La tentación de controlar
9 de Septiembre de 2013

La tentación de controlar

La transparencia, el equilibrio y la veracidad son valores y atributos de la información, y de ellas depende la credibilidad del medio y el periodista.
Fotografía: Karvajavi en Flickr / Usada bajo licencia Creative Commons
Marta Ruiz

En este blog crearemos un espacio para reflexionar acerca de los retos y dilemas éticos que las conversaciones del gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, representan para los periodistas que cubren este proceso. La idea es crear un punto de encuentro que nos sirva para lograr una cobertura útil y responsable de una coyuntura que resulta clave para el país.

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Hasta ahora medios de comunicación y periodistas prácticamente han ignorado las propuestas que las FARC presentaron en la mesa de conversaciones de La Habana para democratizar los medios de comunicación. Posiblemente éstas se refundieron entre tantas propuestas mínimas. O han sido ignoradas porque algunas llueven sobre mojado, o ya están consagradas en la Constitución y la jurisprudencia colombiana.

Empiezo por decir que lo primero que las FARC deben explicarle al país y a la prensa es por qué han matado, desplazado, amenazado a decenas de periodistas, y destruido, cerrado y constreñido el funcionamiento de emisoras y otros medio en Cauca, Caquetá, Arauca, Putumayo y un largo etcétera.  Esa sería una buena base para comenzar un diálogo sobre democratización informativa.

Dicho esto, paso a reconocer que incluir el tema de los medios de comunicación en el punto de participación política que se discute en La Habana es importante, dado lo sensible que es este campo para la democracia. Justamente por ello, el gobierno debería hacer más para animar el debate con los implicados, es decir, con los periodistas y los medios sean estos estatales, privados o comunitarios.

Las propuestas de las FARC parten de un diagnóstico que muchos compartimos: concentración de los medios, segregación social, injustas relaciones laborales, debilidad de los medios estatales, falta de mayor participación; y algunas propuestas como fortalecer los medios comunitarios, democratizar las frecuencias, o crear un programa de comunicación para la reconciliación son muy interesantes.

Sin embargo, la propuesta número uno del documento contiene una idea con tufillo estalinista: “se diseñarán y pondrán en marcha mecanismos para garantizar la veeduría y el control social y popular sobre los medios de comunicación. Se expedirá la ley estatutaria de regulación democrática y participativa de la información y la comunicación”.

¿Qué será eso de control social y popular, y la regulación democrática? ¿Acaso lo que Rafael Correa ha hecho con los medios en Ecuador? ¿Aplastar a un periódico en un juicio absurdo, amenazar con acabar la prensa o expedir leyes restrictivas propias de las ya superadas dictaduras?

Un segundo punto crítico es el que plantean que “se expedirán regulaciones para garantizar una producción de información y comunicación transparente, equilibrada y veraz”.  Peligroso.

La transparencia, el equilibrio y la veracidad son valores y atributos de la información, y de ellas depende la credibilidad del medio y el periodista. Pero no puede ser “regulada” por una norma. ¿Sueñan las FARC con que una norma nos diga qué tipo de fuentes consultar y qué tratamiento darle a la información?

Aunque la guerrilla se cuida de usar siempre el concepto de “responsabilidad ulterior” y enfáticamente hablan de preservar la libertad de expresión,  las dos fórmulas de control popular que mencioné suenan bastante lesivas para un ambiente de deliberación democrática. Entre otras cosas, porque el ciudadano tiene derecho a producir y a consumir información poco equilibrada, como suele ser la información partidista, o de grupos e interés que hacen militancia. En Colombia, por fortuna, todo ciudadano puede producir información, según sentenció la Corte Constitucional hace años.

El “control social y popular” es un absurdo en un mundo como el actual, donde la demanda es otra: como hacerle moderación a los múltiples foros a los que asistimos cada día en las redes sociales y en internet. Como separar el oro de la escoria. Pero ese es más un proceso cultural y educativo que jurídico. Se trata de elevar el nivel de la sociedad frente a los medios; que la relación del ciudadano con ellos sea más horizontal, más democrática y participativa.

Más que control, lo que requiere Colombia es más pluralismo. Que existan todo tipo de medios y puntos de vista, sesgados y equilibrados, amarillistas y sobrios, de derecha y de izquierda, de referencia y de nicho, banales y profundos, informativos y de entretenimiento.  Unos tendrán la credibilidad y la influencia, otros no. Y en todo caso, todos deben tener las garantías para hacer su trabajo, así como someterse por igual a las leyes cuando incurran en apología del delito, injuria o calumnia.

Infortunadamente las FARC no usan – creo que deliberadamente- el concepto del pluralismo en su documento, aunque es clave. No me extraña. Éste ha sido un ideal de cierto tipo de democracias liberales poco valorado en la tradición socialista.

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