Relatoría Taller 'Ética periodística y cultura de paz' con Javier Darío Restrepo
12 de Diciembre de 1998

Relatoría Taller 'Ética periodística y cultura de paz' con Javier Darío Restrepo

Foto: Archivo fotográfico Fundación Gabo.

La siguiente es una estructura general de los talleres que Javier Darío Restrepo dictó en Caracas, Lima y Santo Domingo a 285 periodistas, en el marco del proyecto de Periodismo y Cultura de Paz de la UNESCO. Contiene algunas precisiones metodológicas en las notas al pie, de manera que quienes quieran utilizarlo como insumo para la realización de talleres de ética periodística, sepan cómo apoyarse en otros recursos, tanto audiovisuales como de ejercicios de reflexión.

Introducción.

La mayor riqueza de estos talleres de ética es el intercambio de experiencias y de opiniones que estimulan. Cada periodista llega cargado con las reflexiones y convicciones nacidas en medio de su trabajo, encuentra la oportunidad de confrontarlas con las de otros colegas de otros países y medios, de distinta formación profesional y de contextos culturales, políticos y sociales diferentes y descubre que detrás de esa variedad hay un lenguaje y un fondo común.

Esa confrontación de visiones, en efecto, favorece la revisión de algunas ideas y la confirmación de otras, algo así como si el mapa mental que cada uno utiliza como guía, se actualizara y enriqueciera con nuevos elementos.

Sirva la referencia a los mapas mentales para recordar la historia y las aplicaciones de este episodio de la cartografía, que fue el mapa firmado en 1615 por un cartógrafo holandés, que muestra a California como una isla, a pesar de que desde 1542 Hernando de Alarcón había demostrado lo contrario. Ese error, tercamente mantenido en los mapas, había tenido consecuencias, como narran documentos de la época. Los viajeros desembarcaban, consultaban el mapa que les indicaba un corto trecho antes de encontrar el mar; no desguazaban sus barcos  sino que los cargaban a través de montañas y de un desierto interminable que inspiró fuertes cartas de reclamo, que los cartógrafos respondieron diciendo: sigan que finalmente encontrarán el mar.

Un mapa equivocado echaba sobre sus hombros cargas tan pesadas como un barco. Es la consecuencia de aceptar como guía un mapa equivocado. El taller ofrece la posibilidad de revisar los mapas mentales de cada uno. De compararlos con los que les sirven de guía a los colegas y de detectar los errores que arrojan sobre los hombros cargas pesadas como un barco. Sobre todo cuando el error está en nuestro mapa mental ético.

 

PRIMERA PARTE

La revisión del mapa mental ético.

¿En qué se piensa al oír la palabra ETICA?

Primera observación. No están ustedes ante el procedimiento sencillo de elegir entre lo bueno y lo malo, sino entre lo bueno y lo bueno en busca de lo mejor. Una decisión ética siempre dignifica y mejora. Esta observación podría corregir algún mapa mental sobre ética. 

Segunda observación. La ética es una utopía: es un plan o proyecto que parece irrealizable porque se trata de una meta alta. En consecuencia, nunca coinciden la meta utópica que señala la ética, con la realidad cotidiana. Siempre habrá una distancia que las separa; el esfuerzo por acortar esa distancia le imprime una dinámica ética a la vida. Habría que desconfiar, en cambio, cuando alguien se cree tan perfecto que no necesita ideales éticos, o tan resignado que descarta todo esfuerzo

Tercera observación. La ética no se impone; se adopta por una libre decisión personal. En esto se diferencia de la ley que es coactiva y se cumple por presión del policía que exige y vigila su cumplimiento y sanciona el incumplimiento.  Para la ética no hay otro policía que la propia conciencia. No la puede imponer un reglamento de trabajo, ni un manual de estilo. Es una decisión personal. Uno es ético porque le da la gana.

Cuarta  observación que depende de la anterior. La ética tiene en cuenta las circunstancias de cada uno; esto explica por qué ante los mismos hechos, las decisiones éticas de cada persona son distintas. Por consiguiente, es temerario emitir juicios sobre la ética de otra persona, cuando no se conocen sus circunstancias y éstas sólo las conoce cada quién. La reflexión ética sirve para calificar los propios actos, no los ajenos.

Quinta observación. La ética no es asunto del conocimiento sino de la sabiduría. Es el producto más rico de la experiencia. Por eso cuando un padre quiere transmitir a sus hijos lo mejor de su experiencia, su discurso necesariamente se vuelve ético. Esto le da a la ética una característica esencial de saber práctico, que es la expresión utilizada por Aristóteles.

Sexta observación. Lógicamente la ética no puede reducirse a un reglamento, o compendio de normas, ni se puede aplicar mecánicamente lo mismo que un reglamento de fútbol o un manual de funcionamiento de una institución. Puesto que la ética refleja lo mejor de la vida, como la vida se reinventa y enriquece todos los días. La ética es dinámica por naturaleza. Esto plantea una dificultad, puesto que no parece existir un punto de referencia válido para medir conductas. La ley, en cambio, utiliza esos referentes de modo que las autoridades pueden saber, a partir de hechos externos, si alguien cumplió o violó la ley. En la ética es uno mismo quien sabe si aplicó o no en su vida unos valores básicos, y es la propia conciencia ( algo así como un policía incorporado) quien da su veredicto. Los valores son el referente y la conciencia el juez.

Séptima observación. Esos valores son los que le dan a la ética una aplicación universal. Según Kant – que tu norma de conducta pueda convertirse en ley universal- no se trata de normas caprichosas o sujetivas, que es lo que parece entenderse en la expresión de que “cada uno tiene su ética”. Se trata de valores aplicables a todos los seres humanos, y lo son porque se trata de calidades apreciables y apreciadas por cualquier ser humano. De nuevo aparece la diferencia con la ley: esta resuelve asuntos de convivencia; la ética dignifica porque siempre hace mejores seres humanos.

Octava observación En el caso de la ética periodística es necesario precisar que la ética y la técnica están tan estrechamente unidas como el zumbido y el moscardón. Esto significa que no se puede aspirar a un periodismo de calidad si no está atravesado por la ética y que periodismo sin ética, inevitablemente es periodismo de baja calidad. Esto sucede en el periodismo, lo mismo que en cualquiera empresa importante; al finalizar el siglo XX fue notorio el viraje de las grandes empresas hacia los valores éticos, impulsado por la convicción de que el éxito empresarial se tiene que fundar en la confianza de los clientes que, a su vez, se apoya en la credibilidad que merecen los productos o servicios que la empresa suministra. Y estos, la credibilidad y la confianza, sólo se construyen con valores éticos.

Estas ocho observaciones permiten corregir o acentuar el perfil de su mapa mental.

El mapa de los filósofos

Su mapa mental se puede someter a una nueva prueba si se le compara con el que han ido trazando los filósofos a lo largo de la historia.

Para no entrar en una fatigante y poco útil mención de autores y teorías abstrusas, simplificaremos en tres líneas el mapa filosófico sobre la ética. Son líneas que se complementan entre sí y nos dejan entrever un mapa mental más elaborado.

Primera línea

La trazó Aristóteles cuando definió en Etica para Nicómaco la ética como obediencia a la propia naturaleza. Si naturaleza es lo que traemos puesto al nacer, esto significa que  si el ser humano obra manteniendo intacto lo que recibió al nacer, obedece a la naturaleza y, por tanto, su actuación es ética. Pensamiento que complementó J. J. Rouseau al sentenciar que “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe.” Para saber qué es lo bueno y lo correcto, los filósofos se preguntan sobre la naturaleza del ser humano, puesto que lo ético  es lo que la respeta y obedece, y no ético lo que la deforma y contradice.

Segunda línea

Hegel buscó las huellas de esa naturaleza en las costumbres. Estos usos, mantenidos a lo largo de generaciones, reflejan una sabiduría ancestral sobre lo que es bueno para el ser humano porque respeta y dignifica su naturaleza; por eso el filósofo acuñó el término: “Eticidad de las costumbres”. Etimológicamente  lo ético está relacionado con la costumbre. Ética, viene del griego ethos, que es costumbre (nthos, en cambio, es carácter) y moral viene del latín mos, que es costumbre. Cuando la sociedad reflexiona éticamente se pregunta sobre lo que está bien visto (lo acostumbrado) y lo que está mal visto (lo no acostumbrado) como metodología para hallar lo ético. La ética compendia, por tanto, la sabiduría decantada en las costumbres, en las que los seres humanos han reflejado y dignificado su naturaleza.

Tercera línea

Redondea y les da un perfil definido a las dos anteriores, esta nueva línea expresada, entre otros, por Fernando Savater en Ética para Amador, al reflexionar sobre el episodio de Robinson Crusoe que, después de 25 años de soledad en su isla, encontró la huella de un pie extraño en  su playa. Enfrentado al problema de qué hacer con ese extraño, Robinson contempló la posibilidad de armarse para destruirlo, o de encontrarlo y ganarlo como amigo. En ese momento, Robinson comenzó a tener los problemas éticos que había dejado atrás durante 25 años. La ética, en efecto, se impone cuando aparece el otro y llega a convertirse en una forma de conducta frente a él, que humaniza y dignifica cuando se lo acepta. Por el contrario, cualquier forma de desconocimiento, lesión o destrucción del otro, deshumaniza.

Esta línea del OTRO deja entrever qué clase de ética rige la vida de las personas. Hay éticas mínimas, que son aquellas en que el otro apenas si se reconoce y cuenta, y éticas máximas en las que el otro lo es todo. Aún en una misma persona se encuentran niveles éticos diferentes, según su reacción frente a las personas: unas cuentan más que otras. El ideal ético es que todas cuenten y en categoría alta. Esto tiene una vigorosa aplicación en el periodista por cuanto su profesión está centrada en el servicio del otro.

Lo que acabamos de hacer es un borrador de código ético. Los códigos éticos compendian esos valores y los expresan como normas, en un esfuerzo por identificar la naturaleza de la profesión, resumir lo que está bien visto para prestar un óptimo servicio a los otros y a la sociedad.

Generalmente los códigos se redactan después de investigar el contenido de otros códigos en busca de un consenso, lo más amplio posible, sobre esos valores. Utilizando categorías kantianas, se trataría de sintonizar una conciencia universal, de modo que la normas de comportamiento ético del periodista, lejos de ser un capricho de personas o de un grupo, pueda convertirse en ley universal.

La metodología seguida para ordenar este taller partió del estudio de 68 códigos de todo el mundo. Son 20 de América Latina, 23 de Europa, 11 de Asia, 5 de África, 2 de Oceanía y 7 de  organizaciones internacionales de periodistas.

Ese estudio permitió descubrir las líneas comunes en esos códigos, que son las grandes características del perfil ético del periodista.

Puesto que se trata de hacer un mapa de la máxima precisión, ese dato nos aproxima al contorno ético  del periodista en el mundo, más allá de las singularidades de nación, cultura, política o religión. Es un perfil universal, válido para cualquier periodista en el mundo. De ese perfil vamos a hablar a partir de este momento.

Al considerar este caso ustedes juzgaron la situación a la luz de lo que los periodistas consideramos que debe ser una conducta profesional comprometida con la verdad.

Compromiso con la verdad

Y llegaron a esto a partir de una doble experiencia: la primera es la de los momentos más gratificantes para un periodista, que siempre están relacionadas con el hallazgo y la comunicación de una verdad. La otra experiencia es la de los momentos más duros para el periodista, que son aquellos en que comprende que por apresuramiento o por falta de rigor, o porque alguien lo ha engañado, ha aparecido respaldando públicamente una mentira. Estas dos experiencias confirman interiormente que el periodista está hecho, ante todo, para buscar y difundir la verdad de los hechos.

Esta comprobación la respaldan los códigos de ética del mundo. Entre los 68 códigos que nos sirven de base, 56 exigen del periodista ese compromiso con la verdad. Es la línea de consenso más clara.

Por eso, así como la razón de ser del médico es salvar vidas y la del juez, administrar justicia, y la del maestro, educar, la razón de ser del periodista es entregar la verdad.

Sin embargo, ¿cuál es la verdad que el periodista entrega?

Los códigos de ética utilizan expresiones esclarecedoras. Estudiándolas uno encuentra que:

En ellos la palabra VERDAD equivale a exactitud en la versión de los hechos.

Esa verdad se refiere a los hechos de cada día que, generalmente, son hechos humildes.

Y esa verdad, puesto que es la versión de hechos inacabados y cambiantes, suele ser una verdad provisoria que el periodista se ve obligado a corregir, aclarar, completar o ampliar en sucesivas ediciones. Esta característica de la verdad del periodista lo aparta de la arrogancia de todos los que pretenden tener la verdad. Su experiencia le enseña que nadie tiene toda la verdad y que, por la misma razón, nadie tiene todo el error. Los seres humanos, vistos a la luz de la experiencia periodística, manejamos una mezcla de verdad y de error, que es la que mantiene activo el entendimiento humano. El conocimiento de los modestos alcances de nuestras verdades se hace aún más aplastante cuando se examinan los velos de la noticia.

Los velos

En efecto, entre el ojo del periodista y la noticia se interponen estos velos:

  • El de las limitaciones del periodista: sus sentidos, su cultura, su formación y sus intereses.
  • El de las limitaciones del medio: que tiene intereses, que tiene un régimen interno y una técnica.
  • El de las limitaciones de la fuente: naturales, de intereses personales o institucionales.
  • El de las limitaciones de los receptores, condicionados para leer la noticia, por su formación, por sus intereses, por su sensibilidad y por sus prejuicios.

Se suman estos cuatro velos y lo que queda es bien poco. Alguien dijo que lo que entregamos son briznas de verdad.

Conscientes de esta limitación, los periodistas saben que la ética de su profesión les crea el deber de neutralizar esos velos para hacer más claro y preciso el conocimiento de la verdad de los hechos. Por eso este compromiso con la verdad convierte en un deber ético, entre otros, hacer un técnico manejo de las fuentes.

Las fuentes

A partir del análisis de casos podemos ponernos de acuerdo sobre algunas normas a la vez técnicas y éticas, como:

  • La consulta a varias fuentes que permitan ver los hechos desde distintos ángulos.
  • El examen crítico de las fuentes  para saber: cuáles son sus posibles intereses en la información; cuál es su autoridad y competencia para hablar sobre el tema.
  • El examen crítico del material proporcionado por las fuentes.
  • La independencia del periodista respecto de las fuentes.
  • Sus deberes respecto de la fuente: respeto, oportunidad, confidencialidad. Esta, que debe ser la excepción y no la regla, cuando se promete, debe cumplirse. Lo normal no es que el periodista convierta en secreto la identidad de las fuentes, sino que el lector sepa de dónde proceden las informaciones que se le suministran.

Max Weber examina los mapas mentales de políticos y periodistas en su libro “La política como profesión” y encuentra dos clases de perfiles éticos: el de los valores absolutos, o sea la obligación absoluta de decir la verdad o de defender la libertad absoluta. El otro perfil corresponde al de la ética de la responsabilidad: aquí la verdad no es un valor absoluto porque el actor acepta las consecuencias de su acción. Ante la verdad el periodista se pregunta, ¿para qué? Porque sabe que, quiéralo o no, la verdad tiene consecuencias.

Un periodista conocedor de su oficio, como Albert Camus, sabía lo que decía cuando en una entrevista publicada en 1951 afirmó que “existe una filiación casi biológica entre el odio y la mentira, e inversamente no se puede decir la verdad sin sustituir el odio por la compasión.”

Es decir, no hay verdades asépticas, no se pueden aislar de sus consecuencias, está tan integrada a la condición humana que la afecta y la modifica.

Agregaba Camus: La verdadera aristocracia consiste en no mentir. La libertad consiste en no mentir. Y aquí aparece una relación entre verdad y libertad, que nos conduce a un nuevo tema: la independencia.

La independencia

Las soluciones que se proponen para este caso tienen un elemento común: la preservación de la independencia del periodista, porque existe la convicción de que el ejercicio profesional es imposible sin independencia. Es la misma idea que se encuentra en los códigos de ética. Junto con esa mayoría que está de acuerdo en señalar el compromiso con la verdad como la principal característica ética del periodista, está la que enseguida recalca que para llegar a la verdad es indispensable la independencia. Así, verdad e independencia forman  un círculo virtuoso, de mutua causación. La independencia se necesita para llegar a la verdad y ésta aumenta la independencia del periodista. Se explican así las expresiones que se leen en los códigos: “La independencia y la verdad están por encima de todo” dice el código de los periodistas de Austria; los de la Asociación Sigma Delta Chi afirman: “Independencia y verdad son la primera obligación del periodista.” En Corea los periodistas consideran que no deben quedar bajo la dependencia de personas que ejerzan el poder y en el código de Gales se admite que el periodista falla si se hace portavoz de políticos o de intereses creados. 30 códigos como estos hacen mención expresa de la independencia como valor necesario para el periodista y 44 denuncian los factores que pueden llegar a limitar su independencia.

Aquí, sin embargo, no estamos hablando de libertad de prensa, esa abstracción que ha servido para hacer retórica sobre un asunto tan real como que es imposible hacer periodismo sin libertad personal. Dicho de otra manera, la libertad de prensa es una ficción sin la libertad personal de cada periodista. Todas las normas constitucionales que garantizan la libertad de prensa son papel y tinta si los hombres y mujeres que hacen periodismo dejan de construir, cada uno, su independencia interna. Y para construir esa independencia nadie pide, ni espera permiso de nadie.

Esa independencia está ligada a la credibilidad de periodistas y medios. El lector le cree a un periodista, si lo ve independiente; por eso, no basta ser independiente, hay que parecerlo.

Los periódicos conscientes de esto proclaman en sus manuales de estilo que su independencia es una forma de respeto hacia sus lectores.

Es, además, una garantía de eficacia en la búsqueda de la verdad. Cada compromiso o dependencia que aceptan un periodista o un medio, es un nuevo obstáculo para encontrar la verdad. Cero compromisos y dependencias significan un espíritu ágil para llegar a la verdad.

Puesto que se trata de una condición definitiva para hallar y difundir la verdad, todos los que encuentran peligrosa la verdad, buscan limitar o destruir esa libertad. Esto lo preven los códigos de ética y, en consecuencia, advierten sobre los principales obstáculos contra la independencia del periodista.

Primer obstáculo: el poder

La cercanía o familiaridad del periodista con el poder – cualquier clase de poder- crea un peligro para su independencia. Hay una razón de fondo que justifica y urge poner distancia entre periodismo y poder.

En efecto, según el esquema clásico, los poderes públicos, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, ostentan unos monopolios: los de las armas, las leyes y el dinero, que deben estar al servicio de un cuarto poder que es la población que, a su vez, dispone de un instrumento que le permite fiscalizar, controlar y, si es el caso, modificar la forma  de ejercer los poderes: la palabra. Es el instrumento con que, en la democracia, se equilibra el ejercicio del poder.

Los medios de comunicación potencian esa palabra y están al servicio de ese cuarto poder. Es de su naturaleza trabajar y crear con la palabra, al servicio de la sociedad. No están al servicio de los poderes y su relación  con ellos es de mediación al servicio de la población.

Periodistas y medios son independientes en cuanto se mantienen al servicio de ese cuarto poder y a distancia de los otros tres. Esta es la clave filosófica que permite resolver los conflictos éticos que plantea la relación del periodista con los poderes públicos, con los cuerpos armados, con los políticos y con todas las expresiones de poder.

 

Segundo obstáculo: el dinero.

La mayoría de los conflictos éticos que plantean los periodistas tienen que ver con el dinero: el trabajo en distintos frentes, porque si se trabaja en uno solo el dinero no alcanza; el  soborno por parte de políticos, funcionarios o empresarios corruptos; la imposición de temas o enfoques noticiosos bajo la amenaza del desempleo, o con el señuelo de un aumento de sueldo; la venta de noticias, la extorsión con la noticia, los regalos, ofrecimientos, privilegios que minan la independencia personal, hacen concluir que es un deber ético:

  1. Defender gremial y personalmente un salario decente para el periodista.
  2. Mantener una vida austera, esto es, alejada de lujos y condiciones de vida ostentosas. No hay ningún código de ética que diga, tienes que ser austero, pero un periodista que quiere ser independiente sabe que tiene que ser austero.

Estos dos obstáculos vienen de fuera. También hay obstáculos para la independencia que vienen de dentro.

 

Tercer obstáculo: la arrogancia.

Un periodista es un ser humano que siempre está al borde de un ataque de arrogancia porque su profesión lo sitúa en el centro de la escena: es leído, escuchado o seguido atentamente por las cámaras y las audiencias. Lo reconocen, lo miran con curiosidad o con interés, o con admiración, lo leen, lo consultan, lo aman o lo temen; se mueve por los escenarios del poder, en contacto con los ricos, los famosos y los dueños del poder. Demasiados factores para inducir la arrogancia que se convierte en su talón de Aquiles.

Quien lo quiera manejar tocará ese punto débil; la búsqueda de la verdad, que supone la humildad de preguntar, corregir, volver a empezar, decir me equivoqué, tropieza con el obstáculo de su ego inflado todos los días; el deber diario de actualizarse, de estudiar, de aprender nuevas o viejas cosas, no se cumple porque disuade la convicción  de saberlo todo y de no estar ya para aprender.

En ningún código se ordena ser humilde, pero para ser  libre e independiente se necesita la verdad de uno mismo que es la humildad.

 

Cuarto obstáculo: el miedo

El que escribió que la máxima libertad es haberle perdido el miedo a la muerte debió estar pensando en los periodistas de esta parte del mundo en donde la práctica de la amenaza se ha generalizado. Si estar en el centro de la escena sirve para envanecerse, también le resulta útil a quien quiera intimidar. Violentos y corruptos, necesitados del  silencio  del periodista, saben que el silencio o se compra o se impone. Esta manera de imponerlo, por la amenaza o por el atentado mortal es la más eficaz y drástica manera de censura.

Sin embargo, hay periodistas que, amenazados, continúan en su trabajo. ¿Qué pasa ahí: son héroes o suicidas?

Las reflexiones sobre este tema fueron denominadas en un Congreso de ética, la ética del miedo. Allí se obtuvieron principios como estos:

  1. Como todas las normas éticas, esta, sobre todo esta, debe ser el resultado de una decisión personal. Y como tal es respetable
  2. Esta decisión tiene que ver con las circunstancias de cada uno, que nunca coinciden con las de otro.
  3. En los casos de periodistas que han pagado con su vida el precio de ser libres, su decisión personal ha trastocado una escala de valores común, en la que la vida se mira como el máximo de los valores. Ellos han puesto por encima la verdad porque, de acuerdo con su óptica, era necesario que así fuera.
  4. Al hacerlo, en un acto no previsto ni calculado pero sí coherente con su sensibilidad ante los valores éticos de la profesión,obraron en obediencia a la naturaleza de su profesión. De la misma manera que un padre de familia ante el peligro de muerte para su hijo, lo escuda con su propio cuerpo, en un gesto instintivo, desprovisto de deliberación o cálculo, el periodista puede llegar a verse en esa situación por razón de su oficio y adoptar esa misma actitud que no es suicida, ni heróica, sino obediente a la naturaleza de su profesión. El padre que protege a su hijo no es suicida ni héroe, es simplemente padre; el periodista, de la misma manera es alguien obdiente a la naturaleza de su profesión.

Habría que mencionar más obstáculos, pero estos cuatro sirven de muestra para medir las dificultades de ser libre y la necesidad de construir  y fortalecer la libertad personal todos los días. No hay periodistas libres, hay periodistas con una libertad en construcción permanente porque así como sería impensable un cirujano ciego o con el mal de parkinson, es absurdo imaginar un periodista sin independencia.

 

Responsabilidad

Esta es una dimensión que el periodista no siempre ha aceptado, pero que los lectores y la sociedad sienten, a veces, en carne viva: las consecuencias de lo que se informa. En el caso propuesto, la preocupación y la discusión nacen porque no hay información neutra. No hay información sin efecto y es frecuente encontrar al periodista que responde por la exactitud de la noticia, pero no por sus efectos.

Déjenme traer en mi ayuda al padre de la sociología moderna, Max Weber en “La política como profesión” Allí menciona dos posiciones: la de quienes les dan a los valores un carácter absoluto, en la que incluye a los periodistas que proclaman: “la responsabilidad por las consecuencias no me corresponde a mí sino a los demás.” Y explica Weber que el periodista considera la verdad y la libertad como valores absolutos que deben defenderse sin importar las consecuencias. El director de la CBS en París, Robert Kleinman, ante el caso de un fotógrafo que había obtenido las imágenes de un acto terrorista, cuyo  lugar y hora había averiguado con los propios terroristas y que se enorgullecía de su trabajo, comentaba: “ hay una línea muy fina entre el reportaje y la instigación al crimen.” Esa indiferencia frente al mal que genera sufrimientos, muertes, injusticias, perversión o infamia, en nombre del profesionalismo periodístico, es posible cuando mentalmente se separan la información y sus consecuencias. Digo mentalmente, esto es, mediante una pirueta intelectual, porque en la realidad son inseparables y esta evidencia es la que fundamenta la otra posición que Weber llama la ética de la responsabilidad.

Para estos periodistas no basta que los hechos sean verdad porque en todo caso se preguntan: ¿la verdad, para qué? Porque hay verdades que venden, verdades que distraen, verdades que alimentan el ego, verdades que hacen daño y verdades que son indispensables para todos y que hacen bien. O sea, que no hay verdades absolutas, sino verdades de verdades.

En los códigos de ética se menciona la responsabilidad y se descarta que al periodista le baste con decir la verdad. Por tanto, se indica, debe responder por ella. El Código de la Asociación Interamericana de Prensa, una de las más antiguas entidades gremiales del continente, describe la responsabilidad como “tener conciencia  del poder del instrumento que se usa y recordar que el daño causado jamás se repara totalmente".

 

¿Cuál es ese poder?

Hay un consenso en el fondo: el de la prensa con poder educador, porque siempre que uno informa, educa.

No se trata de educación formal, sino informal; los medios no son escuelas, pero sí operan como escuelas paralelas, con la ventaja de que nadie llega a los medios como al aula de la escuela, obligado. Nuestro público llega voluntariamente y esto crea una condición favorable: están dispuestos a aceptar cuanto decimos cuando respondemos a sus preguntas.

Educamos al seleccionar temas, al decidir el enfoque y la importancia de un hecho, al seleccionar fuentes, al editar y contextualizar lo que dicen las fuentes, al destacar, repetir o silenciar una noticia. Todo ese manejo deja en el receptor la idea de qué es importante o no importante y por qué.

Lo que es válido y lo que no lo es; podemos destacar valores, personas, hechos, dar una visión de la vida, de la sociedad, del país. Eso es educar. Es una tarea que se cumple todos los días, a todas horas.

Y si se piensa que las grandes tareas de la sociedad son educativas: los procesos de paz, la creación de una cultura de reconciliación y perdón, de igualdad, de tolerancia, que son elementos de la democracia, se amplía la visión del poder de los medios.

Que también pueden hacer lo contrario, o sea enseñar intolerancia, exclusión, desconfianza, venganza, fanatismo. Se pueden destruir vidas, hogares, sociedades. Eso también es poder. El que menciona la definición  de la Asociación Interamericana de Prensa al decir que ser responsable  es ser consciente del poder que se maneja. Y agrega: ser responsable es recordar que el daño causado jamás se repara totalmente.

El daño

En las cartas de los lectores a los periódicos es frecuente la queja por daños irreparables porque, dicen, una aclaración, o corrección, o una rectificación, nunca reparan totalmente el daño hecho con una publicación.

Por eso es un deber ético prever los posibles daños. O, cuando es el caso, minimizar el daño. Ayudan prácticas técnicas y a la vez éticas como:

  1. Respetar el derecho a la presunción de inocencia.
  2. Condenar el mal, pero no cebarse en el malo.
  3. Recordar que aún el peor criminal tiene parientes o hijos.
  4. Confirmar con distintas fuentes y dar oportunidad al acusado antes de la primera publicación.
  5. El periodista nunca reemplaza a la justicia ni para sindicar, ni para investigar y, mucho menos, para condenar.

Las omisiones

La responsabilidad es capacidad de responder por lo que se hace, y también por lo que se deja de hacer.

Un ejercicio provechoso es imaginar lo que habría sucedido en coyunturas importantes si no hubiera estado el periodista. Vg. Si Seymour Hersh no hubiera revelado la matanza de My Lai, la aldea vietnamita que se hizo célebre mundialmente porque motivó a la opinión pública de Estados Unidos para acabar la guerra de Vietnam.

Localmente: qué hubiera sucedido si el proceso 8 mil se hubiera mantenido oculto;

O si se desconocieran los casos de corrupción: Colpuertos, Termo Río, etc.

Más apremiante como pregunta:

-¿Qué no se está informando y con qué consecuencias en materia de

Convivencia,

Respeto de las diferencias;

Respeto de lo público,

Desmantelamiento de odios,

Espíritu deportivo.

Las razones de la responsabilidad.

Parece excesivo responsabilizar a alguien por el presente y el futuro de sus acciones. Y también por sus omisiones. Cuando se mira, en cambio, el papel que cumple en la sociedad, se entiende esa multiplicación e intensificación de exigencias al periodista.

  1. La información es un bien social. Nuestra materia prima no es el papel ni la tinta, ni los videos: es la historia que diariamente protagoniza la sociedad. De allí resulta que trabajamos un material sagrado: la vida de la sociedad.
  2. El patrón de un periodista, esto es, aquél a quien debe responder, es la sociedad. Los códigos establecen las prioridades del periodista así: 1.- la Sociedad; 2.- la sociedad nacional. 3.- La sociedad internacional. 4.- La empresa.
  3. La dignidad y calidad del ejercicio profesional resultan de su relación con la comunidad. Coinciden los códigos de Israel y Liberia en esta afirmación: “para alcanzar un nivel elevado, los periodistas deben considerarse servidores del público.”
  4. Esta explica y justifica las garantías de que se rodea al periodista en las constituciones. Al darle carácter constitucional a la libertad de prensa, al libre acceso a las fuentes, al secreto profesional, se reconoce el carácter de servidor de la sociedad que tiene el periodista.
  5. Un recorrido por los discursos o editoriales con que se inauguran periódicos y noticieros demuestra que todos ellos, por fórmula o por intuición, se definen como órganos al servicio de la sociedad. Los códigos de ética lo ratifican: la responsabilidad del periodista es hacia la sociedad, ante todo.

Conclusiones

  • Este es el perfil ético del periodista. Ahí tienen el mapa mental en el que han coincidido los periodistas del mundo que lo han trazado en sus códigos de ética.
  • El periodista es un comprometido con la verdad, y para llegar a ella se mantiene independiente; y para utilizarla se hace responsable ante la sociedad.
  • Esos códigos señalan metas ambiciosas que nunca están a nuestro alcance, pero que nos señalan si el rumbo de nuestro ejercicio profesional es equivocado o correcto. Y esa es su tarea.
  • La nuestra es la de mantener el rumbo con ayuda del mapa mental que, por reflejar la conciencia universal de los periodistas, es una guía segura.
 

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