El diario barranquillero El Heraldo publicó esta semana la columna de opinión “Periodismo y basura”, escrita por el director del Consultorio Ético de la FNPI, Javier Darío Restrepo, donde ofrece su punto de vista respecto al cubrimiento que los medios de comunicación le han dado al problema generado en Bogotá tras el cambio en el esquema de recolección de basuras.
Por considerarlo una breve pero contundente lección de periodismo, compartimos aquí el texto:
El martes 17, los televidentes colombianos, desconcertados, no sabían qué pensar después de las emisiones nocturnas de los noticieros de los canales de RCN y Caracol.
Coincidieron los dos informativos en ofrecer el desagradable espectáculo de la acumulación de basuras en las calles de Bogotá, como si se tratara de darle cumplimiento al anuncio de un noticiero matutino de radio, sobre el fracaso del Plan Basuras Cero, del alcalde Petro, cuando apenas habían pasado unas pocas horas desde su iniciación.
Cuando los televidentes estaban más que convencidos de que las basuras habían invadido la capital para quedarse, los dos noticieros en cumplimiento de una regla básica del oficio, la de mostrar la otra parte del problema, le dieron espacio al alcalde Petro quien, mostrando imágenes de unas calles limpias, notificó a la teleaudiencia sobre los satisfactorios resultados de la operación. En ese momento millones de televidentes pudieron preguntarse: ¿al fin qué? ¿Cuál es la realidad: la que mostró el noticiero, o la que acaba de contarnos el Alcalde?.
Sobre la misma realidad acababan de ver dos versiones distintas y opuestas. ¿Sería necesaria una tercera versión, distinta de la historia catastrófica de los noticieros e independiente de la imagen propagandística del alcalde?.
Esa tercera versión tendría que estar descontaminada de un virus informático inicial: el partidismo. En efecto, la realidad había sido deformada lo mismo por los enemigos que por los amigos del alcalde. Unos deseaban el fracaso de la operación que él había llamado “Basuras Cero”, y habían llenado las pantallas y las primeras páginas de basuras. Los de la trinchera del frente habían proclamado el comienzo de un programa revolucionario, con un ambicioso contenido social y de creación de conciencia ecológica, que deberá ser exitoso. Empeñado, cada uno, en su propósito, los dos se concentraron en una tarea propagandística y olvidaron su deber de informar.
A esa descontaminación de partidismos, el periodismo debe agregar unas buenas dosis de apertura al otro. Estaban de por medio los ocho millones de habitantes de Bogotá, víctimas del manejo inadecuado de las basuras. En la batalla entre los dos partidos, los ciudadanos comunes solo fueron tenidos en cuenta como testigos, no como protagonistas principales, con derecho a saber lo que estaba sucediendo. Una tercera versión del asunto basuras estaría dirigida a esa población, tendría en cuenta su derecho a recibir información, en vez del pobre sustituto de la propaganda. Esto significa que en la tercera versión se daría una información completa que, obviamente, no se detiene solo en las imágenes de las basuras. Esta es una realidad incompleta porque había calles libres de basuras. Y si el periodista, muestra lo positivo y lo negativo, aún le hace falta explicar: ¿por qué se acumularon hoy, precisamente hoy, las basuras?.
La propaganda acusa o justifica, la información completa va a los antecedentes, atisba las consecuencias, encuentra una política más dispuesta a imponer una idea que a realizarla con fidelidad a la realidad. Por estos caminos la información llega a la realidad que el ciudadano común necesita conocer. Es una tercera alternativa descontaminada de partidismos y de propaganda.
Cuando el ciudadano sabe lo que está sucediendo, conoce por qué está sucediendo y logra ver los errores y los aciertos del proceso, a la vez que su futuro, descubre que no todo está perdido, que muchas cosas pueden cambiar y, sobre todo, que en gran parte de eso que sucede y sucederá, él tiene que ver porque es su responsabilidad.
El periodismo que logra eso es el que llega a ser indispensable. El otro, el que solo repite propagandas o amplifica emociones, ese es un periodismo prescindible y es parte de la basura que afea la ciudad.
Por Javier Dario Restrepo