¿De qué huyen los centroamericanos?
12 de Octubre de 2020

¿De qué huyen los centroamericanos?

La violencia en el Triángulo Norte de Centroamérica y la represión contra las protestas en Nicaragua, dos de las causas del desplazamiento forzado de casi un millón de personas.
Solicitantes de asilo hacen cola en el refugio del El Barretal en la ciudad fronteriza mexicana de Tijuana. Foto: ACNUR/Daniel Dreifuss.
Alberto Pradilla

Cuatro de los diez países con mayor número de personas que piden refugio están en Centroamérica. Cada año, miles de personas de Guatemala, Honduras, El Salvador o Nicaragua se ven obligadas a abandonar su casa y establecerse en otro lugar para salvar la vida. 

Históricamente el flujo migratorio desde los países centroamericanos hacia Estados Unidos fue constante, aunque con características diversas. En los años 80 del pasado siglo se produjo la huida de miles de afectados por los conflictos armados internos en Guatemala, El Salvador y Nicaragua. En aquel momento, el refugio estaba asentado en estas poblaciones. Pero la situación cambió. Llegaron los años de la postguerra y la implantación de las pandillas (Barrio 18 y Mara Salvatrucha o MS-13 son las dos principales estructuras que operan tanto en Centroamérica como en el sur de México y Estados Unidos) provocó una nueva oleada de desplazamiento, que se une a la migración tradicional que busca mejores oportunidades económicas. En las últimas décadas, Guatemala, Honduras y El Salvador registraron algunas de las tasas de homicidio más altas del mundo. 

¿Qué es lo que lleva a los centroamericanos a huir? ¿Son refugiados, desplazados, migrantes? ¿El riesgo de ser asesinado es suficiente para recibir protección en Estados Unidos? ¿México es una alternativa para aquellos que huyen y se encuentran con el rechazo en el norte? Estas fueron algunas de las interrogantes planteadas durante la primera semana del taller virtual ‘Desplazamiento forzado: cómo cubrir el caso centroamericano’, organizado por la Fundación Gabo y ACNUR, y dirigido por los periodistas Ginna Morelo y Óscar Martínez.

Entender la “razón expulsora”, en palabras de Martínez, es la base para una cobertura profunda sobre el éxodo en Centroamérica. Para evitar caer en la caricaturización es imprescindible conocer las razones de los que escapan. Porque no es lo mismo migrar que huir. “No es lo mismo la violencia en una zona que en otra. Hay diferencias incluso entre las zonas controladas por el Barrio 18 o la MS-13. Una víctima puede ser a su vez victimario, por lo que esta no es una historia de buenos y malos”, explica Martínez.

Casi un millón de desplazados

En 2014, miles de menores no acompañados procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador llegaron a la frontera sur de Estados Unidos confiados en poder entrar según los protocolos internacionales. Aquella crisis hizo que el entonces presidente estadounidense, Barack Obama, hablase de una “emergencia humanitaria”. 

Hasta ese momento, la atención internacional había estado centrada en el desarrollo de los países el Triángulo Norte de Centroamérica, después de años enfocada en la construcción de la paz tras los conflictos armados internos y el reforzamiento de la democracia. 

La llegada de aquellos “fue el síntoma visible de que algo no estaba funcionando”, según Giovanni Bassu, representante de Acnur para Centroamérica. También fue el inicio de una etapa de fuerte movilidad que en los últimos años ha estado simbolizada por las diversas caravanas con destino a Estados Unidos. 

“Es impresionante, es una pequeña subregión y nadie pensaría que es uno de los focos de desplazamiento”, dijo Bassu. Sin embargo, cuatro países centroamericanos (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua) están en la lista de los diez que más solicitudes de asilo generaron durante el pasado año. 

Según cifras de Acnur, el Triángulo Norte de Centroamérica registra al menos 790 mil personas desplazadas, entre los que se contabilizan refugiados y solicitantes de asilo. A ellas se les suman los más de 100.000 nicaragüenses que pidieron protección tras las protestas y la represión desatada a principios de 2018. 

Muchos de estas personas, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños o nicaragüenses que se vieron obligados a abandonar sus casas trataron de alcanzar Estados Unidos. Sin embargo, los datos de Acnur reflejan que 535.0000 de ellos se quedaron en la región o en México.  

Violencia en el Triángulo Norte

Aunque cada país tiene sus propias características, existen dos situaciones que explican la huida de centroamericanos. Por un lado, está el desplazamiento en los países del Triángulo Norte causado por la violencia. Por el otro, las protestas de 2018 contra el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua y la posterior represión provocaron el éxodo de miles de personas. 

En relación al norte de Centroamérica, Acnur tiene registrados 320.000 desplazados internos a causa de la violencia. De ellos, 62.000 proceden de El Salvador y 238.000 de Honduras, mientras que Guatemala todavía no ofrece datos. Además, hay 470.000 solicitantes de asilo, la mayoría en Estados Unidos. 

“Es complejo aplicar la normativa internacional con lo que pasa en estos países. La narrativa más sencilla es que hay violencia de maras y pandillas. Pero la realidad es más compleja”, explicó Giovanni Bassu. 

Entre las personas que huyen hay una multicausalidad. Está el miedo a la pandilla y también la falta de oportunidades provocada, entre otros muchos factores, por la actividad de estos grupos criminales. Además, hay perfiles más vulnerables que otros: jóvenes que temen ser reclutados, transportistas que son vulnerables a la extorsión, docentes que son presionados en las escuelas, integrantes del colectivo LGTBI. 

Una clave: la ausencia del Estado en las comunidades. “No tiene capacidad de brindar protección y servicios sociales. Estas personas no tienen alternativas”, explica Bassu. 

La reunificación familiar es clave en este flujo. Una vez tomada la decisión de huir, uno siempre buscará un lugar en el que tenga una conexión. Y la historia de centroamericanos en Estados Unidos es larga, por lo que muchos eligen este destino para reencontrarse con un hermano o con sus padres. 

El éxodo nicaragüense

Nicaragua fue un país receptor de personas que escapaban de la violencia de Honduras, Guatemala y El Salvador. Todo cambió en abril de 2018, cuando se registran las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega y la represión contra los manifestantes. Desde entonces, miles de personas huyeron. El pico del desplazamiento fue en julio y agosto, con 7.000 desplazados al mes. Luego esta cifra se estabilizó a una media de 3.000 a 4.000 personas que dejaban el país cada mes.  

En este caso las personas podían acogerse más fácilmente a la definición de refugiado derivada de la convención de Ginebra de 1951.

El perfil de las personas que huyeron es diverso: estudiantes, periodistas, docentes o campesinos, que fueron los que integraron las protestas.

El destino principal de los exiliados nicaragüenses fue Costa Rica, que llegó a tener 80.000 solicitudes de protección. 

Refugiados, migrantes

Los migrantes son personas que se movieron de un país a otro por diversas razones, pero, fundamentalmente, por causas económicas. Los refugiados, por el contrario, no tenían opción de quedarse en su país y merecen otra protección. Una cuestión fundamental: el refugiado nunca debe ser devuelto al país del que huye. 

La definición de refugiado viene marcada por la convención de Ginebra de 1951 y la declaración de Cartagena, de 1984, que amplía el concepto. Según este último tratado, se considera refugiado a “toda persona que vea amenazada su vida, seguridad y libertad como resultado de violencia generalizada, ocupación o agresión extranjera, conflictos internos, violaciones masivas a los derechos humanos y otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público, en su país de origen o residencia habitual”.

Según esta definición, los centroamericanos que huyen deberían tener garantizado su derecho a la protección internacional. Sin embargo, no siempre es así. La aplicación de estos tratados depende de los estados y, en muchos casos, de quién esté en el poder en cada momento.

Ocurre, por ejemplo, en Estados Unidos. La llegada al poder de Donald Trump provocó que se dificultase el acceso al estatus de refugiado. Una de las primeras decisiones del fiscal fue anunciar que habría dos grupos que ya no aplicarían para el asilo: mujeres huyendo de la violencia machista y jóvenes que escapaban del reclutamiento por la fuerza en pandillas. 

El bloqueo en Estados Unidos provocó un notable incremento de las solicitudes de asilo en México. Solo en 2019, más de 70.000 personas pidieron asilo en este país, la mayoría de ellas procedentes del norte de Centroamérica.

“Existe una diferencia entre migrar y huir”, resume Óscar Martínez. Mientras que el migrante sigue un plan para buscar una vida mejor, quien huye no puede permitirse el lujo de pararse a reflexionar. Hace las maletas y se marcha. Qué se encuentre en la frontera y cómo lo reciban las autoridades de su país de destino es ya otra cosa.

Sobre el taller virtual ‘Refugiados y migrantes: ¿cómo cubrir el caso centroamericano?’

Fue organizado por la Fundación Gabo y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para 12 periodistas de América Latina. El taller estuvo dirigido por la periodista colombiana Ginna Morelo y el periodista salvadoreño Óscar Martínez.

 

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