Laura Mulvey hablaba del collage y del reciclaje como formas de expresión eminentemente femeninas. Es fácil imaginar el porqué de tal asociación, tanto como visualizar a una madre o a una abuela sentadas en el sofá de casa, tejiendo una manta de patchwork, compilando un álbum de fotos familiares, cosiendo a máquina las distintas piezas de un patrón. El material de archivo, vídeos caseros de su abuelo materno, era fundamental en la ópera prima de Alina Marazzi Un’ora sola ti vorrei, imágenes bucólicas de la infancia de su madre que contrastaban con los diarios en off escritos cuando el matrimonio y la maternidad se habían interpuesto en su camino hacia la independencia y la plenitud, otra forma de feminidad. Ese mismo choque entre imagen y sonido es una de las virtudes de The Smiling Lombana, intrépido documental que inauguró la 58 edición del Festival de Cartagena de Indias el pasado 28 de febrero.
Hace tres años de Carta a una sombra, anterior trabajo de Daniela Abad en el que homenajeaba a su abuelo Héctor Abad Gómez, hombre de paz asesinado en las calles de Medellín durante los peores años de la guerra colombiana. The Smiling Lombana es la historia de su otro abuelo y, quizás, de esta otra Colombia fracturada en dos por el narcotráfico. Tito Lombana se nos presenta en ocho y dieciséis milímetros como un hombre carismático, atlético, artísticamente dotado y seductor, un playboy, un padre excéntrico y divertido, un amante de la aventura, el arte y el flamenco, pero sobre todo, un chico pobre obsesionado con el dinero cuya ambición sirve de metonimia para la del país entero.
El segundo largometraje de Daniela Abad gana cuando se apoya en estas imágenes granulosas y enigmáticas: la llegada de Tito a Madrid con una beca para estudiar arte, su noviazgo con la abuela de la directora y su traslado a Colombia casados y con dos hijas. Sin embargo, pierde en las recreaciones, alguna voz en off sobre explicativa y el exceso, por otra parte tan difícil de rehuir, de los bustos parlantes. La metáfora del mármol resulta acertada, menos en las minas italianas que en el autorretrato del propio Lombana, una escultura que ya anticipaba de qué manera se veía a sí mismo. En general, el documental brilla más cuando el personaje principal emerge del pasado por sí mismo en esa ingente colección de fotografías y vídeos caseros. Pero, quizás sea más interesante aún la voz en off de la abuela, esa contraposición que recuerda a Un’ora sola ti vorrei, que aumenta en tensión narrativa cuando Lombana pasa de escultor a decorar con oro las casas de las fortunas más indignas de Colombia y el espectador se pregunta por todas aquellas mujeres que permanecieron junto a tantos hombres malos y por qué.
Es The Smiling Lombana una deslumbrante vuelta de tuerca a la teoría de Mulvey. Frente a los cánones del Hollywood clásico que objetivizaban a la mujer en la pantalla obligando al espectador a mirar desde un punto de vista masculino, Daniela Abad coloca en el centro de su documental a un personaje masculino, su abuelo, que es objeto de las miradas de mujeres tan voyeuristas y fetichistas como las que Mulvey otorgó a los hombres en su célebre ensayo Visual pleasure and narrative cinema. Lejos de optar por la ruptura formal que la teórica feminista acometió en Riddle of the Sphinx, su película más celebrada, Daniela Abad escoge el collage como reapropiación de lo femenino. Es en los testimonios de las mujeres de su familia, reciclados y remendados para crear un discurso nuevo, donde reside la identidad de su abuelo. Sin la mirada de la abuela aún enamorada, la tía fascinada –tremendo edipazo–, la madre silente o la propia directora, Tito Lombana, a pesar de haber querido ser muchas cosas, no sería nadie.
**Este texto también fue publicado en Cinemanía (El Mundo).