La primera persona, el estilo y el doble taller del cronista: así comenzó el Taller de libros periodísticos 2023
29 de Mayo de 2023

La primera persona, el estilo y el doble taller del cronista: así comenzó el Taller de libros periodísticos 2023

Durante el día 1 de una nueva edición de este encuentro entre cronistas de Hispanoamérica, Martín Caparrós abordó aspectos relacionados con el germen de la escritura, cómo aprovechar los materiales de un reportaje y por qué es importante pensar en el narrador de nuestras historias
Foto: Isabel Infantes/ Feria del Libro de Madrid
Laureano Debat

“A mí me gusta mucho hacer esto. Es un momento que espero con muchas ganas en el año. Escribir un libro es uno de los oficios más solitarios del mundo y celebro que se pueda convertir en algo colectivo, encontrarnos para pensar cosas en conjunto, discutir sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos”. Con estas palabras y en el día de su cumpleaños número 66, Martín Caparrós inauguró una nueva jornada del Taller de libros periodísticos que la Fundación Gabo organiza en el marco de la Feria del Libro de Madrid y dentro del recinto de la Biblioteca Eugenio Trías del parque de El  Retiro. 

Además de la presencia de Daniel Marquínez, director de proyectos especiales de la Fundación Gabo, también visitó el taller la directora de la Feria del Libro de Madrid, Eva Orúe, quien recordó el momento en el que la Fundación Gabo le propuso a la Feria del Libro de Madrid hacer esta actividad: “Dije que sí, por supuesto, hagamos lo que sea. Y si encima es con Martín, mejor aún. Martín está en el Olimpo de quienes nos dedicamos a esta profesión”. 

Este año, el taller cuenta con la participación de Julieta Morón (argentina residente en Palma de Mallorca), Emiliano Zecca (Uruguay), Lisseth Boon Bartolozzi y César Batiz (Venezuela), Daniel Pardo y José Guarnizo (Colombia), Bárbara Celis (española residente en Roma) y Gustavo Borges (cubano residente en México DF). El proyecto presentado por cada asistente recibe una sesión personalizada dentro del taller, una media sesión de tres horas las diez que conforman la dinámica (dos medias sesiones diarias). La primera es para el abordaje de algunos conceptos fundamentales para empezar a hablar de libros periodísticos y la última, la de la tarde del día viernes, para las conclusiones y el balance final. Así que vamos por el principio. 

El doble taller del cronista

La primera conversación giró en torno a los trabajos que hacemos los periodistas para sobrevivir, esos que nos dan dinero, lo que se suelen llamar “alimenticios”. Aquí Martín Caparrós recuperó la idea del doble taller de Ryszard Kapuściński: “Él reunía todo el material que recogía en su trabajo y que no le dejaban publicar en su agencia estatal estalinista. Y eso es Ébano, El Imperio, etcétera”. Él mismo vivió un proceso parecido pero no por la censura sino por cuestiones de incompatibilidad entre disciplinas durante su trabajo en Naciones Unidas: “Lo que se esperaba de mí ahí era radicalmente diferente a lo que yo hacía. Miré mis notas y vi que eso se podía juntar a lo que yo escribía y me interesaba por fuera de este proyecto. Y así salió Una luna, pensando inicialmente como regalo para mis amigos cuando cumplí 50 años, hasta que Jorge Herralde me propuso publicarlo en Anagrama”.

Este tema derivó en otro muy cercano: la reportería involuntaria, según la denominó el cronista colombiano Daniel Pardo. Esto es: las cosas impensadas que aparecen durante el trabajo de reportería, en pleno terreno, y que se aprovechan para otras cosas. 

Martín Caparrós dio el ejemplo de Miguel Brascó, un crítico gastronómico argentino que era director de la revista Cousine & Vins, donde él trabajaba yendo a catas de vinos por la mañana y, como debía probar muchos, tenía que escupir y seguir, porque era inviable asumir tanta cantidad de alcohol por las mañanas. “Pero Brascó se los tragaba. Y decía: si mi abuela catalana me viera escupir un vino, me mata. A mí me pasa lo mismo con el material: si lo tengo lo escribo. Me busco la vida, le doy vueltas y trato de escribirla”, dijo Caparrós. Y agregó: “Todo lo que uno escribe, ve o piensa forma parte de su acervo, que es una palabra que por suerte se usa cada vez menos. Y vale la pena usarlo, si no ¿para qué lo ha hecho?”. 

En este punto, resultó inevitable abordar el tema del estilo, como trabajarlo y alimentarlo. “Para escribir, el único camino es la copia. Uno copia en dos etapas. En la primera, sin darse cuenta, cuando tiene un año y empieza a decir mamá y papá, sobre todo porque los demás insisten en que lo hagas. El lenguaje se construye copiando. Y cuando empiezas a leer y a escribir, es inevitable que lo que escribas esté formateado por lo que lees. Ahí es cuando llega la segunda etapa de la copia: cuando empiezas a copiar voluntariamente y de la amalgama de esas copias quizás pueda salir algo que podría llamarse un estilo propio, es decir, algo distinto formado por una cantidad de cosas que se hicieron previamente”.  

Más que un ecocidio

El primer proyecto de los asistentes con el que se trabajó en el taller es el de la periodista venezolana Lisseth Boon Bartolozzi. Se trata de un tema relacionado con la explotación minera en Venezuela y que refleja varios conflictos: masacres, especulación económica, gente desplazada, esclavitud, corrupción y crisis medioambiental. “Quería que fuese más allá de lo que está pasando, que sea el retrato de toda la criminalidad, de todo el delito que se está cometiendo. De hecho, no existe una palabra para definir todo este crimen integral que está sucediendo aquí. Es más allá de un ecocidio, se queda corta esa palabra para explicar lo que está pasando aquí”, aseguró esta periodista residente en Caracas y que trabaja haciendo periodismo de investigación en Armando.info. También comentó que, en muchas ocasiones, mientras estaba haciendo el trabajo en el terreno, tuvo que ir de forma encubierta y hacerse pasar por turista porque temía por su seguridad. 

Boon Bartolozzi mencionó la dificultad de escribir en primera persona mientras armaba su proyecto, algo que le viene de la formación académica convencional donde no le permitían hacerlo. Martín Caparrós tiene mucho que decir sobre el tema porque hace años que está a favor del periodismo en primera persona por una cuestión política, que no es lo mismo que el periodismo sobre la primera persona: “Ser periodista es tener el privilegio de tener una patente de corso para saber lo que les pasa a los demás. Ponerse frente al espejo cuando tienes el mundo por delante me parece una necedad, una tontería”.

Pero eso no significa que haya que desdeñar la primera persona; al contrario. “Mis crónicas siempre las escribí en primera persona por una actitud del narrador, para que sí se vea que hay alguien investigando, averiguando y contando contra la prensa tradicional y su falacia que lo que te cuentan no es una de las miradas posibles de una persona concreta sino la verdad, o la realidad o vaya a saber qué”, dijo Caparrós.  

Por último y como cierre de la jornada, el cronista argentino compartió dos definiciones sumamente útiles para seguir pensándolas a lo largo de esta semana. La primera es qué considera él una crónica de calidad: “La forma de reconocer que una crónica es buena es cuando llevo 15 minutos leyéndola aunque sea sobre un  tema del que no me interesa nada. Hay que dedicarse a hacer que el texto interese. Cuando tienes un tema extraordinario y lleno de aristas es mucho más fácil, pero el desafío es escribir una buena crónica cuando tienes poco”. Y mencionó la crónica de Truman Capote incluida en su libro Música para camaleones, en la que el periodista norteamericano acompaña a Mary Sánchez, su empleada doméstica, a visitar las otras casas en las que trabajaba y accede a diferentes intimidades, consiguiendo una crónica legendaria con un tema, en teoría, menor. 

Y la segunda definición es qué es escribir para Martín Caparrós: “Escribir es desechar 59.999 palabras y elegir una. Y repetir ese mismo proceso cada veinte segundos. Que cada palabra parece indispensable frente a otras formas posibles de la belleza. Y si escribir es elegir palabras, hay que hacerlo con mucha deliberación. Cada una de ellas tiene diferente sentido. Para mí no existen los sinónimos, pero eso lo dejamos para otro día”. Así que, lo dicho. Queda este tema pendiente (y tantas aristas de otros) para todo lo que queda de semana. 

Sobre Martín Caparrós

Maestro y miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Periodista, novelista y ensayista (Buenos Aires, 1957). Utiliza herramientas de la historia, de la literatura y de la reportería para escribir sus textos. Ha practicado periodismo cultural, político, policial, deportivo, gastronómico y taurino en prensa, radio y televisión. Comenzó en 1973 en el diario Noticias de Argentina. Vivió en París, donde se licenció en Historia, y más tarde en Madrid donde colaboró con el diario El País y distintos medios franceses. De regreso a su país dirigió los mensuarios El Porteño, Babel, Página/30 y Cuisine & Vins. Ha publicado más de treinta libros traducidos a más de treinta idiomas. Sus tomos de crónicas se estudian en las universidades del continente. Como novelista ganó el premio Planeta Latinoamérica 2004 por Valfierno, el premio Herralde 2011 por Los Living. Su libro El Hambre ha tenido repercusión mundial y le ha valido diversos premios; últimamente recibió el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes (España) y el Premio María Moors Cabot, de la Universidad de Columbia (Estados Unidos).

Ahora vive en Madrid y publica sus trabajos en El País. Es maestro de la Fundación Gabo desde 2001 y miembro de su Consejo Rector desde 2013.

Sobre el taller

El taller de libros periodísticos busca reunir a ocho periodistas y escritores iberoamericanos que estén trabajando en la escritura de un libro para discutir sus proyectos durante una semana bajo la guía de Martín Caparrós.

El libro es el refugio del mejor periodismo narrativo de nuestros países. Ante la reticencia de muchos medios a publicar artículos largos o su desinterés por determinados temas, los periodistas más comprometidos eligen esa forma de trabajo paciente, esforzada e intensa que consiste en sacarle tiempo al tiempo para escribir su libro: el espacio donde pueden hacer lo que quieren sin restricciones, sin órdenes, sin más límites que su capacidad.

 

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