Desde su primera edición en 1967, Cien años de soledad se convirtió en un clásico instantáneo. Así lo catalogó el escritor y periodista mexicano Carlos Monsiváis, una de las tantas plumas que al leer esta novela sintió que sentaría un precedente en la literatura en español.
Estas son algunas de las anécdotas que varios escritores han compartido sobre la primera vez que leyeron la historia de Macondo y los Buendía.
Isabel Allende
Había dado a luz a mi hijo Nicolás y había empezado a trabajar como periodista; volví a trabajar. Y un año más tarde, unos meses más tarde, cayó en mis manos Cien años de soledad. No pude ir a trabajar, no pude ir a ninguna parte. Me encerré a leer ese libro y hasta que no lo terminé no pude moverme porque estaba completamente cautivada, metida en ese mundo, en ese lenguaje abundante, en esa imaginería extraordinaria que me recordaba tanto mi propia vida, porque yo también me crié en la casa de mis abuelos con una abuela mágica, que hacía espiritismo con una mesa que se movía por la casa. Todo lo que García Márquez contaba me era familiar, era mío también.
Gonzalo Celorio
El libro se quedó adherido a mis manos sin que el sueño, el trabajo, el hambre, las incipientes púas de la barba, pudieran sustraerme de la lectura, que se había echado a andar a toda carrera en la bicicleta de mis anteojos.
Me vi a mí mismo viviendo en la casona de Macondo; deambulando, insomne, por el corredor de las begonias en el que Rebeca y Amaranta purificaban sus rencores; visitando en su melancólico laboratorio al coronel Aureliano Buendía (...) y tratando de descifrar las sentencias latinas que profería el patriarca José Arcadio desde el castaño del patio al que permanecía amarrado, víctima de su propia lucidez. Al término de la lectura tuve la certidumbre de que el mundo creado por la febril pluma de Gabriel García Márquez era más nuestro que el que vivíamos cotidianamente.
Juan Gabriel Vásquez
Cien años de soledad es uno de los libros que me vienen a la mente cuando pienso por qué decidí dedicarme a escribir. Y eso no es poco.
Carlos Fuentes al leer el manuscrito
Me siento nuevo después de leer este libro, como si les hubiese dado la mano a todos mis amigos. He leído el Quijote americano, un Quijote capturado entre las montañas y la selva, privado de llanuras, un Quijote enclaustrado que por eso debe inventar al mundo a partir de cuatro paredes derrumbadas.