Contra la superficialidad y la desmemoria: consejos para narrar las complejidades en Centroamérica
21 de Mayo de 2021

Contra la superficialidad y la desmemoria: consejos para narrar las complejidades en Centroamérica

Lecciones y reflexiones de Óscar Martínez, jefe de la redacción de Elfaro.net, durante el seminario web ‘Crónica, cercanía y estereotipo: el papel del relato en la construcción de personajes en Centroamérica’.
Óscar Martínez, cronista y jefe de la redacción de Elfaro.net.
Kirvin Larios

Profundizar en las complejidades de una región o país particularmente violento requiere ambición, deseo de explicar lo que sucede más allá de los lugares comunes y una lucha constante contra la superficialidad de los estereotipos. Requiere que el periodista se adentre en el pasado, se detenga lo necesario en las realidades que busca abordar y haga reporterías que trasciendan los límites del escritorio y el cuestionario prefabricado. 

Así lo comprende en buena parte el periodista Óscar Martínez (El Salvador), cronista y jefe de la redacción de Elfaro.net que se ha dedicado a tratar temas de migración, violencia y crimen organizado en México y Centroamérica. A esta región la ha estudiado para “intentar entenderla” a través de crónicas de largo aliento, reportajes investigativos, libros y proyectos como En el camino y Sala Negra, ambos de Elfaro.net.

En el seminario web ‘Crónica, cercanía y estereotipo: el papel del relato en la construcción de personajes en Centroamérica’ que condujo para la Fundación Gabo, ilustró con ejemplos concretos lo que los periodistas enfrentan en narrativas escritas pero también fotográficas. Se detuvo además en dos puntos esenciales (“dos males endémicos” o “complejidades”) que permiten identificar el “antiperiodismo” y el “periodismo desmemoriado”, y entregó al menos tres “antídotos” para intentar combatirlos. 

Primera complejidad: el pasado.

No se explica ni se narra a profundidad los problemas de una región como Centroamérica, tan “periodísticamente compleja”, sin antes estudiarla y tratar de entender su pasado. 

Óscar Martínez ha cubierto con diferentes aproximaciones hechos en Costa Rica, Panamá, Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Concluye que en la parte norte de la región, con sus características particulares de violencia, “casi nada” puede contarse “sin entender lo que pasó durante la guerra civil en los 70’s y 80’s”. De ella surgieron las migraciones y las pandillas que se agruparían en Los Ángeles, en el sur de California, como la Mara Salvatrucha, tras huir de la guerra y la represión.

“Si alguien quiere entender la impunidad, el crimen organizado, la corrupción, el tráfico de drogas en el que el Estado estuvo involucrado al menos en El Salvador, tiene que remontarse al pasado. Quien no lo conozca podrá ‘rascar la superficie’, pero no explicar profundidades”. Lo contrario, sostiene, conduce a un periodismo sin memoria. Y “el periodismo desmemoriado es coyuntural, momentáneo, es como un temblor y no como un terremoto”. 

Como ejemplo mencionó el caso de Miguel Ángel Tovar, despiadado asesino de la Mara Salvatrucha y testigo protegido del Estado que no impidió que lo mataran. En reportajes de investigación y un libro quiso indagar qué era ser un pandillero en Centroamérica. La vida del apodado “El Niño de Hollywood” no le llamaba tanto la atención como su historia. “La mejor opción que tuvo este muchacho a los 12 años fue unirse a la pandilla. Todas las demás opciones eran peores. Y si no te remontás al contexto de ese momento, podrías entender cuestiones circunstanciales, quizás obtener unas buenas frases sobre él, pero jamás entender cómo creamos a alguien que pudiera cometer 56 homicidios antes de cumplir los 30 años”. Se trata pues de explicar cómo creamos a un monstruo, “pero como Leila Guerriero dice, un monstruo humano. No hay que justificarlo, pero es posible entenderlo”. 

Segunda complejidad: los estereotipos

“Centroamérica es una región muy estereotipada, un abrevadero de estereotipos muy marcados, sobre todo para la prensa extranjera”, dijo Martínez.  

Cuando un periodista va a la región a hacer un tema de pandillas, “se da en muchas ocasiones la cobertura de la tragedia por la tragedia, la búsqueda de la víctima perfecta, del migrante que sufre y sólo sufre, que de ninguna manera sabe hacer otra cosa más que sufrir”. También se busca “el victimario perfecto, el malo-malo que podría ser enemigo de Rambo, sin fisuras en su maldad”. En eso “las pandillas ayudan porque tienen una plástica basada en iconos casi cinematográficos de cómo un malo debe verse: pantalones tumbados, tatuajes en el cuerpo, en la cara, y nombres provenientes de canciones de heavy metal”.

Esta situación, que “busca la superficie, la plástica y no la profundidad”, la ilustró con la experiencia como periodista extranjero de José Martínez consignada en un crónica titulada Safari (periodístico) en Centroamérica. En ella se revela “el menú” que algunos editores le piden a los periodistas:

—Pandilleros, de ser posible con tatuajes visibles (de preferencia en el rostro).

—Ir a un operativo donde la policía persiga a pandilleros.

—Escenas de homicidios.

—Víctimas de las pandillas (migración interna) de ser posible grupos familiares con mujeres y niñas.

“Esto es el antiperiodismo. Es como decirse ‘yo no quiero entender, yo quiero resolver la cosa de la que me he convencido cómodamente sentado en mi escritorio’”, explicó Óscar Martínez. 

Otros ejemplos ilustrativos fueron el de un fotoperiodista que montó escenas en las que sicarios de Honduras amenazaban a otras personas. Pero era una “burda impostación”. En otro caso, un fotógrafo tuvo acceso a una cárcel de El Salvador con ex pandilleros retirados de las dos pandillas principales, el Barrio 18 y la MS. Este fotoperiodista decidió llamarlos “asesinos de las pandillas, a pesar de que se habían salido”. Añadió: “Esto es deshonesto, vulgar, pero es lo que mucha gente busca en Centroamérica”. 

Para entender otra manera de abordar “a profundidad” un tema como este compartió una fotogalería de Victor Peña titulada Ni emeeses ni dieciocheros: hermanos, que muestra a ex pandilleros acompañados de quienes fueron sus enemigos. El fotoperiodista aquí “intentó entender, se metió a las celdas y abordó esto como era”. Una galería así en Centroamérica “te choquea”, con “ex pandilleros abrazados y tatuados en la nuca y en la cara”. Pero estas imágenes “no buscan forzar a alguien a que siga siendo un asesino, años después de purgar pena y decir que se retiró. Intentan reflejar algo más profundo. Que es posible que esta gente salga del odio, se reconstruya, y que en algún momento, sin apoyo del Estado, empiece a ver al que quería matar como alguien a quien puede abrazar o con quien compartir celda”.

Los antídotos

1. Tener una premisa ambiciosa. 

“Es una premisa que se aleja del espectáculo, como un viaje importante se aleja de Disneylandia. No vas a Disneylandia si querés hacer un viaje importante que te cambie la vida; vas a lugares más profundos que te tocan por dentro. Lo mismo en el periodismo”, dijo Martínez.

Ejemplo: la crónica "Yo violada", de Roberto Valencia, que pasó un año entrevistando a una muchacha que había sido violada por múltiples pandilleros en un barrio de la pandilla 18. La premisa del periodista no consistía en saber exactamente cómo la violaron, sino explicar, a través de lo que a ella le ocurrió, cómo las pandillas sustituyeron al Estado en ciertos lugares y cómo las personas viven a merced de ellas. 

2. Permanecer. 

“Es difícil, nadie nos paga mucho dinero, en Centroamérica los salarios no son altísimos y la vida es cara, pero si quieren hacer periodismo a profundidad y no permanecen no lo van a lograr”.  Sobre el poco tiempo que las salas de redacción dejan a los periodistas, se preguntó: “¿Cuál es la fórmula para conseguir tiempo en un periódico que no te quiere dar tiempo? No la sé y quien la diga miente”. Enfatizó que se trata más bien de un camino propio. “Cómo encontrar tu tiempo, cómo horadar la piedra, esa es una experiencia personal”.

Ejemplo: en "Nuestro pozo sin fondo", Óscar Martínez hace un diario de 2010 a 2013 sobre un pozo en el que se creía en principio que habían cuatro cadáveres. La pregunta de si había muertos o no se convirtió en una historia política. “¿Qué intereses generan los cadáveres de los nadies? ¿Cómo el Estado intenta subsanar la duda más esencial que una persona puede tener: ‘Mi hijo está muerto o no’?”.

3. Buscar la raíz.

Óscar Martínez aconsejó que los periodistas le preguntaran a lo que ven: “¿Qué lo produce? ¿Cuándo inició? ¿Por qué se desató?”.

Ejemplo: "El origen del odio", una crónica de Carlos Marínez y José Luis Sanz que se pregunta de dónde surgió el odio entre las pandillas Mara Salvatrucha y Barrio 18. Ambos se fueron a Los Ángeles a buscar el origen y encontraron incluso la primera foto que existe de la MS. 

“Eran un grupo que nació para protegerse en California de un ecosistema de pandillas. Y en ese buscar protegerse se fueron haciendo más violentos. Muchos de estos jóvenes venían de una guerra civil cruenta, habían sido reclutados por el ejército a los 12 años, y cuando ellos hablaban de muerte hablaban de algo más fuerte de lo que las pandillitas de California hablaban. Entonces asimilaron que la violencia era la forma de sobrevivir, y en poco tiempo fueron el animal más violento en ese ecosistema. Iban buscando paz, pero encontraron muerte y la ejecutaron, y la sabían ejecutar mejor que los demás [...] Imagínense una pregunta más a la raíz: los periodistas fueron a intentar entender por qué dos pandillas se odian. Esa es una premisa ambiciosa, una búsqueda de raíz y una investigación que te va obligar a permanecer para responder tus preguntas”. 

Sobre los ‘Ciclos de seminarios para un periodismo oportuno y cercano en Centroamérica’

El seminario web ‘Crónica, cercanía y estereotipo: el papel del relato en la construcción de personajes en Centroamérica’ es la segunda sesión del segundo ciclo de los ‘Ciclos de seminarios para un periodismo oportuno y cercano en Centroamérica’, un programa de formación e interacción convocado por la Fundación Gabo, con el apoyo de Open Society Foundations, para periodistas y editores, que se realiza de forma virtual desde el 21 de abril y hasta el 10 de junio de 2021.

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