Ocho proyectos de libros de periodistas de habla hispana se seleccionaron para hacer parte del sexto Taller de libros periodísticos con Martín Caparrós, organizado por la Universidad Nacional Autónoma de Mexico –UNAM– y la Feria Internacional del Libro de Oaxaca –FILO–, que sirvió como marco de la actividad.
Es un grupo de proyectos muy diversos. Caparrós dice que cuando realiza la curaduría de los participantes es un factor importante que haya diversidad y no mucho de lo mismo. “Por ejemplo, en este año ya había dos catalanes – uno más habría sido demasiado. Elijo proyectos distintos y perfiles de personas distintas para que entre todos se complementen”.
Es por eso que entre los participantes hay personas de México, de Chile, Colombia y de Cataluña. Se reúnen en el salón de conferencias de un bonito hotel ubicado en la Calle de la Noche Triste, de diez de la mañana a seis de la tarde, entre el 21 y 25 de octubre. En cada sesión se presentan dos proyectos. Todos los participantes tuvieron que haber leído los proyectos de los demás para que se puedan dar retroalimentación entre ellos, además, claro, de los consejos y enseñanzas que les da el maestro Caparrós.
Los participantes y sus proyectos
Ana Cinthya Uribe (México)
“Gente que vive en Estados Unidos y Canadá, ¿me aceptan en su casa?” Con este mensaje en Facebook, Ana comienza su investigación sobre la fuga de cerebros, que plantea un viaje de 50 días por distintas ciudades de América del Norte para entrevistar a sus amistades migrantes. Su proyecto muestra otra cara de la migración: una cara VIP, por así decirlo. Es por eso que a Martín le interesó. Ana Cinthya, académica en la Universidad de Rotterdam, forma parte de este gremio de fuga de cerebros, y ahora ha decidido reconciliarse con su proyecto de investigación y escribir un libro. “Para mí escribir este libro es como una medalla”, dice. Su lado académico aflora en las sesiones y a sus compañeros de taller los cuestiona y reta. No le gusta el espíritu conformista, quiere que todos den más de sí. Y esa disciplina se la exige, a su vez, a ella misma.
Javier Osuna (Colombia)
Al término de una conferencia, una mujer se acercó a Javier con unos papeles en las manos. Eran unas cartas de amor. Le dijo: “quiero que tú hagas un libro sobre esto”. Mostrar el lado humano de alguien que ha acabado con tantas vidas es algo difícil, pero “estas cartas de amor demuestran un lado tierno” de un asesino, dice Osuna, periodista bogotano, autor del libro Me hablarás del fuego. En las sesiones del taller, con su voz calmada y clara, les compartía a sus compañeros ideas y lecturas que aportaran a sus proyectos.
Estela López (Chile)
Escribir desde la memoria siempre es un ejercicio difícil, pero la mente despierta de Estela está a pocos pasos de lograr el proyecto de realizar un libro sobre la biografía de su pareja y su pasado familiar, en donde un apellido ha dejado una marca política hasta la tercera generación. Su libro busca responder existenciales preguntas: ¿qué somos en función de lo que otros fueron, de lo que fuimos, de nuestro legado de nuestra historia? ¿Cómo nos posicionamos ante eso? En las sesiones del taller su creatividad volátil aportó grandes ideas a los demás proyectos.
Jordi Brescó (España)
Siempre en el grupo se necesita tener una chispa alegre y bromista, que sea capaz de parafrasear a Caparrós en frente de todos, diciendo, después de un buen consejo de escritura, “son 500 euros” – la cantidad de dinero que cuesta tomar el taller, y la misma frase que usó el maestro en una de las sesiones. Jordi, periodista catalán, fue esa chispa. Su proyecto es de periodismo deportivo sobre fútbol y sus repercusiones sociales. Él se autoproclama como “firme defensor del futbol como algo más allá de un juego”. Su libro posee una estructura en la que cada capítulo devela una postal narrativa de países donde se celebran derbis.
Marco Sifuentes (Perú)
Una especie de rockstar entre los participantes del taller, Sifuentes tiene un perfil en Wikipedia que respalda su fama. Es un escritor predilecto de la Editorial Planeta. Vino al taller de Caparrós con un nuevo proyecto de libro que se sostiene a partir del ejercicio de la memoria sobre su experiencia como testigo de la transición política en Perú. Un elemento importante de su investigación es hacer entrevistas. Marco dice que “ha buscado la respuesta de ellos para él”, una idea de identidad y memoria: “lo que encuentras tú de ti en esta gente”.
Camilo Rozo (Colombia)
Fotógrafo bogotano, ha retratado a lo largo de su vida a personajes admirables: desde escritores famosos hasta estrellas populares en Colombia. Su proyecto de libro consiste en hacer retratos fotográficos y narrados de estrellas del deporte colombiano. Su idea es tener el retrato original que él les hizo en el momento en que su carrera estaba en la cúspide y tomar un retrato nuevo y actual, usando el mismo uniforme que usaban cuando eran competidores. “El problema es que a muchos de ellos ya no les quedan sus uniformes y ya no los hacen iguales, pero mi mamá me ha ayudado a hacer algunas réplicas”, confiesa ante todo el taller. A los retratos fotográficos los acompañará uno narrado.
Queralt Castillo (España)
Periodista catalana, Queralt tiene una inquietud por saber lo que ocurre a su alrededor todo el tiempo: pregunta, investiga, se adentra en la atmósfera. Es la clase de periodista que quiere la información a toda costa. Su proyecto de escritura es sobre las soledades y el abandono que atraviesan las personas de la tercera edad en las residencias de Huesca y Cataluña. En el taller cuenta anécdotas que planea incorporar en su proyecto: cosas que hacen las personas dentro de la residencia, como traficar dulces y medicinas. “De repente ves cómo un diabético ha conseguido un chocolate a cambio de un paracetamol”, dice. Ese tipo de historias resultan graciosas, pero Queralt también cuenta otras menos coloridas, como el abandono de una señora que estuvo 10 días en el hospital sin que nadie la visitara más que una cuidadora de la residencia, y cuando falleció nadie fue a velarla.
Noé Zavaleta (México)
Originario de Veracruz, Noé es en la actualidad una referencia dentro del periodismo mexicano para saber datos sobre corrupción y narcotráfico. Entre los participantes del taller, él era el gladiador: tener esa línea de investigación en el país más peligroso para ejercer el periodismo lo convierte en un combatiente día tras día. Su proyecto de libro consiste en hacer una serie de crónicas sobre la vida de los familiares de personas que fueron víctimas del crimen organizado y mostrar las escenas cotidianas que se crean a partir de una narrativa necropolítica. Su tema de investigación tan desesperanzador contrasta con el ánimo y sonrisa que lo caracterizan.
Escribir es elegir palabras
Se debe dominar la técnica para escribir un buen libro.
Caparrós dice que un lector se da cuenta de que tiene un buen libro en las manos cuando ya lleva horas leyendo, página tras página, sobre un tema que al principio ni siquiera era de su interés y, a pesar de eso, el texto logra atraparlo.
Escribir es difícil. “Escribir es elegir palabras”, le dice el maestro al grupo de participantes. Hay “tantas palabras que sobran, por eso se debe tener una encarnecida lucha contra las palabras que sobran. Escribir es saber todo lo que sobra”.
De la selección correcta de palabras depende la belleza de un texto y la belleza siempre es una promesa de felicidad.
Nunca se tiene tiempo para escribir
Hay una sentencia muy común entre escritores: “para ser escritor hay que escribir todos los días”, aunque sea unos pocos minutos, una hora o dos.
Contrario a esta idea, Caparrós dice que para avanzar bien en el proyecto de escritura “hay que encontrarle un tiempo más o menos corrido”, no divagar en miles de otros pendientes, sino “tener la cabeza bien puesta en eso”. Eso no quiere decir que no se esté trabajando en el proceso de escritura diariamente.
Es más bien como la metáfora de un boxeador que entrena: a un peleador de box lo tienes que poner a dar el mismo golpe hasta que se canse, y cuando está cansado lo tienes que volver a poner a practicar el mismo golpe. Ahí es cuando se va a enojar, pero no importa, tienes que volver a ponerlo a seguir practicando el mismo golpe, y se va a agotar. Aún así, tienes que lograr que siga practicando el mismo golpe, hasta que ya no pueda más, y le debes insistir que haga el mismo golpe. En el momento en que ya pueda dormir y seguir pensando en el mismo golpe, significa que ya lo dominó.
Algo parecido pasa con la escritura: se tiene que pensar en ella hasta cuando se duerme. Caparrós dice que “una de las buenas cosas de estar trabajando en un libro es que está presente todo el tiempo y se te van ocurriendo cosas en cualquier momento, de que cuando desayunas y lees el periódico, puedes pensar en ‘¡ah!, esto lo podría usar para el capítulo ocho’”.
Nunca se tiene tiempo para escribir. Los escritores se esfuerzan por encontrar el espacio en su tiempo para poder hacer lo que los define. Entre tanto desequilibrio de la vida cotidiana, perseguir la idea de escribir un libro es como un antídoto para el desastre.
Dice Caparrós que durante una época él pensaba que “lo mejor de escribir un libro era que de algún modo te permite ordenar, te permite tener la ilusión de que ordenas el caos del mundo. El mundo es un caos, pasan cosas todo el tiempo, pero cuando estás trabajando en un libro parece que muchas de esas cosas que se te ocurren, que llegan, que se te cruzan, encontrarán un lugar. Entonces te da una sensación de un orden”. En resumen, escribir un libro “aminora un poco el caos del mundo”.
¿Cómo lograr un buen inicio?
De los ejemplos más icónicos que mostró Caparrós durante el taller, hubo uno en donde comienza su texto diciendo “Todos gritamos ese gol”. Con esas cuatro palabras cualquier lector ya puso en su mente una escena en donde varias personas se levantan en frente de una pantalla –o en el estadio– y gritan “¡Goool!”.
Así de poderoso es el efecto de un buen inicio. Por eso él recomienda siempre “comenzar con una escena”. Del principio depende todo lo demás; es la manera de enganchar al lector. “El principio es lo que más se va a leer de un texto”. Muchas personas no llegan al final, pero sí que leen el principio. Además el principio es lo que “fija el tono”; de él depende el estilo que vaya a tener el resto.
En el taller se cuestionó sobre el tema de los prólogos. Hay ocasiones en que pueden ser muy significativos; por ejemplo, el que Elena Poniatowska –autora de uno de los libros más representativos sobre movimientos sociales mexicanos– prologue un libro como el de Procesos de la noche, de Diana del Ángel, que narra el caso de Julio César Mondragón, tiene mucho sentido de estar presente.
Pero en otros libros, el prólogo puede que venga de sobra. Caparrós admite que él “está bastante en contra de los prólogos”. Jordi Brescó tiene planeado un prólogo para su libro y, además del prólogo, había pensado en hacer un capítulo introductorio. Caparrós dice que “es demasiado aviso para el lector. Cuenta lo que vas a contar, no avises lo que vas a hacer”.
¿Las entrevistas son situaciones totalmente falsas?
“Yo pongo la grabadora y la dejo ahí cada que escucho a alguien hablando sobre algo que me interesa”, confiesa Queralt, que en el grupo es quien ha logrado escribir diálogos y anécdotas más realistas en su proyecto.
Pero hacer la “técnica Queralt” puede a veces contraponerse con los principios profesionales de algunas personas. En clases de periodismo se suele escuchar “siempre debes avisar a tu entrevistado si vas a grabar”. Incluso en situaciones legales es el protocolo a seguir. Pero este aviso siempre levanta una barrera de precaución en el entrevistado.
Martín Caparrós dice “yo creo que una entrevista es una situación totalmente falsa, en la que dos personas deciden fingir al unísono que pueden estar hablando”. Una vez entrevistó a un expolítico muy importante pero la entrevista sonaba tan falsa que decidió mejor no publicarla. “No siempre se está obligado a publicar cosas malas”.
En otra ocasión entrevistó a Eduardo Galeano y el escritor le dijo al comenzar la entrevista “lo que tú quieres saber…” y desde ahí siguió de largo diciendo información editada por él mismo que “seguramente” Caparrós buscaba. Técnica magistralmente tramposa.
Otras veces lo que ocurre es que el entrevistador no ha investigado sobre el tema que va a preguntar. Si una persona entrevista a quien ha escrito un libro y pregunta “¿cómo se te ocurrió escribir este libro?”, dice Caparrós, “te das cuenta de que no leyó ni la solapa del libro”.
Aunque sea difícil encontrar esa área gris de confianza con las palabras de la persona entrevistada, Caparrós dice que la entrevista también es el es el método más desaprovechado del periodismo. “El periodista debe aprender a sacar ventaja del hecho de que es un género escrito”, dice el maestro. “Puedes incluir detalles de la persona, información de su vida que no te haya dado y adornar el relato con diálogos y respuestas de la entrevista”.
Pero no es lo mismo entrevistar a Eduardo Galeano que a Pinochet. “¿Qué pasa cuando se tiene que entrevistar a alguien malo, a alguien nefasto?”, le pregunta Estela López. Caparrós cuenta que una vez tuvo que entrevistar a un general siniestro que había hecho cosas terribles. Cuando fue a entrevistarlo a su casa, sin embargo, el general “se mostró como todo un gentleman”. Fue insoportable hacerle la entrevista, les dice Caparrós a los participantes. “Yo creo que hay que mostrar el mal”, pero con este tipo resultaba difícil demostrar lo malo que era por sus extremadamente buenos modales.
Entonces, se dio cuenta de que, si ser como ese personaje siniestro significaba ser un caballero en la sociedad, entonces él sería todo lo contrario. Ideó su pequeña revancha justiciera: antes de salir de la casa del general se robó una estatuilla de un elefantito de mármol, porque ser un ladrón le parecía lo más contrario a ser un gentleman. “A veces, la única manera que tiene un periodista para hacer justicia es robándose elefantitos”.
Cómo elegir la voz narrativa
Imaginar a un lector “define la forma en que escribes” dice Martín. “Yo estoy en contra de escribir para un lector. Yo creo que hay que escribir y punto”.
Hay ocasiones en que se comete el error de tenerle demasiada consideración a un supuesto lector. No hay que hacer eso. El lector no es un cliente; es más como un compañero de viaje que puede en ocasiones aborrecerte, pero, al mismo tiempo, quiere conocer y disfrutar de lo que tú le cuentes o le informes.
Sobre la voz narrativa en la primera persona, Martín advierte que “hay que escribir desde la primera persona, no sobre la primera persona”.
“Está bien el uso de la primera persona. El problema es justamente cómo medir hasta dónde nos sigue produciendo la sensación de que esa primera persona está ahí para mostrarte lo que tienes que ver y no para mostrarse”. Además, si el autor quiere incluir anécdotas que le atañen más, dice el maestro, estas deben ser “cosas molestas, porque eso produce empatía. Siempre el tipo que está viajando, que está conociendo cosas, que te está contando, produce en el lector cierta antipatía porque hace lo que él quisiera hacer”.
Escribir un libro es un acto revolucionario
Escribir un libro es, como se dijo en una de las sesiones, “adentrarse a un bosque en llamas”. Uno escribe sobre un tema que cree que conoce y domina, pero a veces, dice Estela López, “con el libro dudas aún más; te das cuenta de que entiendes aún menos de lo que creías que entendías... Y te llenas de dudas”.
Los ocho participantes han decidido adentrarse en ese bosque en llamas, quizá con zozobra, para lograr obtener el premio –que muchas veces viene con una recompensa únicamente simbólica– de escribir un libro.
Quien escribe libros debe obsesionarse con su tema. Javier Osuna dice que para él escribir su libro ya es una cosa que debe “resolver casi vitalmente”.
Queralt dice que escribe porque “contar lo que les pasa a ellos es para entender qué es lo que me va a pasar a mí” y Ana Cinthya confiesa que, al ir escribiendo, “busca las preguntas que no se atreve hacerse a ella misma”.
Estela López escribe porque “olvidar nos daña porque vuelven a pasar las cosas malas y, aunque haya que contar la historia una y otra vez, hay que hacerlo para no olvidar”.
Todos los participantes tienen una pregunta que buscan responder con su libro, con una verdad. La buena noticia es que la verdad que se descubre a través de la escritura es siempre una verdad existencial.
“El periodismo es el arte del despilfarro”, fue la frase que destelló en el aula cuando Martín la dijo el primer día, haciendo una reflexión, casi marxista, sobre la acumulación de bienes en la sociedad actual.
“Se supone que lo que se hace en esta sociedad es acumular, acumular”. Los periodistas acumulan un gran arsenal de conocimiento que día con día despilfarran en sus textos, no lo guardan para sí mismos, lo tiran en una marea de tinta y papel – o en una pantalla LCD con interfaz táctil. El capital de conocimiento que posee un periodista lo despilfarra rápidamente, pues debe renovarse: se tiene una nueva investigación, hay una nueva historia o un nuevo deadline para entregar un artículo.
Escribir un libro periodístico es un despilfarro aún mayor y es por eso que es un acto revolucionario, en el sentido de que va en contra de la logística del “sistema de acumulación”.
Además, escribir un libro es una actividad que cuesta mucho tiempo. El despilfarro de conocimiento y tiempo que conlleva debería escribirse con letras rojillas, pero es lo que hacen los escritores, les dice Martín. “Estamos aquí para perder el tiempo y para hacerlo de la manera que nos gusta hacerlo”, porque escribir “es lo que más placer nos da hacer”.
Epílogo: ¿Cómo es Martín Caparrós enseñando?
¿Quién es Martín Caparrós? “Es el mejor cronista vivo en lengua castellana”, me dijo alguien una semana antes de irme a Oaxaca. No he leído a todas las personas que escriben crónica en español que sigan con vida, pero una semana al lado de este hombre me dejó en claro que es un mago, un malabarista con las palabras.
Seguramente alguien que llega a cobrar un dólar por palabra escrita es el mejor. Pero Martín Caparrós no sólo es un erudito de la crónica, sino que también es un maestro que canta durante las sesiones. ¡Canta! Incluso detiene toda la verborrea de comentarios y reflexiones y busca en Apple Music la canción que le esté dando vueltas en la cabeza, porque la ha relacionado con algún tema de alguno de los proyectos. De esta forma sonó el himno nacional soviético en la sala, después de que un participante lo mencionara en una anécdota.
En medio de la clase Caparrós recita de memoria los mejores sonetos de Quevedo: “Madre, yo al oro me humillo/ pues de puro enamorado/ anda continuo amarillo/ que pues doblón o sencillo/ hace todo cuanto quiero,/ poderoso caballero/ es don Dinero”.
¿Un maestro de periodismo que canta y recita poesía? Es algo bastante lógico: la escritura está ligada al ritmo. Caparrós dejó en claro en una de las sesiones que incluso es recomendable comenzar un libro con octosílabos, pues es la métrica de la poesía universal.
Además, un buen oído y ritmo deben ir acompañados de una buena voz y resulta que Caparrós la tiene. “¿Te gusta tu voz?”. Se ríe por la pregunta. “Sí”, responde. “Considero que mi voz es atractiva. Tal vez ya no tengo cabello, ya soy mayor, ya no tengo ese atractivo, pero mi voz… Me cuido de que sea agradable y atractiva”.
El maestro ha admitido que dar clases nunca le ha gustado. “Soy poco paciente, poco tolerante. Este es el único taller que doy”. ¿Por qué lo da? Contesta: “hay pocas actividades más solitarias que escribir un libro”. Piensa que “discutir consigo mismo, largos debates… Es mejor compartirlos con otros. Al final encuentro algo bueno en el hecho de que escritores se reúnan a trabajar en sus proyectos”.
Sobre el Taller de libros periodísticos con Martín Caparrós 2019
En el marco de su alianza para promover el libro como formato de trabajo periodístico, la Fundación Gabo, la Universidad Nacional Autónoma de Mexico –UNAM– y la Feria Internacional del Libro de Oaxaca –FILO– convocaron al sexto Taller de libros periodísticos con Martín Caparrós, que se realizó en Oaxaca, México, desde el lunes 21 al viernes 25 de octubre de 2019.
La actividad tuvo lugar durante la Feria Internacional del Libro de Oaxaca –FILO–, que se realizó del 19 al 27 de octubre de 2019 y fue organizada por el Fondo Ventura, la Proveedora Escolar de Oaxaca y Editorial Almadía.