Los libros, refugio para periodistas
15 de Noviembre de 2016

Los libros, refugio para periodistas

Así fue el primer día del Taller de Libros Periodísticos conducido por Martín Caparrós. Ocho periodistas se reúnen en Oaxaca, México, para aprender del maestro y debatir sobre sus proyectos de libros.
Los libros, refugio para periodistas

Por: Ander Izagirre - @anderiza

Foto: Jorge Luis Plata

La idea salta en el primer minuto: “Quiero escribir un libro para intentar ser algo más que periodista”, dice una de los ocho participantes en el taller. El maestro Martín Caparrós pregunta si escribir un libro es ser más que periodista. Ella responde que puede trabajar con menos prisas y con más espacio, que puede profundizar, que puede cuidar la escritura. Entonces -vuelve Caparrós-, ¿no será que escribir un buen libro es ser un buen periodista, no “más que periodista”? ¿Cuáles se supone que son los límites para el trabajo de un periodista?

Caparrós lee en voz alta este artículo suyo, reciente, sobre los libros que cuentan historias verdaderas y que nadie sabe cómo nombrar. Uno de los párrafos dice así:

“Esos libros son el refugio del mejor periodismo: ante la renuncia de la mayoría de los medios, que temen pagar intentos de cierta envergadura y usar su espacio para publicarlos, algunos de los periodistas más preparados, más inquietos, encuentran en ellos el lugar donde sí pueden hacer su trabajo”.

Sirve como introducción para este Taller de Libros Periodísticos, que se celebrará durante los próximos cinco días en Oaxaca (México), organizado por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano -FNPI- en alianza con la Feria del Libro de Oaxaca y la Fundación Tomás Eloy Martínez.

Los participantes son ocho periodistas que están escribiendo un libro: Joaquín Botero (Colombia), Ana Emilia Felker (México), Roberto Navia (Bolivia), Pablo Ortiz (Bolivia), Daniela Pastrana (México), Luz Reyes (Venezuela), Ana Gabriela Rojas (México) y Leandro Zanoni (Argentina).

Dirige Martín Caparrós. Pero esto es un taller, no es un curso. En los talleres hay mucha gente trabajando al mismo tiempo, hay martillos, sierras y taladros, de vez en cuando alguien se aplasta un dedo. Antes de venir, cada uno de los participantes ha enviado a los demás un adelanto de su texto y una explicación del plan de la obra. Todos han leído y anotado los trabajos de sus compañeros, todos vienen con críticas y sugerencias, todos traen encima un saco de dudas. Las irán lanzando por turnos encima de la mesa. Durante cinco días debatirán, criticarán, propondrán.

La primera sesión empieza fuerte. Joaquín Botero explica su libro –sus andanzas de periodista colombiano en Nueva York, como hilo para narrar historias policiales y escenas cotidianas de la vida de los latinos allá-. Los demás participantes le hacen los primeros comentarios. De pronto Joaquín pide disculpas y sale corriendo de la sala. “¡Hablen un poco de otras cosas, que ahora vuelvo!”.

Nada grave. Joaquín vuelve enseguida con los nervios templados, las respuestas preparadas, el entusiasmo intacto y con una libreta en la que anota minuciosamente los comentarios que le van haciendo durante tres horas.

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