por Gabriel García Márquez
Desde que me inicié como reportero, con una terquedad enfermiza, he soñado con hacer un periódico.No quiero que se me recuerde por Cien años de Soledad, ni por lo del Premio Nobel, sino por el periódico. Nací periodista y hoy me siento más reportero que nunca. Lo llevo en la sangre, me tira. Además, quiero que hagamos el mejor diario de América Latina, el mejor informado, el más veraz, el más exacto. Que nunca nos rectifiquen.
El periodismo: ese tema sí que me interesa. No sé si tuve la buena o la mala suerte de que me han tocado los dos lados del escritorio. Lo hice como al revés. Empecé de editorialista y terminé de reportero raso, metido en las selvas, en los países socialistas... Del otro lado del escritorio, porque me ha tocado ser, no sé por qué, una de las personas más perseguidas por los periodistas. Digo perseguido en el buen sentido. No en el sentido que sea sometido a una persecución. Entonces tengo casi una visión global del oficio, del oficio que es el que me interesa a mí más en el mundo. Además, lo considero como un género literario. Unos hacen teatro, otros escriben novelas, otros cosas en cine y otros hacen y hacemos periodismo.(Tomado de la entrevista con Gilberto Bello en El Espectador)
Escribir es un oficio, y un oficio difícil, que exige disciplina y mucha concentración. Lo mismo es para el pintor o para el músico (Tomado de Entrevista para El Correo de la Unesco. 1996).
Quería ser un escritor distinto, pero trataba de serlo por imitación de otros autores que no tenían nada que ver conmigo. De modo que en aquellos días estaba en una pausa de reflexión, porque después de mis primeros tres cuentos publicados en Bogotá, y tan elogiados por Eduardo Zalamea y otros críticos y amigos buenos y malos, me sentía en un callejón sin salida. Zapata Olivella insistió contra mis razones en que periodismo y literatura terminaban a la corta por ser lo mismo, y un vínculo con El Universal podría asegurarme tres destinos al mismo tiempo: resolverme la vida de una manera digna y útil, colocarme en un medio profesional que era por sí solo un oficio importante y trabajar con Clemente Manuel Zabala, el mejor maestro de periodismo que podía imaginarse ( Tomado de Vivir para contarla de Gabriel García Márquez 2002)
Me interesa enormemente la enseñanza de las artes, de las letras, del periodismo (que considero un género literario) y del cine (que sin duda es un arte). Esta enseñanza debe ser completamente atípica, sui géneris, informal5.
Al igual que sucede con los cantantes, ser un narrador es un don. No se puede aprender. La técnica sí que puede aprenderse, pero la capacidad de contar una historia es una cualidad innata (Tomado de la entrevista con Silvana Paternostro para The Paris Review 1996)
Nadie enseña a escribir, salvo los buenos libros, leídos con la aptitud y la vocación alertas. La experiencia de trabajo es lo poco que un escritor consagrado puede transmitir a los aprendices si estos tienen todavía un mínimo de humildad para creer que alguien puede saber más que ellos. Para eso no haría falta una universidad, sino talleres prácticos y participativos, donde escritores artesanos discutan con los alumnos la carpintería del oficio: cómo se les ocurrieron sus argumentos, cómo imaginaron sus personajes, cómo resolvieron sus problemas técnicos de estructura, de estilo, de tono, que es lo único concreto que a veces puede sacarse en limpio del gran misterio de la creación. El mismo sistema de talleres está ya probado para algunos géneros del periodismo, el cine y la televisión, y en particular para reportajes y guiones. Y sin exámenes ni diplomas ni nada. Que la vida decida quién sirve y quién no sirve, como de todos modos ocurre (Tomado de Un manual para ser niño. Documentos de la Misión).
Se ha producido una distorsión del oficio en todo el mundo. La intensidad de lo que pasa ha hecho que lo que ocurre prime en una carrera contra el tiempo. Ya no tenemos lugar para ver la noticia en perspectiva, en todos sus significados, a no ser que lo que pase sea contundente, como la guerra del Golfo o la Conferencia de Paz de Madrid, que por cierto fue un acontecimiento de singular importancia. Lo importante es dar primero la noticia. Si es falsa o no, poco significa; lo importante es darla primero. Hay un cambio casi orgánico del oficio de periodista que vamos a tratar de parar un poco. Vamos a tratar de recuperar ese concepto de aquellos viejos tiempos del periodismo en que se contaba cómo era la gente ( Tomado de la entrevista con Juan Cruz en Babelia, El País. 1991)
La calidad de la noticia se ha perdido por culpa de la competencia, la rapidez y la magnificación de la primicia. A veces se olvida que la mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se da mejor. En otros casos, se le pide al periodista que escriba un reportaje y luego llega una publicidad y el reportaje se ve reducido a una columna (Tomado de la entrevista con Boris Muñoz en el suplemento Radar, Página/12. 1996).
Yo no tengo nada que enseñar, pero tomé conciencia de que no quería llevarme conmigo la experiencia de casi toda una vida. Pensé que la única manera de contarla era al estilo de los antiguos maestros del Renacimiento, de persona en persona. Pero como esto era una exageración, decidí reunirlos de diez en diez (Tomado de entrevista con Rosa Mora en El País. 7 de septiembre de 1995).
Lo que creo es que debemos volver a la vieja manera del oficio. Eso es lo que tratamos de meterles en la cabeza a los periodistas que van a Cartagena. Llevamos a periodistas de mucha trayectoria para que les hablen a los jóvenes desde su experiencia directa en los medios. La ética y el oficio son los ingredientes principales (Entrevista con Boris Muñoz en el suplemento Radar, Página/12. 1996).
Texto tomado de ''Y pensar que todo estaba en nuestra imaginación. Dos décadas de la FNPI. Un proyecto de Gabo educador''.