Esta ha sido una inusual temporada de huracanes, en la que las tormentas han azotado áreas del sur del Caribe donde no solían causar daño estos fenómenos atmosféricos. Las costas sobre el Atlántico de países como Colombia, Panamá, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Costa Rica han sido escenario de desastres sin precedentes causados por los fuertes vientos y lluvias incesantes.
A propósito de esta coyuntura, Consejo de Redacción, organización colombiana dedicada a promover el periodismo de investigación, ha recordado que en el año 2018 publicó el libro ‘Pistas para narrar emergencias’, escrito por tres maestros del periodismo: Fabiola Torres, Germán García y Javier Darío Restrepo, el creador de nuestro Consultorio Ético.
El libro es consecuencia de una idea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que invitó a sus medios afiliados para que crearan guías útiles al informar sobre tragedias. Esta idea se materializó gracias al trabajo conjunto de Consejo de Redacción, con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer Stiftung (KAS), y de la Universidad Javeriana.
Precisamente a Restrepo le corresponde el primer capítulo, dedicado a reflexionar sobre la ética en la información de desastres. “Dañinos pueden ser los silencios que con frecuencia quieren imponer las autoridades 'para no alarmar'. O resultan imponiendo silencios con el argumento, que solo ellos creen, de que hay informaciones que la población no debe conocer para su bien”, advierte Javier Darío en el texto.
El capítulo es una invitación para que todo reportero enviado a cubrir un desastre natural se pregunte primero ¿qué hago aquí? Para responder acertadamente a esta pregunta, Restrepo ofrece recomendaciones sobre cómo actuar antes de desplazarse al lugar de los hechos, al llegar al sitio de la catástrofe, y luego de abandonarlo y disponerse a escribir sobre los hechos. En estos tres momentos, Javier Darío es enfático en recordar la necesidad de mostrar respeto a la dignidad de las víctimas de la tragedia.
Afín a los decálogos de ética periodística, Javier Darío ofrece uno aquí, en el que se enfoca en cómo el periodista ha de preocuparse por cuidar de su salud mental durante el cubrimiento de hechos que pueden resultar realmente traumáticos. Por su valor, los resumimos a continuación:
Decálogo del periodista que cubre catástrofes
El duro espectáculo del sufrimiento de las víctimas, las rudas condiciones en que desempeña su trabajo, la conciencia permanente de peligros presentes y posibles son factores que ponen en riesgo el equilibrio emocional del periodista; por tanto, es útil prever circunstancias posibles como estas:
1. Ser testigo del sufrimiento de las víctimas. Son variadas y múltiples las formas que asume el sufrimiento y de las que el periodista es a la vez testigo y notario. En algunos casos tendrá que enfrentar el dilema: ¿qué hacer? ¿Voy en ayuda del sufriente, o sigo en mi tarea de informar? ¿Qué es primero: la ayuda física del momento, o la información?
Dilemas así, episodios de dolor, llenan la jornada de trabajo que, inevitablemente, afectan la sensibilidad del periodista e imponen una actitud de control de las emociones y de equilibrio que le permitan la serenidad y ecuanimidad necesarias para cumplir su tarea.
2. Su exigente profesión le demanda una firme posición entre dos extremos: el del observador imparcial y frío que mira a distancia y como evento ajeno la desgracia de las víctimas o, el otro extremo, el de quien de tanto acercarse a las víctimas acaba asumiendo las tareas de socorrista y olvidando que su tarea es la de producir una información que sirva a todos. Entre esos dos extremos el periodista debe conservar la lucidez indispensable para informar y conmover.
3. No significa lo anterior que el periodista deba considerar vetada la expresión de sus emociones. El llanto tranquilo acerca a los que sufren, y a los receptores de la información los acerca al dolor ajeno. En todo caso esos sentimientos manifiestos han de ser expresión de una actitud profesional y solidaria y no el primer paso para actitudes emocionales y descontroladas.
4. Contra ese necesario control y equilibrio, aparece la presión del miedo. Hay miedos instintivos, el miedo a morir o a quedar herido, a perecer ahogado o víctima de las llamas; son miedos que aconsejan prudencia y el examen cuidadoso de las situaciones. Otros miedos, comunes a las distintas clases de cubrimientos informativos como el de no estar a la altura de la misión y pasar por alto alguna información esencial. Son temores también comunes que al aparecer en el confuso y sensible escenario de una catástrofe pueden desequilibrar emocionalmente al periodista.
5. Será prudente, por tanto que, sabedor de estos miedos, el periodista esté dispuesto a hacerles frente y a conservar el control.
6. Los errores atentan contra ese equilibrio y, como los desastres, los errores no se anuncian. Es doloroso el enfrentamiento con alguien del equipo de trabajo. Es un error, en efecto, apasionarse hasta el punto de sacrificar los hechos o la honestidad; también es un error perder una fuente o un contacto por falta de modales o de cuidado. Le hacen daño al equilibrio emocional estos y otros errores posibles, que pueden prevenirse.
7. Este cuidado de la mente y del espíritu aconseja un sabio tratamiento de las frustraciones. Es frustrante que después de un intenso trabajo para hacer una nota, un hecho de última hora y de máxima importancia convierta aquel trabajo en material desechable. Frustran las decisiones del lejano editor que da una mayor importancia a una nota de agencia que a la información que el periodista in situ sabe que es más exacta. Y frustran esos cambios que alteran el sentido que el reportero le había querido dar a la nota.
8. La frustración dentro del ambiente tenso de una situación de desastre puede ser demoledora, cuando el periodista no está preparado para afrontarla. Es, pues, una buena defensa irse preparado para recibirla y superarla.
9. Todas estas son prevenciones para mantener un ánimo fuerte y sereno, mientras todos alrededor han perdido el control y el ánimo, por los muchos sufrimientos que el desastre desata. Sin embargo, aún hay otro consejo dictado por la experiencia. Nunca el periodista ha de ser eje de nada. Es preferible que sea el lector, oyente o televidente quien concluya, después de ver su trabajo, que detrás hay un gran reportero.
10. Al cuidado de su ánimo hay que añadir el cuidado de su salud, porque un cuerpo sano es garantía de que el periodista podrá cumplir con las fatigantes e irreemplazables tareas que impone el cubrimiento de una catástrofe.