de los reflejos –que le parece que algunas veces brindan buenos resultados- hacerlo desde la óptica menos elemental posible.
Otro de los detalles mencionados fue el pacto emocional que se establece previo a la captura, en el que muchas veces interviene el lenguaje sensorial del reportero gráfico y en el que el maestro cree que es fundamental que el fenómeno que se esté buscando a priori quede bien representado.
Ferry medió: “No estoy buscando fotos ortodoxas; todo tiene que tener su función en este campo: si la imagen tiene ruido, tiene ruido; si le sobran elementos que no brindan información, le sobran”, y en la medida que iban descartando según propiedades como el plano acertado, los colores coincidentes, las relaciones entre interior – exterior, ambiente – individuos, se decidieron por las 24 fotografías para la exposición final.
Para nombrar cada una de las fotografías advirtió que debían ser descripciones contundentes tales como “Prostituta observa la calle desde ventana de hotel”; “Joven fuma marihuana en la Calle 56”; “Halcón peregrino devora una torcaza en la casa cural de San Antonio”; “Impacto de un disparo”; “Manifestación a favor de la despenalización del aborto, “Joven Hare Krishna canta en el templo Govindas”; entre otros.
Lo anterior porque cree que una fotografía declara por sí misma en qué consiste cuando está bien lograda, tal como sucede con un buen poema.
Menciones
JR (1983): Artista y fotógrafo francés reconocido por instalar sus trabajos en gran formato en la calle como una galería a cielo abierto.
Christopher Anderson (1970): Fotógrafo que aunque nacido en Canadá creció en el oeste de Texas. Hace parte de Magnum Photos, una de las más prestigiosas agencias de fotografía documental.
www.christopherandersonphoto.com
César Morejón (): Fotógrafo ecuatoriano que se ha dedicado a tomar retratos, algunos desde su teléfono móvil, como una experiencia documental. Comenzó su experiencia como fotoperiodista en diario El Comercio y trabaja de forma independiente.
www.cmorejonfoto.wordpress.com
Gihan Tubbeh (1984): Fotógrafa peruana destacada sobre todo por su trabajo documental de vida noctura. En 2010 fue ganadora del World Press Photo en la categoría ‘Vida Diaria’, por un reportaje hecho a Adrián, un niño autista de trece años.
www.versus-photo.com/photographers/gihan-tubbeh/
Alex Webb (1952): Fotógrafo estadounidense miembro de la Agencia Magnum desde 1979. Ha publicado más de diez libros de series fotográficas y es colaborador de medios como Geo, Life, New York Times o National Geographic.
Robert Frank (1924): Fotógrafo nacido en Zúrich (Suiza) y reconocido en Estados Unidos incluso en el ámbito de cine. Empezó como fotógrafo de moda para Harper's Bazaar y posteriormente con su libro de fotografía The Americans, publicado en 1958, se le atribuyó un influjo del período de postguerra.
Ernst Haas (1921 - 1986): Fotógrafo y artista plástico austríaco que obtuvo reconocimiento por sus reportares fotográficos sobre el retorno de los prisioneros de guerra. Entró a la Agencia Magnum por recomendación de Robert Capa.
Aleksandr Ródchenko (1891 - 1956): Escultor, pintor y fotógrafo ruso, creador del Constructivismo.
[1] “Impreso en una prensa rotativa Harris en la planta de Carvajal, Bogotá. El trabajo de pre-prensa se hizo entre el equipo de Amaral Diseño, el equipo de producción del periódico El Espectador, y los prensistas de Carvajal. La impresión, que duró cinco días, fue supervisada por don José Acuña y don Fabio Chica de El Espectador, Diego Amaral y Stephen Ferry.” Ferry, Stephen. Violentología. 10/2014 violentologia.com/blog/