El mundo parece volverse cada vez más una ficción distópica (en ocasiones mala, en ocasiones buena). La frontera que divide la realidad física de la virtual se ha vuelto difusa, a veces imperceptible. Un buen guionista o un buen novelista solo tendría que describir lo que sucede en este mundo pospandémico para ser calificado de inventor irredimible e irremediable. En momentos en que una mentira virtual puede tornarse en una verdad física que provoque guerras civiles y nuevos holocaustos, el periodismo serio y riguroso tiene una tarea primordial para la vida en común y para las democracias: ayudar a diferenciar qué es información y qué es opinión, y denunciar a quienes se lucran del embrollo de la desinformación.
El 1 de diciembre, en la Casa Chipre de Efigás, Manizales, se desarrolló el taller Periodismo de calidad como antídoto contra la desinformación, dirigido por Ana María Saavedra, directora de ColombiaCheck, un proyecto de Consejo de Redacción para la creación de una “plataforma digital, abierta y colaborativa en la cual se publican artículos basados en la técnica de comprobación de hechos y datos”.
En este encuentro, en alianza entre la empresa Efigás y la Fundación Gabo, veintitrés periodistas de radio, televisión y prensa escrita se reunieron con Saavedra para conocer qué significa la desinformación, cómo abordar los retos que propone a nivel local y sus impactos en la vida de los ciudadanos. El objetivo era buscar herramientas para combatirla y generar elementos de confianza y credibilidad en las audiencias.
Los participantes viajaron de diferentes municipios del Eje Cafetero (Caldas, Risaralda y Quindío) para recibir y compartir saberes en torno a sus prácticas periodísticas. Las distintas edades, procedencias y géneros estimularon conversaciones de contrastes interesantes. Tres estudiantes de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales formaron parte de la actividad para comprender cómo se mueven los hilos del poder a través de la desinformación.
La red de la desinformación
El taller inició con una telaraña de palabras y de lanas. Por medio de esta puesta en escena, la experta Saavedra expuso cómo el periodismo se enfrenta a redes intrincadas en que interactúan la desinformación, la verificación y las redes sociales. Las lanas se fueron urdiendo con las voces de los participantes, quienes debían mencionar una palabra con la cual asociaban los términos “periodismo”, “desinformación”, “verificación” y “redes sociales”. De la “desinformación” surgieron ‘WhatsApp’, ‘verdad’, ‘corrupción’, ‘mentira’, ‘confusión’, ‘deslealtad’, ‘engaño’ y ‘falsedad’; para la “verificación” emergieron palabras como ‘ética profesional’, ‘confrontación’, ‘sentido crítico’, ‘miedo’ y ‘necesidad’. El término “redes sociales” se asoció con ‘masivo’, ‘información’, ‘desinformación’ e ‘inteligencia artificial’, y la palabra “periodismo” se relacionó con ‘pasión’, ‘globalización’, ‘información’ y ‘noticias falsas’.
El fact-checking o verificación de datos y de hechos es un antídoto contra la red enmarañada de desinformación que hay en redes sociales. Con paciencia y buen trabajo, el periodismo puede deshacer esos nudos por medio de algunas herramientas como la búsqueda inversa, el contraste de fuentes, poniendo en juego los sentidos, verificando lo verificado y siendo más inteligente que la inteligencia artificial. Se trata, en últimas, de volver al origen, tanto del periodismo como también al de esta “caja de Pandora”: ¿cuál fue el vínculo que provocó la desinformación? Alrededor de estas herramientas se discutió y se realizaron ejercicios durante el taller. Antes de describirlas, es importante profundizar en algunas distinciones y puntos de conversación que fueron objeto de intercambios durante la sesión:
Desinformación más que noticias falsas o fake news
Si se puede definir el término “desinformación”, habría que mencionar que se trata de un fenómeno de comunicación masivo que pretende pasar mentiras por verdades a través de la confirmación del sesgo o de los prejuicios de las audiencias. Las redes sociales funcionan a través de algoritmos que, con base en likes y en reproducciones, les muestran a las personas lo que estas quieren y prefieren ver, oír o leer. De esta forma se construyen las representaciones de la realidad: los espectadores tienden a confundir la realidad con lo que ven en redes, que en últimas no es más que un espejo de sus preferencias e ideologías, sesgos y prejuicios.
El término de fake news (“noticias falsas”) se hizo famoso en varias elecciones como las de Estados Unidos de 2016, cuando fue elegido Donald Trump, o durante el Brexit, referéndum en el que se decidió que el Reino Unido se separaría de la Unión Europea. Desde entonces, se ha asociado al mundo político, en especial a la forma en que candidatos como Trump tachan de fake news a las noticias que no les convienen a sus intereses. Por todo lo cual, varios medios de comunicación han tomado la decisión de nombrar el fenómeno de disfrazar las mentiras con verdades en redes sociales no como fake news sino como “desinformación”.
Si bien la palabra “desinformación” sigue siendo un tipo de información, se usa pedagógicamente para categorizar el fenómeno virtual y social de la red intrincada, aunque en ella aparezcan otros fenómenos que no son intencionados. Una cosa es hablar de desinformación con el propósito de masificar una idea que puede ser conveniente para una facción política o para una empresa multinacional, y otra es la sátira política que hacen, por ejemplo, Actualidad Panamericana o personajes dedicados al humor como Tola y Maruja. Claro está, estas sátiras pueden ser usadas por desinformadores para sus intenciones non sanctas.
Otra distinción viene, como casi todas, del inglés: es diferente hablar de misinformation que hablar de disinformation. Por un lado y como ya se ha dicho, la desinformación es intencionada y pretende manipular a las audiencias a través de la confirmación del sesgo o del prejuicio. Por otro lado, lo que sería la misinformation (información errónea), devela errores en los que humanamente pueden incurrir periodistas, comunicadores e influenciadores en las redes sociales. La red de la desinformación también tiene una red de conceptos para comprenderla.
Mejorar la credibilidad para combatir la desinformación
¿Cómo combatir la desinformación por medio del periodismo? Una de las formas de hacerlo es buscar la credibilidad, criterio que se ha convertido en una de las principales –si no la principal– críticas hacia el periodismo hoy en día. En muchas ocasiones las personas les creen más a los mensajes de WhatsApp que a las noticias serias de los medios rigurosos. Aunque un portal de periodismo pueda desmentir, a través de la verificación, una noticia de un político ubicado en cualquier parte del espectro, por confirmación del sesgo las personas suelen afirmar lo siguiente: “Qué importa; eso sería capaz de hacerlo él”.
El primer paso para propiciar una mejor credibilidad del periodismo es reconocer el alcance y el fenómeno que se pretende combatir: una gran red con múltiples conexiones. Ello ha sucedido en parte gracias a la dinámica misma de las redes. Allí pululan imágenes y videos, fotografías y mensajes de una red social a otra ad infinitum, y en parte gracias a que existen grandes industrias de la desinformación, a las que se les paga para desinformar. Estas empresas conocen las claves y los secretos de las redes. Es necesario desencriptarlos.
Una muestra de cómo se puede combatir la desinformación desde el periodismo, desde el portal de las consultora de comunicaciones Prodigioso volcán se ha hecho pedagogía para explicar cómo se fabrica la desinformación. A través de un especial llamado Con (fábula), descrito como “una experiencia sobre desinformación, fabulistas y contrademocracia”. En este, se contrapone la “Fábula”, que es la empresa destinada a la desinformación, y la “Fabulosa”, la verificadora, que pretende “frenar el flujo de la mentira”. Ante la pregunta crucial de cómo se fabrican las noticias falsas, el especial responde de manera detallada: activando emociones y polarizando, convirtiendo todos los temas en visceralidad, inventando problemas, ocultando hechos, aprovechándose de la prensa mal preparada y buscando el impacto, no la verdad.
El especial identifica varios medios para lograr este propósito, entre ellos: hacer que las audiencias se sientan importantes, repetir y enmarcar mensajes, dar apariencia de novedad, proponer temas impactantes, segmentar el público y aislar comunidades digitales para limitar la diversidad de opiniones.
Y frente al grado de manipulación, se explica que se va desde un contenido inventado, manipulado y falso, hasta la creación de un contexto ilusorio, un contenido engañoso, una conexión simulada o una parodia (cuando esta induce al error). En ello trascienden tanto los memes, la manipulación fotográfica, los videos adulterados, audios de WhatsApp con información tergiversada, capturas de pantalla con noticias falsas de un medio serio, fotos o videos reales sacados de contexto o, incluso, las cuentas postizas o parodias de Internet.
Dos actores clave han sido importantes para la masificación de los mecanismos de la desinformación. Por un lado, políticos que se han beneficiado de estos espacios donde la verdad se entrelaza con la mentira y la realidad se confunde con los prejuicios, orquestando extensas campañas durante elecciones presidenciales, legislativas o parlamentarias. Por otro lado, multimillonarios como Elon Musk, quien, tras adquirir Twitter (ahora X) y adoptar una política de apertura hacia opiniones de todas índoles, incluso las más extremas y políticamente incorrectas, ha transformado la plataforma en un terreno de juego para la "posverdad". El entorno de las redes sociaqles se ha convertido en un espacio propicio para la gestación de movimientos políticos, algunos de ellos de naturaleza violenta, con repercusiones críticas para la democracia, el equilibrio de poderes y los derechos humanos.
Algunos ejemplos, como el asalto al Capitolio por parte de seguidores del expresidente Donald Trump, la campaña electoral de 2020 saturada de desinformación amplificada por la cadena propiedad del magnate Rupert Murdoch, Fox News, o los movimientos antivacunas y estafas masivas, podrían considerarse pan de cada día. Las ramificaciones de tales situaciones podrían desencadenar consecuencias más graves, como genocidios, guerras civiles u otras formas de violencia política. En Colombia, por su parte, resulta habitual encontrarse con fotografías manipuladas que muestran a Pablo Escobar junto a Álvaro Uribe o en compañía de Gustavo Petro.
Un asunto de periodismo, pero sobre todo de ciudadanía crítica
La verificación de hechos y de datos son metodologías propias del periodismo. No obstante, para combatir la desinformación es necesario promover un ejercicio de ciudadanía crítica: generar una alfabetización digital desde el colegio, fomentar una ciudadanía crítica en las redes sociales. “Somos ciudadanos digitales, tenemos una responsabilidad ética”, decía la maestra Saavedra. Esto trasciende la discusión de quién es periodista o no –aunque se sepa de antemano que es diferente hablar de influenciador que hablar de periodista–.
Hay que hacer más pedagogía frente a las consecuencias físicas y materiales de la desinformación. Son paradigmáticos casos como el de Myanmar, cuando los sistemas de Facebook promovieron la violencia y la limpieza étnica por parte del ejército contra la población rohinyá, o como el conocido “Se metieron al conjunto de al lado” durante las protestas en contra del Gobierno colombiano de Iván Duque en 2019; se comprobó posteriormente que esta tendencia era una falsedad que pretendía generar zozobra en la población colombiana.
Una ciudadanía crítica debe saber que la desinformación no solo es mal periodismo; también hay estrategas que saben muy bien cómo usar la telaraña de las redes sociales para manipular y amplificar sus máquinas de desinformación.
Del mismo modo, la ciudadanía debe reconocer la necesidad y la seriedad del periodismo riguroso y ser consciente de que el hecho de que una información sea masiva no significa que sea verdadera. En ocasiones es la desinformación la que se masifica más que las noticias verificadas con rigor.
Como ciudadanos, una de las dificultades está en reconocer qué es una opinión y qué es un hecho. Los medios deben facilitar que la ciudadanía pueda hacer diferenciación, e incluso ayudar a que los ciudadanos sepan discernir entre propia opinión y la información a secas. Un ciudadano autocrítico reconoce la importancia de no ser un replicador de cadenas de mentiras en WhatsApp (esta aplicación, por su carácter cerrado y sin moderación, es entendida como el hoyo negro de la desinformación) o de evitar convertirse, movido por el miedo o por la emoción, en un replicador de injusticias y de ficciones malintencionadas. Un ciudadano crítico podría preguntarse por qué Facebook no ataja la desinformación en las campañas políticas (y podría llegar a la conclusión de que una de las explicaciones es la tensión que existe con la financiación).
El ejercicio que se hace desde ColombiaCheck consiste en varios pasos:
- Separar las opiniones de la información. No se hace un chequeo de las interpretaciones sino de los hechos con base en los cuales se interpreta, bajo un criterio de veracidad).
- Reconocer cuál es la fuente de información y los canales de masificación. Una desinformación puede salir de un TikTok y masificarse en Twitter.
- Saber que la emoción puede reforzar los sesgos y los prejuicios.
- Tener en cuenta que lo serio no quiere decir cierto. La buena gramática y ortografía no son sinónimos de verdad.
- Comprender las dinámicas de las industrias de la desinformación y aprender de los desinformadores.
- Volver a los orígenes. Por más que existan herramientas novedosas, lo más recomendable son las estrategias del periodismo tradicional: verificación de fuentes, contraste, sentido común, corroboración.
ColombiaCheck trabaja con base en estos elementos; lo hace sobre la cultura del fact checking para fomentar la ciudadanía crítica.
Como un ejemplo adicional, es necesario hacer buen uso de la inteligencia artificial (IA), herramienta que no debe ser utilizada para resolverles todos los problemas a los periodistas. Debe ser entendida no como fin sino como medio: el periodismo seguirá siendo periodismo por más de que avance la tecnología; la tecnología no reemplaza al periodismo.
Sin embargo, la IA está siendo usada para desinformar. Aplicaciones como Chat GPT o Google Bard –herramientas que trabajan con probabilidades y patrones–, pueden ayudar a generar muchas confusiones. No se recomienda trabajar con ellas sin ningún tipo de filtro, sino saber que estas son falibles, ya que funcionan con base en aquello que encuentran en la web, y por ende pueden servir para reforzar sesgos y prejuicios (el material de la desinformación).
¿Cómo hacer un trabajo de fact-checking o verificación?
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Contrastar las fuentes
Verificar es poner a funcionar el contraste de las fuentes. Las fuentes digitales son el complemento de las fuentes orales (o viceversa). Una imagen masiva se corrobora a través de fuentes directas en el territorio, o por medio de aplicaciones como Google Maps o cualquier otra que tenga posibilidades de georreferenciación. Siempre pensar que el diablo está en los detalles, por lo que comprobar una fecha, mirar el color de la imagen y buscar el autor de la fotografía son consejos para contrastar la información.
Un ejemplo de esto fue la polémica que suscitó una imagen en un trino de la senadora colombiana Paloma Valencia sobre la presencia del ELN en el departamento del Cauca en Colombia, en la vía que conecta a Popayán con Totoró. Momentos después de la publicación, el presidente Gustavo Petro retuiteó un hilo del periodista Camilo Andrés García en el que ponía en cuestión la veracidad de la imagen publicada por Valencia. ColombiaCheck pudo constatar a través de fuentes locales, imágenes satelitales, testimonios orales, imágenes de otros medios y con videos del sector que sí se trataba del lugar y que no era preciso desmentir la veracidad de aquella imagen a través del filtro Ghost (técnica para determinar si una imagen tiene probabilidad de haber sido manipulada).
Las aplicaciones para hacer esa constatación no son infalibles (pueden generar “falsos positivos digitales”). Lo que no se pudo constatar fue la fecha de esa imagen, acción que deberían corroborar el Gobierno y las autoridades. Ahora bien, sí es claro que el presidente Petro ha incurrido en múltiples desinformaciones, como lo fue la publicación de varias imágenes falsas para defender la reforma a la salud en Twitter (hoy X).
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El ojo y el oído son los mejores chequeadores: analizar detalles y fechas, sonidos y audios
La buena observación es la vía para reconocer la desinformación. A través de esta es posible identificar patrones. En general, la desinformación funciona con lógicas que se repiten entre sí. Muchos de estos mensajes quieren mostrarse como fuente de autoridad, propician emociones y cercanía, plantean conspiraciones, entre otras. La implementación en Twitter de un sistema de pagos para obtener un símbolo de ‘verificado’ en cualquier cuenta ha hecho que sea mucho más fácil la suplantación, las cuentas parodia y fake y demás usos dudosos. Un ojo avizor es capaz de identificar una cadena desinformadora; el ojo acostumbrado solo acepta lo que le dicen los sesgos, sus propias ideologías e ignorancias. Como ilustración, ColombiaCheck publicó en 2019 un chequeo en que muestra que un mensaje de audio anunciando una purga humana en la que cualquier delito sería legal –supuestamente auspiciada por el gobierno de Estados Unidos– era en realidad un audio de una película distópica. Sospechar de estos mensajes es clave para combatir la desinformación.
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Verificar lo verificado
Nunca sobra la verificación. No importa que sea una información que haya compartido un medio de comunicación serio o un político. Cualquiera puede incurrir en un error, por lo que verificar siempre es una garantía de que se puedan minimizar los potenciales errores. En Manizales fue conocida la imagen del nevado del Ruiz que publicó en Twitter el líder gremial José Félix Lafaurie, en abril de 2023; este compartía la supuesta erupción del volcán, a propósito de la última alerta naranja por actividad volcánica. Se pudo identificar que la imagen que publicó Lafaurie no se correspondía con la actividad del volcán en ese momento sino que era del año 2016. Una situación similar sucedió con algunos montajes que proliferaron en redes a propósito de la actividad volcánica del Ruiz. ColombiaCheck también hizo el registro de videos de simulación de erupción del volcán, que creaban imágenes exageradas e imprecisas, que podrían suscitar pánico por lo que se supone que podría pasar.
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Buscar el origen de las imágenes: hacer la búsqueda inversa
No se necesita de mucha tecnología para hacer un fact-checking. Basta con tener buen Internet y con tener un computador. Existen aplicaciones como Google Lens que permiten encontrar el origen de las imágenes en Internet. También hay herramientas como InVID (plataforma de código abierto para que el usuario sepa si el contenido es confiable): esta aplicación divide los videos en fotogramas y así identifica cuáles fragmentos pertenecen a otros videos. A partir de ahí, se puede hacer la búsqueda inversa usando el aplicativo de Google Lens. Por ejemplo, ColombiaCheck identificó que es falso un video que se comparte en redes en el cual se muestran unos supuestos campos de concentración de Las Farc.
Eso sí, se debe disponer de tiempo y paciencia para hacer la búsqueda inversa. Con un clic derecho en la imagen en el buscador de Google se da la indicación y este arroja una cantidad de links en los que esta se ha compartido. Así se pudo llegar a la conclusión de que una presunta fotografía de cadáveres en el río Cauca era en realidad un performance artístico que representaba a los desaparecidos y muertos de Colombia durante la jornada de paro del 28 de mayo de 2021 en Antioquia, o que un supuesto enjuiciamiento a hombres homosexuales en Palestina (Medio Oriente) era en realidad una protesta de 2013 en Berlín. Estas corroboraciones se realizan siguiendo las pistas de la desinformación: cuál fue la fuente original y los modos en que se ha ido compartiendo la imagen (la instrumentalización política, ya sea de izquierda o de derecha, para sacar provecho).
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Ser más inteligentes que la inteligencia artificial (hasta donde se pueda)
La inteligencia artificial (IA) ficcionaliza la información. Por ello, se debe tener precaución del uso excesivo y sin criterio de aplicaciones de inteligencia generativa como ChatGPT o como Google Bard. No quiere esto decir que no se puedan usar estas herramientas. Pero estas no pueden hacer el trabajo por los periodistas, ni tampoco se debe permitir sus excesos (verbigracia, el debate actual sobre los derechos de autor de los textos generados por estas aplicaciones). Las herramientas sirven para acciones concretas: pueden ayudar a buscar cierta información o escribir algunas posibilidades para titular un artículo, entre otras.
Aprender a reconocer los sesgos de esta información es una guía útil para desarrollar la habilidad de saber cuándo hay sospecha de una imagen o un sonido producidos por IA. Detalles en los rostros o en los dedos como la supuesta imagen del presidente Trump siendo arrestado, o como la foto del papa Francisco vestido con una chaqueta de moda actual, fueron creadas en herramientas como Midjourney. Por otro lado, se están masificando audios de IA; hay que entrenar el oído para saber si se trata de un audio de este tipo: se percibe la mala calidad, se pierde la naturalidad; hay frases largas, errores en vocales o en algunas consonantes, etc.
Como recomendaciones, se debe pensar bien las indicaciones (prompts) para solicitar la acción. Explorar la diversidad de herramientas que hay en este momento: ChatGPT, Bard, Bing y Claude, entre otros. También, usar buscadores más especializados para lograr búsquedas invisibles, o explorar otras herramientas de mensajería como Signal y Telegram, que no sean proclives a las redes de la desinformación.