En 2014, el periodista argentino Martín Caparrós escribió El Hambre, un monumental reportaje de 600 páginas en el que se propuso comprender y hacer visible “el mayor fracaso del género humano”, esa incapacidad histórica de nuestra civilización para garantizar que un planeta abundante satisfaga las necesidades alimentarias de todos sus habitantes.
“El hambre es un proceso, una lucha del cuerpo contra el cuerpo…”, escribió el cronista. Sin el consumo de energía necesario, una persona “pasa hambre, se come. Un cuerpo hambriento es un cuerpo que se está comiendo a sí mismo y ya no encuentra mucho más...”.
En 2016, 815 millones de personas padecieron hambre en el mundo.
De ellas, 3,4 millones son habitantes de Colombia. Según la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (ENSIN) de 2015, uno de cada diez niños colombianos padece de desnutrición crónica, y el 22,3% de los hogares en el país presentan inseguridad alimentaria moderada o severa.
¿Qué hacer frente a este panorama?
El pasado 10 de abril, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y Acción contra el Hambre convocaron en Bogotá a un encuentro de expertos y líderes regionales para responder esta y otras preguntas. Con el nombre Derecho a la Alimentación, una construcción social incluyente y participativa, el evento fue el último episodio de un largo proceso de diálogo que comenzó en las regiones del país, con una premisa básica: la alimentación es un derecho.
“Todo ser humano tiene derecho a una alimentación adecuada y tiene el derecho fundamental a no padecer hambre”, dice el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales - PIDESC, adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1996.
Según la FAO, de la realización de este derecho se derivan una serie de beneficios para quienes lo disfrutan y para el resto de la sociedad: "quien tiene seguridad alimentaria es más productivo, se enferma con menos frecuencia y tiende a invertir más en el futuro. Los niños malnutridos pierden en promedio de 15% a un 10% de ingresos en el curso de su vida".
Este derecho, como lo reconoce la Organización de Naciones Unidas, está relacionado con otros derechos fundamentales, como el de la vida, la salud y el ambiente sano. Además, concluye la FAO, "la malnutrición puede superarse y el Derecho a la Alimentación puede hacerse realidad en cualquier país. La inacción es un atentado contra la ética".
¿Por qué es importante hablar del Derecho a la Alimentación?
Es un concepto poderoso. Sin él, el Ministerio de Salud no estaría obligado a rendir cuentas sobre temas como la desnutrición; tampoco existirían incentivos para las organizaciones e instituciones que implementan estrategias en territorios donde la producción de alimentos es escasa o nula.
El Derecho a la Alimentación se hace efectivo cuando el ser humano puede alimentarse con dignidad, ya sea adquiriendo los alimentos o produciéndolos. Para quienes viven de cosechar alimentos (con frecuencia, los más vulnerables), este derecho está directamente relacionado con el acceso a la tierra, la producción de semillas, el agua potable, la infraestructura agrícola y el mercado. Para el resto de la población, gozar efectivamente del derecho a la alimentación implica la existencia de políticas que desarrollen sus capacidades, de tal manera que puedan tener medios para alimentarse bien a sí mismos.
Según Olivier De Schutter, relator Especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación entre 2008 y 2014, son tres los atributos especiales que pueden hacer efectivo el Derecho a la Alimentación.
Primero, que haya disponibilidad de alimentos a través de fuentes naturales o de producción, como la agricultura y la ganadería.
Segundo, que se garantice a las personas el acceso económico o físico a los alimentos, sin que estas tengan que sacrificar gastos importantes para el desarrollo humano, como gastos escolares y medicamentos.
Tercero, su adecuación: la alimentación debe ser acorde en cantidad y calidad, corresponder a las necesidades de cada persona, contener los nutrientes necesarios para el desarrollo mental y físico, y adaptarse a sus costumbres, usos y cultura.
Como estos, muchos otros conceptos que se desprenden del Derecho a la Alimentación nos permiten hoy observar a Colombia y hacernos las preguntas correctas sobre el porqué de la malnutrición en el país y cómo prevenirla. Esto son algunos de ellos:
Reconstrucción del tejido social
El tejido social está compuesto por las relaciones existentes entre un grupo o una comunidad. Estas relaciones ayudan a fortalecer la identidad del grupo y constituyen su capital social. La alimentación y los sistemas alimentarios son fruto de una acción colectiva.
El conflicto armado ha quebrado ese tejido social en Colombia, especialmente en zonas donde el Estado debe implementar la Reforma Rural Integral establecida en el Acuerdo de Paz. De ahí que uno de los primeros retos para garantizar el Derecho a la Alimentación en el país sea reconstruir ese tejido. El primer paso es comprender las necesidades de cada comunidad, acercarse a ellas y definir planes que garanticen la alimentación a futuro.
Fabián Ardila Pinto, profesor de la Universidad Nacional de Colombia e integrante del Observatorio de Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (OBSSAN), afirmó durante el evento que los proyectos de transformación agrícola, y aquellos que buscan implementar modelos de seguridad alimentaria y nutricional con enfoque étnico, son viables cuando los actores se transforman, cuando “se construye tejido social”.
Es cuando las personas se apropian del Derecho a la Alimentación que empiezan a tejer relaciones para exigir un desarrollo humano y social. No se trata de que un Estado regale comida, señaló, sino que impulse proyectos participativos desde los núcleos de las comunidades. En el caso de Tumaco, por ejemplo, el Plan Alimentario y Nutricional Indígena y Afro de Tumaco (PANIAT) construido con el acompañamiento del OBSSAN, fue concertado con las comunidades a través de un proceso que tomó en cuenta los efectos del cambio climático y, por ende, estableció planes de conservación a futuro.
Educación alimentaria
De acuerdo con la FAO, en América Latina y el Caribe 5,9 millones de niños y niñas se encuentran afectados por desnutrición crónica o retraso en talla. Además, el 7% de los menores de cinco años presenta sobrepeso. De ahí que la educación alimentaria y los programas de alimentación en las escuelas sean esenciales para fortalecer hábitos alimentarios saludables.
Desde 2009, la FAO impulsa programas de alimentación escolar con la estrategia de Escuelas Sostenibles en 13 países de la región. Al trabajo de educación en las escuelas se suma una labor importante: educar a los consumidores, a los padres de familia y a todos los actores de la comunidad educativa sobre la importancia de la buena alimentación y su incidencia en el desarrollo y aprendizaje de los niños y niñas.
Juan Carlos García y Cebolla, Jefe del equipo de Derecho a la Alimentación de la FAO en Roma, señaló en el encuentro que para transformar el modelo de alimentación es necesario rescatar conocimientos, empoderar a los consumidores y reconocer las esferas sociales y culturales del consumo. “La educación alimentaria y nutricional debe ser acorde a la diversidad del país”, aseguró.
Seguridad alimentaria
De acuerdo con el Instituto de Nutrición para Centroamérica y Panamá (INCAP), la Seguridad Alimentaria y Nutricional “es un estado en el cual todas las personas gozan, en forma oportuna y permanente, de acceso físico, económico y social a los alimentos que necesitan, en cantidad y calidad, para su adecuado consumo y utilización biológica, garantizándoles un estado de bienestar general que coadyuve al logro de su desarrollo".
Según Néstor Mendieta, coordinador de la Corporación para la Construcción Participativa de la Salud Pública (OBUSINGA), para hablar de seguridad alimentaria en el contexto actual es importante tener en cuenta la globalización de los mercados alimentarios: “la economía a esta escala hace que la seguridad alimentaria se concentre en los centros urbanos y se genere un desabastecimiento en los mercados periféricos”.
Aunque existen otras causas que inciden en el desabastecimiento de los territorios periféricos, como las políticas de gobierno, Mendieta señaló que la ausencia de redes comercio, así como los planes de autoabastecimiento impactan en la soberanía alimentaria de los territorios.
En la región del Magdalena Medio, por ejemplo, existen 29 municipios cuya población no supera los 100 mil habitantes. La mayoría, de acuerdo con el profesor Néstor Mendieta, tiene menos de 50 mil habitantes: “Son territorios periféricos con mercados periféricos”.
El reto que se trazó su corporación consiste en mejorar el comercio agrícola y la alimentación en estos municipios, pues según sus propios estudios, los mercados periféricos no son suficientes para garantizar la nutrición en esta región del país. Intervenir en los mercados locales y generar un tejido social alrededor de los alimentos, puede ser el primer paso para superar los problemas de desabastecimiento. Claro está, sin dejar de lado la atención a otros problemas de la región, como la desigualdad y la falta de acceso a tierras y a crédito.
Soberanía alimentaria
No basta con tener derecho a la alimentación. Este derecho debe gozarse de forma autodeterminada. Los pueblos “tienen el derecho de definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el Derecho a la Alimentación para toda la población, con base en la pequeña y mediana producción, respetando sus propias culturas y la diversidad de los modos campesinos, pesqueros e indígenas de producción agropecuaria, de comercialización y de gestión de los espacios rurales, en los cuales la mujer desempeña un papel fundamental", reza la Declaración Final del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria, redactada en La Habana en septiembre de 2001.
Un componente fundamental de este concepto es la soberanía de semillas. Gracias a ella, los campesinos y campesinas pueden decidir qué cultivar y cómo hacerlo. El objetivo es que el campesinado no pierda el control de las semillas y como ha sucedido, se vea obligado a comprar aquellas producidas por grandes transnacionales biotecnológicas. La soberanía de semillas se basa en la reivindicación del legado ancestral en el uso de las mismas, los recursos comunes, los bienes públicos y el desarrollo de acuerdo con las decisiones de las comunidades campesinas.
"Hay que preservar las semillas de las comunidades campesinas, conservarlas y avanzar en procesos locales que estimulen el acceso a recursos”, aseguró el profesor Fabián Ardila, quien añadió que el consumo de productos provenientes de semillas modificadas alienta un mercado que le impide a las comunidades campesinas hacer uso de sus semillas ancestrales.
Para que sea efectivo el Derecho a la Alimentación, por ejemplo, el consumidor debería poder elegir el tipo de semillas que quiere consumir y, de esta manera, impulsar la producción agrícola en las zonas rurales.
Cronología del Derecho a la Alimentación
*Este artículo fue producido como parte de la alianza entre la FNPI y la FAO para promover el debate sobre la transformación del campo colombiano.