Mónica González nunca había hecho un taller solo para mujeres. Antes de iniciar la primera jornada, la veterana periodista chilena, directora del Centro de Investigación Periodística (CIPER) y miembro del Consejo Rector de la FNPI, hizo una confesión: “Estoy muerta del susto”. A pesar haber convocado a un grupo de mujeres directoras y editoras de medios, no pretendía conducir el taller Mujeres líderes en la sala de redacción desde una perspectiva de género.
Fueron cuatro días de intensos debates con 16 periodistas provenientes de nueve países de América Latina, en una actividad organizada por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano -FNPI- y CAF-Banco de Desarrollo de América Latina, con el apoyo de la Pontificia Universidad Católica de Chile. La conversación giró en torno a temas de desigualdad, derechos humanos, política, violencias, corrupción y economía. Se habló mucho del fenómeno Donald Trump y sus muros, de México y sus desaparecidos, de Venezuela y su cuestionado sistema democrático, de la postura de los medios frente a estos asuntos, de periodismo y de cómo investigar los entornos poderosos y feroces en estos tiempos.
Las talleristas además tuvieron la oportunidad de escuchar ponencias de destacados expertos chilenos como Roberto Méndez, sociólogo y presidente de la encuestadora Adimark; Ramiro Mendoza, excontralor de Chile; Andrea Repetto, economista, académica y miembro de la ONG Espacio Público; Alejandra Mizala, directora del Centro de Investigación Avanzada en Educación; y Ximena Chong, fiscal del Ministerio Público de Chile. Todos ellos aportaron herramientas y compartieron estudios, a pedido de la maestra, con un fin puntual: empoderar y fortalecer a estas mujeres que a diario deben guiar contenidos periodísticos y hacer agendas útiles desde sus medios, entendiendo el periodismo como un servicio social.
“Sí, estoy muerta del susto”, repitió González. “Porque quiero que entiendan que el debilitamiento de la democracia es nuestro contexto y que no estamos aquí en esta sala por otra razón. También quiero que asumamos que hemos estado haciendo mal nuestro trabajo, porque no estamos dando cuenta de la realidad. La buena noticia es que el periodismo está de regreso, pero el sistema democrático está debilitado y por eso nuestro trabajo es muy importante ahora, en esta época, porque estamos construyendo memoria”.
Palabras clave: periodismo, democracia, investigación, historias, mujeres, género.
¿Cómo asumir responsabilidades en la redacción para enfrentar la cobertura diaria?
Uno de los primeros interrogantes que González puso sobre la mesa tuvo una intención clara: la autocrítica. Tocando temas como el triunfo de Trump en Estados Unidos; los casos de femicidios y desaparecidos en México; la crisis en Venezuela; los escándalos de corrupción y el lento avance en temas de género e igualdad de derechos en Chile. “¿Por qué siguen pasando estas cosas? ¿Por qué nuestro trabajo no es suficiente para empezar a cambiar estas realidades?”, preguntó.
Partiendo de esos cuestionamientos, surgieron algunas pistas que tuvieron quizás el único destello de enfoque de género del taller: los obstáculos de la mujer en la redacción y la discusión diaria con el resto de los compañeros, en entornos que generalmente son machistas.
“Ser mujer y ser jefa es un peligro y una amenaza”, advirtió la maestra. Lo dice desde su propia experiencia: “Nos ven literalmente como brujas. Porque por ejemplo, cuando un hombre, colega, nos viene a decir que va al funeral de la abuela y que necesita faltar al trabajo o que tiene problemas con su mujer y se está divorciando, lo entendemos y lo tenemos siempre presente. Es algo que no olvidaremos. Y si a los seis meses o al año nos viene con el mismo cuento, lo vamos a pillar. Somos así. Digo esto porque es esa cualidad de pillarlo todo a la que deberíamos sacarle más provecho en el oficio diario”.
Entonces, ¿cómo asumirlo? En este punto, la maestra dio la introducción a una clase magistral de leyes: desde cómo abordarlas, hasta la necesidad de entender por qué están directamente relacionadas con los temas que a diario afectan no solo a las mujeres, sino a todas las sociedades.
Para González, ninguna periodista puede ser buena líder si no sabe cómo se genera cada historia y si no tiene absoluto dominio de ella. Primero debe ser líder en la información. De lo contrario, si no sabe por qué se produce algún hecho, si no se ocupa de entender y estudiar la realidad de su país, nunca será buena directora o editora.
Repartir las cargas también es clave, porque no hay manera de producir una buena historia, con contexto, buen enfoque y personajes definidos, si no se discute con otros y se piense como un trabajo que permanentemente es en equipo.
La no normalización de la violencia también entra dentro de los elementos básicos para asumir responsabilidades en una sala de redacción. Fue ese uno de los asuntos que más preocupó a la maestra y que retomó durante los cuatro días de taller, porque considera que los medios de hoy así lo reflejan en su contenido, en sus portadas y hasta en la publicidad. “Lo que se va asentando como normal, el abuso, la violación, la violencia, esa normalización es uno de los discursos más peligrosos de todos. En general, la gente ya no se asombra con los horrores que pasan en el mundo, y se la pasan repitiendo que siempre ha sido así. Nuestra tarea es denunciarlo cada vez que podamos, y tenemos mayor capacidad para hacerlo por nuestra condición de mujeres, porque somos más sensibles ante estas situaciones”.
¿Qué significa apropiarse del sistema e investigar letras muertas?
Otro tema recurrente fue el de apropiarse de las leyes, conocerlas, saber su origen, quién las piensa, quién las aprueba y con qué intención, porque la mayoría de los casos que incumben a los periodistas están ligados directamente a una o varias leyes y en ellas encuentran contexto y explicación.
En ese sentido, hay que saber detectar letras muertas: una ley sin presupuesto, que no tiene reglamento para conceptualizarse, que no tiene un organismo que la aplique, que no tiene penas definidas, es letra muerta. Por lo tanto hay que denunciarla. ¿Cómo hacerlo? La maestra apeló a una metáfora reveladora:
“Cuando hablo de ir al origen de las leyes para poder abordarlas periodísticamente, hablo de saber cuándo las votaron, quiénes, cómo y por qué. Una de las cosas más dramáticas sobre esto es que muchas veces las leyes llegan al Parlamento como un tigre con grandes dientes, gran pelaje, entrenado para combatir cualquier flagelo de manera ejemplar. Pero a medida que va pasando el tiempo, va perdiendo dientes, pelaje, garras y lo que termina saliendo es un gato mojado. En casos así, siempre hay que identificar quién le cortó el primer diente, quien le sacó la primera uña, y así vamos desmenuzando. Eso es fundamental para poder señalar a los responsables de muchas de las realidades lamentables que padecemos en nuestros países”.
Este tema trajo la reflexión de una de las talleristas, quien durante años cubrió la fuente de política y ahora es editora: “Todo el tiempo que pasé denunciando casos, escribiendo de leyes, estudiándolas, denunciado cómo el poder legislaba a su antojo, nunca supe ver esto, nunca fui al origen. Ahora todo tiene más sentido”.
¿Cuáles son las mejores técnicas para las mujeres que investigan el poder?
Seguir la ruta del dinero
Es una gran receta que nunca falla. La línea del tiempo de ese dinero, con personajes implicados, desmenuzando las operaciones, siempre concluirá en un hallazgo revelador. Funciona desde casos de corrupción, hasta casos de pederastia y violaciones o abusos sexuales en contra de mujeres.
Para entender este punto, González planteó la discusión de un tema, como si estuvieran en una sala de redacción:
“Necesito que piensen y me vendan un buen enfoque ya mismo para esta historia: una mujer que vive en una zona muy deprimida y pobre, aparentemente se prostituye, consume drogas, y tiene un hijo muy chico que está en un centro de salud porque aparentemente fue violado, no se sabe por quién, pero no va a volver a su casa porque fue a parar en manos del Sename (organismo estatal chileno encargado de velar por los derechos de adolescentes y menores de edad en riesgo social), donde aparentemente también está sufriendo horrores. ¿Vale la pena que contemos eso que pasa a diario en cualquier barrio latinoamericano? ¿Cómo lo contarían ustedes?”, preguntó.
El debate fue de lo más básico a lo más complejo. Desde propuestas para contar el caso a partir de la reconstrucción de los hechos, que González rechazó, hasta planteamientos para hurgar en la historia de la mujer y del niño y evaluar cómo las instituciones competentes no actuaron para evitar que esto ocurriera.
¿A dónde quería llegar la maestra? A la ruta del dinero. Es así como un tema que a diario publica cualquier medio, se convierte en una historia mucho más valiosa y potente: “Rastrear los dineros no funciona únicamente para los grandes casos de corrupción. Siempre lo hago con mi equipo y es una fórmula que podemos aplicar a infinidad de temas. Hay que revisar los presupuestos aprobados, saber cuánto dinero le dieron a los hospitales y al Sename (en este caso), saber quiénes son los responsables, ir al origen, chequear las instituciones, los organismos de seguridad y el dinero que reciben del Estado, preguntarnos por qué fallaron, hasta llegar al caso puntual de esta mujer y su hijo, para así contar el horror que viven”.
No embriagarse con bases de datos
Los datos no hablan solos y no pueden presentarse tal cual están en una planilla Excel. A los datos hay que hacerlos hablar. “Otra cosa que me da mucho susto es que los periodistas jóvenes están embriagados con esto, se quedan en la planilla perfecta, con sus sumas perfectas, pero no entienden que a los datos hay que hacerlos chillar”, dice González. La única forma de lograrlo es haciendo cruces, para poder encontrar un hilo conductor con una primera lectura; con la segunda, tratar de entender mejor al protagonista de nuestra historia; y con la tercera, cuarta y quinta lectura, saber cuáles son los temas principales del reportaje, cuáles son los datos que importan, cuál es el que hay que investigar con profundidad.
Estudiar cada caso como si fuera el primero
Hay muchas trampas en las que es muy fácil caer por el hecho de tener muchos años investigando el poder. Quienes llevan una larga trayectoria, muchas veces suelen creer que ya no hay nada nuevo que aprender, nada que sorprenda tanto, o que ya tienen la suficiente experiencia para abordar cualquier caso. En ese sentido, para las mujeres es más complejo porque al investigar un mundo que generalmente es de hombres, las barreras intencionales “se bajan” con mayor facilidad y es más fácil tropezarlas. Por eso hay que estar en estudio y aprendizaje permanente. En esto coincide la maestra de la FNPI con la fiscal Ximena Chong, invitada al taller.
Chequear y confirmar hasta el dato más mínimo
En investigación nunca hay espacio para el error. Chequear y confirmar mil veces es un consejo de la fiscal Chong. En ese sentido, cuando se investiga un hecho que devela algo contundente, existe la posibilidad de hacer caer a alguien, por eso la rigurosidad es tan importante. Y además, insiste, está el tema de género y de los estereotipos: “Lamentablemente, los tropiezos de las mujeres se magnifican, mientras que los de los hombres se explican y eso para nosotras es agotador, por eso no hay que darle oportunidad al error”.
Creatividad para reportear
Una de las cosas más creativas que ha hecho la maestra en toda su carrera periodística ocurrió mientras investigaba una mansión que construía el dictador Augusto Pinochet en Lo Curro, uno de los barrios más exclusivos de Santiago (lee aquí el reportaje). Pero al mismo tiempo fue muy riesgoso, y así lo ha reconocido con el paso de los años, por la dictadura en la que vivía Chile y todo lo que eso implicaba para un periodista de investigación.
Para poder contar lo que había en esa construcción y cómo quedaría la casa, dibujó un plano gracias a los testimonios de trabajadores, obreros, ingenieros y arquitectos, con la historia que luego se publicó en la revista Cauce (1984): “Me iba todas las tardes en micro (autobús) y me ponía a mirar la construcción. Quería saber qué estaban haciendo ahí pero nadie me lo iba a decir. Entonces se me ocurrió seguir a esos trabajadores cuando terminaban su jornada, porque vi que todos volvían a sus casas también en micro. Fue un riesgo, pero tuve suerte, porque los abordé, les dije lo que quería hacer y en lugar de denunciarme, que pudieron haberlo hecho, poco a poco me fueron contando todo. Volví muchas veces, era mi rutina al final de la tarde, pues estaba obsesionada con esa casa. Cuando tuve tres testimonios iguales sobre lo que ahí dentro se construía, hice el primer dibujo, y así completé todo el plano, que luego les mostré para corroborar que efectivamente así iba a ser”.
¿Cómo generar nuevas narrativas y mecanismos de búsqueda para enfrentar la desigualdad como un problema de toda la sociedad y no solo de las mujeres?
Las recientes elecciones presidenciales en EEUU y su repercusión en Chile y América Latina, también fue tema de discusión con Roberto Méndez, sociólogo y presidente de la encuestadora Adimark. “Todos sabemos que con Trump las encuestas rodaron. Hubo un voto oculto en su favor que no se manifestó y apareció a último momento. La razón, y aquí tienen mucha culpa los medios, es que hubo una demonización de su imagen y era avergonzante reconocer que alguien votaba por Trump. Eso crea una dificultad a la encuesta, que no expresa la opinión exacta del votante. Y algo similar ocurre en Chile: estamos fallando porque hay barrios a donde no pueden llegar nuestros encuestadores por temas de seguridad, y en las zonas de clase alta, no te abren las puertas o te atienden los empleados del hogar, por lo tanto la opinión no es real”.
Por eso la maestra no duda en afirmar que las encuestas ya no son lo que fueron. Y lo trae al centro del debate porque considera que ahora ningún periodista debe aceptarlas como verdades absolutas, sino como elementos que están ahí y que hay que cuestionar, verificar, tomar con pinzas y desmenuzar. “Nuestra prensa suele ocupar mucho este tipo de titulares: “La brecha de sueldos entre hombres y mujeres aumentó 15% en los últimos 20 años”. ¿Quién va a entender esto? Es un titular que cumple con algo meramente formal, con comunicar un índice que entregó un instituto pero que no dice absolutamente nada. Primero hay que desconfiar de esas cifras, para poder hurgar y encontrar una historia real”.
Es precisamente la tarea de hurgar, la tercera pata de la mesa central de la redacción, como a González le gusta llamarla: “Si tenemos que abordar temas de violencia contra la mujer, hay que buscar los rostros que ilustren las cifras. En el caso de cómo contar esas historias, no podemos limitarnos a hablar solo del dolor, las lágrimas, la sangre, los golpes. Debemos hurgar en lo que hay o hubo detrás, buscando otras narrativas. Y luego de contar esas historias hay que mirar otros tipos de violencia y abusos”.
Por ejemplo, en la sociedad chilena hay castigos permanentes para las mujeres, explica la economista Andrea Repetto, porque las políticas públicas están hechas por gente que no tiene noción de la realidad, hombres en su mayoría. “En Chile, el mercado laboral no da las mismas oportunidades a las mujeres. Nosotras pagamos más en los sistemas de salud, ganamos menos que los hombres y todavía, a pesar de que ha habido avances en algunos temas, somos vistas en lo social desde la óptica tradicional: más de la mitad de los habitantes de este país creen que la familia se descuida si las mujeres trabajan a tiempo completo y todavía en esta época es una máxima que el hombre trabaje y que la mujer se dedique a las tareas domésticas”, comenta.
Pasa lo mismo con las brechas de género en los sistemas educativos. Así lo ha podido comprobar Alejandra Mizala, también economista y directora del Centro de Investigación Avanzada en Educación: hay mayor probabilidad de que en las universidades las mujeres postulen a carreras en áreas como la educación, ciencias sociales, humanidades y salud, y menor probabilidad de que postulen a ingeniería o áreas científicas y tecnológicas, porque culturalmente los hombres son “los mejores” para ocupar estos cargos en un futuro laboral.
Estos datos fueron necesarios para abordar lo que la maestra llama realidades invisibles, que los medios no están reflejando y que, como en Chile, podrían ser muy parecidas en el resto de la región. Pero aquí hace una salvedad y destaca una opinión muy personal, para que nadie malinterprete su postura: ella nunca haría una investigación desde una perspectiva de género, porque considera que una cosa es asumir una realidad de la sociedad, que tiene protagonistas nuevos y discriminaciones claramente asentadas en la mujer, y otra cosa es empezar a mirar todo con estos enfoques que están tan de moda.
“A mí no me importan estos temas solo porque nosotras seamos las más afectadas, sino porque quienes sufren las consecuencias son nuestros hijos. En nuestros países son las mujeres quienes principalmente crían a los niños y en Chile, durante el último año, el 73% de los bebés que nacieron lo hicieron fuera de una familia convencional, con un padre ausente o sin que ambos padres estuvieran casados. Son madres que están solas. Entonces, en la medida en que a estas mujeres les cueste sobrevivir, tener una vivienda, un trabajo, y les cueste la educación, el niño es más vulnerable. Por eso importa hablar de estos temas como un problema social, por eso digo que me da mucho si no lo asumen de otra manera que no sea cuestionar el debilitamiento de las democracias”, señala la directora de CIPER. Su intención con todo esto es incentivar la búsqueda de historias que cuenten estas realidades y reflejarlas en los medios, en lugar seguir hablando de la mujer solo porque es mujer.
Sobre la maestra
Mónica González es periodista y directora de CIPER. Fundó y dirigió la revista Siete+7 y el Diario Siete. Fue subdirectora y editora de investigación del diario La Nación, subdirectora de revista Cosas, reportera de investigación en las revistas Cauce y Análisis y corresponsal en Chile para el diario argentino Clarín. Ha escrito varios libros, el más reciente es “Apuntes de una época feroz. Reportajes y entrevistas en dictadura”, publicado en 2015. Su trayectoria ha sido reconocida con numerosos premios nacionales e internacionales, entre ellos, el María Moors Cabot de la Universidad de Columbia, en 2001, y el premio “Homenaje” de la FNPI, en 2006.